El calor del sol sobre la piel era algo delicioso que merecía disfrutarse con calma. El viento salino de los mares le golpeaba con amabilidad el rostro como si de una suave caricia se tratase. Era ya un mes desde que había huido de su boda con Briana Relish, un mes que había vivido como si estuviese en el paraíso con el dinero que había tomado de ella. Había sabido por algún aliado, que la joven de cabellos tan rojos como el fuego, había salido huyendo de aquella vieja abadía en donde se casarían y muchos, rumoraban que había tratado de suicidarse, aunque, ciertamente, no tenia certeza alguna sobre eso ultimo. El sonido de la pegajosa melodía de su celular, le avisaba de una llamada entrante.
– Capella – respondió con un aire de indiferencia sin dejar de apreciar la belleza de aquel atardecer.
– Vaya, hasta que respondes, te tengo noticias, Briana a aparecido por fin en las oficinas para enfrentar a los socios, pero, no lo ha hecho sola, junto a ella llego un hombre muy apuesto diciendo ser viejo colega del señor Relish, además, es socio accionista, ninguno teníamos conocimiento de la existencia de este hombre, sin mencionar que en verdad parecía demasiado apegado a ella, tanto así que podría jurar que hay algo entre esos dos, su nombre es Ares Blackburn y dios, es en verdad caliente – dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
El apuesto joven se incorporo de la toalla donde hallaba recostado, un tanto sorprendido de las palabras de su infiltrada. – Mantenme informado, averigua todo lo que puedas de este Ares – demando para luego terminar la llamada.
Bernard Capella medito sobre aquella llamada, nunca, en verdad, nunca supo de ningún hombre con ese nombre que estuviese involucrado con los Relish, mucho menos con Briana, aquella hermosa mujer ni siquiera tenía demasiados amigos, conoció tambien al viejo Hassel y este nunca le hablo de nadie llamado Ares, además, el, como accionista en las empresas de la pelirroja, nunca supo de ningún socio llamado así, aquello, era demasiado extraño, tanto, que no dudo un momento en irse de la playa a buscar a su amante, quizás, era momento de regresar para terminar lo que había comenzado.
En aquel rincón olvidado del viejo camposanto familiar, Belial observaba aquella lapida derruida y demasiado antigua, aquella, no tenia un nombre visible, pero el, sabia a quién pertenecían los vestigios olvidados que yacían allí. Mirando con dirección a la mansión, negó en silencio y comenzó a caminar hacia aquel lago que sabia demasiado bien, se hallaba hasta el fondo de aquellos territorios pertenecientes a los Relish. El viento demasiado frio de aquella mañana, no le hacia daño alguno, era un demonio, y no uno cualquiera, si no, el príncipe de todos ellos. Había pasado demasiados siglos observando de cerca a la humanidad, aquellas criaturas le resultaban a ratos demasiado interesantes y siempre era de cierto modo divertido el ver, lo que eran capaces de hacer con tal de obtener sus deseos puramente egoístas, era como su circo personal, al menos, hasta que la conoció a ella.
El lago cristalino ya no lucia abundante agua como hacia siglos atrás, aun así, aun había nidos de aves sobre los arboles y peces en el agua cristalina.
– Veo que hoy estas demasiado nostálgico Belial, escuché a un pajarillo o dos por allí, que nuevo andas entre los hombres y quise comprobar por mi mismo si era verdad –
Una voz ronca y profunda que provenía de todas partes, oscureció el panorama nebuloso aún más.
– Parece que no tienes nada mejor que hacer, ¿Por qué no te sientas y tenemos una larga charla? Estoy aburrido – respondió Belial sin inmutarse en lo más mínimo por aquello, conocía demasiado bien a aquella presencia.
– Tan infantil como siempre mi señor, ¿pero que puedo decir? Así es usted – dijo un hombre que se materializaba frente a Belial de extravagante apariencia y fieros ojos rojizos.
– Cuanto tiempo desde que el mismísimo Mefistófeles se paseaba en las tierras de los hombres – dijo Belial con aburrimiento.
Aquel poderoso demonio observo al otro con un deje de burla.
– Bueno, en realidad no había mucho por hacer en estos lares, ya sabes, la humanidad de estos días se martiriza ella sola, pero escuche que recuperaste a tu pichón perdido y quise venir a verlo yo mismo, además, tambien vine a contarte algún lejano rumor que escuche entre los vientos – respondió aquel demonio extravagante que vestía un traje elegante y sombrero de copa.
Belial se burlo se aquel demonio haciéndolo reír tambien. – Vamos, antes de comenzar cambia tu vestimenta, este es el siglo XXI, tu ridículo atuendo es de hace siglos – puntualizo sabiendo demasiado bien, la razón por la cual el poderoso demonio se había presentado frente a él.
– Oh no, no usare esa ridícula ropa moderna, me gusta esta – respondió el demonio restándole importancia a las palabras de su príncipe.
– Bien, ve al grano – demando Belial.
Mefistófeles sonrió dejando ver afilados dientes rojizos.
– No están demasiado contentos con tu salida a juguetear en la tierra de los hombres, temen, que causes otro desastre como la última vez – dijo el demonio con tono serio.
– No es algo que me preocupe, estoy aburrido de todo y de todos, de vivir bajo el yugo opresor de las leyes divinas o demoniacas, hare lo quiera – respondió Belial mirando a una delicada ave rojiza revoloteando sobre el lago.
– Lo sé, y personalmente me da igual lo que hagas, tambien quiero divertirme, así que, ¿Me recibirías en la casa de tu nuevo juguete? La vi esta mañana saliendo apresurada, extrañamente parecida a aquella ave perdida, supongo que una promesa que se hace por el fuego se cumple sin más, dime, ¿Crees que Rafaell lo sepa? – cuestiono el demonio con demasiado interés recordando lo ocurrido siglos humanos atrás.
Belial dio unos cuantos pasos sobre el agua para alcanzar a aquella ave herida entre sus manos.
– Si ese maldito vuelve a tocar algo que es mío, esta vez no me importara desatar el infierno en la tierra de los hombres – respondió.
– Eso mi señor, seria algo interesante para ver en estos tiempos donde ya nadie teme a los que son como nosotros, esta nueva e in temerosa humanidad, ha estado en paz demasiado tiempo – dijo Mefisto caminando a la vieja mansión.
Belial no respondió, ¿Atormentar a la humanidad? No, eso no era algo que le interesara, pero provocar la ira de los cielos si que lo deseaba, aquellos que manipularon a los hombres se lo arrebataron todo una vez, no permitiría que volviese a pasar de nuevo. Mirando de nuevo a la mansión, pudo ver en una de las ventanas la hermosa y delicada figura de Briana.
“Sin importar los mares de tiempo que tenga que atravesar, nos volveremos a ver una vez más, así condene mi alma al infierno”
Promesas viejas y casi olvidadas llegaron a sus memorias, Briana no tenia idea de lo que su familia era, pero en algún momento, habría de recordarlo. Aquella maldición que pesaba sobre los Relish, aquella que los condenaba a morir sin descendencia, estuvo a punto de cumplirse aquella noche en que ella se arrojo al vacío, pero el, no lo permitiría, todo lo que una vez fue suyo, volvería a sus manos sin importar los deseos de los “seres de luz”, aun cuando aquella condena exigiera hasta la ultima gota de sangre de los Relish.
"Creo que todos tenemos un alma, sin importar quienes seamos o lo que seamos. Las flores en los campos, el zorro en su madriguera, los ríos que atraviesan las valles y la más alta montaña, todos, humanos y demonios también, tenemos un alma y por ello, somos capaces de amar...de sentir"El viento frío se coló por el ventanal entreabierto aquella mañana, logrando hacerla despertar. Tocándose la cabeza, sentía un dolor punzante al recordar aquel sueño. Aquella hermosa mujer pelirroja de puros y hermosos ojos verdes, se parecía tanto a ella que no habría podido distinguirse a no ser de aquel viejo vestido que parecía de hace siglos. Hacía años que no soñaba con ella. Recordaba haberla visto demasiadas veces dentro de sus sueños cuando aún era una niña y siempre diciendo cosas sin sentido, aunque, igual que aquellos entonces, se despertaba con la sensación de haber sido ella quien decía aquellas palabras. Negando en silencio, se levantó de la cama para comenzar su día y entrar a la ducha l
El movimiento del pincel sobre el lienzo siempre era algo francamente hipnotizante; hacia vibrar cada uno de los poros de su piel desde que era una niña. Darle vida a un blanco, era algo revitalizante que la llenaba de un vigor indescriptible. Crear una obra desde la nada, era un privilegio del que pocos podrían gozar, la pintura, era una de las muchas formas que tenía el arte, copiar un paisaje o dejar que la imaginación volara, era una marea de sensaciones excitantes de la que Briana Relish disfrutaba a plenitud; después de todo, era su único pasatiempo genuino y lo que más la ayudaba a calmar las ansiedades que dirigir una empresa dejaba en ella. Cuando en sus manos sostenía un pincel y frente a ella se encontraba un lienzo prístino, no existía nada más; eran solamente ella y aquel blancuzco pedazo de tela para crear universos fuera de la realidad que todos los días experimentaba.Belial observaba a la hermosa doncella que olía a pureza, danzar como una bella ninfa de un lado al ot
Se mía Briana, déjame llevarte a tu clímax, déjame perderme entre tus pliegues femeninos, descubre a mi lado el sabor de la pasión, déjame marcar cada parte de tu cuerpo, entrégate a mi eternamente. El sonido de la regadera abriéndose rompía el silencio en aquellos aposentos, agua fría resbalaba por su piel desnuda para calmar el calor repentino que aquellos sueños cada vez más vividos, le habían provocado. Sus mejillas aún permanecían encendidas en el carmesí de la vergüenza, apenas una noche atrás lo había pensado de manera morbosa e indecente, aquel misterioso y apuesto demonio mucho mayor a ella, Ares Blackburn, era quizás una influencia más que mala para ella, no quería desviarse de lo que realmente la tenía en aquella situación; su deseo de venganza contra su ex prometido.No era posible haber tenido un sueño tan…erótico…no sabía nada sobre ese ser, y, realmente, ¿Necesitaba saberlo? Era un demonio que deseaba devorar su alma, esa era todo lo que necesitaba entender. Aun sentía
Londres, Westminster, Inglaterra 1756.– Corre Fátima, ya van a marchar los soldados –Una joven de cabellos rojos que se alzaban al viento, corría con demasiado ímpetu hacia la callejuela donde ya se encontraba reunida una multitud de personas.– Espere señorita, su padre se enfadará de nuevo si la descubre hablando con los soldados otra vez –Una vieja nana andaba a duras penas tras aquella jovial muchacha con cabellos de fuego, de vivaces e inteligentes ojos verdes, ataviada con un vestido del mismo color de sus ojos.– Vamos, no te preocupes, papá esta demasiado ocupado en su despacho, no se dará cuenta – respondía animada aquella alegre joven.Emocionada de mirar marchando al batallón tras haberse firmado el Tratado de Westminster en días pasados, la joven pelirroja miraba con entusiasmo las casacas rojas adornadas con vistosas pasamerías doradas y exquisitos bordados que variaban según el rango del soldado. Aquello, era de cierta manera emocionante, así como preocupante, la guer
La música lograba distraer sus pensamientos de manera leve, aunque, a ratos, nuevamente sentía la sensación de aquellos labios calientes rozando los de ella; había salido huyendo de Ares después de ese contacto y solamente escucho sus risas burlonas por ello. Sus mejillas nuevamente ardían, realmente, tener que estar a lado de ese demonio no estaba resultando tarea sencilla. Sus pasos avanzaban con premura hasta el pequeño lago al fondo de su propiedad. Los audífonos en sus oídos repetían aquellas pegajosas melodías que tarareaba alegremente para evitar pensar en cosas que no debía. Ares se había quedado junto a ese otro demonio enfrascado en una charla que ella no lograba comprender; cosas de demonios a final de cuentas. Una sonrisa de ironía se dibujo en sus labios, ¿En que momento fue que comenzó a acostumbrarse a ver demonios infernales de leyenda andado en pijama por su casa y comadreando despreocupadamente? Aquello era tan absurdo que parecía irreal.Había hablado con su querida
El viento soplaba tan frio que golpeaba directamente su hermoso rostro y las lágrimas que se derramaban como una cascada desde esos ojos verdes como esmeraldas, parecían congelarse en su sitio, el velo blanco se voló de su cabello que aún estaba un poco acomodado en ese elegante tocado, danzando en el aire como una bailarina de ballet ante ella, el hipeo de su respiración entrecortada resonaba en el silencio de ese sitio en las alturas, el vértigo que sentía la mareaba mientras su vista se clavaba en la caída de no menos de 150 metros que se apreciaba hacia el fondo, la cola de su vestido de novia, demasiado pesada, era quizás la única razón por la cual la fuerza del viento aun no la había tirado desde aquella orilla del alto edificio donde se encontraba parada aun debatiéndose sobre arrojarse al abismo y olvidarlo todo o intentar levantarse junto a los pedazos que quedaban de su vida, y es que, ¿Cómo iba a recuperarse de aquello? Durante los últimos diez años había amado a ese hombre
La luz que se filtraba por la ventana le lastimo los ojos, todo su cuerpo le dolía, ¿Qué había pasado? Un desfile de flashazos con los recuerdos del día y la noche anterior le golpearon la cabeza provocando un dolor insoportable, era verdad, apenas el día anterior había sido abandonada en el altar por Bernard, y este, se había fugado junto a Ciara y su dinero, apretando los puños sobre las sábanas blancas que apenas acababa de apreciar con la vista nublada, sintió nuevamente aquel odio atroz y deseo de venganza quemarle el pecho, pero entonces, ¿La visión y palabras de aquel demonio hermoso habían sido solo un sueño? Ares, ese era el nombre que recordaba ese hermoso ser le había dado, Por supuesto que debía ser así, esos seres no podían ser reales, aunque no lograba recordar demasiado de ello, tan solo, que había estado a punto de lanzarse al vacío desde el rascacielos de su compañía, no tenia idea de donde se encontraba, pero sentía el cuerpo como si le hubiese pasado un camión por e
Hubo un tiempo en que los demonios y los humanos caminaron juntos en la tierra del pecado, cada noche, cada vela que se encendía en un débil intento por ahogar a las tinieblas, la Edad Oscura de los griegos y el oscurantismo religioso…aquel periodo del pocos saben, que muchos más ven como nada más que un mito en donde la superstición de la iglesia suprimió y apago mentes brillantes para mantener sus beneficios, donde a través del miedo, la gente obedecía y se ocultaba de las pesadillas, pero la realidad, era mucho más que eso, siempre, desde el principio de los tiempos ha sido mucho más que solo la punta del iceberg que el hombre de carne puede ver, demonios, brujas, fantasmas, el misterio de lo que hay más allá, el deseo de lo prohibido, siempre ha sido lo que mueve a los humanos, lo que los hace ir más allá, amor, miedo, odio, deseo…venganza…los humanos son criaturas que desde su nacimiento, sienten, sienten tanto que son sus sentimientos lo que rige eternamente sus miserables exist