Sofía.—¿Como enteraste? ¿Como me encontraste?— quiere huir, al arrastrarse lo más lejos que puede de mí, pero al ver que llevo mi mano a la espalda pone la suya al frente—. Cálmate. Por favor. Podemos hablar, no necesariamente...—Abajo— ordeno. Saco el arma a la cual le pongo el cargador. Me inclino para tomar la vía que se conecta a su brazo, tirando con fuerza para sacar la aguja que la hace quejarse del dolor cuando la arranco. —Sofía, esto no es necesario. Déjame explicar que...—Abajo— le quito el seguro a mi arma.—Sofía, mi cuñado puede...—Dije abajo, basura. Capta la maldit@ orden ¿o no sirves ni para eso?— niega sin poder moverse —. ¿Acaso debo deletrear para que comprendas? ¡Abajo, ahora mismo!Asustada comienza a moverse al fin. Siendo coherente para no acabar con mi paciencia. Piso la manta con mi bota para lanzarla a sus pies.—Cúbrete con eso— ordeno. —¿Que? No...¿Para qué? —Lo digo por las buenas, Danna— sabe que no suelo ser paciente con casi nadie, por ello se e
Sofía.Alcanzo a Donovan en la sala, cuando lo escucho hablando por teléfono con no sé quién. Mientras tanto espero a que termine, el silencio de la casa me envuelve, y la vez que la vi entrando en la sala me da escalofríos. Esa maldit@ infeliz tuvo el valor de presentarse ante él como si no hubiese sido la culpable de tanto. Quiere la cabeza de Donovan y se atreve a llamarlo hijo. En mis recuerdos intento conectar situaciones e imágenes, porque todo parece un rompecabezas y por ello me cierro los ojos. No hay una secuencia clara, los recuerdos se frenan abruptamente, llevándome de nuevo a lugares donde estuve y olvidé. Pero mi esfuerzo hace poco. No logro comunicarme con mi cerebro. Todo se ennegrece al llegar a cierto punto, retumbando el "no puede traicionar algo de lo cual no sabe forma parte". Quiero tomarlo como algo sin importancia, pero cada segundo que pasa toma más sentido. Sé que es algo que está pasando y con el escalofrío que me toma, algo en mí se activa de tal maner
Sofía. Las horas pasan con nosotros metidos en ese lugar, donde observo la debilidad de mi hijo, junto a la mía que termina en un mareo. Se abraza a mí como si quisiera que lo ayude, entretanto no puedo hacer más que devolver las palabras para prometer que haré lo que sea con tal de mantenerlo con bien. Se queja más, los huesos comienzan a dolerme, el pecho me arde como si estuviera cansada. Quiero ayudar. Saber qué hacer. Su temperatura baja más, al punto que los temblores se sienten casi como convulsiones. Comienzo a toser también, el aire me falta y la frente la siento fría.—¿Que tienes? —me pregunta Donovan y niego con la presión en la cabeza. —Sofía.—Estoy bien. Kilian es el único que importa —establezco viendo a mi hijo cerrar su puño en mi mano. —Dime que le van a quitar esto.—Señor— le hablan con el teléfono en la mano. Confirma con la cabeza que hará todo lo posible para mantenerlo bien, en una promesa que deseo esta vez no vaya a olvidar y logre cumplir. —Estará bien—
Sofía. Volver a mi temperatura normal tarda algunas horas que me dedico a solo respirar. Quiero saber de Kilian y Donovan, pero soy consciente de que no puedo tener comunicación con ellos, mientras no estuvieran en tierra firme. Cambio de posición en la cama, soltando un suspiro ahogado al verme sola en la habitación de olores fuertes a productos de limpieza.Cuando la puerta se abre, estoy por preguntar si ya es hora de ir al quirófano, pero mis palabras mueren en mi boca, cuándo a quién veo no es a un doctor, sino a una niña de unos cuatro o cinco años entrando, trae una bata rosa, un estetoscopio en el cuello y una libreta en las manos.El color del sol resplandece en sus ojos, ilumina su rostro y crea esos destellos que roban el aliento. Es una creación casi divina, con su melena abundante, pero corta y de un rubio oscuro que se podría comparar con el dorado de su mirada. —¿Como te llamas? —me pregunta sacando un boligrafo con plumas en la otra punta.—Sofía— contesto y escribe
Sofía. Mis oídos zumban, los latidos de mi pecho puedo sentirlos en la cabeza. Un silencio ensordecedor. Miro hacia la ventana de forma repentina cuándo hay un zumbido, dándome cuenta de que una bola de fuego viene contra nosotras, por lo cual empujo a Evelyn avisando de lo que se avecina.Ambas corremos tan rápido como las piernas nos lo permiten. Un estallido rompe los cristales, que vuelan en todas las direcciones. La tela del abrigo se rasga con los fragmentos de vidrio y la ola de calor que me quema la piel no me detienen, pues es correr o morir y no estoy dispuesta a que mi muerte sea así.La bola de fuego nos lanza al suelo, retumbando en cada esquina del lugar, mientras muchas alarmas se encienden. Gritos aterradores, fuego y destrucción es lo que se puede ver. No escucho nada, el silbido en mi oído me aturde, sacudo la cabeza cuando veo al siguiente misil que viene directo a nosotros. —¡Arriba, Sofía!— me grita Evelyn obligándome a correr, hacia el borde de la pared en lla
Sofía Castel. “¿Qué voy a hacer?”La pregunta se repite en mi cabeza una y otra vez mientras conduzco. Con cada palabra del médico, las opciones se multiplican.Pensé que la prueba estaba defectuosa, pero los análisis no mienten. Lo confirman en lugar de descartar.Donovan no quiere hijos. Lo ha dicho muchas veces. Al menos no ahora, por eso nos hemos cuidado… excepto esa vez.¡Por Dios! ¿Qué voy a hacer?Sus palabras calcinan mi mente con cada metro recorrido. A medida que pasan los segundos, lo siento más mío. Descubro ese deseo de conocerlo y, solo de imaginar que tiene sus ojos o los míos, lo quiero ver.Aún recuerdo el día en que lo conocí en aquella cafetería. Nuestro primer encuentro me hizo pensar que siempre odiaría a la arrogancia personificada que tenía frente a mí. Sin embargo, bastaron solo un par de meses para que esas miradas, tan características de él, despertaran en mí el deseo de descubrir qué secretos ocultaba su silencio.Donovan Hunt, conocido como el Dragón. Un
Sofía Castel. Al bajar los escalones, Phoenix sostiene una taza con café entre las manos, cambia el gesto tenso en cuánto me ve. —¿No es tarde para que salgas? —pregunta mirando su reloj.—Elisa quiere que pase la noche con ella. Hace mucho no voy. —miento.—Pues dile a Elisa también puede ingresar a esta casa. No sólo en la suya se pueden quedar—, deja la taza sobre una mesita. —Si tienes unos minutos quiero que hablemos sobre algo.—¿Ahora? —se me está yendo el tiempo.—Puede ser mañana, si tienes prisa. —comprende. Me da un beso en la frente y pasa de largo. Es un manipulador que sabe cómo actuar para crear culpa en alguien y que haga lo que quiere. —¿De qué se trata? —lo alcanzó en la puerta. Mira arriba de las escaleras y sonríe entrando conmigo. —Tengo diez minutos.Se sienta atrás de su escritorio, sacando un folder negro que abre.—Tienes veintidós años. Sabes cómo llegaste a esta casa. —se refiere a mi adopción. —Sin embargo; debes comprender que has sido una Castel desde
Donovan Hunt “Sofía asesinó a su padre, señor. El clan está bajo ataque.” La garganta me arde al leer las mismas palabras una y otra vez. Algo me impulsa a comprobarlo porque odio las maldit@s mentiras. Pero al intentar salir lo que veo me hace empujar la puerta y cubrirme antes de que la ráfaga de balas arrase con ella. Nunca pensé que esto me pasaría. Probablemente fui ingenuo al creer que una traición nunca llegaría a mi vida. Pero cuando veo a Ronald bajar de su auto con varios sujetos rodeando mi casa, sé que es el momento de actuar. Saco las armas y me preparo antes de abrir la puerta que conecta con el pasillo hacia las escaleras. Me muevo hacia la ventana, en donde escucho las sirenas de las patrullas a lo lejos. Hay varios autos y de cada uno descienden al menos cuatro tipos con armas. Estoy rodeado. Sé que si no salgo muerto, lo haré con esposas. —Necesito que guardes algo por mí. —hablo al tipo al otro lado de la línea que acepta, dando a entender que puede intuir lo