¡Hola, hola, cariñitos! Aquí les dejo el segundo capítulo de hoy, espero que lo hayan disfrutado, mañana regreso con más para ustedes y de corazón, MUCHAS GRACIAS POR LEER!!!
Esa mañana Maggie se levantó con más calma que lo habitual pues Nathaniel le había dicho que su hora de entrada sería más tarde ese día y que llevara a Daniel con ella, lo cuál la tenía más nerviosa que nunca, pues no sabía que estaría planeando el CEO. Sus ojos fueron de inmediato a donde el pequeño ya listo y arreglado coloreaba en el suelo. Daniel aunque se parecía mucho a ella, en especial en la naricita y los ojos grandes, también tenía mucho del hombre que la abandonó, en especial su cabello que, contrario al suyo, no era oscuro sino de un castaño tan claro que casi tiraba a rubio. Dando una última mirada a su hijo, se puso en pie y se fue a la cocina, lavó el pocillo y el plato que acababa de ensuciar y regresó a tomar al niño. —¿Nos mamos, nani? —Si bebé, ya nos vamos. ¿Recuerdas lo que hablamos? Debes portarte muy bien. El niño arrugó un poco su naricita respingona, pero de inmediato le dio una de sus sonrisas favoritas que hizo que ella le sonriera en respuesta. —Shi,
Los nervios estaban jugando una mala pasada en el cuerpo de Magguie, quien no dejaba de retorcer sus manos y sentía cómo su estómago se retorcía de solo pensar que tendría que volver a encontrarse con el hombre que fue su jefe. —¿N-No es mejor si consigo un abogado?— preguntó, ganándose una mirada ceñuda del imponente hombre a su lado. —Deja de preocuparte, te aseguro que mi método va a ser mucho más rápido y eficiente que cualquier abogado y contrario a ellos, no voy a cobrarte un solo dólar. Aunque el comentario estaba destinado a ser gracioso, ella solo podía sentir miedo y preocupación en esos momentos. —Es que… no lo conoces, va a estar furioso cuando me vea y puede…— su voz se fue haciendo más baja al recordar todas las humillaciones y faltas de respeto que tuvo que soportar por más de un año por parte de ese hombre. —¿Puede qué?— preguntó Nathaniel con voz dura—Chiquilla, ¿ese hombre te hizo algo? La sola pregunta consiguió que su corazón se quedara paralizado y los recuer
El día de la presentación del nuevo medicamento en el que llevaba trabajando más de un mes había llegado, Nathaniel había decidido que Maggie fuera su acompañante, no solo porque eso ayudaba a su plan, sino porque en las últimas dos semanas desde su llegada había aportado al proyecto más de lo que podría haber esperado. Ella, con las mejillas encendidas, había aceptado, por lo que ahora se encontraba vistiendo saco y corbata azul plomo, mientras la esperaba abajo de su edificio. Sin embargo, la chiquilla por primera vez estaba tardando y estaba a punto de llamarla cuando la puerta del edificio se abrió y él tuvo que retener la respiración al verla. Maggie sentía los nervios a flor de piel, era la primera vez en su vida que estaba usando un atuendo como ese, incluso comprarlo fue toda una aventura. El vestido era de seda en un tono gris plomo muy lindo. Se ajustaba a la perfección a su cuerpo y bajaba hasta los pies, sin embargo aunque en la parte de adelante era discreto, tenía un
Las palabras de su madre no habían dejado de repetirse ni un segundo en la mente.de Nathaniel. Él sabía que ella lo decía en serio y que por más que él le repitiera que se mantuviera al margen, no lo haría. Y era por eso que no había conseguido pegar ojo en toda la noche, se la pasó pensando que era lo que su madre podía estar tramando y aunque se suponía que lo que él buscaba era desaparecer a Maggie de su vida y la empresa, el solo pensamiento de que pudiera pasarle algo a ella o al pequeño hacia que una sensación desagradable se posara en su pecho. Por eso decidió, sin importar los arranques de su madre, seguir con su plan y llevarla a la cita que habían acordado, así de paso mantenía un ojo puesto en ella. Sin embargo, sabía que luego de lo ocurrido ayer, la chiquilla no se lo iba a poner fácil. Así que tuvo que tomar medidas más drásticas, tomando su celular llamó a la mejor floristería de Nueva York. —Gracias por comunicarse con Flower Paradise, ¿en qué podemos ayudarle? —
No sabía qué era lo que había pasado por su mente que la había llevado a aceptar la cita, pero toda la culpa se la atribuía al CEO y las maneras que tenía de desestabilizarla, porque lo cierto era que cada vez que él la besaba, incluso si solo la tocaba, se sentía como si todo lo demás dejara de existir. Dándose una última mirada al espejo, detalló el vestido volado que llevaba, dejaba sus clavículas y cuello al descubierto con un escote cruzado a los hombros y bajaba ajustado hasta su cintura para luego abrirse en volados hasta las rodillas. Era de un lindo azul marino y era un regalo del castaño. Nada más haber aceptado la cita, Nathaniel se fue con la excusa de preparar todo y tan solo quince minutos después el paquete con el vestido fue entregado en su puerta. Los nervios estaban bullendo en su interior al igual que la curiosidad, pues no podía negar que se moría de ganas de ver cuál era la sorpresa. Cuando su celular sonó, anunciando que él estaba abajo, tomó un respiro profund
Maggie estaba temblando desde los pies hasta la punta de la cabeza. Ella no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo una cita y las que tuvo no podían ni siquiera compararse con esto. Dio una ojeada a su mano, esa misma que estaba entrelazada con la de Nathaniel y lo único que podía pensar era ¿Qué significa esto? Ni siquiera terminaba de entender cuándo la atracción fue pasando a sentimientos, porque ya no podía negarlo, ella estaba desarrollando sentimientos por el castaño. Finalmente llegaron a la cubierta, la imponente ciudad se alzaba frente a ellos, estaban rodeados por la brisa marina y la cautivadora vista del puerto de Nueva York. Maggie se sentía confundida por los sentimientos que habían surgido en su interior hacia Nathaniel, pero también emocionada por la cita que él había organizado. Sin embargo, el miedo también se apoderaba de ella, recordando las heridas del pasado. Nathaniel llevó a Maggie hasta la baranda, y juntos se quedaron mirando el horizonte, entonces é
Estaba desesperada. No había otra manera de describir cómo se estaba sintiendo Maggie en esos momentos mientras su mente creaba miles de escenarios en los que su bebé se encontraba junto a una desconocida rumbo al hospital. Su mente no dejaba de recriminarle que no debía haber salido, ella debió estar en casa junto a Dan. Podía sentir como su labio inferior temblaba y el pecho le dolía de la misma ansiedad. —Todo va a estar bien, nena. Ya verás.—La voz de Nathaniel llegó hasta ella y cuando lo miró, se dio cuenta que él también estaba preocupado, aunque intentaba animarla. Maggie apretó sus labios con fuerza rezando internamente porque él tuviera razón, porque sino ella nunca se podría perdonar. —Por favor, acelera un poco Nathe— fue lo dijo y Nathaniel no dudó un solo segundo, antes de acelerar lo máximo permitido el auto. Cuando llegaron se bajó corriendo y fue directo a la entrada del hospital, su corazón latiendo rápidamente por la preocupación que sentía. Estaba desesperada p
No solo estaba molesto, estaba frustrado, sentía que con cada paso hacia adelante que daba con Maggie, luego retrocedía tres más. Y es que ¿Cómo iba a saber que los hospitales del seguro estaban tan mal? Su comentario nunca fue malintencionado, él simplemente estaba tratando de procurar lo mejor para el niño. Sin saber que hacer, pues le había mandado ya tres mensajes en la mañana a la chiquilla y lo ignoró magistralmente, decidió llamarla directamente para saber cómo estaba Dan. Pues la noche anterior casi no pudo pegar ojo pensando en cómo estaría el niño y seguía preocupado. Una timbrada, dos timbradas, tres timbradas y cuando creyó que ya no contestaría, su voz enojada llenó la línea. —Nathaniel. La voz sería de Maggie fue suficiente indicio para que él supiera que seguía enojada. —Maggie, te estado llamando todo el día para preguntar por el niño y disculparme, entiendo que… —No—Maggie seguía sintiendo el enojo a flor de piel, por eso lo había ignorado, pero se dio cuenta qu