Brigitte, había estado de viaje por un mes en Milán, por razones de trabajo, durante toda su vida había querido ser modelo y se le presentó esa oportunidad, la cual no quería rechazar.
Con toda la tristeza y el dolor del mundo dejó a su novio en Roma y se subió a un avión que la llevaría hasta allá, él no había estado de acuerdo con esa decisión, de hecho, el día que le informó tuvieron una fuerte discusión.
“—¿Por qué debes ir allí? No quiero que te dediques a eso, a modelo se dedican solo las… —comenzó a decir y ella lo detuvo.
—Cuidado con lo que vas a decir… es un trabajo decente como cualquier otro, tu apreciación es ofensiva, machista e injusta —lo debatió.
—La novia mía no se va a dedicar a ese oficio, por mucho que te parezca un trabajo decente, a mí no y eso es lo que importa —dijo con soberbia.
—Por si no lo sabes, la gente normal en este país y en cualquier otra parte del mundo, debe ganarse el dinero para poder vivir y así me lo ganaré yo —declaró ella con un poco de indignación, sin comprender la actitud del hombre.
—¡¿Y acaso crees que yo no me gano el dinero?! ¿Piensa que mis inversiones en la bolsa, mis negocios es un juego para mí? Si es por dinero, ¡¡Aquí tienes!! —le dijo levantándose, sacando de su cartera varios billetes y tirándoselos en la mesa con violencia—. Te doy lo que necesites, pero me niego a que trabajes y más si es mostrando tu cuerpo como si fueras una z0rra.
Brigitte no sabía que sentir, si rabia, lástima, decepción, porque para ella el hecho de que le colocara el dinero en la mesa es como si la estuviera tratando como una cualquiera, y él fuera su cliente quien le estaba pagando por sus servicios.
—¿Qué decepción contigo Sebas? ¿Crees que todo es dinero? ¿De verdad que piensas eso? —preguntó ella con incredulidad.
—¿Eso no es lo que acabas de decir? ¿Qué la gente normal trabaja para ganar dinero para vivir? —inquirió el hombre alzando las cejas, con una expresión de desdén.
—Sebas, no sé por qué actúas de esta manera, tan cerrado… no había conocido esta faceta de ti… y sinceramente, no sé si me gusta —habló la chica con sinceridad.
Sebastián la vio con los ojos chispeantes del enojo.
—A mí no me gusta lo que estoy viendo de ti… y estoy seguro de no tolerarlo. Se me quitó el apetito.
Se levantó del asiento y tiró los cubiertos en el plato y la servilleta en la mesa con clara actitud hostil, comenzó a caminar hacia la salida, cuando vio que ella se mantenía sentada comiendo, le gritó desde la puerta.
—¿Y tú no piensas levantarte? ¿O es que pretendes que te espere como si fueras una princesa?
Ella se giró y lo vio con una expresión de tristeza.
—A ti se te quitó el apetito, pero a mí no ¡Yo aún tengo hambre! Y no me voy hasta no terminar de comer —habló con firmeza.
—¡¡No pienses que voy a esperarte!!
—¡No te lo estoy pidiendo! —exclamó enfática.
Sebastián salió del restaurante tirando la puerta, mientras ella inclinaba su cabeza, sosteniéndosela entre las manos.
“Esto no está nada bien”, pensó sin poder ocultar su preocupación, pero no iba a ceder, ella necesitaba ir tras sus propios sueños y aunque estaba enamorada de él con todo su corazón, también era bueno hacerle entender que las cosas no siempre podían ser como él quisiera.
Cuando terminó de comer, estaba indecisa, no sabía dónde ir, a casa de su madre estaba descartado, porque para hacerlo debía avisar con anticipación, porque si no su padrastro se molestaba, revisó su cartera y no cargaba suficiente dinero y sus tarjetas estaban en números rojos, suspiró con resignación, porque no tenía otra opción, sino regresar al apartamento que estaba compartiendo con Sebastián desde hacía tres meses.
Esa noche, al llegar al departamento y encontrársela a punto de irse a dormir, sin ni siquiera mirarlo o saludarlo, Sebastián la detuvo.
Se la quería llevar a la cama y en contra de su voluntad, la llevó.
—¡Desnúdate! —ordenó con firmeza,
—¡No quiero! —exclamó ella, tratando de apartarlo.
—Pero yo sí quiero… tu opinión no importa ¿No se supone que eres mi mujer? Entonces cumple con tu obligación.
Ella terminó cediendo mientras él la lanzaba en la cama, prácticamente le arrancó la ropa y él se desnudó en un segundo y se acostó sobre ella, ese día le hizo el amor como si fuera una prostituta, sin enamorarla, ni caricias previas para seducirla, porque solo buscaba satisfacer sus deseos.
Esa noche de amor entre Brigitte y Sebastián, no fue como las ocurridas en el pasado, se portó horrible, brusco y ella sintió su corazón romperse, pero no pudo quedarse callada y le hizo saber a su novio como se sentía.
—Nunca pensé que me ofenderías y me humillarías de esta manera, y mucho menos que me trataras como si fuera un objeto sexual, una prostituta y… —él lo interrumpió.
—Sabes Briggitte ¿Para qué crees que te tengo aquí conmigo? ¿O acaso pensaste que ibas a venir a vivir a mi apartamento a qué? ¿A tomarnos de manitas como dos noviecitos? —dijo con sarcasmo y ella se quedó viéndolo con dolor—. Sabes cuál es tu problema Briggitte, que debes pisar tierra y dejar de leer esas historias románticas que te llenan de estupideces la cabeza… no hay ningún príncipe azul andante que te venga a rescatar y que pise el suelo por donde pises… y te advierto si vas a ese viaje en Milán, juro que te vas a arrepentir.
—¡No más de lo que tu lo harás! —expresó en el mismo tono.
Aunque él al parecer no la escuchó, porque salió de la habitación, dejándola a ella llena de dolor y con esa sensación de que Sebastián Junior, no era el hombre que creyó.
Se quedó dormida y en la mañana muy temprano, se levantó y se fue de viaje, no se iba a dejar de intimidar”.
Y ahora estaba allí, de regreso en Roma, pero decidió no ir al apartamento que compartía con su novio, aunque necesitaba hablar primero con él, porque necesitaba darle una importante noticia, aunque no creía que ese fuera el momento adecuado para hacerlo.
Las cosas entre ellos no estaban del todo bien, en su mes de ausencia solo hablaron tres veces y no fue para nada cordial, esas conversaciones terminaron en discusiones, por eso decidió ir donde su madre, avisándole previamente que lo haría, porque por supuesto, no tenía derecho a llegar sin avisar.
Solo procuraba quedarse allí pocas veces, porque estaba cansada de discutir con su padrastro y hermanastras... por más que ellos quisieran aparentarle cariño, ella no era tonta y podía percibir cuanto la odiaban, siempre había sido así y a estas alturas no creía que eso cambiara.
La recibió el silencio, pero era denso como si alguna maldad se estuviera fraguando en contra de ella, respiró profundo y caminó a su habitación, no sabía si sentirse preocupada o aliviada, de no encontrar a nadie.
Cuando abrió la puerta de su habitación, pisó un sobre, frunció el ceño, se inclinó y la recogió, lo abrió y allí vio una hermosa tarjeta con letras doradas que decía:
Sebastián Ferrari Estrada Y Franchesca DellaCroce, tienen el gusto de invitarlos a su gran celebración de la boda religiosa en la Basílica di Santa Maria Maggiore.
No podía creer lo que veían sus ojos, estos se nublaron producto de las lágrimas... el hombre que amaba se estaba casando con su hermanastra.
—¡Esto no puede ser! —exclamó mientras sentía como si su corazón se estuviera rompiendo en cientos de pedazos y sus piernas temblar sin poder sostenerse.
«Dejarse llevar por el corazón puede ser el error más grande que puedas cometer. Es verdad que el sentimiento hace que la vida sea mucho más especial, pero también es cierto que puede llevarte a tener más de un accidente y muchos de ellos, dejan cicatrices bien profundas». Autor desconocido.—Esto debe ser un error… esto tiene que ser falso —repetía como un mantra casi sin aliento.Se negaba a creer que el hombre de quien estaba enamorada fuese capaz de hacerle eso, sería tan ruin de su parte casarse con su hermanastra, se sostuvo de la cama mientras cerraba los ojos con fuerza.No podía contener su angustia... le parecía que estaba en una pesadilla que pronto iba a despertar, pero por más que quisiera que eso fuese cierto, y a pesar de cerrar los ojos tratando de negarse a lo que veía, la tarjeta seguía en sus manos, vio la fecha y la hora y se dio cuenta, que si llegaba a tiempo podía impedir esa boda... él no podía casarse con otra, porque ella estaba esperando un hijo suyo, ella lo amaba.“Pero al parecer su amor no es suficiente” dijo su conciencia y ella empezó a reír como loca, al mismo tiempo que las lágrimas le caían por las mejillas y no podía dejar de llorar.—¿Por qué Sebastián me estás haciendo esto? ¿Por qué? ¿Por qué de pronto te transformaste y dejaste de
Sebastián la miró sin ninguna expresión en el rostro, por un momento no dijo nada, miró al padre de Franchesca por un par de segundos y luego dirigió su rostro con una máscara de absoluta frialdad a Briggitte y luego con un tono de desdén le respondió.—¿Por qué iba a querer vengarme de ti? —se burló—. Mi mundo no gira en torno a ti, Briggitte. Nuestra relación terminó cuando te fuiste a Milán, y en cuanto a tu embarazo... —se rio amargamente. —No sé de dónde has sacado esa idea, pero es imposible: No puedes estar esperando un hijo mío porque usabas anticonceptivos mientras estábamos juntos—expuso él con una expresión de indiferencia.—¿Acaso no sabes que los métodos de contracepción fallan? El único medio seguro de no quedar embarazada es la abstinencia y ese nosotros no lo practicábamos —dijo con sorna, emitiendo una leve sonrisa de burla dirigida más así misma por ser una idiota.—Entonces debiste practicarla, porque yo no confío en ti… no puedes aparecerte después de un mes a deci
Briggitte abrió los ojos poco a poco, se sentía aturdida, su cuerpo lo tenía pesado y por más intentos de moverlo lo tenía entumecido como si hubiera tardado meses sin moverse, intentó recordar, y lo último que llegó a su mente fue el momento de salir de la iglesia y luego ser golpeada por un auto… uno que salió de manera sorpresiva. Recorrió la sala con la mirada y se dio cuenta de que estaba en una habitación de hospital. Escuchó el murmullo de la gente alrededor, las enfermeras y médicos hablando, el sonido de sus voces le martillaban en la cabeza.—¡Ha despertado! ¡Ha salido del coma! —gritaba una enfermera en tono de sorpresa. —Hay que avisarle al señor Mackenzo —escuchó decir a otro y no pudo evitar fruncir el ceño con desagrado.“¿Qué carajos tenía que saber ese hombre de mí? ¿Si es el segundo ser que más desprecio después del innombrable?”, se dijo mentalmente.Un médico se acercó y le puso una linterna en el ojo, y ella parpadeó seguido sintiendo que la luz la cegaba, el
Franchesca dormía plácidamente, cuando un llanto de bebé inconsolable penetró en su sueño y la despertó. Abrió los ojos de mala gana, y observó al bebé que lloraba de manera inconsolable, arrugando de manera más intensa su nariz y moviendo sus bracitos como si tratara de agarrar a algo. Se sentía frustrada, aquel hijo no hacía más que llorar desde que nació, primero era el llanto del hambre y ahora parecía que lloraba porque quería llorar. Franchesca no podía más, se sentía cansada y estresada, necesitaba un respiro. No podía cuidar a un bebé todo el día, necesitaba ayuda, además, le dolían los senos, los tenía hinchado de la leche acumulada, pero por más intento de tomar medicamentos y cuanto té le decían para inhibir la leche de su pecho, aún no lo había logrado, además, le dolía la cicatriz de la cesárea; estaba arrepentida de haberse sometido a semejante sacrificio por gusto, pensaba la mujer con frustración.Todo le estaba saliendo contrario a cómo había creído, porque pensó qu
Sebastián salió de la habitación echo una furia… entró al despacho y se sirvió un trago tras otro, el enojo bullía en su interior de manera peligrosa, al punto de terminar estrellando la copa contra la pared. —¿Dónde carajos te metiste? ¡¿La tierra te tragó?! —se dijo pasándose la mano por la cabeza en un gesto de desesperación. Habían pasado seis meses durante los cuales, no dejó de enviar detective tras detective para encontrarla y ninguno había dado con ella y él necesitaba respuestas a esas interrogantes que surgían en su mente una y otra vez ¿Para dónde se fue? ¿Qué había sido del bebé que esperaba? Ni siquiera su propia madre sabía de su paradero, Por qué ni una sola llamada le había hecho. Aunque después de como la trató, no tenía razón para decirle de su paradero, con una madre así, mejor era no haber tenido nada. Hablando de madres, justo estaba recibiendo una llamada de la suya, cuando le atendió ni siquiera lo saludó. “Sebastián, te juro que no sé qué tienes en esa cabe
Cuando el hombre la estaba besando, la chica se quedó estática, mientras se recriminaba interiormente "¡Maldit4 sea Briggitte, pero que haces acaso has perdido el juicio!", se dijo indignada consigo misma “¡Te estás dejando besar imbécil! ¡Despierta de una vez!" Un rato después, no supo cuánto, el doctor evadió aprovechar la ocasión, y la apartó ligeramente, para mirarla a los ojos de manera intensa.—¿Dame una razón lógica y creíble para no regresarte a tu habitación, no decirle a la enfermera que te atiende que estás en mi despacho? ¿Por qué estás vestida con ese uniforme y sobre todo por qué cargas mis pantuflas? —preguntó con seriedad y los ojos verdes de Briggitte se abrieron de par en par sorprendida.“¡Mierda y ahora!”, armándose de valor.—¿Le parece una razón lógica que, si no me dice como salir de aquí, lo mínimo que me pasará es que me droguen y me pongan en coma de nuevo o definitivamente me maten? Briggitte no podía creer lo que estaba haciendo, “Pero ¿qué estás diciendo
Brigitte apuntó, en tanto Bruno aceleraba con todas sus fuerzas intentando evitar que les dieran alcance, pero no lo lograba, los intrusos se acercaban cada vez más y estaban a punto de alcanzarlos, mientras no dejaban de dispararles, era evidente la intención de acabar con ellos.Briggitte no se controló y comenzó a gritar y maldecir a los hombres que navegaban tras ellos y que parecían no mostrar ninguna intención de detenerse ante nada, ella, sin embargo, estaba dispuesta a defenderse y a quienquiera que estuviera a su lado, por más que le diera miedo, sabía que no permitiría que hicieran daño a Bruno, él arriesgó todo por ella y no era justo que resultara perjudicado, eso le dio la fuerza y el ánimo, para retomar fuerzas y disparar sin cesar, no daba respiro.No obstante, no le atinaba a ninguno y eso la tenía frustrada, aunque para su buena suerte los otros tampoco les atinaban a ellos.—¡Ahhhh! ¡Lo siento! ¡No le atino!… no sé cómo hacerlo.—Despacio, fija tu mirada en el objeti
Brigitte se alejó de su amiga y caminó hasta la ventana. Se apoyó en el alféizar y contempló el exterior, con la mirada perdida en el cielo, aunque en realidad no lo estaba mirando. De pronto escuchó pasos que se acercaban a ella, era Val.—Brigitte, sé que estás dolida, que te sientes traicionada… pero debes ser fuerte, no debes permitir que te derrumben, ni Sebastián ni Francesca merecen tanto poder sobre ti —le dijo tomando su mano.—Lo sé Val… —susurró Brigitte sin apartar la mirada del cielo— pero es tan difícil… me cuesta tanto levantarme en las mañanas… y conciliar lo que pasó… si no cambio mi manera de llevar las cosas, no habré aprendido la lección… me iré de Roma… por un tiempo, a Nápoles… —¿Tus planes? ¿Tus proyectos? —preguntó su amiga con preocupación—. No puedes dejar todo por lo cual soñaste, atrás. —No los dejaré, solo están postergados, regresaré luego de un tiempo, porque necesito desenmascarar de una vez por todas a Mackenzo… todos saben que oculta algo, que es ma