A eso de las 3 de la tarde a Nathaniel se le hizo imposible seguir en la empresa, necesitaba urgentemente hablar con alguien sobre el tema de la chiquilla trabajando con él, así que llamó a Mattias y quedó de encontrarse en en el club social del que eran socios para un almuerzo tardío.
Estaba necesitando con urgencia desahogarse con alguien que no fuera su madre, pues esta no dejaba de presionarlo para hacer desaparecer a Maggie de sus vidas.
¡Cómo si eso fuera sencillo!
— Vaya, amigo, te ves de la mierd@— le dijo Mattias nada más verlo, y él dejó salir un resoplido irritado en su dirección.
— Eso es porque me está llevando la mierd@.
Nada más sentarse dejó salir un gruñido lleno de frustración. Su genio estaba más voluble de lo normal.
— ¿Tu hermanastra sigue dandote problemas?
Esta vez el gruñido que salió de él fue mucho más fuerte y la mirada de muerte que lanzó, advirtió a su amigo que su humor no estaba para bromas.
— Vuelve a decir que es mi hermana y te juro que voy a lanzarte por el balcón.
La incomodidad que sentía al pensarla como su hermana no estaba solo en el hecho de la historia que tenían, sino en que en más de una ocasión él se había encontrado detallando el cuerpo de la castaña de manera muy poco fraternal.
— De acuerdo, no estás para bromas, ya entendí— su amigo se acomodó en su asiento y lo miró con curiosidad— ¿Qué es lo que pasó ahora? No puede ser que la dulce Maggie te haya hecho algo.
Escuchar la familiaridad con que Mattias hablaba de Maggie le generó malestar. Lo último que él quería era tener a su amigo detrás de la chiquilla, eso arruinaría por completo su plan.
—¿Qué es lo que te traes con ella?— dijo sin más preámbulos, no era conocido por ser alguien que diera rodeos a las cosas— Parecías bastante familiarizado con ella ayer y hoy la estás defendiendo.
Su amigo al escucharlo se encogió de hombros como si la respuesta fuera la cosa más sencilla del mundo y él no la viera.
—Es atractiva— contestó con simpleza— De hecho, es más que atractiva, no soy ciego y si soy sincero pensaba invitarla a salir.
—¡Vas a sacar esa idea de tu mente! —sus palabras salieron enojadas y eso hizo que en el rostro de su amigo se formara una sonrisa y sus ojos lo vieran sorprendidos.
—Vaya, parece que el que está interesado en ella es otro.
—¡Deja de decir estupideces!— gruñó en su dirección—Necesito que te alejes para que mi plan no tenga errores.
Esa vez fue el turno de Mattias de fruncir el ceño, pues él todavía no le habían dicho de qué trataba su idea.
—¿Y me puedes explicar de una vez en qué consiste el supuesto plan?
—Voy a seducirla— contestó con simpleza— necesito que se enamore de mí al punto que decida cederme su parte de las acciones.
Su amigo lo estaba viendo como si se hubiera vuelto loco, pero tuvo que contenerse de decir algo porque en esos momentos un mesero dejó los aperitivos en su mesa, pero nada más retirarse fue a la carga.
—Nathe, eso no va terminar bien—el tono serio con que Mattias le habló no le gustó para nada.
Eso solo avivaba sus sospechas de que a su amigo le interesaba Maggie mucho más de lo que estaba diciendo.
—¿Por qué no lo haría? La he convertido en mi asistente, solo debo fingir que ella me interesa, llenarla de mimos como le gusta a las mujeres y en menos de dos meses tendré nuevamente el poder total de MI empresa.
—Para empezar tu nisiquiera sabes lo que es estar en una relación, llevas años sin estar en una—Eso no era mentira, pero Nathaniel no pensaba darle la razón— Además, ¿no crees que al pedirle las acciones de vuelta ella sospechará de que tu “amor” es pura mentira?
Aún había llegado a esos detalles, solo sabía que debía encontrar una muy buena excusa para que ella estuviera de acuerdo en dárselas.
—Ya encontraré la manera de decirlo, solo debo conocerla un poco más y así sabré cómo llegar a ella.
—O terminarás enamorado de la mesera— sentenció Mattias.
Nathaniel no pudo evitar la estruendosa carcajada que salió de él. Su amigo se había vuelto loco. Él no se enamoraba, él se divertía, complacía a las mujeres, disfrutaban de un excelente sexo, y luego no las volvía a ver
—Eso no va a pasar, yo no me enamoro.
—Siempre hay una primera vez y además no me vas a negar que la chica es hermosa.
Inconscientemente se encontró recreando la imagen de esa misma mañana cuando la vio.
Su piel cremosa, sus curvas resaltadas en ese vestido blanco, su cabello castaño atado en una cola alta y sus ojos, esos enormes ojos entre cafés y color aceituna que la hacían ver endemoniadamente sexy.
—Eso es solo un plus— dijo con una indiferencia que no era del todo real— Ya he estado con mujeres atractivas antes, solo debo buscar la forma de que se enamore y luego me de su parte.
—Siempre puedes casarte con ella— las palabras de Mattias lo dejaron congelado en su lugar. Su amigo se encogió de hombros antes de decir— Si se casan sus bienes serán tuyos y a ella puedes ponerla a firmar alguna cláusula prematrimonial.
Dos horas después entraba en la mansión familiar. Él tenía su propio apartamento de lujo, pero en algunas ocasiones se quedaba en la casa, desde la muerte de su padrastro había estado haciéndolo más seguido por su madre.
Aunque ha decir verdad ella no se veía demasiado dolida.
Alcanzó a llegar hasta la sala, cuando el repique de unos tacones se hizo notar y al girarse y ver el rostro arrugado en una mueca de molestia de su madre, supo que se venía una nueva discusión.
—¿Es cierto, Nathaniel?
—Todavía no he desarrollado ningún poder para leer la mente, madre, así que deberás ser más específica en tu pregunta.
La mueca de disgusto sólo se hizo más grande en el rostro de ella, pero eso era algo a lo que ya estaba acostumbrado. Su madre nunca había sido una mujer fácil de tratar, él no sabía como Edmund podía soportarla con tanta facilidad.
—Me refiero a que si es verdad que la muerta de hambre esa está yendo a la empresa.
No sabía cómo se había enterado con tanta rapidez, pero no debía sorprenderle, Barbara tenía una habilidad única para poner espías en todas partes.
—Lo es, hoy ha empezado y seguirá yendo hasta que pueda conseguir lo que necesito de ella.
Uno, dos tres…
—¿ES QUE TE HAS VUELTO LOCO?— Su madre lo está viendo con los ojos muy abiertos y el rostro enrojecido— ¡Lo único que tú necesitas de ella es que desaparezca!
Las palabras de su madre empezaron a picar en su interior, porque cualquiera que la oyera creería que le estaba pidiendo que cometiera un delito y él podía ser un hijo de puta completo, pero no de ese tipo.
—Y ¿cuál es tu idea de desaparecer madre? — dijo, sintiendo la rabia crecer cada vez más— Porque creo que debo recordarte ¡QUE YO NO SOY UN MALDITO ASESINO!
Su grito consiguió hacer que su madre enmudeciera, pero pudo notar que su enojo no había bajado ni siquiera un poco, en especial al notar que ella no parecía avergonzada o arrepentida por sus palabras.
—No te estoy pidiendo que la mates, pero hay otras formas de hacer que alguien desaparezca, ¿o es que acaso tu viste o supiste alguna vez de su madre?
Sus palabras fueron como una roca cayendo en medio de ellos. Él siempre supo que su madre era una mujer fría y calculadora, algo que podría ser una cualidad en el mundo empresarial, pero nunca pensó que sus alcances fueran tantos.
—¿Qué fue lo que hiciste?—preguntó con los dientes apretados.
Barbara no podía creer que su propio hijo estaba haciendole tal interrogatorio, como si aquello que ella había hecho hace tantos años no hubiese sido para procurar su bienestar y su futuro.
—Hice lo que tenía que hacer por mi familia— contestó con rabia, antes de agregar—, justo lo que tu deberías estar haciendo. ¿Es que no ves que acaba de llegar y ya nos está separando?
Las palabras de su madre fueron como una bofetada para él. No sabía en qué momento se había puesto a discutir con ella a causa de una desconocida, porque eso es lo que era Margareth Lewis.
—Tengo un plan— dijo entonces— , pero para conseguirlo debo tenerla cerca, por eso ella está yendo a la empresa. Voy a seducirla y conseguir las acciones de vuelta.
Barbara miró a su hijo con atención, él podía ser igual o incluso más frío y calculador que ella, pero sabía que en el fondo era demasiado blando y eso podía hacer que su plan se fuera al carajo.
—Ese plan puede salir mal de muchas maneras— le dijo— te estás olvidando que su madre era una jugadora, se metía con hombres casados, ¿Qué te hace pensar que ella no estará buscando seducirte a tí?
—No soy tan estupido para no darme cuenta si una mujer busca seducirme— contestó con enojo, cansándose del rumbo que estaba tomando esa conversación.
Barbara dejó salir un suspiro y fijando sus ojos en su hijo le dijo:
—Intenta no dejarte engatusar, porque entonces tendré que hacer las cosas a mi manera.
Sin querer escuchar una sola palabra más al respecto, dio media vuelta y así como entró salió de la casa con las mismas y se subió en su auto, manejó sin rumbo por unos minutos hasta que consiguió poco a poco calmarse.
Antes de darse cuenta, condujo hasta la heladería a la que su padrastro solía llevarlo cuando era niño.
El lugar no quedaba en un barrio adinerado, sino que estaba casi llegando a los inicios de Brooklyn, tenía una temática de los años 70 que solía encantarle cuando era niño y aún con el paso de los años la calidad seguía siendo la misma, por eso le encantaba.
Se bajó del auto y caminó directo hacia la puerta de entrada, sin embargo, nada más poner un pie dentro sintió como algo se estrelló contra sus piernas y al mirar hacia abajo se encontró viendo de frente un par de ojos traviesos y almendrados de un pequeño niño que se le hacía levemente familiar.
—¿Estás bien, amigo?
El niño parpadeó en su dirección sonriendo con travesura y se movió hacia la parte trasera de sus piernas sin dejar de agarrarlo, justo cuando un grito proveniente del fondo del lugar lo dejó paralizado.
—¡Daniel!
¡¡Hola, cariñitos!! Bienvenidas a esta nueva aventura junto a Maggie, Nathaniel y Dan. Espero que la novela sea de su agrado y si es así, no olviden votar, comentar, seguirme y dejar una reseña, eso me motiva a seguir escribiendo. Muchas gracias por leer!! BESOOOOOOS :) :)
Hace mucho tiempo que Maggie no sabía lo que era tener tiempo libre. Desde hace dos años y medio, cuando tuvo que retirarse de la universidad al dar a luz y luego por el abandono del padre de su bebé y la muerte de su madre, solo se había dedicado a trabajar. Sin embargo, ese día tenía la tarde libre y aunque no había prácticamente nada en sus bolsillos, decidió tomar a su pequeño, abrir el coche, que casi parecía de juguete, y caminar hasta la heladería en la que hace tanto tiempo trabajó su madre. A pie el recorrido era de una hora y media, estaba guardando lo que tenía para poder regresar en transporte público, para su suerte su hijo solía disfrutar de las caminatas, mientras iba señalando todo lo que veía a su alrededor, hasta que finalmente consiguieron llegar. —¡Lelado, nani, lelado! Una sonrisa se formó en su rostro al ver la emoción de su hijo, pues aún con sus cortos dos años y medio conseguía recordar que este era el lugar al que al menos una vez al mes lo traía a come
Tener a Nathaniel sentado en la misma mesa que ella y su hijo, era algo totalmente irreal, ni siquiera sabía cómo debía actuar o de qué manera llamarlo. Todo era una locura. Entonces, como si sintiera la tensión que se formó en el ambiente, Dan golpeó la mesa con sus manitas llamando la atención de ambos en el instante. —¡Nani, lelado! —Oh, si si, el helado— dijo, antes de sonreír al niño y de inmediato volvió a tomar el pequeño monedero que había dejado en la mesa. Estaba a punto de ponerse en pie cuando la mano de Nathaniel la sostuvo del brazo y ella podía jurar que ahí donde él la estaba tocando su piel se había comenzado a calentar. —Yo puedo ir por los helados— dijo, y antes de que ella pudiera negarse agregó—Así el pequeño no se queda solo en la mesa y hace alguna travesura. Cómo si Dan pudiera saber de lo que hablaban, sonrió con sus pequeños dientes en dirección al castaño que al verlo le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño soltara un grito emocionado. Maggie asint
Eran las 6:45 de la mañana cuando Maggie llegó a la empresa, aunque se supone que su entrada era a las ocho, sin embargo ella estaba decidida a dar una buena imagen y quería mostrarle al CEO que no era una chiquilla como él la había llamado. Desde la noche anterior ella no podía sacarse la imagen de Nathaniel Montgomery de su mente y mucho menos ese beso atrevido que le había dado tan cerca de los labios. Dejando salir un suspiro, se detuvo en la entrada de la empresa y se cambió sus zapatos tenis por zapatillas, pues ese día también había tenido que irse caminando, debido a que el ogro de su ex jefe se negaba a pagarle la liquidación, así que debía ahorrar al máximo lo poquito le quedaba. Paso sus manos por el pantalón negro de vestir algo desgastado y alisó los pliegues de su blaser del mismo color antes de entrar. La misma chica de la vez anterior se encontraba tras el mostrador y al verla arrugó el gesto con la sonrisa más forzada que ella había visto en su vida, antes de salu
En el momento en que la madre de Nathaniel entra en la sala de juntas, todo el cuerpo de Maggie entra en tensión. No es un secreto que la mujer la detestaba por lo que no podía esperar nada bueno de esa visita. Se mantuvo con la cabeza en alto pero el corazón acelerado, sostenía firmemente las carpetas en sus manos mientras se enfrentaba a la madre de Nathaniel, Barbara Montgomery. La mujer, con su elegante porte y mirada despectiva, la miraba con desdén. La manera en que los ojos de Bárbara la veían con total desagrado hizo que inevitablemente se sintiera señalada. Ella sabía que su madre cometió un error al meterse con un hombre casado, pero ella no tiene la culpa de sus actos. —Mira nada más que linda escena —dijo la mujer y en cada palabra se sentía la rabia saliendo de ella. A su lado Nathaniel se puso en pie y dio un paso hacia su madre. Por el gesto en su rostro Maggie dedujo que no estaba muy contento por la visita. —¿Qué estás haciendo aquí, madre? La mujer dio una rápi
Maggie todavía se sentía disgustada por lo que había ocurrido ese día en la empresa, ella había ido con toda la intención de mostrar que podía encajar, cuando en menos de un minuto esa mujer se encargó de rebajarla y recordarle lo sola que estaba. Sin embargo, no pensaba rendirse. Si lo que esperaban era que decidiera renunciar a todo pues se quedarían esperando, porque por su hijo aguantaría hasta los castigos del infierno. Terminó de preparar el puré de ahuyama de Dan y caminó hacia al tapete acolchado donde el niño la esperaba. Eran las siete y media de la noche y él no mostraba ni siquiera una señal de sueño. —Muy bien, pequeño travieso es hora de comer— le dijo, sentándose a su lado y atrayendo de inmediato su atención. Dan le regaló una de esas sonrisas que la enloquecían y se acercó más para inclinarse en el plato, fue ahí cuando la sonrisa se borró al darse cuenta de lo que había. Vio como su naricita respingona se arrugó en disgusto, para luego darle una mirada molesta, a
—Hay mucho que aclarar aquí, pequeña Maggie. Nathaniel no podía alejar la mirada del rostro de Maggie que se encontraba recostada a la pared del ascensor, ella lo estaba viendo con sus ojos muy abiertos, entre sorprendidos y enojados viéndose totalmente tentadora. Podía notar como su pecho subía y bajaba dejando en evidencia lo nerviosa que estaba. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en las manos del abogado sobre la chiquilla y eso hacía que la sangre le hirviera, él no estaba haciendo todo esto para que viniera otro idiota y la enamorara. Así que sin poder contenerse se acercó mucho más a ella apoyando ambas manos a los lados de su cabeza, dejándola aprisionada contra su cuerpo. Desde esa distancia, podía notar los puntos verdes en sus ojos cafés e incluso ver las pecas que se regaban por su piel de porcelana. Sin embargo, la cercanía solo empeoró su situación porque entonces la sintió temblar debajo de él y estaba seguro que no era de miedo. Entonces su control se de
La tensión que había en la oficina era horrible. En especial porque su escritorio estaba instalado dentro de la enorme oficina que Nathaniel, quien cada pocos minutos le lanzaba miradas de muerte que ella luchaba por ignorar. Toda su atención estaba puesta en las carpetas de proyectos que diligentemente estaba clasificando, al tiempo que le dejaba apuntes con sus observaciones. Sin embargo, decidió que lo mejor era tomar algo de aire para liberar la tensión, porque de lo contrario terminaría diciendo algo que solo podría empeorar la situación, así que se puso en pie bajo la atenta mirada del hombre tras el escritorio, y tratando de ser lo más profesional posible le dijo: —Iré a la cafetería un momento, ¿Desea que le traiga un café? Su mirada se elevó apenas vio a la chiquilla ponerse en pie y cuando ella le habló como si nada hubiera pasado hace unas horas se quedó alucinando. Él no podía ser el único que estaba afectado por lo sucedido, pues dentro del maldito ascensor había vist
Anonadado, así es como había quedado Nathaniel al ver como la chiquilla plantó con fuerza el café en su escritorio, por segunda vez en una semana, y sin darle una sola mirada más se había ido a su asiento. Pero es que ¿Quién entendía a las mujeres? Había reprendido a Roxana por haberla insultado y lo que recibía era una mala cara de su parte. Estaba a punto de preguntarle qué demonios era lo que le pasaba, cuando vio que tomó de su bolso un topper minúsculo y al abrirlo saco de ahí unas cuantas de lo que parecían ser galletas saladas y empezó a comerlas con pausa. —¿Qué se supone que estás haciendo?— preguntó llegando hasta su puesto que estaba al otro extremo del suyo. Él pudo haber pedido que le pusieran el escritorio al lado de Rebecca, la secretaria del piso, pero prefirió tenerla lo más cerca posible, ahora conociendo la realidad de su temperamento, no sabía si había sido una buena idea. La chiquilla frunció el ceño al escucharlo y le dio una mirada entre confundida y molest