Brigitte se alejó de su amiga y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el alféizar y contempló el exterior, con la mirada perdida en el cielo, aunque en realidad no lo estaba mirando. De pronto escuchó pasos que se acercaban a ella, era Val.—Brigitte, sé que estás dolida, que te sientes traicionada… pero debes ser fuerte, no debes permitir que te derrumben, ni Sebastián ni Francesca merecen tanto poder sobre ti —le dijo tomando su mano.—Lo sé Val… —susurró Brigitte sin apartar la mirada del cielo— pero es tan difícil… me cuesta tanto levantarme en las mañanas… y conciliar lo que pasó… si no cambio mi manera de llevar las cosas, no habré aprendido la lección… me iré de Roma… por un tiempo, a Nápoles… —¿Tus planes? ¿Tus proyectos? —preguntó su amiga con preocupación—. No puedes dejar todo por lo cual soñaste, atrás. —No los dejaré, solo están postergados, regresaré luego de un tiempo, porque necesito desenmascarar de una vez por todas a Mackenzo… todos saben que oculta algo, que es ma
—¡Eso no puede ser cierto! ¿Qué me hiciste? —preguntó Sebastián con voz seca.Se incorporó a la cama, al mismo tiempo que trataba de traer a su mente las imágenes de lo ocurrido, pero por más que intentó buscar en sus recuerdos, no pudo encontrar nada, sentía la lengua pesada y su cuerpo débil.No entendía nada, ¿cómo había llegado a esa situación?, ¿cómo había terminado desnudo en la misma cama que la hermana de la chica que le gustaba?¿Qué había pasado?, no podía recordar con claridad, solo se acordaba de la desesperación y la necesidad que sentía en su interior, y que no podía controlar eso.—Eso no importa, lo importante es que estuvimos juntos… porque tú me sedujiste —dijo Francesca con un gesto de desolación.—¡No! ¡No! Eso no es verdad… algo debiste hacerme—dijo Sebastián con la voz apagada y la mirada en el piso.—¿Yo? Fuiste tú quien me hizo a mí ¿Acaso no es evidente? —dijo la mujer en un tono de aparente indignación, pero su expresión no era de alguien a quien le pesara lo
Briggitte se quedó viendo a su madre con dolor, aún en su ingenuidad, esperaba que ella le dijera que era una broma, que no lo decía en serio, pero no, era real, allí estaba la mujer que por naturaleza estaba obligada a amarla y protegerla siendo la primera en arremeter en su contra.Se dio la vuelta y no dijo nada, subió a su habitación sacó una maleta, guardando algunas cosas porque no todo le cabía, y salió de allí sin decir nada, ante la mirada de lástima de algunos de los miembr0s de la servidumbre, las cuales ignoró, porque le hizo comprender que hasta a unos extraños le inspiraba más lástima que a su propia madre.Salió de allí, sin saber adónde ir… las ofensas y maltratos se repetían de manera constante en su cabeza, en principio, caminó sin rumbo fijo, hasta llegar a un centro médico, y decidió practicarse los análisis, aunque podía ir al ginecólogo para que le dijera si había sido abusada, decidió no hacerlo, tenía demasiado miedo y no sabía si sería capaz de vivir con esa d
Sebastián se levantó con dolor de cabeza, tenía la sensación como si le hubiera pasado un tren por el cuerpo, dirigió su vista a su alrededor y sintió alivio al darse cuenta de que estaba vestido y que Francesca no estaba a su lado, no sabía cómo iba a hacer, pero quería a esa mujer alejada de su vida.En ese momento, se recordó de Briggitte, y dejando a un lado su tonto orgullo, decidió escribirle.Enviado a Briggitte«Buen día, pensé que quizás se te había extraviado mi número, porque no me has enviado ni siquiera un buen día» escribió y colocó una carita llorando.Recibido de Briggitte«¿Quién es?», preguntó ella y esta vez el envió una carita llorando.Enviado a Briggitte«Eso si dolió fuerte… yo pensando en ti y tú ni siquiera guardaste mi número… es una patada a mi ego».Recibido de Briggitte«¡Mentiroso! Si hubieras pensado en mí, no tardarías tantos días para enviarme un mensaje».Enviado a Briggitte«Creo que he pillado a una mentirosa… preguntándome quien soy y lo sabes bien
—¡¿Qué estás haciendo?! —preguntó ella nerviosa, con el rostro ruborizado producto del deseo.Él no le respondió y tampoco se detuvo, siguió besándola en la boca, con dulzura y con una lengua que la mantenía atrapada en una llama de pasión, se despegó un poco y siguió besándola por su rostro, le mordisqueó el lóbulo, provocando que ella temblara y respondiera. Sin embargo, fue incapaz de oponerse a la pasión ardiente del hombre, porque se encontraba en su apartamento, en su mundo, donde el único límite eran sus lindos sueños sobre él. —Sebastián, no lo entiendo… —susurró nerviosa, aunque conteniendo las ganas de sumergirse en esas emociones y sensaciones que el hombre la estaba haciendo sentir.—Tu cuerpo sabe lo que necesitas —dijo Sebastián en un tono gutural, acariciando su cuello—. No necesitas entender, solo quédate quieta.El hombre la besó y comenzó a desabrochar su vestido, aunque no lo quito todo, dejándolo a la altura de su cintura, pasó sus manos por sus cúspides y las ac
Sebastián lo pensó, mientras veía esa mirada que lo envolvía y hacía estremecerlo en su interior, “Ella no puede estarme mintiendo… su mirada es limpia, pura”, después de pensarlo un par de segundos, decidió dar un salto de fe con Briggitte y darse una oportunidad con ella y terminó asintiendo, mientras ella reía sin poder ocultar su felicidad.Unos minutos después, ambos estaban en la cama desnudos, abrazados y pese a que se sentía cansado, Sebastián no podía dormir, estaba demasiado eufórico con la presencia de la joven y por todo lo que le deparaba el futuro, solo esperaba no estar equivocándose.En silencio la abrazó y aseguró que ella apoyara su cabeza en su pecho, pese a que ambos estaban cansados, ella durmió tranquila, como si no tuviera ningún remordimiento, mientras él tenía muchos pensamientos atormentándolo… no pudo evitar besar su hombro y otra vez se sintió excitado… eso nunca antes le había pasado.Se dio cuenta de que sus brazos estaban fríos, y comenzó a acariciarlos
Ante las palabras de apoyo de su amiga, sintió una emoción en su pecho, porque se sentía muy bien saber que si era importante para alguien.—Gracias, Val —dijo Briggitte sonriendo y abrazándola.—¿Ahora por qué te sonríes? —preguntó su amiga.—Porque siento que al fin las cosas van a cambiar… que al fin podré salir de ese infierno y vivir una vida que merezca la pena. Sé que seré feliz con Sebastián.Veinte minutos después salió de la casa de su amiga y subió al auto, Sebastián en principio estaba molesto, pero al verla con los ojos rojos, toda actitud hostil se esfumó de él, sustituyéndola por una de preocupación.—¿Qué pasó Brigg? ¿Esa señora te hizo algo? —preguntó con inquietud.Un sollozo salió de los labios de ella y sin decir nada se abrazó a él. Sebastián la sostuvo con fuerza mientras besaba su cabeza.—Mi amor ¿Por qué estás así? —volvió a interrogarla preocupado.—No te preocupes Sebas, solo quiero que me abraces y sentir que me quieres —dijo ella con un tono de voz suave.
Briggitte entró al despacho de Sebastián y se sentó en su escritorio, encendió el computador y empezó a revisar información sobre la empresa que la había contratado para ser una de sus modelos, se trataba de Industria Salerno, una fábrica de telas y de ropas, propiedad de Fazio Salerno.Buscó en internet en cuantas páginas habidas, alguna fotografía o algo que le permitiera descubrir si existía un vínculo entre el hombre con su padrastro y no lo encontró, por casi más de una hora revisó, mas no encontró nada.—Creo que Val y yo estamos paranoicas… es que tratándose de Mackenzo, uno no sabe que esperar de ese hombre… es como una sombra, allí latente en mi vida para hacerme daño —dijo en tono alto con un suspiro.Cuando estaba terminando de apagar el equipo, llegó Sebastián, como había dejado la puerta del despacho abierta, escuchó la llave de la cerradura, se sonrió porque seguramente, él la iba a ir a buscar a la cocina o en la habitación. Minutos después lo escuchó llamarla.—Brigg ¡