La sonrisa inocente y contagiosa de Aria despide a los últimos feligreses que salen de la capilla. La misa concluyó hace un rato, pero a la mayoría le gusta quedarse para compartir unas palabras con ella y con el padre Ezequiel. Para Aria, este no es solo un lugar de oración, sino un refugio donde encuentra la paz y el propósito para su vida.
Después de que la última persona se marcha, el padre se acerca a ella con una expresión satisfecha. La sonrisa en su rostro dice más que mil palabras.
—Hoy fue un día muy provechoso, Aria. Hemos logrado juntar casi el diez por ciento de lo que necesitamos para construir el albergue para los niños huérfanos. Si todo sigue así, en pocos meses podríamos tenerlo todo. Estoy muy esperanzado. Además, con las donaciones de los empresarios, será mucho más fácil llegar a la meta.
Aria sonríe de mucha felicidad.
—¡Eso es maravilloso, padre! Dios realmente está obrando a través de la generosidad de los fieles. También estoy esperanzada. ¿Se imagina lo felices que se van a poner cuando inauguremos la casa?
—Así es, hija. No veo la hora de que todos ellos tengan un hogar. —El padre Ezequiel le da unas palmaditas en la espalda—. Ahora vete a casa con cuidado y descansa. Mañana ven más temprano para ayudarme con la organización de los próximos eventos de recaudación. Ya sabes que soy un viejo y no puedo hacerlo todo yo solo. Tú eres joven y fuerte, además, todos te aman.
Aria vuelve a sonreír ante su comentario.
—Lo haré, padre. Buenas noches.
Aria sale de la capilla de inmediato, pero al pisar la acera, un escalofrío recorre su cuerpo igual que cuando vino. La calle está completamente desierta. El frío de la noche cae con fuerza a esta hora, así que se abraza a sí misma para mantenerse caliente mientras camina a toda prisa. Tiene que recorrer veinte cuadras hasta su casa y, aunque está acostumbrada a caminar sola, esta noche siente algo distinto, algo inquietante que no le permite estar completamente bien.
Desde que entró al convento hace cinco años, esas pesadillas y susurros constantes en su cabeza se han desvanecido. Encontró la paz que tanto anhelaba en la fe. Ya no se siente un bicho raro entre la gente, ya no debe procurar ignorar lo que escucha de sus pensamientos; sin embargo, esta noche… algo está pasando que la hace estremecer. La sensación de ser observada, de estar siendo seguida, igual que antes, la llena de terror.
Con una de sus manos agarra con fuerza el crucifijo que lleva colgando de su cuello —el regalo de su madre unos días antes de morir—, en busca de un poco de consuelo y valentía. Respira hondo y trata de calmarse. Toda la vida le han dicho que aquello que sentía, veía y escuchaba, eran solo productos de su imaginación, aunque ella siempre supo que no es así, esta vez trata de repetirse lo mismo: «Todo es tu imaginación»
Mientras avanza, su celular comienza a sonar dentro de su bolso. El sonido rompe el silencio de la noche, haciendo que ella se sobresalte. Saca el dispositivo y ve un número desconocido en la pantalla. Decide ignorarlo.
Segundos después, el timbre suena de nuevo. Esta vez deja que se calle solo, pero al momento empieza a sonar una vez más. ¿Quién la puede llamar a esta hora?
—¿Hola? —pregunta con cautela y con el ceño fruncido cuando atiende la llamada.
Del otro lado de la línea, una voz desconocida y grave pregunta por su nombre.
—¿Eres Aria?
—¿Quién habla?
Hay un silencio lúgubre al otro lado de la línea por varios segundos. De repente, escucha algunos golpes y un grito de auxilio en el fondo. Esa voz la reconoce. Es su hermano Joel.
—¡Aria! ¡No vengas! No caigas en su juego, por favor. —Joel suena desesperado.
—Joel, ¿qué pasa? ¿Qué es esto? ¿Dónde estás? —Las manos de Aria comienzan a temblar sin control. Tanto que le cuesta mantener el celular en las manos.
El hombre al teléfono habla de nuevo.
—Si quieres salvar a tu hermano, ven ahora mismo a la dirección que te enviaré por mensaje. No hagas preguntas.
—¡No! ¡No vengas, Aria! ¡Te van a matar! ¡Nos van a matar a ambos! —grita su hermano antes de que la llamada se corte de manera brusca.
El miedo la paraliza por varios segundos, pero saber que su hermano está en peligro la impulsa a moverse. Sin pensarlo dos veces, se quita el velo y corre del lado opuesto al camino a su casa hasta el centro de la ciudad para poder tomar un taxi que la lleve de forma más rápida.
Para su suerte, cuando llega hasta la parada, hay uno disponible y se sube de inmediato. Le da la dirección al conductor sin siquiera analizar la situación. Está desesperada. No tiene tiempo para un plan.
Unos minutos después, el taxi se detiene frente a un hotel de lujo, uno de los más renombrados de Tierra de Pinares.
—Señorita, ya llegamos —dice el taxista y saca a Aria de sus cavilaciones.
Aria observa el sitio desde la ventanilla. Traga saliva y baja del vehículo luego de pagar su viaje. ¿Por qué la habrán citado aquí? ¿Quiénes son las personas que tienen a su hermano y qué hizo para que lo secuestraran?
«Ya estás aquí, Aria, no puedes acobardarte ahora», se dice mentalmente a sí misma antes de dar el primer paso hacia la entrada.
Lee de nuevo el mensaje donde le indican el piso y el número de la habitación y luego de un largo suspiro se va hasta allí.
Al abrirse la puerta, la escena la golpea fuerte como una bofetada.
Su hermano mayor está en el suelo, atado con unas cuerdas, con el rostro cubierto de moretones y sangre. Seis hombres lo rodeaban, pero uno de ellos destacaba por su presencia imponente y su mirada gélida. La habitación está semi oscura, pero aún puede ver sus rasgos. Lleva un traje oscuro y en su cara tiene una cicatriz que inicia en su cien y llega hasta su mentón. Se ve amenzante y terrorífico.
—¿Tú eres Aria? —pregunta él con una sonrisa lasciva y una mirada arrogante que la hace sentir escalofríos.
Aria pasa saliva con algo de dificultad. Su desventaja es obvia. Tal como dijo su hermano, ellos pueden matarla y matarlo a él y nadie nunca se enteraría de ello; sin embargo, ya está aquí, no puede permitirse ser cobarde ahora con su hermano corriendo peligro. —Sí, yo soy Aria. ¿Qué quieren de nosotros? ¿Por qué tienen a mi hermano? ¿Qué le hicieron?El hombre suelta una carcajada. Da unos pasos hacia ella, revelando mejor su rostro. Es mucho más aterrador de lo que Aria pensaba al principio. —Pobre chiquilla. —Él intenta tocar uno de sus mechones del cabello, pero Aria se quita de manera brusca, ganándose la mirada asesina de él—. ¿No lo sabes? Tu querido hermano trabaja para la mafia. Y, el muy estúpido, se robó un cargamento muy importante, creyendo que no iba a ser pillado.Aria siente que el suelo se abre bajo sus pies. Su corazón galopa en su pecho. Mira a su hermano, quien solloza con la cabeza gacha.—¡No! —murmura, con el corazón destrozado—. Dime que eso no es cierto, her
Aria tarda unos minutos en normalizar su respiración, pero sigue mareada, su vista aún está borrosa y el calor de su cuerpo aumenta a cada segundo. Para su suerte, hay una jarra de agua encima de la mesita a su lado. La agarra y empieza a beber hasta que su estómago ya no da más. Con tanta agua en su sistema, el mareo desaparece un poco, lo que la ayuda a ponerse de pie.Con dificultad, logra llegar al baño y abrir el grifo. Se echa agua fría en el rostro, tratando de mantenerse consciente, pero nada parece ser suficiente. Sus piernas todavía están flácidas, todo su cuerpo está tembloroso, por lo que es doblemente torpe. —Dios, ayúdame a salir de esto —susurra con miedo frente al espejo. Apenas le salen las palabras. Su voz está rasposa. La desesperación la invade cuando recuerda el trato que hizo con ese hombre. Él debe estar por llegar. En el estado en que se encuentra, nunca va a poder luchar contra él.Va hasta la puerta principal e intenta abrirla, pero se da cuenta de que es
Aria abre los ojos luego de un breve lapso de pérdida de conocimiento y su mirada se encuentra con la del alfa. Ambos se observan mutuamente por unos segundos que se sienten eternos. En su afán de sostenerla, Kael rodea su cintura con ambos brazos y la pega más a su cuerpo. Su piel se eriza con el contacto, los vellos de sus manos comienzan a sobresalir. Sus labios van a parar encima de los de ella en un beso suave, pero mojado. Aria se queda estática sin saber cómo reaccionar, pero cuando el alfa profundiza el beso, ella se deja llevar por las sensaciones. Aquellas que nunca antes había experimentado.Su respiración se ralentiza, el oxígeno no es suficiente y, por un segundo, su mente le avisa que lo que está pasando entre ellos está mal. Esto es pecado, ella es una monja y no puede estar besando a un hombre. Es parte del juramento que hizo ante la cruz.Intenta apartarse, pero no tiene suficientes fuerzas para hacerlo. Kael, pilla sus intenciones y la aprieta más contra su cuerpo
El camino a la reunión que tienen pendiente es en completo silencio, hasta que Osman se anima a hablar.—Alfa Ramiro, ya envió las invitaciones para tu compromiso en la siguiente luna —dice y mira a su amigo desde el espejo retrovisor—. ¿En serio vas a reclamar a Erika como tu compañera y luna? ¿Qué va a pasar si aparece tu compañera destinada? ¿Has pensado en eso?Los ojos de Kael se oscurecen al instante. Había llegado a un acuerdo hace unos meses con su padre que, si no encontraba a su destinada en esta luna llena, en la siguiente Erika y él se reclamarían mutuamente. Ella tendría su ceremonia de luna al día siguiente y sería oficialmente, junto con él, líderes de la manada. Por supuesto que ella no es su destinada y Kael ya lo comprobó anoche, pero es una joven loba de alto rango, sus padres son guerreros de primera línea, ella es una de las más aplicadas de la clase, una de las más fuertes y su loba es enorme y aguerrida. Nunca podría compararse con una humana débil que apenas p
Aria sube al autobús luego de caminar varias cuadras. Sus manos sudorosas aprietan el pequeño bolso contra su regazo mientras observa por la ventanilla el ir y venir de los autos. Volver a casa es la peor decisión, sabe que esos hombres la buscarán ahí antes que en cualquier otro lugar. Igual que a su hermano.No puede correr de ellos por siempre, pero tampoco puede arriesgarse. Respira hondo y, en un impulso, se levanta y toca el timbre. Se baja unas cuadras antes, justo frente a la confitería de Nala. Su amiga ha sido su único sostén en este tiempo. Con ella estará segura, al menos por ahora. Respira profundo antes de empujar la puerta del local. Nala, tras el mostrador, la ve y su ceño se frunce. Nunca había visto a Aria en ese estado. Es como si le hubiera atropellado un camión.Al otro lado de la ciudad, el alfa Thane camina con pasos firmes por el edificio de una prestigiosa empresa junto con Ramiro, su beta. La secretaria lo reconoce al instante y, sin hacerlo esperar, los con
Una sensación desagradable invade a Kael tras leer el informe completo sobre Joel. Sus ojos brillan con un resplandor naranja intenso. Ryder está en la superficie misma, gruñe con rabia dentro de su cabeza. Está furioso. Algo le dice que esto es solo una pequeña parte de lo que está sucediendo y que Aria quedará en medio del fuego cruzado de nuevo.—Dile que no la pierda de vista —dice a su beta—. Quiero que la vigile las veinticuatro horas y que me informe de toda novedad. Osman comunica al rastreador la orden del alfa. (…)Aria sigue en la cama de su amiga Nala con los ojos completamente rojos e hinchados y la vista perdida en la ventana. Su cuerpo se siente pesado y su mente agotada. Su amiga le trajo comida varias veces, pero ella no ha tomado nada más que unas tazas de té de limón. Ha pasado casi una semana y no tiene idea de qué hacer. El dolor y el miedo la paralizan. Tampoco Joel se comunicó con ella en ese tiempo y eso la tiene bastante angustiada. Incluso mandó decir al p
El trayecto a la ciudad es demasiado largo para el alfa Kael. En varias ocasiones ordena a Osman que acelere, a pesar de que ya van a alta velocidad. Para suerte de ambos, estos caminos de tierra son desérticos, ya que solo se utilizan para llegar a la manada y ellos lo conocen hasta con los ojos cerrados. —¿Vas a decirme qué pasa? —indaga Osman a su amigo—. ¿Por qué esa mujer es tan importante? Desde que pasaste la noche con ella en aquel hotel, estás muy extraño. Y… no es necesario que niegues, nos conocemos desde que éramos bebés. Kael suspira. Hablarlo con Osman tal vez pueda ayudar a reducir el estrés que carga. —Ella… es mi compañera destinada —confirma lo que su amigo ya sospechaba, en especial cuando él nunca elegiría a una humana para pasar la noche. Hay un silencio abrumador dentro del vehículo tras su declaración. —¿Qué vas a hacer con Erika? Debes hablar con tu padre, él necesita saber que la encontraste.—No le diré nada a mi padre, no la reclamaré. Es una humana. ¿C
Hay un silencio especialmente lúgubre esta noche.La luna llena se levanta majestuosa y lenta en lo alto, derramando su luz sobre las calles adoquinadas de Tierra de Pinares.Aria camina a pasos presurosos hacia la capilla, el sonido de sus tacones chatos resuena en la calle. La misa debe iniciar dentro de media hora, y el padre Ezequiel no es conocido por su paciencia. Esta noche le corresponde la lectura del evangelio y no puede permitirse llegar tarde, o sus tareas comunitarias de la semana serán duplicadas de nuevo.Los sonidos de la segunda campanada llegan a sus oídos, recordándole que apenas le quedan minutos. Levanta la vista y divisa el gran crucifijo que adorna la entrada de la capilla. Sonríe. Ya está cerca.De repente, una ventisca fuerte irrumpe en la calle y la obliga a detenerse de forma brusca. Un escalofrío recorre su espalda y una sensación extraña le indica que algo no está bien. Un leve murmullo parece surgir a su alrededor, difuso y errante, pero cuando mira a sus