Este par merecían un momento juntos♡♡♡
Sofía. Lombardo, Cavallaro y Grand se apellidan los tres hombres que felicitan a Donovan con un gesto de respeto. Mientras dos hombres más se unen a él, que por lo visto, ya no soporta nada. Bruno y Elisa me abrazan cuándo cargo a Kilian, en lo que Danna se mantiene alejada con la que parece ser su hermana. Su vestido negro lo sacude con movimientos bruscos, antes de seguir a todos los que se dirigen a la zona dónde será el banquete. La idea de que fuese al aire libre me encantó y con la sombra de algunos árboles, mi sonrisa crece al ver cómo quedó todo. Kilian se mueve detrás del gato en cuánto llegamos, mientras Lori no se le aleja.—No pienso estar mucho tiempo aquí— se queja Donovan a mi lado. Todo lo incomoda. Es un tipo que socializar no lo disfruta y que se acerquen para conversar menos.—Dos horas serán suficientes para mí— indico antes de colgarme de su cuello. —¿Puedo?—No— zanja deslizando la mano envuelta con la misma tela que cargo en la mía. —Gracias, sabía que me h
Donovan.Mi esposa, mía. Ante la maldit@ ley y la misma pirámide que tiré para luego alzarla para que tuviera con qué defenderse, ahora es la mujer del Dragón. Soy su marido. Un marido que no se cansa de follarla, que montarla le resulta tan cegador que no pienso más que en despertarla con una embestida. Me gusta el anillo que ahora carga en su dedo, me gusta el corte que nos une y mas cuándo resiste todo de mí. No me recuerda totalmente, pero es la misma Sofía de hace años que tentaba a la muerte al provocarme con esas miradas. Barrer con la mesa no me resulta difícil, para despojarla de bata de baño que carga y hundirme entre los pliegues que me reciben. Mueve las caderas y gime con cada estocada, pierde toda reserva, mientras la embisto y se sujeta de mi cuello al correrse. Sus ojos controlan el cielo estrellado que me deja incapacitado con sólo observarla. Atrapo su boca, extasiado con lo que es. Apenas puede respirar y con cada intento de controlarlo, solo sigue dándome lo q
Donovan. Sofía vuelve a la alberca, en donde el agua está continuamente corriendo sin perder su frescura, pero conmigo a su lado. Comiéndole la deliciosa boca que posee, mis manos intentan quitarle las tiras de nuevo y me manotea, le atrapo las manos y la sigo besando, mientras la mano libre baja a la unión de sus piernas. Deslizo la tela para tener acceso a su coño, arrastrando dos dedos entre sus labios externos. Tiembla cuándo toco con la yema de los dedo el punto sensible que rodeo, sin dejar de mover la lengua en su boca. —Nos van a ver— se queja cuándo muevo lento los dedos. —Donovan, hay cámaras. —Las apagué— no cargara con el computador que me dio Bruno si no sirviera para algo, pero no me parece más agradable explicar cosas que seguir viéndola cómo se retuerce cuándo ingreso dos dedos, el agua se mueve con ella, los senos se endurecen y su piel se eriza. —¿Puedo entrar aquí ahora? —se atraganta con su saliva. —Será un poquito. Sólo quiero correrme una vez, —niega y extien
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde
Donovan Hunt “Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.” La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella. Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras. Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas. —Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo
Sofia.La repulsión que siento por mí misma me hace pasar grandes tragos de licor, cuidando de que nadie me vea. Los recuerdos me invaden, pero ya no hay lágrimas. Quizá se debe a que vacié mi alma.Soy físicamente igual, puedo verlo en el reflejo frente a mí, pero ya no me reconozco. Cuatro años han pasado desde esa noche. Tres años, dos meses y diecisiete días desde que crucé la salida de esa cueva debido al acuerdo que hice con Abraham Myers para casarme con su hijo. Estoy fuera, pero no soy libre y tal vez, nunca lo sea. —Levanta la cabeza. Mis ojos se clavan en el dueño de esa voz. —Cinco minutos te pedí. —Vierto todo el licor del vaso en mi boca, antes de volver a mi postura. —¿No puedes vivir ese tiempo sin mí? Me cuelgo del brazo de Dylan, adoptando mi cara más enamorada. Dentro del salón nos esperan sus padres y los socios de la familia, entre los que me sumerjo cómo la pieza de colección que soy para ellos. Me repugnan todos; la forma en que se ríen, como hablan, sus
Sofía Castel.Espalda recta, cabeza en alto, cabello perfecto, imagen impecable para que la figura del gobernador Kirchner no quede por el suelo en el minuto que se acerque a mí. La máxima autoridad debe ser perfecta, tanto cómo lo son sus gustos y a saber sobre eso me dedico al atravesar la puerta sin mirar a ningún otro lado que no sea el frente. Mis pies tocan el mármol y todos están pendientes. Mi colonia se dispersa, atrayendo más miradas; me aseguré de que las feromonas fueran efectivas.Me siento en la mesa del centro manteniendo la imagen de chica descuidada hasta que la carta llega a mí. El mesero se planta a mi lado y asiento sutilmente antes de que este llene mi copa para luego retirarse. Me deja sola en lo que preparan mi pedido pasado noventa y siete segundos para que unos pies se planten frente a la mesa. Subo con lentitud hasta toparme con ese rostro conocido para mí, que sonríe pícaramente, dejando en claro que no se irá sin una respuesta afirmativa a lo que desea pr