Aria tarda unos minutos en normalizar su respiración, pero sigue mareada, su vista aún está borrosa y el calor de su cuerpo aumenta a cada segundo.
Para su suerte, hay una jarra de agua encima de la mesita a su lado. La agarra y empieza a beber hasta que su estómago ya no da más.
Con tanta agua en su sistema, el mareo desaparece un poco, lo que la ayuda a ponerse de pie.
Con dificultad, logra llegar al baño y abrir el grifo. Se echa agua fría en el rostro, tratando de mantenerse consciente, pero nada parece ser suficiente. Sus piernas todavía están flácidas, todo su cuerpo está tembloroso, por lo que es doblemente torpe.
—Dios, ayúdame a salir de esto —susurra con miedo frente al espejo. Apenas le salen las palabras. Su voz está rasposa.
La desesperación la invade cuando recuerda el trato que hizo con ese hombre. Él debe estar por llegar. En el estado en que se encuentra, nunca va a poder luchar contra él.
Va hasta la puerta principal e intenta abrirla, pero se da cuenta de que está asegurada.
Buscando otra salida, abre la puerta del balcón. Mira alrededor con angustia. La única opción es caminar por una pequeña pendiente que la llevará hasta el balcón de la habitación contigua. Lo malo es que le teme a las alturas y el malestar que siente, le juega varios puntos en contra.
Mientras se debate en hacerlo o no, se escuchan risas y voces en el pasillo. Ese hombre ya está aquí.
—Va a ser una noche divertida… —dice uno de ellos entre carcajadas.
—No puedo esperar más —dice otra voz. La reconoce de inmediato. Es el hombre de la cicatriz.
El terror la impulsa a moverse. Con el cuerpo temblando y el estómago revuelto, se sube en la estrecha cornisa y avanza lentamente mientras recita una oración. Cada paso es como caminar hacia la misma muerte. Sus pies resbalan y sus manos se aferran con desesperación al borde de la estructura.
Al llegar al otro balcón, empuja la puerta y, para su suerte, está semiabierta.
—Gracias, Dios —susurra, cerrando los ojos y respirando profundo.
Entra rápidamente y cierra tras de sí, justo antes de que los hombres irrumpan en la otra habitación. Puede oírlos desde allí, preguntar por ella. Están enojados y rompiendo cosas.
Aria tiembla. La fiebre la está sofocando. Se apoya contra la puerta para sostenerse, y trata de recuperar el aliento.
De pronto, un escalofrío recorre su espina dorsal. Su piel se eriza como nunca antes. Alguien la observa, incluso puede sentir su respiración caliente en su nuca.
Aria gira lentamente hasta que sus ojos se encuentran con una mirada intensa y profunda. Son unos ojos azules, tan penetrantes e hipnotizantes, que la dejan aún más aturdida que antes.
El alfa Kael, hospedado en el hotel luego de la reunión con el alfa de Luna Plateada, escucha un ruido sutil mientras se encuentra en la ducha.
Al principio piensa que es solo producto de la cantidad exagerada de alcohol que bebió para olvidarse de aquella mujer en la carretera; sin embargo, su lobo se empieza a poner inquieto dentro de su mente, arañando por dejarse liberar. Kael aguza los oídos y escucha unos jadeos. Alguien se metió dentro de su habitación.
¿Quién se atreve a irrumpir en la habitación del alfa? ¿Acaso perdió las ganas de vivir?
Rápidamente, se coloca una toalla alrededor de su cintura y sale con cautela. Sus ojos captan al pequeño bulto sostenido por la cortina de la puerta del balcón. La poca luz de la habitación no le impide verla ni saber quién es. Su aroma es fuerte y lo está volviendo loco. Es ella, la misma pequeña humana que hizo que su mundo se ponga de cabeza hace apenas unas horas. Su compañera destinada.
Cuando está lo suficientemente cerca de ella, Aria voltea y lo mira con el ceño fruncido. Su menudo cuerpo no deja de temblar. Sus pupilas están muy dilatadas y su rostro sonrojado.
—Lo… Lo siento. Yo no… no quise… —dice, pero no consigue terminar la oración. Su garganta está demasiado seca. Las palabras salen roncas, tanto que Kael frunce el ceño al oírla.
El alfa da un paso al frente para acercarse más a ella. Aria ya no tiene a dónde ir para huir de él, su espalda está contra la puerta, por lo que se resigna a su destino.
Un ronroneo bajo se oye en el pecho del alfa. Ryder, el lobo de Kael, se manifiesta al estar cerca de su compañera. Sus rostros están a unos pocos centímetros de distancia, por lo que él puede detallar cada parte de su rostro, incluso el color exacto de sus ojos y las pequeñas pecas marrones en su mejilla.
Aria abre la boca, pero no sale nada de ella. Está atónita. El hombre enfrente parece un monumento que se alza frente a sus ojos. Es gigante, lleno de músculos, sus ojos tan azules como el cielo y sus cejas espesas adornan sus facciones bien proporcionadas. Pero lo que más llama su atención es su piel, semi tostada, brillante y suave.
Sus fosas nasales reaccionan al instante a un aroma que no sabe qué es, pero que imagina que proviene de él. Es una mezcla extraña entre bosque, lluvia y pino. Por inercia cierra los ojos e inhala solo un poco. Su pecho se oprime, su cuerpo se estremece y, por unos segundos, pierde el control de sí misma.
El alfa Kael la sostiene contra su pecho. Acerca su nariz a su cuello y un corto gruñido sale de su garganta. Ryder está ordenando que él la reclame como su mate ahora mismo.
Pese a la lucha interna con su lobo, el alfa lo obliga a retroceder. Un olor extraño viene a su nariz. Olisquea la boca de Aria y se da cuenta de que algo no anda bien con ella. Toma su rostro con ambas manos e inspecciona con detenimiento su actuar.
—Es MDMA —dice su lobo en su mente. Está gruñendo, inquieto y molesto—. Alguien se atrevió a drogar a nuestra compañera.
Kael se pregunta: ¿cómo llegó ella hasta ese hotel y a su habitación? Pero sobre todo, ¿quién le dio esa droga?
Aria abre los ojos luego de un breve lapso de pérdida de conocimiento y su mirada se encuentra con la del alfa. Ambos se observan mutuamente por unos segundos que se sienten eternos. En su afán de sostenerla, Kael rodea su cintura con ambos brazos y la pega más a su cuerpo. Su piel se eriza con el contacto, los vellos de sus manos comienzan a sobresalir. Sus labios van a parar encima de los de ella en un beso suave, pero mojado. Aria se queda estática sin saber cómo reaccionar, pero cuando el alfa profundiza el beso, ella se deja llevar por las sensaciones. Aquellas que nunca antes había experimentado.Su respiración se ralentiza, el oxígeno no es suficiente y, por un segundo, su mente le avisa que lo que está pasando entre ellos está mal. Esto es pecado, ella es una monja y no puede estar besando a un hombre. Es parte del juramento que hizo ante la cruz.Intenta apartarse, pero no tiene suficientes fuerzas para hacerlo. Kael, pilla sus intenciones y la aprieta más contra su cuerpo
El camino a la reunión que tienen pendiente es en completo silencio, hasta que Osman se anima a hablar.—Alfa Ramiro, ya envió las invitaciones para tu compromiso en la siguiente luna —dice y mira a su amigo desde el espejo retrovisor—. ¿En serio vas a reclamar a Erika como tu compañera y luna? ¿Qué va a pasar si aparece tu compañera destinada? ¿Has pensado en eso?Los ojos de Kael se oscurecen al instante. Había llegado a un acuerdo hace unos meses con su padre que, si no encontraba a su destinada en esta luna llena, en la siguiente Erika y él se reclamarían mutuamente. Ella tendría su ceremonia de luna al día siguiente y sería oficialmente, junto con él, líderes de la manada. Por supuesto que ella no es su destinada y Kael ya lo comprobó anoche, pero es una joven loba de alto rango, sus padres son guerreros de primera línea, ella es una de las más aplicadas de la clase, una de las más fuertes y su loba es enorme y aguerrida. Nunca podría compararse con una humana débil que apenas p
Aria sube al autobús luego de caminar varias cuadras. Sus manos sudorosas aprietan el pequeño bolso contra su regazo mientras observa por la ventanilla el ir y venir de los autos. Volver a casa es la peor decisión, sabe que esos hombres la buscarán ahí antes que en cualquier otro lugar. Igual que a su hermano.No puede correr de ellos por siempre, pero tampoco puede arriesgarse. Respira hondo y, en un impulso, se levanta y toca el timbre. Se baja unas cuadras antes, justo frente a la confitería de Nala. Su amiga ha sido su único sostén en este tiempo. Con ella estará segura, al menos por ahora. Respira profundo antes de empujar la puerta del local. Nala, tras el mostrador, la ve y su ceño se frunce. Nunca había visto a Aria en ese estado. Es como si le hubiera atropellado un camión.Al otro lado de la ciudad, el alfa Thane camina con pasos firmes por el edificio de una prestigiosa empresa junto con Ramiro, su beta. La secretaria lo reconoce al instante y, sin hacerlo esperar, los con
Una sensación desagradable invade a Kael tras leer el informe completo sobre Joel. Sus ojos brillan con un resplandor naranja intenso. Ryder está en la superficie misma, gruñe con rabia dentro de su cabeza. Está furioso. Algo le dice que esto es solo una pequeña parte de lo que está sucediendo y que Aria quedará en medio del fuego cruzado de nuevo.—Dile que no la pierda de vista —dice a su beta—. Quiero que la vigile las veinticuatro horas y que me informe de toda novedad. Osman comunica al rastreador la orden del alfa. (…)Aria sigue en la cama de su amiga Nala con los ojos completamente rojos e hinchados y la vista perdida en la ventana. Su cuerpo se siente pesado y su mente agotada. Su amiga le trajo comida varias veces, pero ella no ha tomado nada más que unas tazas de té de limón. Ha pasado casi una semana y no tiene idea de qué hacer. El dolor y el miedo la paralizan. Tampoco Joel se comunicó con ella en ese tiempo y eso la tiene bastante angustiada. Incluso mandó decir al p
El trayecto a la ciudad es demasiado largo para el alfa Kael. En varias ocasiones ordena a Osman que acelere, a pesar de que ya van a alta velocidad. Para suerte de ambos, estos caminos de tierra son desérticos, ya que solo se utilizan para llegar a la manada y ellos lo conocen hasta con los ojos cerrados. —¿Vas a decirme qué pasa? —indaga Osman a su amigo—. ¿Por qué esa mujer es tan importante? Desde que pasaste la noche con ella en aquel hotel, estás muy extraño. Y… no es necesario que niegues, nos conocemos desde que éramos bebés. Kael suspira. Hablarlo con Osman tal vez pueda ayudar a reducir el estrés que carga. —Ella… es mi compañera destinada —confirma lo que su amigo ya sospechaba, en especial cuando él nunca elegiría a una humana para pasar la noche. Hay un silencio abrumador dentro del vehículo tras su declaración. —¿Qué vas a hacer con Erika? Debes hablar con tu padre, él necesita saber que la encontraste.—No le diré nada a mi padre, no la reclamaré. Es una humana. ¿C
Kael se acerca y le dice algo en el oído a Xavier.—Si te atreviste a tocarla más allá del golpe que tiene en la frente, daré la señal al consejo sobrenatural de dónde estás y dejaré que todas las manadas vengan a destruirte. En esa guerra, ninguno de ustedes sobrevivirá; me encargaré personalmente de ello.—Desátenla —ordena Xavier a sus secuaces. Uno de ellos se acerca y le quita la cinta de la boca y las cuerdas de sus manos.Osman la sostiene cuando ella intenta correr hasta su hermano. Su llanto desesperado aturde a Kael, por lo que pide a su beta que la saque de la habitación y la lleve hasta el ascensor. —Me llevaré también a su hermano —dice Kael—. Encontraré tu cargamento y lo traeré en tres días. Pero si vuelves a acercarte a ella o cualquiera que tenga que ver con su círculo, te mataré, y a todos los que están contigo. Xavier hace una señal para que bajen el cuerpo del techo. Dos de aquellos hombres, colocan a Joel en una bolsa negra y bajan con el bulto por un ascensor pr
Aria permanece en la cabaña después del entierro de su hermano. Ese hombre llamado Osman, vino hace unas horas y le preguntó si quería participar y así lo hizo. Estuvo allí hasta que la noche cayó, rezando por su alma y pidiendo que todo se resuelva para ella. No es la forma que le hubiese gustado que pasaran las cosas, pero no tenía más opciones. Desde entonces, no ha comido ni hablado. La anciana, que ahora sabe que se llama Genoveva, intenta consolarla, pero su mente está atrapada en la desesperación. Todavía no comprende cómo su vida dio un giro tan drástico de la noche a la mañana.Cuando finalmente se siente con más fuerzas, opta por dar un recorrido en las habitaciones. Lo primero que ve cuando abre una de las puertas es a Kael de pie frente a una de las ventanas. Su sola presencia la hace temblar; sin embargo, no entiende el motivo. —¿Qué es lo que realmente quieres de mí? —pregunta e intenta ocultar su miedo—. ¿Por qué me ayudaste? ¿Cómo esperas que te pague por haberme res
Los días acaban con la poca paciencia de Aria. Desde que Kael la trajo a esta cabaña, se siente peor que una carcelera. Él le ha quitado todas sus pertenencias, por lo que no puede llamar ni siquiera a su amiga o a su hermana para avisarle lo que pasó con Joel.No se le permite caminar sola en los alrededores. Las veces que va a la sepultura de su hermano, que está a unos cuantos metros, dos hombres la acompañan. No tiene idea de quiénes son o de dónde salen, tampoco los ve desde la ventana cuando ella está dentro, pero siempre aparecen de la nada como si fuesen espíritus cuando ella abre la puerta. Este sitio, aunque es hermoso y acogedor por dentro, le da cierto terror. Para colmo, le pareció escuchar aullidos de lobos la otra noche. Esos animales le causan pavor. Genoveva es amable todo el tiempo, pero no dice mucho. Cuando ella le pregunta algo, la esquiva para no responder. Solo habla libremente de sus comidas y lo buen hombre que es Kael.Aria suspira tirada boca arriba en la