Sofía. Las horas pasan con nosotros metidos en ese lugar, donde observo la debilidad de mi hijo, junto a la mía que termina en un mareo. Se abraza a mí como si quisiera que lo ayude, entretanto no puedo hacer más que devolver las palabras para prometer que haré lo que sea con tal de mantenerlo con bien. Se queja más, los huesos comienzan a dolerme, el pecho me arde como si estuviera cansada. Quiero ayudar. Saber qué hacer. Su temperatura baja más, al punto que los temblores se sienten casi como convulsiones. Comienzo a toser también, el aire me falta y la frente la siento fría.—¿Que tienes? —me pregunta Donovan y niego con la presión en la cabeza. —Sofía.—Estoy bien. Kilian es el único que importa —establezco viendo a mi hijo cerrar su puño en mi mano. —Dime que le van a quitar esto.—Señor— le hablan con el teléfono en la mano. Confirma con la cabeza que hará todo lo posible para mantenerlo bien, en una promesa que deseo esta vez no vaya a olvidar y logre cumplir. —Estará bien—
Sofía. Volver a mi temperatura normal tarda algunas horas que me dedico a solo respirar. Quiero saber de Kilian y Donovan, pero soy consciente de que no puedo tener comunicación con ellos, mientras no estuvieran en tierra firme. Cambio de posición en la cama, soltando un suspiro ahogado al verme sola en la habitación de olores fuertes a productos de limpieza.Cuando la puerta se abre, estoy por preguntar si ya es hora de ir al quirófano, pero mis palabras mueren en mi boca, cuándo a quién veo no es a un doctor, sino a una niña de unos cuatro o cinco años entrando, trae una bata rosa, un estetoscopio en el cuello y una libreta en las manos.El color del sol resplandece en sus ojos, ilumina su rostro y crea esos destellos que roban el aliento. Es una creación casi divina, con su melena abundante, pero corta y de un rubio oscuro que se podría comparar con el dorado de su mirada. —¿Como te llamas? —me pregunta sacando un boligrafo con plumas en la otra punta.—Sofía— contesto y escribe
Sofía. Mis oídos zumban, los latidos de mi pecho puedo sentirlos en la cabeza. Un silencio ensordecedor. Miro hacia la ventana de forma repentina cuándo hay un zumbido, dándome cuenta de que una bola de fuego viene contra nosotras, por lo cual empujo a Evelyn avisando de lo que se avecina.Ambas corremos tan rápido como las piernas nos lo permiten. Un estallido rompe los cristales, que vuelan en todas las direcciones. La tela del abrigo se rasga con los fragmentos de vidrio y la ola de calor que me quema la piel no me detienen, pues es correr o morir y no estoy dispuesta a que mi muerte sea así.La bola de fuego nos lanza al suelo, retumbando en cada esquina del lugar, mientras muchas alarmas se encienden. Gritos aterradores, fuego y destrucción es lo que se puede ver. No escucho nada, el silbido en mi oído me aturde, sacudo la cabeza cuando veo al siguiente misil que viene directo a nosotros. —¡Arriba, Sofía!— me grita Evelyn obligándome a correr, hacia el borde de la pared en lla
DonovanLas similitudes de las situaciones me estresan colosalmente, sobre todo el que en una sola parte pueda estar presente. Me jode no saber lo que sucede con Sofía. No estar presente en su intervención, me tiene con el jodido pulso vuelto una tormenta repleta de relampagos. Aunque entiendo que no morirá, es su obligación sobrevivir. Kilian la necesita.Sé que no es inmortal, pero sí conozco a mi mujer. Es fuerte. Más que yo incluso. Kilian a su vez tiene una mierd@ en la sangre que en cualquier minuto va a reactivarse y avisar dónde estamos. Decir que puedo acelerar las cosas es una mentira, no puedo ir más a pirsade lo que ya lo hago y es lo que me tiene con la sangre hirviendo. Nos detenemos frente a la casa buscando una habitación de la casa, Kilian está dormido por lo que lo coloco en la cama, dejándolo bajo el cuidado de Lori para poder hacer la llamada que es contestada segundos después.—¿Que haces en mi territorio? —la voz de Dante Mikhailov me recibe, dejando ver lo con
Donovan.Me hacen ponerme un traje especial, regresando a la habitación para ver cómo la mujer de mirada azul pide que le pasen un bisturí. La tensión en mis músculos se vuelve insoportable, una opresión en el pecho surge, cuando veo como este es deslizado en la piel de mi hijo con precisión. Sólo quiero que sea el niño que me dio motivos para quedarme en este maldit0 mundo. Así sea operado por una mujer que habla en su idioma, calculando todo con auténtica precisión. Es lo que ocurre con el Korol, quien prepara a sus hijos de tal forma que ninguno esté indefenso y pueda hacer ese tipo de cosas. Son personas que nunca quedan mal, siendo tan engañosas que nunca se terminan de conocer. Observo como mete unas pinzas, con las cuales abre y sostiene. Mira un segundo indicando a uno de sus ayudantes que ilumine más de cerca. —Ahí está— dice lanzando una llama de molestia a mi lugar. —Odio cuando usan niños para estas cosas. Introduce otro par de pinzas para luego usar el bisturí nuevam
Donovan.—¡Buen día!— saluda la hija del korol, con su auténtica alegría se coloca los guantes de látex para levantar la bata de Kilian. Presiona con los dedos alrededor del lugar de la operación y esta vez lo único que logra es que se despierte, más no se queja por dolor. Eso ya es una buena señal para mí. Veo como presiona un poco más y luego suspira. —Listo, padre— antes que pueda hablar el Korol, atraviesa la puerta con las manos metidas en el gabán que no se quita nunca. Pese a su edad no parece ser el padre de la mujer al otro lado de la camilla. Nadie creería tal cosa si no tuvieran la certeza. Tal como yo la tengo. Asiente a modo de saludo, antes de ver a su hija.—La infección está por irse del todo, no hay inflamación. Su sangre está libre de rastreo y desde que el objeto fue retirado ya no hay obstrucción, dejando que su organismo funcione correctamente— declara en dirección de los dos. —¿Algo más que necesites, Korol? —Es todo. Gracias por tu tiempo, Boss— mi sorpre
Donovan. No tarda mucho cuando un estallido se da en la casa. Una extensa llamarada se levanta, seguido de muchos más. Piso el acelerador alejándome de todo hasta que llego a una carretera solitaria, lugar en donde me bajo sin decir nada. Saco a la mujer a la fuerza para encañonarla al ponerla de rodillas. Kilian me mira y yo sólo pienso en una cosa. —¿Eres o no uno de los traidores?—espeto con determinación. Mi dedo acaricia el gatillo y esta sostiene mi mirada.—Le juro por que no soy parte de ellos— se queja cuando presiono mucho más el cañón en su frente. Pero no me baja la mirada, ni se muestra temerosa. —Lo juro. No tengo cómo probarlo, solo puedo darle mi palabra. —¿Como los infiltraron? —No lo sé —contesta con la voz rota por primera vez. —No lo sé. Yo me encargué de lo que usted me encargó solamente. —Más te vale que no me estés mintiendo, Lori. Más te vale que no hayas vendido a mi hijo, porque te juro que vas a desear haber recibido una bala en la cabeza como ellos —ad
DonovanLas etiquetas, son una simplicidad solamente. Pero son igual de necesarias que hacerles entender a todos por qué razón darme una no era buena idea. Las jodidas etiquetas son lo que más detesto en el mundo. No soy un peón, y debieron entenderlo desde hacer mucho, pero al parecer a todos les gusta que se los explique a mi manera. Estoy encima de ellos y aún creen que puedo ser nombrado sólo como el descendiente de un régimen, el cuál no necesitaba de una pirámide para controlar un extenso territorio, pero ahora vuelve a quiénes siempre les perteneció. Los Hunt.Siempre dejé claro que la pirámide no es la base de lo que soy, porque lo que tengo lo logré antes de siquiera tocarla. Muy equivocados están si siguen creyendo que soy lo que esperan. No pienso tomar un poder solo para presumirlo. Me gusta idea donde sólo alzarlo sea el problema, por ello cuando abro la estúpida casa donde todo ocurrió, detesto tan solo el olor. —El despacho fue limpiado para usted— dice Gull cuando