—Esto debe ser un error… esto tiene que ser falso —repetía como un mantra casi sin aliento.
Se negaba a creer que el hombre de quien estaba enamorada fuese capaz de hacerle eso, sería tan ruin de su parte casarse con su hermanastra, se sostuvo de la cama mientras cerraba los ojos con fuerza.
No podía contener su angustia... le parecía que estaba en una pesadilla que pronto iba a despertar, pero por más que quisiera que eso fuese cierto, y a pesar de cerrar los ojos tratando de negarse a lo que veía, la tarjeta seguía en sus manos, vio la fecha y la hora y se dio cuenta, que si llegaba a tiempo podía impedir esa boda... él no podía casarse con otra, porque ella estaba esperando un hijo suyo, ella lo amaba.
“Pero al parecer su amor no es suficiente” dijo su conciencia y ella empezó a reír como loca, al mismo tiempo que las lágrimas le caían por las mejillas y no podía dejar de llorar.
—¿Por qué Sebastián me estás haciendo esto? ¿Por qué? ¿Por qué de pronto te transformaste y dejaste de ser un príncipe azul? —se repetía a sí misma.
“Porque no existen los príncipes azules, idiota, el amor está sobrevalorado y te lo dije, pero eres tan ilusa”, recriminaba su conciencia con saña.Tardó aproximadamente unos diez minutos en recomponerse, se levantó y tomó su bolso y salió de allí, estaba desesperada, la angustia la corroía por dentro de manera desagradable, sus manos temblaban, sentía su corazón sangrar, una parte de ella se aferraba a la idea de que solo se trataba de una broma fraguada por su hermana.Tomó un taxi y le pidió que la llevara al lugar donde se estaba celebrando la boda, durante el viaje no dejó de pensar, los recuerdos de lo vivido en el pasado no dejaban de transmitirse en su mente como si se tratara de una película, durante los tres meses atrás antes de la discusión, nunca se comportó de esa manera, no entendía cómo había cambiado de manera tan repentina.Faltaba pocos minutos para llegar, cuando lo hizo no pudo contener el miedo, pagó el taxi y bajó de allí, caminando apresurado hacia la Basílica di Santa María Maggiore, vio una cantidad de autos, de gente, de periodista. Lo primero que haría era comprobar si era cierto, lo segundo detener la boda.Por más que quiso bloquear los murmullos de los curiosos presentes, no pudo hacerlo.
“Esta es considerada la boda del año, no es para menos unir dos grandes imperios económicos la de los Ferrari con los DellaCroce”.
“Aunque estos últimos no están del todo limpios, están envueltos en negocios turbios, no sé cómo el patriarca de los Ferrari le permitió a su vástago unirse con ellos”
Esas palabras le comprobaron que era cierto, sus ojos se humedecieron, sin embargo, se obligó a no llorar, cuando iba a dirigirse a la puerta dos guarda espaldas de su padrastro se le pararon en frente.—No puede pasar.—Tengo invitación —con la mano temblorosa sacó la tarjeta, la vieron y la invitaron entrar.Cuando caminaba al interior vio venir a su padrastro, Mackenzo, el hombre más desagradable que había conocido en toda su vida.—Hola, amada hija, casi llegas tarde… aunque tu hermana estaba deseosa por esperarte… estaba segura de que no faltarías —dijo el hombre con una expresión siniestra.—¡Yo no soy tu hija! Ni el engendro que tienes por hija es mi hermana… porque si fuese así, mi hermana no me traicionaría de esta manera.—¡No! No lo eres —le dijo mirándola de pies a cabeza con una expresión que le hizo sentir repulsión—. Aunque pudiera ser lo que tú quieras.—¡Maldit0 repugnante! —exclamó con indignación.
—Crees que Sebastián va a preferir una chica como tú, en la ruina, que ni siquiera sabes quien es tu padre, a una mujer como mi hija… ella es mucho mejor que tú y él lo sabe, ¿Quieres verlo? ¡Ven a ver lo que te ama tu príncipe azul!
La tomó por el brazo y la haló al interior de la iglesia, casi a rastras, no pudo evitar recorrer con la mirada el lugar, a pesar de no conocerlos en persona, se dio cuenta de que no había ni un solo integrante de los Ferrari presentes en la boda, eso de cierta manera la hizo sentir aliviada, pensando que se trataba de una broma de su hermanastra.Si embargo, al posar la vista en el altar los vio, a Franchesca y a Sebastián, a pesar de que sabía que se trataba de su boda porque lo había leído en la tarjeta, aún seguía sin creerlo. No había justificación alguna para que le hiciera esto, para que le propinara esa cruenta herida en su corazón ¿Qué le hizo para que se portara así? ¿Acaso era su maldit0 orgullo más grande que el supuesto amor que le tenía?—Sebastián —llamó su atención con el nombre, y ambos se giraron.Su hermanastra con una sonrisa de satisfacción mientras se llevaba la mano a un pequeño vientre, como de cuatro meses, ella no pudo evitarlo y se llevó una mano a la boca por la sorpresa.
—¿Qué significa esto? —interrogó, aunque era evidente lo ocurrido, no pudo evitar hacer la pregunta.
—¿Acaso eres ciega? No ves que está embarazada —respondió Sebastián con soberbia.
—¡Por fin llegaste hermanita! Te esperé mucho, quería que fueras la madrina de la boda.
—¿Cómo pasó? —preguntó Briggitte señalando hacia el vientre de su hermana, sin poder contener su angustia, aun sabiendo que se trataba de una pregunta tonta.—No me digas hermanita, ¿Acaso no sabes cómo se gestan los bebés? —dijo de manera burlesca—. No pensé que eras tan ingenua… pero no te preocupes, tu hermana te educará, te voy a decir como lo hicimos… teniendo sex0, sin protección —manifestó sin dejar de reírse.
Las lágrimas rodaron por los ojos de Briggitte, se sentía burlada, traicionada… sintió que todo le daba vuelta, extendió la mano y se sostuvo de un banco para no caerse.
—¡Ya basta Briggitte! ¡Ve a la casa que estás dando un espectáculo! —señaló su madre y ella la miró con dolor.
—¿Eres humana siquiera? ¿Cómo permite que me lastimen de esta manera y te pones de parte de mis verdugos? —expresó, sintiendo la vista nublada por sus lágrimas.—¡Vete Briggitte! Ve al apartamento y espérame allí para que hablemos—habló Sebastián con una expresión seria, sin ninguna emoción.—¡Eres un cínico! ¿Crees qué seguiré contigo después de esto? —dijo negando—. ¿Dónde quedó tu supuesto amor?
—¡No debiste haberte ido!
—¿Acaso esto es una venganza? Entonces, eres la peor piltrafa humana que conozco… y si es por el hijo que ella espera… yo también estoy esperando un hijo tuyo —declaró ante la mirada de sorpresa de Sebastián y todos los presentes.
«No confieses tus verdades, a quien no merezca tu sinceridad». Jeda Clavo.Sebastián la miró sin ninguna expresión en el rostro, por un momento no dijo nada, miró al padre de Franchesca por un par de segundos y luego dirigió su rostro con una máscara de absoluta frialdad a Briggitte y luego con un tono de desdén le respondió.—¿Por qué iba a querer vengarme de ti? —se burló—. Mi mundo no gira en torno a ti, Briggitte. Nuestra relación terminó cuando te fuiste a Milán, y en cuanto a tu embarazo... —se rio amargamente. —No sé de dónde has sacado esa idea, pero es imposible: No puedes estar esperando un hijo mío porque usabas anticonceptivos mientras estábamos juntos—expuso él con una expresión de indiferencia.—¿Acaso no sabes que los métodos de contracepción fallan? El único medio seguro de no quedar embarazada es la abstinencia y ese nosotros no lo practicábamos —dijo con sorna, emitiendo una leve sonrisa de burla dirigida más así misma por ser una idiota.—Entonces debiste practicarla, porque yo no confío en ti… no puedes aparecerte después de un mes a deci
Briggitte abrió los ojos poco a poco, se sentía aturdida, su cuerpo lo tenía pesado y por más intentos de moverlo lo tenía entumecido como si hubiera tardado meses sin moverse, intentó recordar, y lo último que llegó a su mente fue el momento de salir de la iglesia y luego ser golpeada por un auto… uno que salió de manera sorpresiva. Recorrió la sala con la mirada y se dio cuenta de que estaba en una habitación de hospital. Escuchó el murmullo de la gente alrededor, las enfermeras y médicos hablando, el sonido de sus voces le martillaban en la cabeza.—¡Ha despertado! ¡Ha salido del coma! —gritaba una enfermera en tono de sorpresa. —Hay que avisarle al señor Mackenzo —escuchó decir a otro y no pudo evitar fruncir el ceño con desagrado.“¿Qué carajos tenía que saber ese hombre de mí? ¿Si es el segundo ser que más desprecio después del innombrable?”, se dijo mentalmente.Un médico se acercó y le puso una linterna en el ojo, y ella parpadeó seguido sintiendo que la luz la cegaba, el
Franchesca dormía plácidamente, cuando un llanto de bebé inconsolable penetró en su sueño y la despertó. Abrió los ojos de mala gana, y observó al bebé que lloraba de manera inconsolable, arrugando de manera más intensa su nariz y moviendo sus bracitos como si tratara de agarrar a algo. Se sentía frustrada, aquel hijo no hacía más que llorar desde que nació, primero era el llanto del hambre y ahora parecía que lloraba porque quería llorar. Franchesca no podía más, se sentía cansada y estresada, necesitaba un respiro. No podía cuidar a un bebé todo el día, necesitaba ayuda, además, le dolían los senos, los tenía hinchado de la leche acumulada, pero por más intento de tomar medicamentos y cuanto té le decían para inhibir la leche de su pecho, aún no lo había logrado, además, le dolía la cicatriz de la cesárea; estaba arrepentida de haberse sometido a semejante sacrificio por gusto, pensaba la mujer con frustración.Todo le estaba saliendo contrario a cómo había creído, porque pensó qu
Sebastián salió de la habitación echo una furia… entró al despacho y se sirvió un trago tras otro, el enojo bullía en su interior de manera peligrosa, al punto de terminar estrellando la copa contra la pared. —¿Dónde carajos te metiste? ¡¿La tierra te tragó?! —se dijo pasándose la mano por la cabeza en un gesto de desesperación. Habían pasado seis meses durante los cuales, no dejó de enviar detective tras detective para encontrarla y ninguno había dado con ella y él necesitaba respuestas a esas interrogantes que surgían en su mente una y otra vez ¿Para dónde se fue? ¿Qué había sido del bebé que esperaba? Ni siquiera su propia madre sabía de su paradero, Por qué ni una sola llamada le había hecho. Aunque después de como la trató, no tenía razón para decirle de su paradero, con una madre así, mejor era no haber tenido nada. Hablando de madres, justo estaba recibiendo una llamada de la suya, cuando le atendió ni siquiera lo saludó. “Sebastián, te juro que no sé qué tienes en esa cabe
Cuando el hombre la estaba besando, la chica se quedó estática, mientras se recriminaba interiormente "¡Maldit4 sea Briggitte, pero que haces acaso has perdido el juicio!", se dijo indignada consigo misma “¡Te estás dejando besar imbécil! ¡Despierta de una vez!" Un rato después, no supo cuánto, el doctor evadió aprovechar la ocasión, y la apartó ligeramente, para mirarla a los ojos de manera intensa.—¿Dame una razón lógica y creíble para no regresarte a tu habitación, no decirle a la enfermera que te atiende que estás en mi despacho? ¿Por qué estás vestida con ese uniforme y sobre todo por qué cargas mis pantuflas? —preguntó con seriedad y los ojos verdes de Briggitte se abrieron de par en par sorprendida.“¡Mierda y ahora!”, armándose de valor.—¿Le parece una razón lógica que, si no me dice como salir de aquí, lo mínimo que me pasará es que me droguen y me pongan en coma de nuevo o definitivamente me maten? Briggitte no podía creer lo que estaba haciendo, “Pero ¿qué estás diciendo
Brigitte apuntó, en tanto Bruno aceleraba con todas sus fuerzas intentando evitar que les dieran alcance, pero no lo lograba, los intrusos se acercaban cada vez más y estaban a punto de alcanzarlos, mientras no dejaban de dispararles, era evidente la intención de acabar con ellos.Briggitte no se controló y comenzó a gritar y maldecir a los hombres que navegaban tras ellos y que parecían no mostrar ninguna intención de detenerse ante nada, ella, sin embargo, estaba dispuesta a defenderse y a quienquiera que estuviera a su lado, por más que le diera miedo, sabía que no permitiría que hicieran daño a Bruno, él arriesgó todo por ella y no era justo que resultara perjudicado, eso le dio la fuerza y el ánimo, para retomar fuerzas y disparar sin cesar, no daba respiro.No obstante, no le atinaba a ninguno y eso la tenía frustrada, aunque para su buena suerte los otros tampoco les atinaban a ellos.—¡Ahhhh! ¡Lo siento! ¡No le atino!… no sé cómo hacerlo.—Despacio, fija tu mirada en el objeti
Brigitte se alejó de su amiga y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el alféizar y contempló el exterior, con la mirada perdida en el cielo, aunque en realidad no lo estaba mirando. De pronto escuchó pasos que se acercaban a ella, era Val.—Brigitte, sé que estás dolida, que te sientes traicionada… pero debes ser fuerte, no debes permitir que te derrumben, ni Sebastián ni Francesca merecen tanto poder sobre ti —le dijo tomando su mano.—Lo sé Val… —susurró Brigitte sin apartar la mirada del cielo— pero es tan difícil… me cuesta tanto levantarme en las mañanas… y conciliar lo que pasó… si no cambio mi manera de llevar las cosas, no habré aprendido la lección… me iré de Roma… por un tiempo, a Nápoles… —¿Tus planes? ¿Tus proyectos? —preguntó su amiga con preocupación—. No puedes dejar todo por lo cual soñaste, atrás. —No los dejaré, solo están postergados, regresaré luego de un tiempo, porque necesito desenmascarar de una vez por todas a Mackenzo… todos saben que oculta algo, que es ma
—¡Eso no puede ser cierto! ¿Qué me hiciste? —preguntó Sebastián con voz seca.Se incorporó a la cama, al mismo tiempo que trataba de traer a su mente las imágenes de lo ocurrido, pero por más que intentó buscar en sus recuerdos, no pudo encontrar nada, sentía la lengua pesada y su cuerpo débil.No entendía nada, ¿cómo había llegado a esa situación?, ¿cómo había terminado desnudo en la misma cama que la hermana de la chica que le gustaba?¿Qué había pasado?, no podía recordar con claridad, solo se acordaba de la desesperación y la necesidad que sentía en su interior, y que no podía controlar eso.—Eso no importa, lo importante es que estuvimos juntos… porque tú me sedujiste —dijo Francesca con un gesto de desolación.—¡No! ¡No! Eso no es verdad… algo debiste hacerme—dijo Sebastián con la voz apagada y la mirada en el piso.—¿Yo? Fuiste tú quien me hizo a mí ¿Acaso no es evidente? —dijo la mujer en un tono de aparente indignación, pero su expresión no era de alguien a quien le pesara lo