En la oficina de MI
Nathaniel estaba ansioso por la llegada de Maggie a la empresa, el día anterior no había podido contarle nada a Mattias de lo que tenía planeado, porque luego de lo ocurrido con el imbécil aquel del restaurante él recibió una llamada de un cliente y había tenido que irse.
Maggie también se había escabullido de él con rapidez, sin embargo ese día no iba a poder hacerlo, ya él se había encargado de tener todo listo para su llegada.
Miró nuevamente el reloj de pulsera que llevaba, faltaban solo diez minutos para las 8 de la mañana.
No podía negar que estaba nervioso, no por el hecho de verla, sino por comenzar su juego.
Su juego de seducción.
Él nunca había tenido que esforzarse con alguna mujer y mucho menos pensar en tener con ellas algo más allá de citas casuales y sexo, y ahora tenía que convertirse en el principie de esta mujer que además es madre soltera.
Sin embargo la chiquilla no debía ser demasiado difícil. Nathaniel era un hombre de 33 años y ella todavía no llegaba a los 26, eso era pan comido.
Solo necesita hacer que se enamore de sí mismo y luego tomar la empresa firmemente en sus propias manos.
El intercomunicador de su oficina sonó y de inmediato una sonrisa de suficiencia se formó en su rostro.
—Bueno, al menos la niña es puntual— dijo, antes de contestar— Dime, Renata.
—Señor me informan desde la recepción que la señorita Margareth Lewis se encuentra aquí.
—Diles que la dejen pasar y luego haz que entre de inmediato a la oficina.
Maggie tenía los ojos muy abiertos mientras miraba la imponente empresa enfrente de ella.
Se trataba de nada más y nada menos que la empresa de Biotecnología y farmacéutica más importante de todo el país: BioGenTech. De hecho el remedio que el pediatra le había enviado a su niño para el asma era de este laboratorio.
—Señorita Lewis puede subir, piso 15 la oficina del fondo.
Por alguna razón Maggie sentía que la mujer la miraba con rabia y algo de recelo, pero decidió ignorarla, lo último que necesitaba era tener problemas en su primer día de trabajo, porque si bien el abogado dijo que ahora le pertenecía un porcentaje del lugar, ella no conseguía sentirse dueña de nada.
Mucho menos con su sencillo vestido pitillo blanco y su blazer del mismo color y sencillas zapatillas, lo único medianamente ejecutivo que tenía en su closet. Sin embargo había hecho un esfuerzo para verse bien.
Había recogido su cabello castaño en una cola alta y se había puesto un poco de maquillaje en su rostro, para tratar de dar una buena primera impresión.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso marcado, su boca se abrió tanto que por poco cae al suelo. El lugar era impresionante.
Tal como le indicaron caminó hasta el fondo y vio la única oficina del piso, donde afuera estaba un lindo escritorio y una señorita detrás de este.
—Margareth Lewis— dijo la pelirroja incluso antes de que ella hablara—, el señor Montgomery la espera dentro.
Con los nervios a mil, Margareth tragó saliva y se limpió el sudor de las manos en su vestido antes de tocar las enormes puertas dobles.
—Adelante— la voz grave y arrastrada de Nathaniel solo incrementaba sus nervios, pero sin demorarse más entró a la oficina.
No sabía qué era lo que estaba esperando encontrarse, pero en el momento en que ella entró en la oficina viéndose de la manera en que se veía, simplemente pudo aguantar la respiración mientras sus ojos repasaban cada una de sus curvas que resaltan a la perfección debajo de su vestido blanco.
Sus ojos barrieron desde sus piernas torneadas, su cintura pequeña y sus pechos firmes, hasta llegar a su rostro, donde ella, con sus ojos cafés brillantes y las mejillas sonrojadas lo miraba expectante.
—Buenos días, Maggie— le dijo, empleando el tono más amable que pudo y vio como ella tomó un respiro profundo y cerró sus manos en puños antes de volver a abrirlas.
—Ho- Hola, digo, buenos días.
Inevitablemente una media sonrisa se formó en su rostro al notar lo nerviosa que se encontraba y eso solo le hizo saber que seducirla sería pan comido.
Lentamente se puso en pie, siendo consciente de cómo los ojos de ella seguían cada uno de sus movimientos, y solo entonces caminó hacia donde estaba.
—¿Qué te parece si hoy te muestro la empresa?
Su voz ronca y arrastrada estaba causando estragos en el cuerpo de Maggie. Es que ella no sabía cómo era posible que se sintiera atraída por un tipo que hasta grosero había sido con ella, pero debía ser sincera nunca antes un hombre le había atraído tanto, ni siquiera el bastardo de Armando, su ex que la abandonó.
—Si, eso estaría perfecto.— Consiguió decir sin tartamudear y eso ya era un avance.
Nathaniel abrió la puerta para ella y luego vino el momento más incómodo de todos, cuando estuvieron juntos en el ascensor. Sus ojos se iban hacia donde él castaño se encontraba sin que los pudiera controlar.
En una de esas él la descubrió en el acto y sintió como sus mejillas se encendieron, haciendo que él sonriera. Gracias a Dios, las puertas se abrieron antes de que pudiera decir algo que hiciera más vergonzoso el momento.
Al bajarse miró con asombro el lugar a su alrededor, era un laboratorio y cada espacio estaba dividido por paredes de vidrio que permitían ver lo que sucedía dentro.
—Antes que nada— La voz de Nathaniel la hizo volver a verlo— ¿Conoces de la marca? ¿Sabes lo que hacemos?
Maggie asintió de inmediato en su dirección, mucho más tranquila de no estar en el aire.
—Si, son un laboratorio químico, realizan medicinas de todo tipo. — contestó como una estudiante a su profesor—De hecho las que le mandan a Dan son de aquí— dijo distraída— , y debo decir que no son nada económicas, de hecho…
Antes de seguir hablando, sus manos fueron a sus labios y sus ojos miraron de inmediato al hombre a su lado que la veía con el ceño levemente fruncido.
¿Económicas? ¿De verdad ella esperaba que el producto que se producía aquí fuera económico? Ellos no eran una empresa de caridad, invertimos los mejores ingredientes para tener el mejor resultado.
—Por supuesto que no lo son— contestó tratando de manejar su enojo—Nosotros realizamos un producto con excelentes estándares de calidad y costos elevados, lo que genera que el producto final tenga un valor consecuente a su elaboración.
La chica frente a él arrugó un poco el gesto al escucharlo, pero no dijo nada, lo que hizo que la chispa de molestia creciera en su interior.
— ¿Qué? Si tienes algo que decir, solo dilo.
Maggie estaba indignada con la respuesta que él le había dado, por lo que sin poder contenerse le dijo:
— Entiendo tu explicación, pero deberían pensar en la forma de que el producto sea más accesible para toda la ciudadanía.
La respuesta que él le dio la dejó helada.
— Eso no va a pasar, nuestra marca es exclusiva y quienes la adquieren es porque pueden darse el privilegio.
Ella no podía creer lo que estaba escuchando. Esa era la respuesta más fría e inhumana que le habían dado en toda su vida. Su hijo sufría cada mes por no poder tener siempre la medicina, ella debía partirse el lomo para conseguir el dinero y ellos simplemente piensan que es porque no está hecho para ellos.
— La salud no debería ser un privilegio exclusivo de la gente rica, la salud debería ser un derecho para todos.— la rabia que sentía se filtró en sus palabras pero a esas alturas no le importaba.
— Para el resto de personas está el seguro social— trató de defenderse Nathaniel, pero en el momento en que las palabras salieron de su boca, supo que no había dicho lo correcto.
La mirada de indignación que ella le lanzó fue como si él hubiera dicho el peor de los sacrilegios. Dios, tratar con esa niña estaba siendo peor de lo que él imaginó.
— Supongo que así es para la gente como tú— contestó ella.
Nathaniel estaba muy cerca de perder los papeles, el príncipe azul podía irse a la m****a.
— ¿Cómo es la gente como yo?— preguntó con los dientes apretados, sin embargo ella no se cortó ni un poco para darle la respuesta.
— Riquillos criados en cuna de oro que no han pasado necesidad ni un día de su vida, supongo que crear productos para gente igual de rica que tú debe ser facilísimo.
Sus palabras terminaron de acabar con la poca paciencia que tenía. Ella no era más que una niña que se creía que podía venir a juzgar a los demás y él no pensaba entrar en una discusión sin sentido.
— Tal vez lo sea y ahora tú también deberás venderle a esos riquillos, para eso estás aquí— dijo haciendo que ella cerrara la boca de inmediato.
Antes de que ella pudiera volver a decir algo, él agregó.
— Ahora andado, todavía queda mucho por ver.
El recorrido por la empresa fueron las tres horas más incómodas y traumáticas de toda la vida de Maggie. Nathaniel le hablaba únicamente para señalar lo más importante de la empresa y a pesar de todo, ella debía reconocer que la producción era impresionante.
No solo hacían medicinas, sino que además creaban todo tipo de prótesis en una tecnología que ella ni siquiera sabía que existía. Sin embargo, mantuvo esos comentarios solo para ella.
Al final se encontraban nuevamente en la imponente oficina.
— Muy bien, creo que por hoy ha sido suficiente — le dijo Nathaniel y ella de inmediato llevó sus ojos a él— Mañana podrás empezar a trabajar ahora que ya saber como y donde funciona cada cosa.
Maggie asintió en su dirección pero no se movió, todavía tenía no una, sino dos dudas rondando en su mente, él al ver que ella seguía de pie frente a su escritorio, elevo esos ojos negros en su dirección e inclino una ceja en pregunta.
— ¿Ocurre algo?
— Eh… yo quería saber dos cosas, bueno, más bien tres. La primera es si el trabajo será remunerado, no sé cómo funciona el tema de las acciones y el porcentaje.
Nathaniel tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para no gruñir. La sola mención de las acciones SUS acciones le hacía hervir la sangre.
— Por supuesto, recibirás tu pago a fin de mes, hoy te llegará el contrato a tu correo electrónico.
Entonces él extendió una hoja y un lapicero en su dirección. — Déjame tus datos completos.
Ella diligentemente llenó la información, pero seguía fija en su lugar.
Él estaba a punto de preguntar qué más era lo que quería cuando ella finalmente habló.
—Lo otro es... Bueno...—Maggie no sabía bien como decirlo asi simplemente dijo lo primero que se le vino a la mente— ¿Somos hermanos? Nosotros quiero decir...Nathaniel por poco se ahoga con su saliva al escucharla.—¡NO! Tú padre no era mi padre sino mi padrastro. No voy a decirte nada más de eso.Maggie tragó saliva y tuvo que quedarse con la duda antes de dejar salir su última pregunta.—¿En qué puesto voy a trabajar?
Lentamente una sonrisa se fue formando en los labios del castaño, pues esa era la pregunta que él estaba esperando.
— Como no conoces el trabajo en la empresa vas a empezar como mi asistente personal.
Los ojos de Maggie se abrieron como platos al escucharlo.
— ¿T-Tú asistente?
La sonrisa de Nathaniel se hizo aún más grande.
— Así es, ¿Hay algún problema?
— No, no…. ninguno. Nos vemos mañana.
Maggie dio media vuelto y salió de la oficina, siendo consciente que trabajar todos los días al lado de este hombre iba a terminar por volverla loca.
A eso de las 3 de la tarde a Nathaniel se le hizo imposible seguir en la empresa, necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre el tema de la chiquilla trabajando con él, así que llamó a Mattias y quedó de encontrarse en en el club social del que eran socios para un almuerzo tardío. Estaba necesitando con urgencia desahogarse con alguien que no fuera su madre, pues esta no dejaba de presionarlo para hacer desaparecer a Maggie de sus vidas. ¡Cómo si eso fuera sencillo! — Vaya, amigo, te ves de la mierd@— le dijo Mattias nada más verlo, y él dejó salir un resoplido irritado en su dirección. — Eso es porque me está llevando la mierd@. Nada más sentarse dejó salir un gruñido lleno de frustración. Su genio estaba más voluble de lo normal. — ¿Tu hermanastra sigue dandote problemas? Esta vez el gruñido que salió de él fue mucho más fuerte y la mirada de muerte que lanzó, advirtió a su amigo que su humor no estaba para bromas. — Vuelve a decir que es mi hermana y te juro que voy a
Hace mucho tiempo que Maggie no sabía lo que era tener tiempo libre. Desde hace dos años y medio, cuando tuvo que retirarse de la universidad al dar a luz y luego por el abandono del padre de su bebé y la muerte de su madre, solo se había dedicado a trabajar. Sin embargo, ese día tenía la tarde libre y aunque no había prácticamente nada en sus bolsillos, decidió tomar a su pequeño, abrir el coche, que casi parecía de juguete, y caminar hasta la heladería en la que hace tanto tiempo trabajó su madre. A pie el recorrido era de una hora y media, estaba guardando lo que tenía para poder regresar en transporte público, para su suerte su hijo solía disfrutar de las caminatas, mientras iba señalando todo lo que veía a su alrededor, hasta que finalmente consiguieron llegar. —¡Lelado, nani, lelado! Una sonrisa se formó en su rostro al ver la emoción de su hijo, pues aún con sus cortos dos años y medio conseguía recordar que este era el lugar al que al menos una vez al mes lo traía a come
Tener a Nathaniel sentado en la misma mesa que ella y su hijo, era algo totalmente irreal, ni siquiera sabía cómo debía actuar o de qué manera llamarlo. Todo era una locura. Entonces, como si sintiera la tensión que se formó en el ambiente, Dan golpeó la mesa con sus manitas llamando la atención de ambos en el instante. —¡Nani, lelado! —Oh, si si, el helado— dijo, antes de sonreír al niño y de inmediato volvió a tomar el pequeño monedero que había dejado en la mesa. Estaba a punto de ponerse en pie cuando la mano de Nathaniel la sostuvo del brazo y ella podía jurar que ahí donde él la estaba tocando su piel se había comenzado a calentar. —Yo puedo ir por los helados— dijo, y antes de que ella pudiera negarse agregó—Así el pequeño no se queda solo en la mesa y hace alguna travesura. Cómo si Dan pudiera saber de lo que hablaban, sonrió con sus pequeños dientes en dirección al castaño que al verlo le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño soltara un grito emocionado. Maggie asint
Eran las 6:45 de la mañana cuando Maggie llegó a la empresa, aunque se supone que su entrada era a las ocho, sin embargo ella estaba decidida a dar una buena imagen y quería mostrarle al CEO que no era una chiquilla como él la había llamado. Desde la noche anterior ella no podía sacarse la imagen de Nathaniel Montgomery de su mente y mucho menos ese beso atrevido que le había dado tan cerca de los labios. Dejando salir un suspiro, se detuvo en la entrada de la empresa y se cambió sus zapatos tenis por zapatillas, pues ese día también había tenido que irse caminando, debido a que el ogro de su ex jefe se negaba a pagarle la liquidación, así que debía ahorrar al máximo lo poquito le quedaba. Paso sus manos por el pantalón negro de vestir algo desgastado y alisó los pliegues de su blaser del mismo color antes de entrar. La misma chica de la vez anterior se encontraba tras el mostrador y al verla arrugó el gesto con la sonrisa más forzada que ella había visto en su vida, antes de salu
En el momento en que la madre de Nathaniel entra en la sala de juntas, todo el cuerpo de Maggie entra en tensión. No es un secreto que la mujer la detestaba por lo que no podía esperar nada bueno de esa visita. Se mantuvo con la cabeza en alto pero el corazón acelerado, sostenía firmemente las carpetas en sus manos mientras se enfrentaba a la madre de Nathaniel, Barbara Montgomery. La mujer, con su elegante porte y mirada despectiva, la miraba con desdén. La manera en que los ojos de Bárbara la veían con total desagrado hizo que inevitablemente se sintiera señalada. Ella sabía que su madre cometió un error al meterse con un hombre casado, pero ella no tiene la culpa de sus actos. —Mira nada más que linda escena —dijo la mujer y en cada palabra se sentía la rabia saliendo de ella. A su lado Nathaniel se puso en pie y dio un paso hacia su madre. Por el gesto en su rostro Maggie dedujo que no estaba muy contento por la visita. —¿Qué estás haciendo aquí, madre? La mujer dio una rápi
Maggie todavía se sentía disgustada por lo que había ocurrido ese día en la empresa, ella había ido con toda la intención de mostrar que podía encajar, cuando en menos de un minuto esa mujer se encargó de rebajarla y recordarle lo sola que estaba. Sin embargo, no pensaba rendirse. Si lo que esperaban era que decidiera renunciar a todo pues se quedarían esperando, porque por su hijo aguantaría hasta los castigos del infierno. Terminó de preparar el puré de ahuyama de Dan y caminó hacia al tapete acolchado donde el niño la esperaba. Eran las siete y media de la noche y él no mostraba ni siquiera una señal de sueño. —Muy bien, pequeño travieso es hora de comer— le dijo, sentándose a su lado y atrayendo de inmediato su atención. Dan le regaló una de esas sonrisas que la enloquecían y se acercó más para inclinarse en el plato, fue ahí cuando la sonrisa se borró al darse cuenta de lo que había. Vio como su naricita respingona se arrugó en disgusto, para luego darle una mirada molesta, a
—Hay mucho que aclarar aquí, pequeña Maggie. Nathaniel no podía alejar la mirada del rostro de Maggie que se encontraba recostada a la pared del ascensor, ella lo estaba viendo con sus ojos muy abiertos, entre sorprendidos y enojados viéndose totalmente tentadora. Podía notar como su pecho subía y bajaba dejando en evidencia lo nerviosa que estaba. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en las manos del abogado sobre la chiquilla y eso hacía que la sangre le hirviera, él no estaba haciendo todo esto para que viniera otro idiota y la enamorara. Así que sin poder contenerse se acercó mucho más a ella apoyando ambas manos a los lados de su cabeza, dejándola aprisionada contra su cuerpo. Desde esa distancia, podía notar los puntos verdes en sus ojos cafés e incluso ver las pecas que se regaban por su piel de porcelana. Sin embargo, la cercanía solo empeoró su situación porque entonces la sintió temblar debajo de él y estaba seguro que no era de miedo. Entonces su control se de
La tensión que había en la oficina era horrible. En especial porque su escritorio estaba instalado dentro de la enorme oficina que Nathaniel, quien cada pocos minutos le lanzaba miradas de muerte que ella luchaba por ignorar. Toda su atención estaba puesta en las carpetas de proyectos que diligentemente estaba clasificando, al tiempo que le dejaba apuntes con sus observaciones. Sin embargo, decidió que lo mejor era tomar algo de aire para liberar la tensión, porque de lo contrario terminaría diciendo algo que solo podría empeorar la situación, así que se puso en pie bajo la atenta mirada del hombre tras el escritorio, y tratando de ser lo más profesional posible le dijo: —Iré a la cafetería un momento, ¿Desea que le traiga un café? Su mirada se elevó apenas vio a la chiquilla ponerse en pie y cuando ella le habló como si nada hubiera pasado hace unas horas se quedó alucinando. Él no podía ser el único que estaba afectado por lo sucedido, pues dentro del maldito ascensor había vist