Aaaaaaay cariñitos, quería que conocieran a Thea!!! No sabes lo sensible que estoy por terminar esta novela, su apoyo es mi motor para seguir escribiendo, gracias por siempre estar ahí y dejarme sus comentarios :) Si les gustó la novela, porfis vayan a dejar una reseña, eso me ahría muy feliz. Mil gracias por leer, las amooo!
La casa de Maggie y Nathaniel estaba decorada con luces centelleantes y adornos festivos. La Navidad había llegado, y con su hija recién nacida, la familia tenía un motivo más para celebrar este año. Sentados en el acogedor salón, Maggie y Nathaniel compartieron una sonrisa cómplice mientras recordaban los desafíos que habían superado juntos. Desde el momento en que Maggie perdió la memoria hasta el descubrimiento de la traición de Lorena, habían enfrentado pruebas que solo habían fortalecido su amor. Ahora, se encontraban en un lugar de paz y felicidad que habría parecido inalcanzable en algún momento. La abuela Dorothea, con su mirada sabia, observaba a su familia. Era una presencia tranquilizadora, y su corazón estaba lleno de amor por los momentos preciosos que compartían. Mindy, la amiga más cercana de Maggie, había llegado temprano con una caja de regalos y una sonrisa traviesa. --Traje un juego para después de la cena-- anunció mientras colocaba la caja debajo del árbol de N
Maggie salió del restaurante a las 5:00 am cuando finalmente terminó su turno. El día anterior había tenido que doblarse para poder conseguir algo de dinero extra y así poder completar lo que le faltaba para el alimento de Daniel, su pequeño hijo de dos años y medio, por lo que ahora el agotamiento y el dolor en los pies amenazaba con hacerla caer. Con un suspiro cansado emprendió su camino directo hacia la casa. Cuando llegó ya eran casi las 7 de la mañana y todo su cuerpo le dolía, en especial sus pies que los sentía hinchados y pesados, pero todo aquello pasó a segundo plano cuando al tocar la puerta de su vecina lo primero que vio fue el rostro de Dan. —¡Maaaaaam!— ella se derretía cada vez que veía a su pequeñín. En el momento en que lo tomó, el bebé se aferró con fuerza a su cuello, dándole una hermosa sonrisa que mostraba sus encías y pequeños dientecitos. —Oh, ¿Cómo se portó mi niño hermoso? La vecina, se rio cuando Dan dejó salir un grito emocionado, como siempre pas
La mano de Maggie fue directo al rostro del hombre dándole una estruendosa bofetada que le coloreó la mejilla antes de decir:—Eres digno hijo de tu madre: estúpido y prepotente.Sin más se dio media vuelta y se fue de ahí, alegrándose de no haberlos conocido antes.Nathaniel vio la espalda de la mujer irse, tocó su cara abofeteada y luego regresó a la mansión ignorando directamente al abogado.Las cosas en la mansión no dejaban de empeorar y Nathaniel estaba a punto de perder la poca paciencia que poseía. La llegada de esa joven, Maggie, lo había tomado totalmente por sorpresa, pues aunque era evidente que su madre ya sabía de su existencia, nunca dijo nada. Sus ojos se dirigieron a la fotografía de su padrastro en el escritorio del despacho de la casa. Edmund Montgomery siempre fue un hombre reservado y serio, por eso saber que había tenido una amante y que la había embarazado y abandonado lo había dejado sin palabras. Y eso era algo que Nathaniel podría sobrellevar, inclus
Haber ido nuevamente a casa de los Montgomery había sido una total pesadilla, sin embargo esa vez estaba preparada y gracias a Dios, la reunión fue mucho más corta que la anterior, pero igual de reveladora. Ese hombre, su padre, había pensado en Dan, en sus estudios. Había dividido el dinero que le dejó y metido una parte en un fideicomiso que solo se podría usar para los estudios de su niño. Por primera vez sintió nostalgia por no haberlo conocido, al menos para poder darle las gracias. Por otro lado también estaba sorprendida por el cambio de actitud que había mostrado Nathaniel. A diferencia de la primera vez, se ofreció a enseñarle la empresa al día siguiente, pues ese era otro de los condicionantes del testamento: para tener acceso a lo que le dejaron, debía aceptar su lugar en la empresa. Maggie no sabía qué era lo que tenía ese hombre que hacía que ella no pudiera alejar sus ojos de él, quizás se deba a que ella nunca había visto un hombre tan imponente y atractivo antes.
En la oficina de MINathaniel estaba ansioso por la llegada de Maggie a la empresa, el día anterior no había podido contarle nada a Mattias de lo que tenía planeado, porque luego de lo ocurrido con el imbécil aquel del restaurante él recibió una llamada de un cliente y había tenido que irse.Maggie también se había escabullido de él con rapidez, sin embargo ese día no iba a poder hacerlo, ya él se había encargado de tener todo listo para su llegada. Miró nuevamente el reloj de pulsera que llevaba, faltaban solo diez minutos para las 8 de la mañana. No podía negar que estaba nervioso, no por el hecho de verla, sino por comenzar su juego.Su juego de seducción. Él nunca había tenido que esforzarse con alguna mujer y mucho menos pensar en tener con ellas algo más allá de citas casuales y sexo, y ahora tenía que convertirse en el principie de esta mujer que además es madre soltera.Sin embargo la chiquilla no debía ser demasiado difícil. Nathaniel era un hombre de 33 años y ella todav
A eso de las 3 de la tarde a Nathaniel se le hizo imposible seguir en la empresa, necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre el tema de la chiquilla trabajando con él, así que llamó a Mattias y quedó de encontrarse en en el club social del que eran socios para un almuerzo tardío. Estaba necesitando con urgencia desahogarse con alguien que no fuera su madre, pues esta no dejaba de presionarlo para hacer desaparecer a Maggie de sus vidas. ¡Cómo si eso fuera sencillo! — Vaya, amigo, te ves de la mierd@— le dijo Mattias nada más verlo, y él dejó salir un resoplido irritado en su dirección. — Eso es porque me está llevando la mierd@. Nada más sentarse dejó salir un gruñido lleno de frustración. Su genio estaba más voluble de lo normal. — ¿Tu hermanastra sigue dandote problemas? Esta vez el gruñido que salió de él fue mucho más fuerte y la mirada de muerte que lanzó, advirtió a su amigo que su humor no estaba para bromas. — Vuelve a decir que es mi hermana y te juro que voy a
Hace mucho tiempo que Maggie no sabía lo que era tener tiempo libre. Desde hace dos años y medio, cuando tuvo que retirarse de la universidad al dar a luz y luego por el abandono del padre de su bebé y la muerte de su madre, solo se había dedicado a trabajar. Sin embargo, ese día tenía la tarde libre y aunque no había prácticamente nada en sus bolsillos, decidió tomar a su pequeño, abrir el coche, que casi parecía de juguete, y caminar hasta la heladería en la que hace tanto tiempo trabajó su madre. A pie el recorrido era de una hora y media, estaba guardando lo que tenía para poder regresar en transporte público, para su suerte su hijo solía disfrutar de las caminatas, mientras iba señalando todo lo que veía a su alrededor, hasta que finalmente consiguieron llegar. —¡Lelado, nani, lelado! Una sonrisa se formó en su rostro al ver la emoción de su hijo, pues aún con sus cortos dos años y medio conseguía recordar que este era el lugar al que al menos una vez al mes lo traía a come
Tener a Nathaniel sentado en la misma mesa que ella y su hijo, era algo totalmente irreal, ni siquiera sabía cómo debía actuar o de qué manera llamarlo. Todo era una locura. Entonces, como si sintiera la tensión que se formó en el ambiente, Dan golpeó la mesa con sus manitas llamando la atención de ambos en el instante. —¡Nani, lelado! —Oh, si si, el helado— dijo, antes de sonreír al niño y de inmediato volvió a tomar el pequeño monedero que había dejado en la mesa. Estaba a punto de ponerse en pie cuando la mano de Nathaniel la sostuvo del brazo y ella podía jurar que ahí donde él la estaba tocando su piel se había comenzado a calentar. —Yo puedo ir por los helados— dijo, y antes de que ella pudiera negarse agregó—Así el pequeño no se queda solo en la mesa y hace alguna travesura. Cómo si Dan pudiera saber de lo que hablaban, sonrió con sus pequeños dientes en dirección al castaño que al verlo le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño soltara un grito emocionado. Maggie asint