Sebastián salió de la habitación echo una furia… entró al despacho y se sirvió un trago tras otro, el enojo bullía en su interior de manera peligrosa, al punto de terminar estrellando la copa contra la pared. —¿Dónde carajos te metiste? ¡¿La tierra te tragó?! —se dijo pasándose la mano por la cabeza en un gesto de desesperación. Habían pasado seis meses durante los cuales, no dejó de enviar detective tras detective para encontrarla y ninguno había dado con ella y él necesitaba respuestas a esas interrogantes que surgían en su mente una y otra vez ¿Para dónde se fue? ¿Qué había sido del bebé que esperaba? Ni siquiera su propia madre sabía de su paradero, Por qué ni una sola llamada le había hecho. Aunque después de como la trató, no tenía razón para decirle de su paradero, con una madre así, mejor era no haber tenido nada. Hablando de madres, justo estaba recibiendo una llamada de la suya, cuando le atendió ni siquiera lo saludó. “Sebastián, te juro que no sé qué tienes en esa cabe
Cuando el hombre la estaba besando, la chica se quedó estática, mientras se recriminaba interiormente "¡Maldit4 sea Briggitte, pero que haces acaso has perdido el juicio!", se dijo indignada consigo misma “¡Te estás dejando besar imbécil! ¡Despierta de una vez!" Un rato después, no supo cuánto, el doctor evadió aprovechar la ocasión, y la apartó ligeramente, para mirarla a los ojos de manera intensa.—¿Dame una razón lógica y creíble para no regresarte a tu habitación, no decirle a la enfermera que te atiende que estás en mi despacho? ¿Por qué estás vestida con ese uniforme y sobre todo por qué cargas mis pantuflas? —preguntó con seriedad y los ojos verdes de Briggitte se abrieron de par en par sorprendida.“¡Mierda y ahora!”, armándose de valor.—¿Le parece una razón lógica que, si no me dice como salir de aquí, lo mínimo que me pasará es que me droguen y me pongan en coma de nuevo o definitivamente me maten? Briggitte no podía creer lo que estaba haciendo, “Pero ¿qué estás diciendo
Brigitte apuntó, en tanto Bruno aceleraba con todas sus fuerzas intentando evitar que les dieran alcance, pero no lo lograba, los intrusos se acercaban cada vez más y estaban a punto de alcanzarlos, mientras no dejaban de dispararles, era evidente la intención de acabar con ellos.Briggitte no se controló y comenzó a gritar y maldecir a los hombres que navegaban tras ellos y que parecían no mostrar ninguna intención de detenerse ante nada, ella, sin embargo, estaba dispuesta a defenderse y a quienquiera que estuviera a su lado, por más que le diera miedo, sabía que no permitiría que hicieran daño a Bruno, él arriesgó todo por ella y no era justo que resultara perjudicado, eso le dio la fuerza y el ánimo, para retomar fuerzas y disparar sin cesar, no daba respiro.No obstante, no le atinaba a ninguno y eso la tenía frustrada, aunque para su buena suerte los otros tampoco les atinaban a ellos.—¡Ahhhh! ¡Lo siento! ¡No le atino!… no sé cómo hacerlo.—Despacio, fija tu mirada en el objeti
Brigitte se alejó de su amiga y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el alféizar y contempló el exterior, con la mirada perdida en el cielo, aunque en realidad no lo estaba mirando. De pronto escuchó pasos que se acercaban a ella, era Val.—Brigitte, sé que estás dolida, que te sientes traicionada… pero debes ser fuerte, no debes permitir que te derrumben, ni Sebastián ni Francesca merecen tanto poder sobre ti —le dijo tomando su mano.—Lo sé Val… —susurró Brigitte sin apartar la mirada del cielo— pero es tan difícil… me cuesta tanto levantarme en las mañanas… y conciliar lo que pasó… si no cambio mi manera de llevar las cosas, no habré aprendido la lección… me iré de Roma… por un tiempo, a Nápoles… —¿Tus planes? ¿Tus proyectos? —preguntó su amiga con preocupación—. No puedes dejar todo por lo cual soñaste, atrás. —No los dejaré, solo están postergados, regresaré luego de un tiempo, porque necesito desenmascarar de una vez por todas a Mackenzo… todos saben que oculta algo, que es ma
—¡Eso no puede ser cierto! ¿Qué me hiciste? —preguntó Sebastián con voz seca.Se incorporó a la cama, al mismo tiempo que trataba de traer a su mente las imágenes de lo ocurrido, pero por más que intentó buscar en sus recuerdos, no pudo encontrar nada, sentía la lengua pesada y su cuerpo débil.No entendía nada, ¿cómo había llegado a esa situación?, ¿cómo había terminado desnudo en la misma cama que la hermana de la chica que le gustaba?¿Qué había pasado?, no podía recordar con claridad, solo se acordaba de la desesperación y la necesidad que sentía en su interior, y que no podía controlar eso.—Eso no importa, lo importante es que estuvimos juntos… porque tú me sedujiste —dijo Francesca con un gesto de desolación.—¡No! ¡No! Eso no es verdad… algo debiste hacerme—dijo Sebastián con la voz apagada y la mirada en el piso.—¿Yo? Fuiste tú quien me hizo a mí ¿Acaso no es evidente? —dijo la mujer en un tono de aparente indignación, pero su expresión no era de alguien a quien le pesara lo
Briggitte se quedó viendo a su madre con dolor, aún en su ingenuidad, esperaba que ella le dijera que era una broma, que no lo decía en serio, pero no, era real, allí estaba la mujer que por naturaleza estaba obligada a amarla y protegerla siendo la primera en arremeter en su contra.Se dio la vuelta y no dijo nada, subió a su habitación sacó una maleta, guardando algunas cosas porque no todo le cabía, y salió de allí sin decir nada, ante la mirada de lástima de algunos de los miembr0s de la servidumbre, las cuales ignoró, porque le hizo comprender que hasta a unos extraños le inspiraba más lástima que a su propia madre.Salió de allí, sin saber adónde ir… las ofensas y maltratos se repetían de manera constante en su cabeza, en principio, caminó sin rumbo fijo, hasta llegar a un centro médico, y decidió practicarse los análisis, aunque podía ir al ginecólogo para que le dijera si había sido abusada, decidió no hacerlo, tenía demasiado miedo y no sabía si sería capaz de vivir con esa d
Sebastián se levantó con dolor de cabeza, tenía la sensación como si le hubiera pasado un tren por el cuerpo, dirigió su vista a su alrededor y sintió alivio al darse cuenta de que estaba vestido y que Francesca no estaba a su lado, no sabía cómo iba a hacer, pero quería a esa mujer alejada de su vida.En ese momento, se recordó de Briggitte, y dejando a un lado su tonto orgullo, decidió escribirle.Enviado a Briggitte«Buen día, pensé que quizás se te había extraviado mi número, porque no me has enviado ni siquiera un buen día» escribió y colocó una carita llorando.Recibido de Briggitte«¿Quién es?», preguntó ella y esta vez el envió una carita llorando.Enviado a Briggitte«Eso si dolió fuerte… yo pensando en ti y tú ni siquiera guardaste mi número… es una patada a mi ego».Recibido de Briggitte«¡Mentiroso! Si hubieras pensado en mí, no tardarías tantos días para enviarme un mensaje».Enviado a Briggitte«Creo que he pillado a una mentirosa… preguntándome quien soy y lo sabes bien
—¡¿Qué estás haciendo?! —preguntó ella nerviosa, con el rostro ruborizado producto del deseo.Él no le respondió y tampoco se detuvo, siguió besándola en la boca, con dulzura y con una lengua que la mantenía atrapada en una llama de pasión, se despegó un poco y siguió besándola por su rostro, le mordisqueó el lóbulo, provocando que ella temblara y respondiera. Sin embargo, fue incapaz de oponerse a la pasión ardiente del hombre, porque se encontraba en su apartamento, en su mundo, donde el único límite eran sus lindos sueños sobre él. —Sebastián, no lo entiendo… —susurró nerviosa, aunque conteniendo las ganas de sumergirse en esas emociones y sensaciones que el hombre la estaba haciendo sentir.—Tu cuerpo sabe lo que necesitas —dijo Sebastián en un tono gutural, acariciando su cuello—. No necesitas entender, solo quédate quieta.El hombre la besó y comenzó a desabrochar su vestido, aunque no lo quito todo, dejándolo a la altura de su cintura, pasó sus manos por sus cúspides y las ac