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Los días que pasaron no fueron menos intensos, ya Jaaziel había vuelto a la mansión y en la oficina habían informado que ya habían regresado recibiendo las felicidades de sus compañeros de oficina. Jaaziel estaba que besaba por donde pisaba su hermoso ángel e Ikaika que se quedaba atrás no le perdía ni pie ni pisada, habían movido el escritorio a la oficina de presidencia haciendo que sus días y noches fueran calientes y más. Parecían concejos comiendo en cada rincón donde se encontraban completamente solos.

Jaaziel entra a la oficina que comparte con la rubia sacándola de su concentración.

—Amor, separé una reservación para esta noche ir a cenar. —dice Jaaziel entrando a la oficina donde encuentra su compañera de vida envuelta entre sus bocetos.

—Está bien, tenemos que pasar primero a la casa, debo dar de comer a Ikziel. —comenta sintiendo como sus pechos están llenos de leche.

—Yo puedo ayudarte un poco con ese pequeño problema —comenta Jaaziel con voz ronca volviendo a la puerta
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