Capítulo 29.

Chad salió avivadamente de aquella habitación encerrada en famélicas llamas y, sin pensarlo, ni vacilar, pues en aquella situación en la que estaba, la indecisión no podía ser partícipe, agitó su caminata hacía la recamara colindante a la suya. 

Una vez allí, empezó a tocar la puerta de manera persistente y desosegada buscando que quien viviese allí atendiera; si no convocaban a los bomberos rápido a aquel lugar, el fuego podía propagarse con más catástrofe. 

La puerta que Chad tocó por casi dos minutos completos sin atajarse fue abierta por una fémina de piel trigueña, contextura física escuálida y muy alta estatura, quien observó de pies a cabeza al varón faz a ella, con sus largos y oscuros mechones de cabello aglutinados a su frente por la cual se destilaban acentuadas y robustas got

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