Sebastián la miró sin ninguna expresión en el rostro, por un momento no dijo nada, miró al padre de Franchesca por un par de segundos y luego dirigió su rostro con una máscara de absoluta frialdad a Briggitte y luego con un tono de desdén le respondió.
—¿Por qué iba a querer vengarme de ti? —se burló—. Mi mundo no gira en torno a ti, Briggitte. Nuestra relación terminó cuando te fuiste a Milán, y en cuanto a tu embarazo... —se rio amargamente. —No sé de dónde has sacado esa idea, pero es imposible: No puedes estar esperando un hijo mío porque usabas anticonceptivos mientras estábamos juntos—expuso él con una expresión de indiferencia.
—¿Acaso no sabes que los métodos de contracepción fallan? El único medio seguro de no quedar embarazada es la abstinencia y ese nosotros no lo practicábamos —dijo con sorna, emitiendo una leve sonrisa de burla dirigida más así misma por ser una idiota.
—Entonces debiste practicarla, porque yo no confío en ti… no puedes aparecerte después de un mes a decir que estás esperando un hijo mío, cuando ni siquiera sé qué hiciste durante este tiempo —espetó con una extraña expresión en su rostro.
Briggitte se sintió mal del estómago al darse cuenta de que Sebastián nunca se había preocupado realmente por ella. Solo la había utilizado porque quería acostarse con ella.
—Claro, entiendo, seguro me conociste en una noche de copas y me fui a revolcar contigo la misma noche —expresó con sequedad.
En ese momento la mamá de Briggitte, la tomó por el brazo para echarla.
—¡Vete Briggitte! Sebastián escogió a Franchesca y a su hijo, no tienes nada que hacer, deberías irte y no seguir dando espectáculos —expuso la mujer, sin ningún ápice de simpatía por su verdadera hija.
—Es que ella no sabe comportarse de otra manera, siempre ha sido una vulgar, por muchos intentos que hemos hecho de hacerla una mujer decente —dijo su padrastro en voz alta para que todos en la iglesia escucharan—. Por eso no le importó meterse en la relación de su hermana con su novio.
—¡Eso no es cierto! —exclamó ella al ver todas las miradas de la gente la observaban con recriminación.
—¿No es cierto? ¿Desde cuándo conoces a Sebastián, Briggitte? ¿Desde hace cuánto lo conoce Franchesca y cuántos meses de embarazos tienes tú y cuánto tiempo tiene ella? —inquirió su propia madre y sus palabras se clavaron en el pecho como si fueran filosos puñales.
—Yo no sabía… —dijo ella tratando de nuevo tragarse las lágrimas, porque no iba a derrumbarse delante de toda esa gente que solo quería verla destruida.
—Pero ahora ya lo sabes… —siseó con enfado—. Lo mejor es que te vayas Briggitte… al parecer Franchesca se te adelantó… y no puedo casarme con las dos… ahora es mejor que te vayas y nos dejes casar en paz —habló girándose para darle la espalda, pero Briggitte lo detuvo.
—Recuerda bien esto Sebastián, porque un día te vas a arrepentir y juro que te tragarás cada una de estas palabras que has dicho hoy en mi contra… soy una mujer que no olvida con facilidad, y profundamente vengativa, lo que me hacen lo multiplico por diez. Y no soy tan estúpida, Sebastián, piensas que casándote con ella, yo voy a seguir detrás de ti, pero estás por completo equivocado… te auguro que a partir de este momento tu vida se convertirá en un infierno, porque Franchesca no te ama, solo te está utilizando para vengarse de mí para hacerme sufrir, y porque va detrás del dinero de tu familia y lo peor de todo es que se lo estás permitiendo —le espetó Briggitte con una expresión de dolor—. Espero que nunca vuelvas a cruzarte en mi camino por el bien de los dos.
Subió una mano y la apoyó en su propio vientre.
—Ay querida hermana… otra vez te gano yo… siempre lo hago, Sebastián me prefirió a mí y a mi hijo antes que a ti y a tu bastardo —dijo la mujer sin dejar de burlarse de Briggitte.
La rabia se agitó en el interior de la joven, y sin pensar ni medir las consecuencias, levantó su mano para abofetear a Franchesca, pero ante de que sus dedos impactaran en el rostro de la mujer, estos se estrellaron en el pecho de Sebastián, quien evitó que ella la golpeara y con los ojos chispeantes del enojo y sosteniéndole la mano con fuerza, pronunció con rabia.
—¡Ya basta! Mejor será que te vayas y dejes de estar dando lástima frente a todos, por lo menos compórtate con dignidad y sal de aquí.
Dicho eso la soltó, pero el tacón se le dobló y cayó en el suelo, ella no esperó que nadie la ayudara a levantarse, lo hizo sola, después de todo ya estaba acostumbrada, siempre era así, toda la vida, las veces que caía, se había levantado sola porque no había nadie para que la ayudara a levantarse, cerró los ojos con fuerza, porque no quería dejar escapar las lágrimas.
“Aquí no Briggitte, que nunca nadie te vea derrotada… que nunca nadie te vea débil ni llorando”, se dijo, una vez que se puso de pie, se apoyó en un banco para no perder el equilibrio. Y se levantó alzando el mentón e irguiéndose con firmeza su cuerpo, como si fuera toda una reina.
—En eso tienes razón… y más cuando aquí ninguno de los presentes vale la pena.
Briggitte giró sobre sus talones y caminó hacia la salida, consciente de que, a partir de ese día, su vida nunca volvería a ser la misma. Se alejó de allí, tan rápido como sus piernas se lo permitieron.
No podía creer lo que acababa de ocurrir, ¿Cómo había sido tan estúpida de creer que Sebastián la amaba?
Cuando salió de la iglesia, no pudo contenerse más, se derrumbó producto del llanto, las lágrimas salían como cascadas de sus ojos, su vista se nubló, pese a ella, nada la detuvo, siguió caminando, casi corriendo, queriendo borrar todo ese dolor de su corazón y su alma, no vio la vía, ni siquiera escuchó el chirrido de los frenos del auto, solo sintió el golpe fuerte en su cadera, y la sensación de que el piso salía a su encuentro y después se sumergió en una profunda oscuridad.
«Porque es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme» José Luis Sampedro.
Briggitte abrió los ojos poco a poco, se sentía aturdida, su cuerpo lo tenía pesado y por más intentos de moverlo lo tenía entumecido como si hubiera tardado meses sin moverse, intentó recordar, y lo último que llegó a su mente fue el momento de salir de la iglesia y luego ser golpeada por un auto… uno que salió de manera sorpresiva. Recorrió la sala con la mirada y se dio cuenta de que estaba en una habitación de hospital. Escuchó el murmullo de la gente alrededor, las enfermeras y médicos hablando, el sonido de sus voces le martillaban en la cabeza.—¡Ha despertado! ¡Ha salido del coma! —gritaba una enfermera en tono de sorpresa. —Hay que avisarle al señor Mackenzo —escuchó decir a otro y no pudo evitar fruncir el ceño con desagrado.“¿Qué carajos tenía que saber ese hombre de mí? ¿Si es el segundo ser que más desprecio después del innombrable?”, se dijo mentalmente.Un médico se acercó y le puso una linterna en el ojo, y ella parpadeó seguido sintiendo que la luz la cegaba, el
Franchesca dormía plácidamente, cuando un llanto de bebé inconsolable penetró en su sueño y la despertó. Abrió los ojos de mala gana, y observó al bebé que lloraba de manera inconsolable, arrugando de manera más intensa su nariz y moviendo sus bracitos como si tratara de agarrar a algo. Se sentía frustrada, aquel hijo no hacía más que llorar desde que nació, primero era el llanto del hambre y ahora parecía que lloraba porque quería llorar. Franchesca no podía más, se sentía cansada y estresada, necesitaba un respiro. No podía cuidar a un bebé todo el día, necesitaba ayuda, además, le dolían los senos, los tenía hinchado de la leche acumulada, pero por más intento de tomar medicamentos y cuanto té le decían para inhibir la leche de su pecho, aún no lo había logrado, además, le dolía la cicatriz de la cesárea; estaba arrepentida de haberse sometido a semejante sacrificio por gusto, pensaba la mujer con frustración.Todo le estaba saliendo contrario a cómo había creído, porque pensó qu
Sebastián salió de la habitación echo una furia… entró al despacho y se sirvió un trago tras otro, el enojo bullía en su interior de manera peligrosa, al punto de terminar estrellando la copa contra la pared. —¿Dónde carajos te metiste? ¡¿La tierra te tragó?! —se dijo pasándose la mano por la cabeza en un gesto de desesperación. Habían pasado seis meses durante los cuales, no dejó de enviar detective tras detective para encontrarla y ninguno había dado con ella y él necesitaba respuestas a esas interrogantes que surgían en su mente una y otra vez ¿Para dónde se fue? ¿Qué había sido del bebé que esperaba? Ni siquiera su propia madre sabía de su paradero, Por qué ni una sola llamada le había hecho. Aunque después de como la trató, no tenía razón para decirle de su paradero, con una madre así, mejor era no haber tenido nada. Hablando de madres, justo estaba recibiendo una llamada de la suya, cuando le atendió ni siquiera lo saludó. “Sebastián, te juro que no sé qué tienes en esa cabe
Cuando el hombre la estaba besando, la chica se quedó estática, mientras se recriminaba interiormente "¡Maldit4 sea Briggitte, pero que haces acaso has perdido el juicio!", se dijo indignada consigo misma “¡Te estás dejando besar imbécil! ¡Despierta de una vez!" Un rato después, no supo cuánto, el doctor evadió aprovechar la ocasión, y la apartó ligeramente, para mirarla a los ojos de manera intensa.—¿Dame una razón lógica y creíble para no regresarte a tu habitación, no decirle a la enfermera que te atiende que estás en mi despacho? ¿Por qué estás vestida con ese uniforme y sobre todo por qué cargas mis pantuflas? —preguntó con seriedad y los ojos verdes de Briggitte se abrieron de par en par sorprendida.“¡Mierda y ahora!”, armándose de valor.—¿Le parece una razón lógica que, si no me dice como salir de aquí, lo mínimo que me pasará es que me droguen y me pongan en coma de nuevo o definitivamente me maten? Briggitte no podía creer lo que estaba haciendo, “Pero ¿qué estás diciendo
Brigitte apuntó, en tanto Bruno aceleraba con todas sus fuerzas intentando evitar que les dieran alcance, pero no lo lograba, los intrusos se acercaban cada vez más y estaban a punto de alcanzarlos, mientras no dejaban de dispararles, era evidente la intención de acabar con ellos.Briggitte no se controló y comenzó a gritar y maldecir a los hombres que navegaban tras ellos y que parecían no mostrar ninguna intención de detenerse ante nada, ella, sin embargo, estaba dispuesta a defenderse y a quienquiera que estuviera a su lado, por más que le diera miedo, sabía que no permitiría que hicieran daño a Bruno, él arriesgó todo por ella y no era justo que resultara perjudicado, eso le dio la fuerza y el ánimo, para retomar fuerzas y disparar sin cesar, no daba respiro.No obstante, no le atinaba a ninguno y eso la tenía frustrada, aunque para su buena suerte los otros tampoco les atinaban a ellos.—¡Ahhhh! ¡Lo siento! ¡No le atino!… no sé cómo hacerlo.—Despacio, fija tu mirada en el objeti
Brigitte se alejó de su amiga y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el alféizar y contempló el exterior, con la mirada perdida en el cielo, aunque en realidad no lo estaba mirando. De pronto escuchó pasos que se acercaban a ella, era Val.—Brigitte, sé que estás dolida, que te sientes traicionada… pero debes ser fuerte, no debes permitir que te derrumben, ni Sebastián ni Francesca merecen tanto poder sobre ti —le dijo tomando su mano.—Lo sé Val… —susurró Brigitte sin apartar la mirada del cielo— pero es tan difícil… me cuesta tanto levantarme en las mañanas… y conciliar lo que pasó… si no cambio mi manera de llevar las cosas, no habré aprendido la lección… me iré de Roma… por un tiempo, a Nápoles… —¿Tus planes? ¿Tus proyectos? —preguntó su amiga con preocupación—. No puedes dejar todo por lo cual soñaste, atrás. —No los dejaré, solo están postergados, regresaré luego de un tiempo, porque necesito desenmascarar de una vez por todas a Mackenzo… todos saben que oculta algo, que es ma
—¡Eso no puede ser cierto! ¿Qué me hiciste? —preguntó Sebastián con voz seca.Se incorporó a la cama, al mismo tiempo que trataba de traer a su mente las imágenes de lo ocurrido, pero por más que intentó buscar en sus recuerdos, no pudo encontrar nada, sentía la lengua pesada y su cuerpo débil.No entendía nada, ¿cómo había llegado a esa situación?, ¿cómo había terminado desnudo en la misma cama que la hermana de la chica que le gustaba?¿Qué había pasado?, no podía recordar con claridad, solo se acordaba de la desesperación y la necesidad que sentía en su interior, y que no podía controlar eso.—Eso no importa, lo importante es que estuvimos juntos… porque tú me sedujiste —dijo Francesca con un gesto de desolación.—¡No! ¡No! Eso no es verdad… algo debiste hacerme—dijo Sebastián con la voz apagada y la mirada en el piso.—¿Yo? Fuiste tú quien me hizo a mí ¿Acaso no es evidente? —dijo la mujer en un tono de aparente indignación, pero su expresión no era de alguien a quien le pesara lo
Briggitte se quedó viendo a su madre con dolor, aún en su ingenuidad, esperaba que ella le dijera que era una broma, que no lo decía en serio, pero no, era real, allí estaba la mujer que por naturaleza estaba obligada a amarla y protegerla siendo la primera en arremeter en su contra.Se dio la vuelta y no dijo nada, subió a su habitación sacó una maleta, guardando algunas cosas porque no todo le cabía, y salió de allí sin decir nada, ante la mirada de lástima de algunos de los miembr0s de la servidumbre, las cuales ignoró, porque le hizo comprender que hasta a unos extraños le inspiraba más lástima que a su propia madre.Salió de allí, sin saber adónde ir… las ofensas y maltratos se repetían de manera constante en su cabeza, en principio, caminó sin rumbo fijo, hasta llegar a un centro médico, y decidió practicarse los análisis, aunque podía ir al ginecólogo para que le dijera si había sido abusada, decidió no hacerlo, tenía demasiado miedo y no sabía si sería capaz de vivir con esa d