¿Cárcel?
Esto no podía ser verdad, su mente tenía que estarle jugando una mala pasada.

«¿Hazel y Alexander se estaban besando?», se preguntó el hombre abriendo más sus ojos en una muestra de asombro e incredulidad.

Lamentablemente, la incredulidad no le duró mucho cuando la realidad le cayó de golpe. ¡Sus dos hijos se estaban besando!

—¡¿Alexander, pero qué demonios?!

El muchacho se separó de Hazel de un salto, mientras veía a su padre con aquellos ojos grises transformados en rojos.

—Padre…—no supo qué decir, y tampoco tuvo oportunidad de hacerlo.

En menos de un parpadeo, James lo había lanzado al suelo de un puñetazo en su mandíbula. La sangre se escurría de la comisura de sus labios, mientras su padre no dejaba de gritar encolerizado.

—¡Maldición, Alexander! ¿Cómo pudiste?

—Padre, por favor…

Hazel trató de intervenir, pero fue ignorada abismalmente. No había nada que la chica pudiese hacer en ese momento, ni siquiera podía levantarse de la cama para defender a su amado.

—¡Eres un e
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