—Tardaste—señaló Hazel cuando vio entrar a Alexander en la habitación media hora más tarde. —Disculpa, mi amor, no quise hacerte esperar tanto. La chica hizo una mueca, de alguna forma, se sintió culpable. Había pasado tres días recluida en ese centro clínico y él no se había separado de ella en ningún momento. «No es suficiente», era lo único en lo que podía pensar. —Estás cansándote de mí, ¿cierto? —Pero ¿qué cosas dices, Hazel? Nunca me cansaría de ti, por favor, no vuelvas a repetirlo. Alexander no lograba entender sus cambios de humor. A veces eran tan volátiles, en un momento podía sonreírle y al siguiente estaba llorando. —¡Es verdad!—las lágrimas se hicieron presentes a una velocidad sorprendente—. Si no lo estás ahora, lo estarás pronto. Te cansarás de mí, es un hecho. —¡No lo haré!—él se acercó determinado, dispuesto a demostrarle que estaba completamente equivocada. —¡No te acerques!—lo detuvo cuando estaba a escasos centímetros de hacer contacto con su cuerpo—. Mír
“Hazel quiere verte” La emoción que la embargo tras escuchar esas palabras fue indescriptible. Su hija mayor había accedido a verla… ¿Cómo era eso posible? Mabel no lo entendía, pero no quería darle más vueltas al asunto, necesitaba sacar todo aquello que había estado guardando durante tanto tiempo. —Annie, volveré pronto—le dijo a su hija menor—. Por favor, no salgas de casa ni le abras la puerta a nadie, ¿entendido? La jovencita, de quince años, asintió. No era la primera vez que se quedaba sola en casa, de hecho, su madre solía dejarla por horas cuando no le permitían llevarla a su trabajo. Mabel cerró la puerta con seguro y se marchó a paso acelerado. Ese día, todo parecía tener un sentido distinto, ya no veía las calles con la misma monotonía ni tampoco pensaba que el resto de los transeúntes eran personas desoladas como ella, no, en ese día las cosas tenían un color mucho más optimista. —Adelante, la están esperando—anunció la empleada doméstica de aquella bonita casa. Lo
—¡Feliz cumpleaños, mi amor! Alexander entró en la habitación de la joven, sosteniendo en su mano un ramo de girasoles. Las flores eran de un amarillo intenso, igual que el sol, su brillo no solamente resaltaba lo especial del día, sino que además eran las favoritas de su amada. —Gracias—sonrió Hazel, recibiendo aquel lindo detalle. Era su cumpleaños número dieciocho y seguía en silla de ruedas. Habían sido meses difíciles, donde la depresión no había dejado de tocar a su puerta. ¿Qué hacer? A veces sentía que la esperanza la abandonaba por completo, pero era gracias a él, a Alexander, era que podía recuperar sus fuerzas. El hombre se puso de cuclillas frente a ella y acaricio sus manos con dulzura, mientras repartía besos en cada una. Esa era su rutina, mostrar la enorme devoción que sentía hacia la chica. Alexander no podía contener ese sentimiento, era algo que lo superaba la mayor parte del tiempo. — ¿Cómo te sientes hoy? ¿Quieres dar un paseo? Evidentemente, no permitiría
Esto no podía ser verdad, su mente tenía que estarle jugando una mala pasada. «¿Hazel y Alexander se estaban besando?», se preguntó el hombre abriendo más sus ojos en una muestra de asombro e incredulidad. Lamentablemente, la incredulidad no le duró mucho cuando la realidad le cayó de golpe. ¡Sus dos hijos se estaban besando! —¡¿Alexander, pero qué demonios?! El muchacho se separó de Hazel de un salto, mientras veía a su padre con aquellos ojos grises transformados en rojos. —Padre…—no supo qué decir, y tampoco tuvo oportunidad de hacerlo. En menos de un parpadeo, James lo había lanzado al suelo de un puñetazo en su mandíbula. La sangre se escurría de la comisura de sus labios, mientras su padre no dejaba de gritar encolerizado. —¡Maldición, Alexander! ¿Cómo pudiste? —Padre, por favor… Hazel trató de intervenir, pero fue ignorada abismalmente. No había nada que la chica pudiese hacer en ese momento, ni siquiera podía levantarse de la cama para defender a su amado. —¡Eres un e
Efectivamente, James no se acobardó al momento de denunciar a su primogénito. Alexander fue arrestado en medio de una acusación muy grave: abuso sexual a una menor. Aquella acusación no solamente amenazaba con acabar con su reputación para siempre, sino que además estaba a punto de destruir su vida laboral en todos los sentidos.“Alexander Miller señalado por abuso sexual en contra de su hermana”, aquel era uno de los titulares que se extendía por todos los periódicos.Sus estudios en Harvard parecían estar a punto de ser lanzados a la basura. Aquella carrera que le costó sudor y lágrimas, perdía valor ante lo que pretendía ser un escándalo de grandes proporciones. Pero este era el costo a pagar por haber querido algo que le era prohibido, nunca debió dejarse sumergir en ese juego de clandestinidad. Hazel no era para él, nunca lo había sido…—¿Pero qué tenemos aquí? ¿No es este el niño prodigio?—pregunto un hombre de aspecto malicioso a su grupo.Alexander había sido trasladado a la p
—Entiendo, de igual forma, no se hubiese molestado en venir a la comisaria. Estamos al tanto de la situación de su hija y del mal momento que atraviesa—hizo saber el hombre denotando comprensión en su voz—. Su esposo nos explicó la situación, por lo que luego un oficial se dirigiría a su residencia para tomar la respectiva declaración.—Muchas gracias por su comprensión, pero no es por eso que estamos aquí. De hecho, se está cometiendo un error con mi hijastro.—¿Error?—Si—Amelia se armó de valor para decir lo siguiente—, es inocente de lo que se le acusa.—Creo que no estoy entiendo, señora Miller.—Mi hija vino a dar fe de que Alexander nunca la ha tocado, además de que está dispuesta a hacerse todos los exámenes necesarios para probar su inocencia.Ciertamente, aquel policía no se esperaba una declaración de ese estilo, pero rápidamente se dispuso a cumplir con su trabajo y tomar el testimonio de la chica.—¿Entonces, según lo que comentas tu hermano nunca abuso de ti?—Nunca—resp
Hazel se encontraba acostada en aquella camilla, sus piernas se hallaban completamente abiertas, mientras su intimidad era incómodamente inspeccionada. Aquella era una experiencia que no quería volver a repetir, pero era necesaria para demostrar la inocencia de Alexander.—Muy bien, puedes cerrarlas—índico la doctora dando por concluida la prueba.Amelia se apresuró en cubrir a su hija, puesto que sus piernas no le respondían para hacerlo por sí sola. Esa última semana había faltado a todas sus terapias y la mejoría que antes era visible, ahora nuevamente parecía esfumarse ante sus ojos.—Efectivamente, su hija no ha tenido relaciones sexuales, tampoco se muestra ningún signo de violencia o ultraje. Elaboraré el informe con estos datos—explico la mujer empezando a teclear diligentemente en su computador.—Muchas gracias, doctora.Hazel sonrió al escuchar que todo había salido bien, obviamente, ella sabía que así sería, pero ver como una nueva prueba de la inocencia de Alexander se adi
—Tomen asiento, daremos inicio a esta sección. Un silencio sepulcral se instaló en aquel juzgado tras aquellas palabras. Alexander se encontró al lado de su abogado, un abogado de oficio. Tenía entendido que su madrastra le había proporcionado algunas pruebas que utilizaría ese día a su favor. —Alexander Miller, se le acusa de abuso sexual a una menor, ¿cómo se declara ante la acusación? ¿Culpable o inocente? —Inocente, su señoría. —Muy bien, que inicie la contraparte con su demanda. Su padre fue llamado a declarar y dijo con lujo de detalles una serie de cosas que no habían ocurrido de la manera en que fueron descritas. Según la versión de James Miller, ellos habían estado prácticamente desnudos al momento de ser encontrados en la habitación. Alexander miró de reojo unas sillas más atrás, donde se encontraba Hazel. La joven no lo perdía de vista con sus ojos suplicantes y dolidos. Era como si le dijese de alguna forma: “Tranquilo, todo va a estar bien”. Realmente quería creerle