Capítulo 21

El humo de la pira aún flotaba sobre el claro, como un velo de ceniza que se resistía a desaparecer. La manada se había dispersado, algunos en silencio, otros con lágrimas secas en los ojos. Solo quedaban unos pocos reunidos en el antiguo salón del consejo, una estructura semiderruida entre los árboles, donde los alfas se reunían antes de la caída del norte.

Ulva se mantuvo de pie en el centro. No tomó asiento. Su abrigo blanco seguía cubriéndola, pero ya no por respeto al duelo, sino como símbolo del poder que ahora llevaba sobre los hombros.

—Tenemos que actuar antes de que Selene nos encierre con una sonrisa y una daga por la espalda —dijo con voz firme. Sus ojos recorrieron a los presentes—. El juramento no es solo mío. Es de todos los que aún creen en el legado de la luna. ─Karsen se acomodó el abrigo de cuero y se inclinó levemente hacia adelante.

—Con tu permiso, Alfa. Ya he comenzado a mover algunos contactos. Los clanes errantes del este aún nos deben favores. Y los exiliados
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