Bueno, bueno, ya Nathaniel ha hecho su primer movimiento ¿Creen que Maggie caiga facilmente? O podrá resistirse a los encantos del CEO? Si les está gustando no olviden dejar una reseña, eso significa mucho para mi. Pueden comentar el capitulo tambipen y con gusto les contestaré. Besooooos
Eran las 6:45 de la mañana cuando Maggie llegó a la empresa, aunque se supone que su entrada era a las ocho, sin embargo ella estaba decidida a dar una buena imagen y quería mostrarle al CEO que no era una chiquilla como él la había llamado. Desde la noche anterior ella no podía sacarse la imagen de Nathaniel Montgomery de su mente y mucho menos ese beso atrevido que le había dado tan cerca de los labios. Dejando salir un suspiro, se detuvo en la entrada de la empresa y se cambió sus zapatos tenis por zapatillas, pues ese día también había tenido que irse caminando, debido a que el ogro de su ex jefe se negaba a pagarle la liquidación, así que debía ahorrar al máximo lo poquito le quedaba. Paso sus manos por el pantalón negro de vestir algo desgastado y alisó los pliegues de su blaser del mismo color antes de entrar. La misma chica de la vez anterior se encontraba tras el mostrador y al verla arrugó el gesto con la sonrisa más forzada que ella había visto en su vida, antes de salu
En el momento en que la madre de Nathaniel entra en la sala de juntas, todo el cuerpo de Maggie entra en tensión. No es un secreto que la mujer la detestaba por lo que no podía esperar nada bueno de esa visita. Se mantuvo con la cabeza en alto pero el corazón acelerado, sostenía firmemente las carpetas en sus manos mientras se enfrentaba a la madre de Nathaniel, Barbara Montgomery. La mujer, con su elegante porte y mirada despectiva, la miraba con desdén. La manera en que los ojos de Bárbara la veían con total desagrado hizo que inevitablemente se sintiera señalada. Ella sabía que su madre cometió un error al meterse con un hombre casado, pero ella no tiene la culpa de sus actos. —Mira nada más que linda escena —dijo la mujer y en cada palabra se sentía la rabia saliendo de ella. A su lado Nathaniel se puso en pie y dio un paso hacia su madre. Por el gesto en su rostro Maggie dedujo que no estaba muy contento por la visita. —¿Qué estás haciendo aquí, madre? La mujer dio una rápi
Maggie todavía se sentía disgustada por lo que había ocurrido ese día en la empresa, ella había ido con toda la intención de mostrar que podía encajar, cuando en menos de un minuto esa mujer se encargó de rebajarla y recordarle lo sola que estaba. Sin embargo, no pensaba rendirse. Si lo que esperaban era que decidiera renunciar a todo pues se quedarían esperando, porque por su hijo aguantaría hasta los castigos del infierno. Terminó de preparar el puré de ahuyama de Dan y caminó hacia al tapete acolchado donde el niño la esperaba. Eran las siete y media de la noche y él no mostraba ni siquiera una señal de sueño. —Muy bien, pequeño travieso es hora de comer— le dijo, sentándose a su lado y atrayendo de inmediato su atención. Dan le regaló una de esas sonrisas que la enloquecían y se acercó más para inclinarse en el plato, fue ahí cuando la sonrisa se borró al darse cuenta de lo que había. Vio como su naricita respingona se arrugó en disgusto, para luego darle una mirada molesta, a
—Hay mucho que aclarar aquí, pequeña Maggie. Nathaniel no podía alejar la mirada del rostro de Maggie que se encontraba recostada a la pared del ascensor, ella lo estaba viendo con sus ojos muy abiertos, entre sorprendidos y enojados viéndose totalmente tentadora. Podía notar como su pecho subía y bajaba dejando en evidencia lo nerviosa que estaba. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en las manos del abogado sobre la chiquilla y eso hacía que la sangre le hirviera, él no estaba haciendo todo esto para que viniera otro idiota y la enamorara. Así que sin poder contenerse se acercó mucho más a ella apoyando ambas manos a los lados de su cabeza, dejándola aprisionada contra su cuerpo. Desde esa distancia, podía notar los puntos verdes en sus ojos cafés e incluso ver las pecas que se regaban por su piel de porcelana. Sin embargo, la cercanía solo empeoró su situación porque entonces la sintió temblar debajo de él y estaba seguro que no era de miedo. Entonces su control se de
La tensión que había en la oficina era horrible. En especial porque su escritorio estaba instalado dentro de la enorme oficina que Nathaniel, quien cada pocos minutos le lanzaba miradas de muerte que ella luchaba por ignorar. Toda su atención estaba puesta en las carpetas de proyectos que diligentemente estaba clasificando, al tiempo que le dejaba apuntes con sus observaciones. Sin embargo, decidió que lo mejor era tomar algo de aire para liberar la tensión, porque de lo contrario terminaría diciendo algo que solo podría empeorar la situación, así que se puso en pie bajo la atenta mirada del hombre tras el escritorio, y tratando de ser lo más profesional posible le dijo: —Iré a la cafetería un momento, ¿Desea que le traiga un café? Su mirada se elevó apenas vio a la chiquilla ponerse en pie y cuando ella le habló como si nada hubiera pasado hace unas horas se quedó alucinando. Él no podía ser el único que estaba afectado por lo sucedido, pues dentro del maldito ascensor había vist
Anonadado, así es como había quedado Nathaniel al ver como la chiquilla plantó con fuerza el café en su escritorio, por segunda vez en una semana, y sin darle una sola mirada más se había ido a su asiento. Pero es que ¿Quién entendía a las mujeres? Había reprendido a Roxana por haberla insultado y lo que recibía era una mala cara de su parte. Estaba a punto de preguntarle qué demonios era lo que le pasaba, cuando vio que tomó de su bolso un topper minúsculo y al abrirlo saco de ahí unas cuantas de lo que parecían ser galletas saladas y empezó a comerlas con pausa. —¿Qué se supone que estás haciendo?— preguntó llegando hasta su puesto que estaba al otro extremo del suyo. Él pudo haber pedido que le pusieran el escritorio al lado de Rebecca, la secretaria del piso, pero prefirió tenerla lo más cerca posible, ahora conociendo la realidad de su temperamento, no sabía si había sido una buena idea. La chiquilla frunció el ceño al escucharlo y le dio una mirada entre confundida y molest
“Era un hombre increíble” Esas palabras no habían dejado de repetirse en la mente de Maggie en las últimas 24 horas, pues aunque Nathaniel le había contado cómo su padre había sido alguien ejemplar para él, que lo crió como si fuera su hijo, ella no dejaba de pensar que a ella, que era su hija de sangre, la había abandonado. Él también le preguntó sobre su infancia y lo que sabía de su padre y fue muy sincera con su respuesta: No sabía nada. Su madre nunca le habló mal sobre su progenitor, ella le había dicho que había sido un amor fugaz y que nunca volvió a verlo y no le pudo decir que estaba embarazada, Maggie siempre creyó que su madre seguía esperando a ese hombre, ahora se daba cuenta que había mucho más de lo que ella pensaba. —Nani, aquí, nani. Llevó sus ojos hacia abajo y encontró a su pequeño cargando un pequeño bolso de animalitos que adentro tenía los dos libros de colorear que hace tiempo le había comprado. Luego miró más allá de él y sintió que su pecho dolía al dar
—Lo siento, Maggie, pero yo no puedo trasladarme a tu casa para cuidar al bebé— le dijo Becca, mientras que ella intentaba convencerla de que ahora incluso podía pagarle. —Yo pagaré tus transportes aparte del sueldo, lo prometo, ahora tengo un mejor empleo y podré remunerarte a fin de mes. La mujer la miró con tristeza y antes de que lo dijera, ya ella sabía que la respuesta sería negativa. —Cariño, ese no es el punto, ya sabes que mi mamá vive conmigo, es una mujer mayor, no puedo irme de aquí y dejarla, pero si puedes traer cada día a Daniel, entonces con gusto lo puedo seguir cuidando. Maggie dio una mirada a donde su pequeño estaba sentado en el suelo de la casa de Becca jugando con los legos que la vecina siempre tenía para él. Ella había decidido ir personalmente a hablar con ella, pues el día anterior no lo había podido hacer antes de irse y además de todo quería agradecerle, pues siempre la ayudó sin pedir nada a cambio. —De acuerdo, lo entiendo. Llevar a Dan cada día h