—Entiendo, de igual forma, no se hubiese molestado en venir a la comisaria. Estamos al tanto de la situación de su hija y del mal momento que atraviesa—hizo saber el hombre denotando comprensión en su voz—. Su esposo nos explicó la situación, por lo que luego un oficial se dirigiría a su residencia para tomar la respectiva declaración.—Muchas gracias por su comprensión, pero no es por eso que estamos aquí. De hecho, se está cometiendo un error con mi hijastro.—¿Error?—Si—Amelia se armó de valor para decir lo siguiente—, es inocente de lo que se le acusa.—Creo que no estoy entiendo, señora Miller.—Mi hija vino a dar fe de que Alexander nunca la ha tocado, además de que está dispuesta a hacerse todos los exámenes necesarios para probar su inocencia.Ciertamente, aquel policía no se esperaba una declaración de ese estilo, pero rápidamente se dispuso a cumplir con su trabajo y tomar el testimonio de la chica.—¿Entonces, según lo que comentas tu hermano nunca abuso de ti?—Nunca—resp
Hazel se encontraba acostada en aquella camilla, sus piernas se hallaban completamente abiertas, mientras su intimidad era incómodamente inspeccionada. Aquella era una experiencia que no quería volver a repetir, pero era necesaria para demostrar la inocencia de Alexander.—Muy bien, puedes cerrarlas—índico la doctora dando por concluida la prueba.Amelia se apresuró en cubrir a su hija, puesto que sus piernas no le respondían para hacerlo por sí sola. Esa última semana había faltado a todas sus terapias y la mejoría que antes era visible, ahora nuevamente parecía esfumarse ante sus ojos.—Efectivamente, su hija no ha tenido relaciones sexuales, tampoco se muestra ningún signo de violencia o ultraje. Elaboraré el informe con estos datos—explico la mujer empezando a teclear diligentemente en su computador.—Muchas gracias, doctora.Hazel sonrió al escuchar que todo había salido bien, obviamente, ella sabía que así sería, pero ver como una nueva prueba de la inocencia de Alexander se adi
—Tomen asiento, daremos inicio a esta sección. Un silencio sepulcral se instaló en aquel juzgado tras aquellas palabras. Alexander se encontró al lado de su abogado, un abogado de oficio. Tenía entendido que su madrastra le había proporcionado algunas pruebas que utilizaría ese día a su favor. —Alexander Miller, se le acusa de abuso sexual a una menor, ¿cómo se declara ante la acusación? ¿Culpable o inocente? —Inocente, su señoría. —Muy bien, que inicie la contraparte con su demanda. Su padre fue llamado a declarar y dijo con lujo de detalles una serie de cosas que no habían ocurrido de la manera en que fueron descritas. Según la versión de James Miller, ellos habían estado prácticamente desnudos al momento de ser encontrados en la habitación. Alexander miró de reojo unas sillas más atrás, donde se encontraba Hazel. La joven no lo perdía de vista con sus ojos suplicantes y dolidos. Era como si le dijese de alguna forma: “Tranquilo, todo va a estar bien”. Realmente quería creerle
Alexander había querido acercarse a Hazel, pero no le fue posible. En el momento en que fue levantada la sección, un hombre del cual no se había percatado, se acercó hasta él. —Joven Miller—lo saludo el sujeto como si lo conociera de toda la vida. La mirada de extrañeza, por su parte, no se hizo esperar. Realmente no tenía idea de quién era esa persona. —¿Usted es? —La persona que se encargara de usted a partir de ahora—dijo dedicándole una mirada significativa a su abogado, el cual se mantenía aún a su lado. —No lo entiendo. ¿Por qué un desconocido tendría que encargarse de mí? —Ya lo descubrirá, señor. Vamos, hay alguien que nos espera. Toda aquella situación era en extremo extraña, por lo que se rehusó de inmediato a la idea. Además, quería saludar a su amada, la cual no dejaba de mirarlo esperanzada. —No le recomiendo que se acerque a ella, señor—hablo nuevamente el sujeto, percatándose de que su mirada se dirigió a la joven. —¿Por qué? Alexander devolvió la atención de s
“Estoy odiando escribirte estas letras, pero sé que son necesarias. Un tiempo separados nos permitirá escudriñar lo que hay dentro de nuestros corazones. Sé muy bien lo que hay en el mío, pero necesito estar seguro de que esto también es lo que tú deseas. Si resultase ser así, si el tiempo no es capaz de matar lo que sientes por mí, regresaré por ti, Hazel. Lo prometo” Las lágrimas que se escurrieron de los ojos de la joven estaban cargadas de un profundo sentimiento. No solamente había tristeza en su corazón tras la inminente separación, sino que también había impotencia. Sabía que, de no ser por su edad, las cosas no hubieran terminado de esa manera. —Tranquila, cariño. Él dijo que regresaría. —¿Pero cuándo, mamá?—pregunto la muchacha entre sollozos que hacían de su voz apenas audible. —Seguramente pronto. Vamos, no puedes rendirte–la alentó, recordando la petición de Alexander. Hazel realmente trato esos meses de no darse por vencida, pero era demasiado difícil. Su ánimo estab
—¿Quieres ir a otra parte?—la invito aquel joven de cabellos castaños y ojos marrones. Era alto, de sonrisa amable y de una mano que se extendía hacia ella en una muestra de caballerosidad innegable.—Sí—dijo con cierto temblor en su voz.Era la primera vez que aceptaba la invitación de alguien. Luego de salir de su trabajo en aquella cafetería, y de una semana plagada de exámenes, lo único que le apetecía era un tiempo de relajación. Ese chico estaba dispuesto a dárselo, aunque la imagen de Alexander no dejaba de aparecer en su mente como una insistente alarma que no debía ser olvidada.Habían pasado tres años desde su partida, tres años en los que no había tenido ninguna noticia suya. Lo único que sabía de él era lo que se podía apreciar en las revistas. Su madre Sophie siempre posaba a su lado, sonriendo a la cámara y colgada de su brazo, como si quisiera decirle al mundo: “es mío”.Y en cierta manera lo era, después de todo, era ella quien lo tenía las veinticuatro horas del día.
Luego del incidente, la rutina volvió a tomar el control de su vida. Día a día, Hazel asistía a la universidad y luego a su trabajo. No había nada de extraordinario en todo eso, era simplemente más de lo mismo.—Hola, cariño, ¿qué tal estuvo tu día?—su madre solía llamarla todas las noches, de una manera casi religiosa.—Bien, mamá. Un poco cansado.—Me imagino, cariño. ¿Cuándo vendrás a visitarnos?La idea de ir a la casa de sus padres no le causo ninguna gracia. Las cosas con James Miller seguían siendo muy tensas, el hombre amoroso que alguna vez fue desapareció por completo, para dejar en su lugar a un sujeto amargado y vicioso.Su madre había tratado de llevar a su marido a un centro de rehabilitación, pero el hombre tan terco como siempre se rehusó completamente. A su parecer, se encontraba en perfectas condiciones y su esposa únicamente exageraba.—Eh, no sé, mamá. Estamos en exámenes finales, ya sabes cómo son esas cosas—se negó nuevamente.Amelia suspiró ante la negativa. De
—No llores, mi amor—le dijo acercándose para abrazarla. Hazel no podía contenerse, era simplemente demasiadas emociones a la vez. Se sintió como en un sueño, un bonito sueño del cual no quería despertarse. —Ya estoy aquí, no volveré a irme nunca más—continuó él como si de alguna forma pudiese adivinar sus pensamientos. Ese era su mayor temor, despertar de ese hermoso sueño para descubrir que estaba nuevamente sola, que el Alexander que tenía al frente no era más que un espejismo producto de su triste mente. —Alex… Levantó su mirada, viéndolo con sus ojos encharcados en lágrimas. La respuesta de él, fue una caricia delicada en su mejilla, mientras asentía como diciendo: "Si, mi amor, soy yo, estoy aquí". Alexander siempre había odiado verla llorar, realmente ver el dolor y la emoción con la que lloraba le perturbaba en sobremanera. Su intención nunca fue causar ese nivel de sufrimiento en ella, todo lo contrario, quería que fuera feliz siempre. —¡Feliz cumpleaños!—la felicito de