Capítulo 1“Faltan dos días para mi matrimonio civil con Daniel”María escribió cuidadosamente esta nota en su celular, lo puso boca abajo sobre la mesa y siguió limpiando la casa con una sonrisa.Esta casa era el regalo de bodas de los padres de Daniel. Él vivía solo y como siempre estaba ocupado, no tenía tiempo para limpiar, así que María había estado viniendo estos días a ayudar.Hace dos años comenzaron a salir por insistencia de sus padres, quienes eran familias amigas desde hace años. Ahora, finalmente, iban a casarse. Todos pensaban que la habían obligado a estar con Daniel, pero no sabían que ella llevaba años enamorada, secretamente, de él. Cuando él aceptó salir con María frente a sus padres, ella estuvo tan feliz que no pudo dormir en toda la noche.María estaba sonreída limpiando el estudio, imaginando su vida futura juntos y felices, pero al darse la vuelta golpeó con el codo un matero con gardenias que estaba sobre el escritorio y este se hizo pedazos contra el piso.
Daniel era un hombre cuyo humor era tan cambiante como el cielo traicionero de primavera. Cuando María llegó esa mañana él estaba radiante, todo sonrisas, pero unos minutos después era una tormenta arrasando todo a su paso. María, entre lágrimas, salió corriendo tan precipitadamente de la casa de Daniel que ni siquiera recordó tomar las llaves de su auto. Sin otra opción, se adentró en la lluvia y detuvo un taxi para regresar a casa.Al llegar a su destino, lo pagó y corrió bajo la lluvia hasta refugiarse en su edificio.En el elevador, presionó el botón del piso trece y se refugió en un rincón, intentando secar sus lágrimas.Cuando las puertas se abrieron, siguió cabizbaja hasta su departamento y marcó el código de la cerradura digital, pero su puerta marcó “Código incorrecto”. ¿Marcó mal la combinación?Secándose las lágrimas, decidió hacer un nuevo intento. Apenas había presionado el primer número cuando la puerta se abrió desde el interior.Sus ojos se encontraron con los de un d
Apenas María abrió la puerta, Laura Fernández, su mamá, entró llorando en la sala. —¡María! ¡¿Qué estás haciendo que no contestas el teléfono?! Si vas a terminar con él, termina, pero ¿por qué no contestas? ¿Quieres que me dé un infarto?¿Eh? Esto no era como lo había imaginado. María parpadeó con expresión aturdida.—Es que… puse mi celular en silencio, ¿cómo iba a escucharlo?El padre de María, Roberto González, con cara de pocos amigos, entró junto con Laura y se sentaron en el sofá después de quitarse los zapatos.María fue a la cocina y trajo agua.—Cálmense, tomen agua. La mirada de Roberto se detuvo en el brazo de su hija, que estaba cubierto con vendas, y levantando la vista notó el chichón amoratado y roto de la frente. —María, ¿Qué te paso en el brazo y la frente? —le preguntó asombrado. María bajó la cabeza sin decir nada.Entonces Laura miró con atención a su hija y notó las graves heridas en el brazo y la frente, como si la hubieran golpeado brutalmente y, aunque esta
María señaló el lugar a su lado.—Siéntate.Él sonrió levemente y se sentó, sosteniendo un llavero del que colgaba un personaje de caricatura que a María se le hizo conocido. Además, el personaje era muy tierno, algo que contrastaba completamente con el aspecto fuerte y apuesto del hombre.—Lamento mucho lo de esta tarde, de verdad me equivoqué de piso sin querer. Espero no haberte causado molestias.María pensó que cualquier persona normal se sentiría incómoda al ver a alguien intentando marcar el código de su puerta.—No te preocupes, es comprensible —respondió él con voz serena.María subió las piernas a la silla, abrazó sus rodillas y apoyó la cabeza en sus brazos.—Me llamo María, ¿y tú?El hombre esbozó una hermosa sonrisa, y dijo:—Andrés.Después de ver los ojos enrojecidos de María, le extendió la palma la palma de la mano, teniendo en ella una bandita adhesiva con dibujos. —¿No deberías tratar esa herida en tu frente?Antes de que María pudiera continuar la conversación, l
Al verla llegar, Daniel frunció el ceño, molesto.—¿Dónde estabas? No pude contactarte, ¿crees que tengo tanto tiempo libre para seguir tus juegos?, mejor aprovechemos que estás aquí y vamos al registro civil antes de que cierren al mediodía. María lo miraba confundida. Al parecer él no entendía que significaba la palabra: Terminar y tampoco vio que en el grupo familiar solo se hablaba de la ruptura y cancelación de su boda. María apartó la mano que se posaba en su brazo y retrocedió un paso, su expresión completamente fría y distante.—Daniel, fui muy clara anteayer, lo nuestro terminó y no me arrepiento. Nuestra boda se canceló y de eso toda la familia ha estado comentando, ¿no lo has visto?—¡Ja! ¡No lo creo!—exclamó Daniel —. María, tú me amas con locura, no podrías dejarme. Aprovecha que vine a darte una salida digna.María con los ojos como platos sólo pudo chillar cuando Daniel la jaló del brazo—: ¡Ay!Daniel decía mientras la arrastraba a la salida:—Olvidaré lo del jarrón
¡Así que esto era lo que realmente pensaba de ella!María sintió como si le hubieran quitado una venda de los ojos. Ya había decidido dejar atrás sus sentimientos por él, pero sus palabras la atravesaron como cuchillos.El dolor era físico, como si le hubieran clavado una daga en el corazón. La diferencia en el trato era abrumadora - recordaba vívidamente sus atenciones y cariños hacia Valentina, en cruel contraste con el desprecio que ahora le mostraba.No había duda: la diferencia entre amar y no amar era como el día y la noche.Los curiosos comenzaron a arremolinarse alrededor, susurrando y señalando a María, quien se aferraba cada vez con más fuerza a la chaqueta de Andrés hasta dejarla completamente arrugada. Era el centro de atención de un espectáculo que no había pedido.Daniel, al ver que María no reaccionaba, dirigió una mirada de desprecio hacia Andrés, destilando arrogancia en cada gesto.—María, te doy una última oportunidad, ven aquí.Mientras María pensaba cómo deshacerse
María escupió al instante el sorbo de agua que acababa de tomar, rociando la cara de Andrés. Mortificada, agarró servilletas y se acercó a limpiarlo. —¡Perdón, perdón! ¡No fue mi intención!Andrés mantuvo su amabilidad habitual. Tomó las servilletas que le ofrecía María y se secó rápidamente.—El que debe disculparse soy yo, señorita González, fui muy atrevido con mi propuesta… Y como veo que no está interesada, discúlpeme nuevamente. Al despedirse, Andrés le dedicó una suave sonrisa que formó hoyuelos en sus mejillas, suavizando aún más su expresión.Aunque solo se habían visto tres veces, María notaba lo increíblemente sereno que era este hombre, como si nada pudiera alterar su calma.Mientras lo veía marcharse, María se ocupó haciendo inventario de bebidas en la trastienda, pero no podía sacarse de la cabeza sus palabras:"¿Qué te parece si nos casamos para demostrarle que está equivocado?"Más allá de la sorpresa inicial, la idea le resultaba emocionante.A Daniel le convenía
En su prisa por escapar, tropezó en las escaleras y cayó. Aunque escuchaba los pasos de Daniel acercándose, ignoró el dolor, se levantó y corrió hasta el piso 12.Frente al apartamento de Andrés, golpeó la puerta con desesperación.—¡María! ¡Detente!Daniel estaba por alcanzarla y Andrés no abría. María llorando comenzó a retroceder.Justo cuando Daniel estaba por agarrarla, la puerta detrás de ella se abrió. En lugar de golpearse al caer hacia atrás, María se encontró entre unos brazos cálidos y la mirada preocupada de Andrés. —Señorita González, ¿cómo es que vuelvo a encontrarla toda lastimada? —preguntó Andrés con un tono resignado.Antes de que María pudiera responder, se escuchó la voz furiosa de Daniel:—¿Tú, otra vez? Esto es entre ella y yo, no te metas —y gritó—: María sal de ahí!Andrés lo miró impasible mientras retrocedía con María entre sus brazos, cerrando la puerta de golpe e ignorando su rabia impotente.Después llamó a seguridad y los gritos afuera pronto cesaron.En