La mano de Maggie fue directo al rostro del hombre dándole una estruendosa bofetada que le coloreó la mejilla antes de decir:
—Eres digno hijo de tu madre: estúpido y prepotente.
Sin más se dio media vuelta y se fue de ahí, alegrándose de no haberlos conocido antes.
Nathaniel vio la espalda de la mujer irse, tocó su cara abofeteada y luego regresó a la mansión ignorando directamente al abogado.
Las cosas en la mansión no dejaban de empeorar y Nathaniel estaba a punto de perder la poca paciencia que poseía.
La llegada de esa joven, Maggie, lo había tomado totalmente por sorpresa, pues aunque era evidente que su madre ya sabía de su existencia, nunca dijo nada.
Sus ojos se dirigieron a la fotografía de su padrastro en el escritorio del despacho de la casa.
Edmund Montgomery siempre fue un hombre reservado y serio, por eso saber que había tenido una amante y que la había embarazado y abandonado lo había dejado sin palabras.
Y eso era algo que Nathaniel podría sobrellevar, incluso los bienes y el dinero que le dejó a la chica, pero el hecho de que se haya atrevido a meterla en la empresa, esa misma que él salvó de la ruina y que había mantenido a flote en los últimos 10 años, desde que tenía solo 23, era una m****a total y él no iba a permitirlo.
Con el celular en la oreja esperaba a que contestaran al otro lado de la línea, a la quinta timbrada apareció la voz ronca y soñolienta de Mattias, su mejor amigo.
—¿Quién carajos llama un sábado a las 7:00 de la mañana?— Eso fue lo primero que el hombre dijo y Nathaniel solo podía poner los ojos en blanco al escucharlo.
—Alguien que tiene la m****a hasta el cuello, necesito que te despiertes, Mattias.
Un gruñido seguido de una maldición fue lo que se escuchó antes de que Mattias dijera:
—¿En qué problema te has metido? ¿Qué has hecho?
No era un secreto para nadie que él de santo no tenía un pelo, pero resultaba que ese problema en particular no lo había causado él.
—No he hecho nada, Edmund en cambio hasta después de muerto se encargó de seguir haciéndolo.
—¿Qué? ¿Algo fue mal con el testamento?
—Tan malo como puede ser una hija ilegítima apareciendo de la nada.— dijo un gruñido, llenándose de rabia nada más de recordarlo.
—¡QUÉ CARAJO! ¿Tienes una hermana?
—No es mi hermana, imbécil. Edmund no es mi padre de sangre— contestó fastidiado, pues el día anterior sus primos tampoco habían dejado de joderlo con lo mismo.
—Bueno pero el viejo te quería como uno y tú a él, pero ese no es el punto ¿Le ha dejado algo a la bastarda?
—Algunas cosas, entre eso el maldito 20% de las acciones de MI empresa.
Un silbido fue lo que se escuchó y eso solo hizo que Nathaniel volviera a gruñir enojado, estaba irritable y cada mínima cosa lo alteraba.
—Se lo tenía guardado el viejo ¿eh? ¿Qué piensas hacer?
Esa era la pregunta del millón. Estaba seguro que no iba a permitir que esa mujer se apropiara de nada, el único problema era que tenía la ley en contra.
—Para eso estoy llamando, necesito pensar en un plan para quitarle las acciones de la empresa, el resto me tiene sin cuidado, pero la empresa es MÍA.
—Eso va a ser complicado, pero tal vez pue…
La puerta del despacho se abrió con fuerza y la figura histérica de su madre apareció en el umbral.
—Mattias te llamo después, ve pensando en algo.
Sus ojos fueron directos hacia su madre, su ceño fruncido en molestia mientras la veía y sabía que lo que se vendría era uno de sus arranques.
—Te agradecería si tocas la puerta, madre. Estoy trabajando.
Sus palabras sólo consiguieron hacer que el rostro de Barbara se pusiera rojo de ira.
—Pues que bien, porque dentro de poco no vas a tener nada en lo que trabajar si no sacas a esa mujer de nuestras vidas. ¡¿Qué piensas hacer para evitar que se quede con todo?
Aunque no quería admitirlo, las palabras de su madre tocaron hondo en él.
—Estoy armando un plan para impedirlo, solo necesito algo de tiempo.
—¡TIEMPO ES LO QUE NO TENEMOS!— Explotó finalmente Barbara cansada de la incertidumbre— Yo sé muy bien cómo son ese tipo de mujeres, cuando menos lo veamos ya se habrá apoderado de todo, nada más hay que ver cómo era su madre, metiéndose con un hombre casado. ¡Tienes que hacer algo ya!
La mano de Nathaniel terminó golpeando con fuerza el escritorio consiguiendo que Barbara diera un respingo, él no era conocido por su santa paciencia y entre su madre y la chiquilla recién aparecida lo tenían hasta los huevos.
—Te dije que estoy trabajando en ello, ahora te voy a agradecer que salgas del despacho.
—Después no digas que no te lo advertí— dijo Barabara antes de salir dando un portazo a la puerta.
Ella sabía que aunque su hijo trataba de mostrarse sereno, la empresa era un punto sensible para él, y pensaba aprovecharse de eso para sacar a esa m*****a niña de sus vidas.
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Cuando la tarde llegó, Nathaniel comenzó a desesperarse, su madre no dejaba de lanzar indirectas, por lo que desesperado y queriendo acabar con el tema, tomó la información de la chica que había dejado el abogado y salió de la mansión.
Él estaba dispuesto a comprar sus acciones, le ofrecería dinero para que cediera su parte y si se negaba entonces le haría saber que su vida iba a ser un infierno de ahora en adelante.
Darse cuenta que vivía en un barrio de m****a no era una sorpresa, pues por su vestimenta él había deducido que dinero no tenía, lo que la hacía mucho más peligrosa, sin embargo ver el edificio a punto de caer y rodeado de malandros si lo había hecho.
Activando la alarma del auto caminó directo hacia el destartalado, según la información la chica vivía en el cuarto piso, subió las escaleras lo más rápido que pudo y cuando llegó frente a la puerta 405 tocó a la puerta.
—¡Un momento!
Esperó a que la chica abriera, estaba dispuesto a cantarle sus verdades, sin embargo en el momento en que la puerta se abrió por completo y la silueta delgada y delicada de Maggie apareció vistiendo un pequeño short de ositos y una blusa de pijama del mismo motivo bastante desgastada se quedó sin palabras.
Maggie no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Nathaniel en toda su altura estaba viéndola desde el umbral viéndose igual de atractivo y temerario que el día anterior.
¿Cómo era posible que él supiera dónde vivía? Los nervios comenzaron a jugarle en contra, ella había pasado toda la noche pensando qué hacer y llegó a la conclusión que por su hijo iría al mismo infierno.
Así este sea una mansión elegante llena de alacranes.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Las palabras enojadas de la chica consiguieron sacar a Nathaniel de su aturdimiento y volviendo a fruncir el ceño miró el rostro agotado de la chica.
—Tu y yo vamos a hablar, Margaret Lewis.—Dijo sintiendo el enojo regresar a él.
En especial cuando la chica le dio su peor mirada y contestó.
—¿Disculpa? Yo no tengo nada que hablar contigo.
Ella intentó cerrar la puerta en sus narices, pero la mano de Nathaniel la sostuvo consiguiendo que esta se abriera del todo y que Maggie dejara salir un jadeo sorprendido.
Dio dos pasos dentro del apartamento, estaba furioso, esa chiquilla iba a tirarle la puerta en la cara ¡A él!. Sin embargo no estaba listo para ver en interior del apartamento.
El lugar no tenía una sola silla, mesa o adorno. Lo único que había era una desgastada mecedora y en un tapete de colores con algunos juguetes, lo que le hizo pensar que tal vez tenía una mascota.
—¿Cómo puedes vivir así? — Dijo, su voz más dura de lo que pretendía —Y no me refiero solo al edificio que es un basurero, ¿Dónde se supone que comes?
Las mejillas de Maggie se colorearon de rabia y vergüenza, él no era nadie para cuestionar, él no sabía todo lo que ella había tenido que pasar.
—Ese no es tu problema. Quiero que te vayas de mi casa, no tengo nada que hablar contigo.
Los ojos oscuros de Nathaniel estaban encendidos de rabia y frustración, esa chica era insoportable y él no pensaba aguantar más sus desplantes. Ella iba a escucharla si o si.
Sin embargo, antes de que pudiera dejar salir todo lo que tenía planeado el llanto estridente de un bebé llenó todo el lugar dejándolo de piedra. Sus ojos fueron de inmediato hacia el pasillo del vacío apartamento viendo como Maggie corría desesperada hacia allí.
Dos minutos después, la castaña salió llevando en brazos a un niño que no podía tener más de dos años y que se abrazaba a su cuello como si el mundo se le fuera en ello.
Esto era algo que él ni siquiera se había imaginado, ella se veía joven, muy joven y en su mano no había visto sortija de matrimonio, por lo que un hijo no era algo que se le hubiera ocurrido.
Pero si había un niño, entonces lo más seguro es que también hubiese un marido y eso podría complicar todo porque este podía ser un ambicioso de m****a.
—Eres madre— dijo, haciendo que tanto ella como el niño llevaran sus ojos hacia él.
Nathaniel vio como los ojitos grises del pequeño lo veían con curiosidad, mientras se aferraba con más fuerza a la chica.
—Tienes que irte— Maggie no quería que él o ninguno de ellos estuviera en la vida de su hijo, él no iba ser víctima de sus maltratos.
—¿Qué pasa? ¿Tu marido podría molestarse?
Las palabras frías y burlonas de Nathaniel golpearon en una herida que ella creía que ya había sanado, por lo que tragando saliva dijo en un susurro.
—No tengo marido, solo somos Dan y yo y no voy a repetir otra vez que te vayas.
Christopher vio a la chica frente a él, delgada, ojerosa y viviendo en pésimas condiciones y luego miró al niño en sus brazos, tenía las mejillas rosadas, su ropa se veía limpia y no había ningún signo de que estuviera enfermo.
No sabía porqué, pero no pudo decir nada de lo que tenía planeado, sin embargo algo dentro de su cabeza hizo click, una idea era descabellada y para nada honorable se formó en su mente, pero él no era un santo
—De acuerdo, solo quería decirte que debes ir mañana a la casa, la lectura no terminó y debemos estar todos. Además debes decidir qué pasará con lo que se te fue dado.
Maggie tragó en seco al escucharlo y sus ojos fueron a la carta en la mesita donde le decían que tenía 15 días para mejorar sus condiciones o le quitarían a Dan, antes de mirar nuevamente al imponente hombre frente a ella.
—Ahí estaré, ahora sal de aquí.
Nathaniel salió del edificio y se rio de sí mismo por tener que estar loco por este estúpido plan.
Haber ido nuevamente a casa de los Montgomery había sido una total pesadilla, sin embargo esa vez estaba preparada y gracias a Dios, la reunión fue mucho más corta que la anterior, pero igual de reveladora. Ese hombre, su padre, había pensado en Dan, en sus estudios. Había dividido el dinero que le dejó y metido una parte en un fideicomiso que solo se podría usar para los estudios de su niño. Por primera vez sintió nostalgia por no haberlo conocido, al menos para poder darle las gracias. Por otro lado también estaba sorprendida por el cambio de actitud que había mostrado Nathaniel. A diferencia de la primera vez, se ofreció a enseñarle la empresa al día siguiente, pues ese era otro de los condicionantes del testamento: para tener acceso a lo que le dejaron, debía aceptar su lugar en la empresa. Maggie no sabía qué era lo que tenía ese hombre que hacía que ella no pudiera alejar sus ojos de él, quizás se deba a que ella nunca había visto un hombre tan imponente y atractivo antes.
En la oficina de MINathaniel estaba ansioso por la llegada de Maggie a la empresa, el día anterior no había podido contarle nada a Mattias de lo que tenía planeado, porque luego de lo ocurrido con el imbécil aquel del restaurante él recibió una llamada de un cliente y había tenido que irse.Maggie también se había escabullido de él con rapidez, sin embargo ese día no iba a poder hacerlo, ya él se había encargado de tener todo listo para su llegada. Miró nuevamente el reloj de pulsera que llevaba, faltaban solo diez minutos para las 8 de la mañana. No podía negar que estaba nervioso, no por el hecho de verla, sino por comenzar su juego.Su juego de seducción. Él nunca había tenido que esforzarse con alguna mujer y mucho menos pensar en tener con ellas algo más allá de citas casuales y sexo, y ahora tenía que convertirse en el principie de esta mujer que además es madre soltera.Sin embargo la chiquilla no debía ser demasiado difícil. Nathaniel era un hombre de 33 años y ella todav
A eso de las 3 de la tarde a Nathaniel se le hizo imposible seguir en la empresa, necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre el tema de la chiquilla trabajando con él, así que llamó a Mattias y quedó de encontrarse en en el club social del que eran socios para un almuerzo tardío. Estaba necesitando con urgencia desahogarse con alguien que no fuera su madre, pues esta no dejaba de presionarlo para hacer desaparecer a Maggie de sus vidas. ¡Cómo si eso fuera sencillo! — Vaya, amigo, te ves de la mierd@— le dijo Mattias nada más verlo, y él dejó salir un resoplido irritado en su dirección. — Eso es porque me está llevando la mierd@. Nada más sentarse dejó salir un gruñido lleno de frustración. Su genio estaba más voluble de lo normal. — ¿Tu hermanastra sigue dandote problemas? Esta vez el gruñido que salió de él fue mucho más fuerte y la mirada de muerte que lanzó, advirtió a su amigo que su humor no estaba para bromas. — Vuelve a decir que es mi hermana y te juro que voy a
Hace mucho tiempo que Maggie no sabía lo que era tener tiempo libre. Desde hace dos años y medio, cuando tuvo que retirarse de la universidad al dar a luz y luego por el abandono del padre de su bebé y la muerte de su madre, solo se había dedicado a trabajar. Sin embargo, ese día tenía la tarde libre y aunque no había prácticamente nada en sus bolsillos, decidió tomar a su pequeño, abrir el coche, que casi parecía de juguete, y caminar hasta la heladería en la que hace tanto tiempo trabajó su madre. A pie el recorrido era de una hora y media, estaba guardando lo que tenía para poder regresar en transporte público, para su suerte su hijo solía disfrutar de las caminatas, mientras iba señalando todo lo que veía a su alrededor, hasta que finalmente consiguieron llegar. —¡Lelado, nani, lelado! Una sonrisa se formó en su rostro al ver la emoción de su hijo, pues aún con sus cortos dos años y medio conseguía recordar que este era el lugar al que al menos una vez al mes lo traía a come
Tener a Nathaniel sentado en la misma mesa que ella y su hijo, era algo totalmente irreal, ni siquiera sabía cómo debía actuar o de qué manera llamarlo. Todo era una locura. Entonces, como si sintiera la tensión que se formó en el ambiente, Dan golpeó la mesa con sus manitas llamando la atención de ambos en el instante. —¡Nani, lelado! —Oh, si si, el helado— dijo, antes de sonreír al niño y de inmediato volvió a tomar el pequeño monedero que había dejado en la mesa. Estaba a punto de ponerse en pie cuando la mano de Nathaniel la sostuvo del brazo y ella podía jurar que ahí donde él la estaba tocando su piel se había comenzado a calentar. —Yo puedo ir por los helados— dijo, y antes de que ella pudiera negarse agregó—Así el pequeño no se queda solo en la mesa y hace alguna travesura. Cómo si Dan pudiera saber de lo que hablaban, sonrió con sus pequeños dientes en dirección al castaño que al verlo le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño soltara un grito emocionado. Maggie asint
Eran las 6:45 de la mañana cuando Maggie llegó a la empresa, aunque se supone que su entrada era a las ocho, sin embargo ella estaba decidida a dar una buena imagen y quería mostrarle al CEO que no era una chiquilla como él la había llamado. Desde la noche anterior ella no podía sacarse la imagen de Nathaniel Montgomery de su mente y mucho menos ese beso atrevido que le había dado tan cerca de los labios. Dejando salir un suspiro, se detuvo en la entrada de la empresa y se cambió sus zapatos tenis por zapatillas, pues ese día también había tenido que irse caminando, debido a que el ogro de su ex jefe se negaba a pagarle la liquidación, así que debía ahorrar al máximo lo poquito le quedaba. Paso sus manos por el pantalón negro de vestir algo desgastado y alisó los pliegues de su blaser del mismo color antes de entrar. La misma chica de la vez anterior se encontraba tras el mostrador y al verla arrugó el gesto con la sonrisa más forzada que ella había visto en su vida, antes de salu
En el momento en que la madre de Nathaniel entra en la sala de juntas, todo el cuerpo de Maggie entra en tensión. No es un secreto que la mujer la detestaba por lo que no podía esperar nada bueno de esa visita. Se mantuvo con la cabeza en alto pero el corazón acelerado, sostenía firmemente las carpetas en sus manos mientras se enfrentaba a la madre de Nathaniel, Barbara Montgomery. La mujer, con su elegante porte y mirada despectiva, la miraba con desdén. La manera en que los ojos de Bárbara la veían con total desagrado hizo que inevitablemente se sintiera señalada. Ella sabía que su madre cometió un error al meterse con un hombre casado, pero ella no tiene la culpa de sus actos. —Mira nada más que linda escena —dijo la mujer y en cada palabra se sentía la rabia saliendo de ella. A su lado Nathaniel se puso en pie y dio un paso hacia su madre. Por el gesto en su rostro Maggie dedujo que no estaba muy contento por la visita. —¿Qué estás haciendo aquí, madre? La mujer dio una rápi
Maggie todavía se sentía disgustada por lo que había ocurrido ese día en la empresa, ella había ido con toda la intención de mostrar que podía encajar, cuando en menos de un minuto esa mujer se encargó de rebajarla y recordarle lo sola que estaba. Sin embargo, no pensaba rendirse. Si lo que esperaban era que decidiera renunciar a todo pues se quedarían esperando, porque por su hijo aguantaría hasta los castigos del infierno. Terminó de preparar el puré de ahuyama de Dan y caminó hacia al tapete acolchado donde el niño la esperaba. Eran las siete y media de la noche y él no mostraba ni siquiera una señal de sueño. —Muy bien, pequeño travieso es hora de comer— le dijo, sentándose a su lado y atrayendo de inmediato su atención. Dan le regaló una de esas sonrisas que la enloquecían y se acercó más para inclinarse en el plato, fue ahí cuando la sonrisa se borró al darse cuenta de lo que había. Vio como su naricita respingona se arrugó en disgusto, para luego darle una mirada molesta, a