Haber ido nuevamente a casa de los Montgomery había sido una total pesadilla, sin embargo esa vez estaba preparada y gracias a Dios, la reunión fue mucho más corta que la anterior, pero igual de reveladora.
Ese hombre, su padre, había pensado en Dan, en sus estudios. Había dividido el dinero que le dejó y metido una parte en un fideicomiso que solo se podría usar para los estudios de su niño.
Por primera vez sintió nostalgia por no haberlo conocido, al menos para poder darle las gracias.
Por otro lado también estaba sorprendida por el cambio de actitud que había mostrado Nathaniel.
A diferencia de la primera vez, se ofreció a enseñarle la empresa al día siguiente, pues ese era otro de los condicionantes del testamento: para tener acceso a lo que le dejaron, debía aceptar su lugar en la empresa.
Maggie no sabía qué era lo que tenía ese hombre que hacía que ella no pudiera alejar sus ojos de él, quizás se deba a que ella nunca había visto un hombre tan imponente y atractivo antes.
Cuando vio el letrero del restaurante enfrente de ella se dio cuenta de que había llegado con el tiempo demasiado justo. Muy cerca de estar retrasada, lo que no le hizo ni un poco de gracia a su jefe que no había demorado en insultarla y , como siempre, amenazarla con dejarla sin empleo.
—Más te vale que no se vuelva a repetir, linda Maggie, porque por mucho que me guste ver tu lindo trasero moviéndose de aquí para acá, no voy a dudar en sacarte a patadas.
El acoso había sido un agregado del último mes, antes simplemente eran maltratos verbales, y ella estaba muy cerca de llegar a su límite.
—No va a repetirse, señor Luján.
El tipo le dio una última mirada antes de finalmente dar media vuelta y regresar a su oficina.
Maggie tomó un respiro profundo para ahuyentar las enormes ganas de llorar que sentía y cuando pudo calmarse salió a atender.
El restaurante no era el más elegante ni mucho menos, pero debía admitir que la comida era muy buena, por lo que solían venir algunos clientes que se veían adinerados, uno en especial llevaba yendo ya unas semanas y siempre intentaba coquetearle.
Si su vida no fuera tan inestable, ella habría podido voltear a verlo, pues el hombre no estaba nada mal. No era tan atractivo como Nathaniel, claro, pero… ¡Un momento! ¿Qué hacía ella pensando en ese prepotente?
Sacudiendo la cabeza se obligó a borrar la imagen del castaño de su mente y simplemente ponerse a trabajar.
Llevaba ya casi medio día caminando de un lado a otro y podía sentir como el agotamiento comenzaba a hacerse presente, en especial porque su desayuno no fue más que una taza de café y galletas saladas, sin embargo todavía le faltaban unos 40 minutos para su descanso.
—Margaret, ha llegado una mesa en tu zona—Gina, una de sus compañeras de trabajo y tal vez la única persona que era su amiga, señaló con la cabeza hacia el lado que le tocaba a ella atender.
—En seguida voy.— tomó uno de los menús que había el barra y su libreta de pedidos antes
de caminar hacia la mesa.
Desde donde estaba pudo ver que se trataba precisamente del hombre adinerado que había empezado a ir seguido, lo que hizo que una pequeña sonrisa divertida se formara en su rostro.
Mientras se acercaba se fijó que parecía que iba acompañado de otro hombre más, pero no podía verlo bien, pues el restaurante estaba lleno y este estaba dándole la espalda.
Maggie aceleró el paso para evitar que su jefe la reprendiera y cuando llegó a la mesa esbozó su mejor sonrisa hacia el cliente habitual.
—Buenas tardes, es un gusto tenerlo nuevamente por aquí. Mi nombre es…
—¿Tú? — Esa voz… Maggie se quedó paralizada al escuchar aquella voz que ya había aprendido a diferenciar— ¿Qué estás haciendo tú aquí?
Lentamente giró su rostro encontrándose de frente a la mirada fría y penetrante de Nathaniel Montgomery.
No podía creerlo, de todos los lugares que Mattias podía llevarlo justo había atinado a que fuera el restaurante en el que esa chica trabajaba. Dios, él ni siquiera sabía que era mesera.
Estaba empezando a sentirse enojado, lo único que quería era relajarse por un momento y planear qué mierdas hacer para recuperar su empresa y justo terminó encontrando a la causante de sus problemas.
—Y-Yo trabajo aquí— respondió Maggie dando una leve mirada hacia atrás, lo que hizo que él hiciera lo mismo.
Había un tipo llegando a los 50 que no le quitaba la mirada de encima a Maggie. Cuando se fijó en el que él lo miraba le dio la sonrisa más falsa del mundo antes de alejar la vista.
—¿Se conocen?— la voz sorprendida de Mattias, hizo que él volviera a mirar a su amigo.
Nathaniel frunció el ceño ante la pregunta y respondió de la misma manera.
—¿La conoces tú?
—Soy la mesera que lo atiende cada vez que viene—la voz de Maggie hizo que ambos hombres la miraran—, si aún no saben que ordenar puedo regresar en un momento.
Antes de que ella pudiera alejarse la mano de Nathaniel fue directo a su brazo deteniéndola. Los ojos de Maggie estaban muy abiertos en sorpresa y algo que parecía miedo. No era como si él fuera a golpearla, solo estaba confundido.
—¿Qué haces trabajando en este lugar?
Maggie no entendía la pregunta, ¿es que acaso él pensaba que ella tenía una fortuna escondida en algún lugar? Por Dios, si él incluso estuvo en su apartamento.
—Pues lo acabas de decir, estoy trabajando. Algunas personas necesitamos hacerlo para vivir.— dijo, antes de sutilmente zafarse de su agarre.
Sus palabras parecieron enojar aún más al castaño que ahora tenía la quijada muy apretada mientras la veía. Ella dirigió entonces sus ojos a Mattias, que se había quedado mudo viendo la escena sin saber qué era lo que pasaba.
—¿Vas a querer el especial del día como siempre?
Sin embargo, antes de que pudiera contestar, el gruñido de Nathaniel se hizo presente, consiguiendo que todo el cuerpo de Maggie entrará en tensión.
—No te hagas la listilla conmigo, hoy mismo hemos quedado que empezabas mañana en la empresa, entonces ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Maggie arrugó un poco su nariz antes de contestar, porque aunque lo que él decía era cierto, ella no se atrevía a renunciar aún, pues no sabía cómo sería el pago en ese otro lugar.
Estaba a punto de decir precisamente eso, cuando sintió una presencia en su espalda y antes de siquiera voltear ya sabía de quién se trataba y que lo que vendría no sería bueno.
—Disculpen señores, ¿Están presentando algún problema con el servicio?
Nathaniel no pasó por alto la manera en que Maggie palideció al escuchar al tipo que seguramente era su jefe.
—No, ninguno. Maggie nos está enumerando los platos— ese fue Mattias.
Sin embargo, la pregunta no parecía haber ido dirigida a él, pues el hombre lo estaba viendo fijamente a él.
—No tenemos ningún problema.
El tipo asintió con su cabeza y dio una mirada a la chica que estaba más blanca que un papel, entonces Nathaniel vio como este puso la mano en la cintura de Maggie antes de decir.
—Yo los atenderé, espérame en la barra, querida.
Maggie tragó saliva y puso todo su esfuerzo en no demostrar lo asustada que estaba, pues sabía que el señor Luján no iba a dejarle pasar una sola.
Dando una última mirada a Nathaniel, que no le había quitado los ojos de encima, dio media vuelta y se dirigió hasta la barra, desde donde vio a su jefe tomar el pedido de ambos hombres antes de caminar hacia ella.
Sin embargo ella solo podía ver ese par de ojos negros que no dejaban de seguirla.
Y tal vez fue eso lo que hizo que la sorpresa fuera mayor cuando sintió como la mano de su jefe se apresó con mucha fuerza en su brazo y comenzó a tirar de ella hacia el pasillo donde estaba su oficina.
—¿Qu-Qué sucede?— su voz salió entrecortada y al ver que el hombre no respondía enterró los talones en el suelo frenando así sus pies.
Eso solo hizo que él se sintiera mucho más molesto, porque cuando se giró hacia ella, tenía el rostro encolerizado.
—Te dije que no te dejaría pasar una más— sin darle tiempo a responder, jaló nuevamente su brazo consiguiendo que ella dejara salir un jadeo de dolor.
Sin embargo, antes de que pudiera avanzar demasiado, una mano gruesa y varonil la tomó de la cintura, segundos antes de que la voz fría y demandante de Nathaniel llenara el lugar.
—Tiene dos segundos para quitar su mano de ella, o las cosas se van a poner muy feas.
Nathaniel no sabía qué era exactamente lo que lo había hecho levantarse y caminar hacia donde el tipo llevaba a Maggie, pero cuando vio la manera en que tiraba de ella a la fuerza, solo pudo actuar.
Los ojos del hombre lo miraban echado chispas.
—Señor, esta no es área autorizada para comensales, le agradezco que vuelva a su mesa.
—Y yo no pienso repetir que la suelte— dijo —A menos que quiera que levante una denuncia por maltrato laboral.
Maggie negó con rapidez al escuchar las palabras de Nathaniel, pero ya era demasiado tarde. Su jefe soltó su brazo y dándole una última mirada lasciva y llena de odio de dijo:
—¡Estás despedida!
Maggie se quedó paralizada en el lugar, sintiendo como su corazón se volaba un latido y sus ojos se llenaban de lágrimas, cuando sintió una mano empujar suavemente su espalda baja, solo entonces fue consciente de que Nathaniel seguía ahí.
Entonces, sintió toda su frustración salir disparada hacia él.
—¿Qué fue lo hiciste? ¡Necesito el trabajo!
Él gruñó nuevamente y acercando su rostro al suyo le dijo.
—Ya tienes un trabajo y te aseguro que soy mucho mejor jefe que ese pedazo de m****a.
En la oficina de MINathaniel estaba ansioso por la llegada de Maggie a la empresa, el día anterior no había podido contarle nada a Mattias de lo que tenía planeado, porque luego de lo ocurrido con el imbécil aquel del restaurante él recibió una llamada de un cliente y había tenido que irse.Maggie también se había escabullido de él con rapidez, sin embargo ese día no iba a poder hacerlo, ya él se había encargado de tener todo listo para su llegada. Miró nuevamente el reloj de pulsera que llevaba, faltaban solo diez minutos para las 8 de la mañana. No podía negar que estaba nervioso, no por el hecho de verla, sino por comenzar su juego.Su juego de seducción. Él nunca había tenido que esforzarse con alguna mujer y mucho menos pensar en tener con ellas algo más allá de citas casuales y sexo, y ahora tenía que convertirse en el principie de esta mujer que además es madre soltera.Sin embargo la chiquilla no debía ser demasiado difícil. Nathaniel era un hombre de 33 años y ella todav
A eso de las 3 de la tarde a Nathaniel se le hizo imposible seguir en la empresa, necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre el tema de la chiquilla trabajando con él, así que llamó a Mattias y quedó de encontrarse en en el club social del que eran socios para un almuerzo tardío. Estaba necesitando con urgencia desahogarse con alguien que no fuera su madre, pues esta no dejaba de presionarlo para hacer desaparecer a Maggie de sus vidas. ¡Cómo si eso fuera sencillo! — Vaya, amigo, te ves de la mierd@— le dijo Mattias nada más verlo, y él dejó salir un resoplido irritado en su dirección. — Eso es porque me está llevando la mierd@. Nada más sentarse dejó salir un gruñido lleno de frustración. Su genio estaba más voluble de lo normal. — ¿Tu hermanastra sigue dandote problemas? Esta vez el gruñido que salió de él fue mucho más fuerte y la mirada de muerte que lanzó, advirtió a su amigo que su humor no estaba para bromas. — Vuelve a decir que es mi hermana y te juro que voy a
Hace mucho tiempo que Maggie no sabía lo que era tener tiempo libre. Desde hace dos años y medio, cuando tuvo que retirarse de la universidad al dar a luz y luego por el abandono del padre de su bebé y la muerte de su madre, solo se había dedicado a trabajar. Sin embargo, ese día tenía la tarde libre y aunque no había prácticamente nada en sus bolsillos, decidió tomar a su pequeño, abrir el coche, que casi parecía de juguete, y caminar hasta la heladería en la que hace tanto tiempo trabajó su madre. A pie el recorrido era de una hora y media, estaba guardando lo que tenía para poder regresar en transporte público, para su suerte su hijo solía disfrutar de las caminatas, mientras iba señalando todo lo que veía a su alrededor, hasta que finalmente consiguieron llegar. —¡Lelado, nani, lelado! Una sonrisa se formó en su rostro al ver la emoción de su hijo, pues aún con sus cortos dos años y medio conseguía recordar que este era el lugar al que al menos una vez al mes lo traía a come
Tener a Nathaniel sentado en la misma mesa que ella y su hijo, era algo totalmente irreal, ni siquiera sabía cómo debía actuar o de qué manera llamarlo. Todo era una locura. Entonces, como si sintiera la tensión que se formó en el ambiente, Dan golpeó la mesa con sus manitas llamando la atención de ambos en el instante. —¡Nani, lelado! —Oh, si si, el helado— dijo, antes de sonreír al niño y de inmediato volvió a tomar el pequeño monedero que había dejado en la mesa. Estaba a punto de ponerse en pie cuando la mano de Nathaniel la sostuvo del brazo y ella podía jurar que ahí donde él la estaba tocando su piel se había comenzado a calentar. —Yo puedo ir por los helados— dijo, y antes de que ella pudiera negarse agregó—Así el pequeño no se queda solo en la mesa y hace alguna travesura. Cómo si Dan pudiera saber de lo que hablaban, sonrió con sus pequeños dientes en dirección al castaño que al verlo le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño soltara un grito emocionado. Maggie asint
Eran las 6:45 de la mañana cuando Maggie llegó a la empresa, aunque se supone que su entrada era a las ocho, sin embargo ella estaba decidida a dar una buena imagen y quería mostrarle al CEO que no era una chiquilla como él la había llamado. Desde la noche anterior ella no podía sacarse la imagen de Nathaniel Montgomery de su mente y mucho menos ese beso atrevido que le había dado tan cerca de los labios. Dejando salir un suspiro, se detuvo en la entrada de la empresa y se cambió sus zapatos tenis por zapatillas, pues ese día también había tenido que irse caminando, debido a que el ogro de su ex jefe se negaba a pagarle la liquidación, así que debía ahorrar al máximo lo poquito le quedaba. Paso sus manos por el pantalón negro de vestir algo desgastado y alisó los pliegues de su blaser del mismo color antes de entrar. La misma chica de la vez anterior se encontraba tras el mostrador y al verla arrugó el gesto con la sonrisa más forzada que ella había visto en su vida, antes de salu
En el momento en que la madre de Nathaniel entra en la sala de juntas, todo el cuerpo de Maggie entra en tensión. No es un secreto que la mujer la detestaba por lo que no podía esperar nada bueno de esa visita. Se mantuvo con la cabeza en alto pero el corazón acelerado, sostenía firmemente las carpetas en sus manos mientras se enfrentaba a la madre de Nathaniel, Barbara Montgomery. La mujer, con su elegante porte y mirada despectiva, la miraba con desdén. La manera en que los ojos de Bárbara la veían con total desagrado hizo que inevitablemente se sintiera señalada. Ella sabía que su madre cometió un error al meterse con un hombre casado, pero ella no tiene la culpa de sus actos. —Mira nada más que linda escena —dijo la mujer y en cada palabra se sentía la rabia saliendo de ella. A su lado Nathaniel se puso en pie y dio un paso hacia su madre. Por el gesto en su rostro Maggie dedujo que no estaba muy contento por la visita. —¿Qué estás haciendo aquí, madre? La mujer dio una rápi
Maggie todavía se sentía disgustada por lo que había ocurrido ese día en la empresa, ella había ido con toda la intención de mostrar que podía encajar, cuando en menos de un minuto esa mujer se encargó de rebajarla y recordarle lo sola que estaba. Sin embargo, no pensaba rendirse. Si lo que esperaban era que decidiera renunciar a todo pues se quedarían esperando, porque por su hijo aguantaría hasta los castigos del infierno. Terminó de preparar el puré de ahuyama de Dan y caminó hacia al tapete acolchado donde el niño la esperaba. Eran las siete y media de la noche y él no mostraba ni siquiera una señal de sueño. —Muy bien, pequeño travieso es hora de comer— le dijo, sentándose a su lado y atrayendo de inmediato su atención. Dan le regaló una de esas sonrisas que la enloquecían y se acercó más para inclinarse en el plato, fue ahí cuando la sonrisa se borró al darse cuenta de lo que había. Vio como su naricita respingona se arrugó en disgusto, para luego darle una mirada molesta, a
—Hay mucho que aclarar aquí, pequeña Maggie. Nathaniel no podía alejar la mirada del rostro de Maggie que se encontraba recostada a la pared del ascensor, ella lo estaba viendo con sus ojos muy abiertos, entre sorprendidos y enojados viéndose totalmente tentadora. Podía notar como su pecho subía y bajaba dejando en evidencia lo nerviosa que estaba. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en las manos del abogado sobre la chiquilla y eso hacía que la sangre le hirviera, él no estaba haciendo todo esto para que viniera otro idiota y la enamorara. Así que sin poder contenerse se acercó mucho más a ella apoyando ambas manos a los lados de su cabeza, dejándola aprisionada contra su cuerpo. Desde esa distancia, podía notar los puntos verdes en sus ojos cafés e incluso ver las pecas que se regaban por su piel de porcelana. Sin embargo, la cercanía solo empeoró su situación porque entonces la sintió temblar debajo de él y estaba seguro que no era de miedo. Entonces su control se de