Aria sale de su cabaña y camina hacia la casa de su hermana. Elvira la recibe con una sonrisa amplia y le da un cálido abrazo.—¡Qué bueno que viniste! —dice, tomándola de la mano—. Pasa, justo estaba por desayunar.Aria entra, pero no se sienta de inmediato.—¿No iremos a desayunar al salón? —pregunta, y mira a sus lados para ver si su esposo no está por allí.Elvira frunce el ceño, sorprendida.—¿Quieres ir a desayunar allí? —ríe, aunque con un dejo de curiosidad—. La última vez no la pasaste muy bien. No comiste casi nada.—Solo estaba preguntando —responde Aria, encogiéndose de hombros—. Estoy empezando a entender cómo funciona esta comunidad, eso es todo.—Bueno, la hora del desayuno terminó hace media hora allá. Ahora mismo ya están en una reunión de la comunidad —comenta Elvira, mientras sirve un poco de café en una taza y coloca unas tostadas en un plato.—¿Reunión? —pregunta Aria, sentándose al fin.—Sí. Se hacen cada tanto. Son para tratar cuestiones organizativas. Cómo mejo
Cuando Elvira llama a Aria por la línea fija para invitarla a almorzar, ella responde con la voz baja, intentando con todas sus fuerzas sonar normal.—Me duele la cabeza, hermana. Prefiero quedarme a descansar.Elvira no insiste. Aria se acuesta, pero no duerme. Su mente no deja de repetir la misma escena una y otra vez.¿Por qué le duele tanto? Ya sabe el tipo de persona que es, no debería afectarle tanto.Ya entrada la tarde, unos toques suaves en la puerta la sacan de su letargo. No abre. No quiere ver a nadie.—Aria, soy yo, Néstor —se oye del otro lado luego de varios toques—. ¿Estás bien?Aria duda en levantarse, pero finalmente se acerca y abre. Néstor sonríe con ternura, lleva una caja en las manos.—Perdón por no abrir antes, pero… —dice ella—. No me sentía muy bien.—Tu hermana me dijo que tenías dolor de cabeza y que por eso no habías ido a almorzar. Mira lo que traje.Va hasta la mesa y saca varios potes de comida. El estómago de Aria gruñe sin permiso cuando el aroma de l
Kael la sostiene por las muñecas, con fuerza. Sus ojos arden de rabia. Sus emociones son un caos. Su mente se resiste.—Esto es más complicado de lo que piensas —dice finalmente, su voz cargada de tormento—. No tienes ni idea de lo que está pasando.Aria logra zafarse de su agarre, retrocede y lo abofetea. Kael está estático, mientras que Ryder ruge en su cabeza. Ella lo está desafiando de nuevo, y su instinto alfa le grita que la someta, que le haga saber quién es él realmente. Pero ella no es un miembro de su manada, es una simple humana y no sabe de su poder.—Yo no elegí esto —murmura Aria con amargura—. Ustedes me obligan a estar aquí y hacer cosas que yo no quiero. ¡No quiero estar aquí! ¡No quiero estar cerca de ti!Sin decir más, Aria se marcha con pasos duros. Kael no la detiene. La sigue, pero no de cerca, para asegurarse de que vuelva a su cabaña. Sabe que esta vez no estaba intentando escapar, pero aun así no le gusta que esté a altas horas de la noche en lugares alejados.
—Aria, no quiero que vayas sin guardias a la ciudad —Todos se sorprenden de cómo Kael se está conteniendo. Sus manos están en puños y su sangre pulula en sus antebrazos, pero su voz sale suave. Si la que estuviera diciendo todo esto fuera alguno de los miembros de Claro de Luna, ya estarían en verdaderos aprietos.—¿No quieres que vaya sin guardias o que vaya a la ciudad con Nestor? —pregunta Aria más para sí misma que para él. Sin embargo, todos consiguen oírla a la perfección—. Ya lo dije: si les molesta que tome mis propias decisiones como la persona adulta que soy, solo dejen que me vaya y listo. Nunca más me verán aquí.Lo ve parpadear, un poco sorprendido por su actitud.—Yo pienso que esto es una tormenta en un vaso de agua —interviene Osman, intentando calmar los ánimos—. Estamos preocupados de que aquellos hombres que tenían a tu hermano te vean allí e intenten hacerte daño de nuevo. Eso es todo, Aria. No eres nuestra prisionera, solo estamos siendo precavidos. Además, los gu
Han pasado dos días desde que Aria discutió con todos en el salón de desayunos. Dos días de indiferencia absoluta hacia Kael, de silencios tensos y miradas esquivas. Se encierra en sí misma, habla con Elvira solo lo justo y necesario, y se refugia en las charlas con Nestor cada vez que él viene a visitarla. Él, con su sonrisa constante y su amabilidad serena, le ofrece el respiro que tanto le hace falta.—¿Te gustaría caminar un poco? —le pregunta. Ya es de tarde, el sol está bajando entre los árboles que rodean la comunidad.Aria asiente. Se siente culpable por arrastrarlo a su mundo cargado de emociones revueltas, pero él no parece molesto, al contrario, lo hace con mucho gusto.Caminar con él por la plaza y los campos de entrenamiento es casi terapéutico. Mientras recorren los senderos, él le cuenta sobre cómo van sus estudios de Medicina y su deseo de terminarla para poder ejercer. Solo le falta un año más de prácticas. Habla con pasión, y a Aria le gusta escucharlo. Nestor le par
Aburrida de estar dentro de la cabaña, ya de noche, Aria sale a tomar aire. El sitio se le hace estrecho, asfixiante, y cada espacio parece contener el olor de Kael. No ha dejado de pensar en él desde aquel día, pero también ha decidido no ceder más. No le va a dar el gusto de seguir usándola y lastimándola.Va caminando hasta un lugar más apartado. Nunca antes había venido aquí. Cuando ve una fogata encendida y a varios jóvenes riendo alrededor, se siente tentada. Necesita distraerse. Solo un poco. Tal vez estar con ellos un rato ayude.—¡Aria! —la llama Nestor con una sonrisa al verla acercarse al sitio—. Ven, tenemos bocadillos y jugo de frutas. Te van a gustar.Ella duda unos segundos, pero finalmente se sienta junto a él en uno de los troncos. El calor del fuego le reconforta un poco en esta noche fría, y la risa de los demás le da una sensación de normalidad por primera vez en días.A unos metros de distancia, entre la penumbra de los árboles, Erika la observa con los ojos inyec
Para todos ya es evidente la respuesta. La expresión en el rostro de Aria, su silencio, su incomodidad... todo delata una verdad que no puede esconder. Y Erika lo sabe. —¿O tal vez tu miedo está en admitir… —susurra Erika con una sonrisa venenosa— ...que estás enamorada de alguien que no te eligió? ¿De alguien que solo quiso calmar su lujuria contigo y luego te dejó por otra?El golpe es certero. Como una daga que atraviesa el centro de su pecho. Todos se callan. Incluso las amigas de Erika se quedan inmóviles, quizá sorprendidas por la violencia de sus palabras. Nestor se inclina hacia Aria, dispuesto a sacarla de allí si es necesario. Pero ella no se mueve. —¿Eso es, Aria? —insiste Erika, más baja, más cruel—. Ese hombre te utilizó y ahora no sabes cómo lidiar con eso, ¿verdad? ¿Por eso viniste aquí y vives encerrada en esa cabaña?Las lágrimas que Aria contuvo por tanto rato finalmente escapan. Se pone de pie, en silencio, sin responder, sin mirar a nadie, y se aleja. Camina con
Hay un silencio especialmente lúgubre esta noche.La luna llena se levanta majestuosa y lenta en lo alto, derramando su luz sobre las calles adoquinadas de Tierra de Pinares.Aria camina a pasos presurosos hacia la capilla, el sonido de sus tacones chatos resuena en la calle. La misa debe iniciar dentro de media hora, y el padre Ezequiel no es conocido por su paciencia. Esta noche le corresponde la lectura del evangelio y no puede permitirse llegar tarde, o sus tareas comunitarias de la semana serán duplicadas de nuevo.Los sonidos de la segunda campanada llegan a sus oídos, recordándole que apenas le quedan minutos. Levanta la vista y divisa el gran crucifijo que adorna la entrada de la capilla. Sonríe. Ya está cerca.De repente, una ventisca fuerte irrumpe en la calle y la obliga a detenerse de forma brusca. Un escalofrío recorre su espalda y una sensación extraña le indica que algo no está bien. Un leve murmullo parece surgir a su alrededor, difuso y errante, pero cuando mira a sus