Amelia se presentó a primera hora en la casa de su hijastro, su esposo James se encontraba a su lado. —Tranquila, cariño—la alentó el hombre al momento de tocar la puerta, el nerviosismo en la mujer era prácticamente palpable. Unos segundos después de tocar a la puerta, Alexander apareció dándoles acceso a la casa. —Sigue dormida, pero se encuentra más calmada—informó. —Alexander, gracias por todo lo que has hecho—la mujer no pudo evitar estrecharlo entre sus brazos, su ayuda había sido de vital importancia, para ella la situación se había salido completamente de las manos. —No hay nada que agradecer. —Hijo, te ves un poco cansado. ¿Dormiste bien? —Sí, algo. La realidad era que Alexander había pasado una noche un poco inquietante, la imagen de Hazel en el lago no dejaba de repetirse en su mente cada vez que sus ojos se cerraban. La pesadilla se hacía más constante a medida que las horas pasaban y aunque había tratado de evitar dormir en un mismo espacio, se encontró de madrug
James acababa de recibir una llamada que no esperaba. Le habían informado que su hija menor había sufrido un accidente. El hombre salió corriendo a la oficina de su hijo, puesto que debía informarle de la mala noticia. Al entrar con un semblante completamente agitado, Alexander se levantó rápidamente de su asiento, ya que presentía que había pasado algo grave. —¿Qué ocurre, padre?—preguntó el joven. —Acabo de recibir una llamada de tu hermano—contestó James, sin poder ocultar la angustia en su rostro. — ¿Y? ¿Qué te dijo? —Llamaron a la casa, al parecer Hazel sufrió un accidente. — ¿Cómo? El mundo del más joven parecía desdibujarse bajo sus pies, las palabras dichas por su progenitor no dejaban de repetirse como una alarma incesante. “Hazel sufrió un accidente”No, no. Se negaba a la idea de imaginar que a su amada podría ocurrirle algo grave. —Iba corriendo en medio de la calle, un auto la arrolló. —¿Corriendo? ¿Pero por qué?—el tono de desesperación en la voz del muchacho e
—Por favor, Amelia, escúchame. Yo no quise que nada de esto pasara. Mabel no dejaba de pedir disculpas, la culpabilidad que se cernía sobre ella, era demasiado pesada. ¿Su hija no podría volver a caminar? No, no podía perdonarse semejante cosa. —¿Por qué fuiste a presionarla?—la encaro Amelia con sus ojos rojos de cólera—. Teníamos un trato, Mabel, te di mi palabra de que te dejaría conocerla. Sin embargo, se te ocurrió la brillante idea de exponerla delante de todos sus compañeros. ¡¿Acaso no te das cuenta de lo estúpido que fue eso?! —Lo sé, fue una completa estupidez, la peor que he podido cometer—la castaña estaba al borde de las lágrimas, solamente buscaba un poco de compresión. Habían sido tantos años de espera, tantos años de imaginar que había perdido a su hija para siempre, necesitaba recuperar el tiempo perdido, necesitaba que su hija le diera una oportunidad, pero termino ocurriendo todo lo contrario. Ahora, por su culpa, su pequeña estaba postrada en una camilla de hos
—Tardaste—señaló Hazel cuando vio entrar a Alexander en la habitación media hora más tarde. —Disculpa, mi amor, no quise hacerte esperar tanto. La chica hizo una mueca, de alguna forma, se sintió culpable. Había pasado tres días recluida en ese centro clínico y él no se había separado de ella en ningún momento. «No es suficiente», era lo único en lo que podía pensar. —Estás cansándote de mí, ¿cierto? —Pero ¿qué cosas dices, Hazel? Nunca me cansaría de ti, por favor, no vuelvas a repetirlo. Alexander no lograba entender sus cambios de humor. A veces eran tan volátiles, en un momento podía sonreírle y al siguiente estaba llorando. —¡Es verdad!—las lágrimas se hicieron presentes a una velocidad sorprendente—. Si no lo estás ahora, lo estarás pronto. Te cansarás de mí, es un hecho. —¡No lo haré!—él se acercó determinado, dispuesto a demostrarle que estaba completamente equivocada. —¡No te acerques!—lo detuvo cuando estaba a escasos centímetros de hacer contacto con su cuerpo—. Mír
“Hazel quiere verte” La emoción que la embargo tras escuchar esas palabras fue indescriptible. Su hija mayor había accedido a verla… ¿Cómo era eso posible? Mabel no lo entendía, pero no quería darle más vueltas al asunto, necesitaba sacar todo aquello que había estado guardando durante tanto tiempo. —Annie, volveré pronto—le dijo a su hija menor—. Por favor, no salgas de casa ni le abras la puerta a nadie, ¿entendido? La jovencita, de quince años, asintió. No era la primera vez que se quedaba sola en casa, de hecho, su madre solía dejarla por horas cuando no le permitían llevarla a su trabajo. Mabel cerró la puerta con seguro y se marchó a paso acelerado. Ese día, todo parecía tener un sentido distinto, ya no veía las calles con la misma monotonía ni tampoco pensaba que el resto de los transeúntes eran personas desoladas como ella, no, en ese día las cosas tenían un color mucho más optimista. —Adelante, la están esperando—anunció la empleada doméstica de aquella bonita casa. Lo
—¡Feliz cumpleaños, mi amor! Alexander entró en la habitación de la joven, sosteniendo en su mano un ramo de girasoles. Las flores eran de un amarillo intenso, igual que el sol, su brillo no solamente resaltaba lo especial del día, sino que además eran las favoritas de su amada. —Gracias—sonrió Hazel, recibiendo aquel lindo detalle. Era su cumpleaños número dieciocho y seguía en silla de ruedas. Habían sido meses difíciles, donde la depresión no había dejado de tocar a su puerta. ¿Qué hacer? A veces sentía que la esperanza la abandonaba por completo, pero era gracias a él, a Alexander, era que podía recuperar sus fuerzas. El hombre se puso de cuclillas frente a ella y acaricio sus manos con dulzura, mientras repartía besos en cada una. Esa era su rutina, mostrar la enorme devoción que sentía hacia la chica. Alexander no podía contener ese sentimiento, era algo que lo superaba la mayor parte del tiempo. — ¿Cómo te sientes hoy? ¿Quieres dar un paseo? Evidentemente, no permitiría
Esto no podía ser verdad, su mente tenía que estarle jugando una mala pasada. «¿Hazel y Alexander se estaban besando?», se preguntó el hombre abriendo más sus ojos en una muestra de asombro e incredulidad. Lamentablemente, la incredulidad no le duró mucho cuando la realidad le cayó de golpe. ¡Sus dos hijos se estaban besando! —¡¿Alexander, pero qué demonios?! El muchacho se separó de Hazel de un salto, mientras veía a su padre con aquellos ojos grises transformados en rojos. —Padre…—no supo qué decir, y tampoco tuvo oportunidad de hacerlo. En menos de un parpadeo, James lo había lanzado al suelo de un puñetazo en su mandíbula. La sangre se escurría de la comisura de sus labios, mientras su padre no dejaba de gritar encolerizado. —¡Maldición, Alexander! ¿Cómo pudiste? —Padre, por favor… Hazel trató de intervenir, pero fue ignorada abismalmente. No había nada que la chica pudiese hacer en ese momento, ni siquiera podía levantarse de la cama para defender a su amado. —¡Eres un e
Efectivamente, James no se acobardó al momento de denunciar a su primogénito. Alexander fue arrestado en medio de una acusación muy grave: abuso sexual a una menor. Aquella acusación no solamente amenazaba con acabar con su reputación para siempre, sino que además estaba a punto de destruir su vida laboral en todos los sentidos.“Alexander Miller señalado por abuso sexual en contra de su hermana”, aquel era uno de los titulares que se extendía por todos los periódicos.Sus estudios en Harvard parecían estar a punto de ser lanzados a la basura. Aquella carrera que le costó sudor y lágrimas, perdía valor ante lo que pretendía ser un escándalo de grandes proporciones. Pero este era el costo a pagar por haber querido algo que le era prohibido, nunca debió dejarse sumergir en ese juego de clandestinidad. Hazel no era para él, nunca lo había sido…—¿Pero qué tenemos aquí? ¿No es este el niño prodigio?—pregunto un hombre de aspecto malicioso a su grupo.Alexander había sido trasladado a la p