*Maximov se apartó antes de perder la cabeza. Nadie más estaba en casa y Violeta había llegado hasta su cuarto buscando compañía. Una cosa llevó a la otra y acabaron retozando en la cama. —No puedo hacer esto, Violeta. —Recuperó la camiseta que ella le había sacado. —¿Acaso no te gusto? —¡Sí!... Me gustas mucho, pero deberíamos esperar a que seas mayor. —Ya tengo catorce. —Lo sé y las caricias y los besos están bien. Yo te respeto, Violeta y quiero cuidar de ti. —Yo creo que eres un cobarde. Buscaré a alguien que no lo sea. La niña se ordenó las ropas y salió, dejando a Maximov con la boca abierta. Jamás se había considerado un cobarde y lo atribuyó todo a la inmadurez de la muchacha. Pocos días después la sorprendió besándose con Vlad en la pérgola. —¡Vlad es el valiente al que encontraste! —le reclamó en la bodega de la cocina. —Es más valiente que tú. Ella intentó irse, Maximov se lo impidió. La acorraló en un rincón. —¡¿Te acostaste con él?! —¡No te lo diré, suéltame!
—Presentaré mi renuncia —eso fue lo primero que dijo Markus cuando Vlad le contó a dónde lo habían llevado sus recuperados recuerdos.Violeta estuvo frente a sus narices todo el tiempo.¿Cómo iba a despedirlo si era su mano derecha? Era sus dos manos y hasta su cabeza cuando se quedaba en blanco durante las crisis. Markus seguiría ayudándolo, ahora lo necesitaba más que nunca. —No sólo fuimos a la misma universidad, éramos compañeros —dijo Vlad—, pero ni siquiera recuerdo haber visto a Elisa antes de que llegara a la empresa. Markus le había conseguido un completo informe sobre su asistente. —Ha estado siempre junto a mí y yo buscándola como un loco. Parece una broma. Tengo ganas de lanzarme por la ventana. Lo único rescatable del brutal engaño era que Violeta seguía viva. Había dejado de ser quien era para sobrevivir. Ella lo había perdido todo. Era demasiado el daño que le habían hecho y él era el único que podía ayudarla. —Huele muy bien, quedará perfecto con el vino que traje
—¿Cómo ha estado él? —preguntó Vlad.Hablaba por teléfono sentado en su oficina.—Él ha estado muy bien, es un niño muy cortés e inteligente. Se ha adaptado sin problemas y ya ha hecho algunos amigos. Están fascinados con él y su telescopio. ¿Realmente era Ingen de quien ella hablaba? Vlad tenía dudas. Enviarlo a un internado había sido la mejor opción, debía cubrir todos los flancos. Si todavía quedaban cómplices de Igor en la mansión, no podía dejarlo solo con ellos y si Violeta tenía algo que ver tampoco la quería cerca de él. Vlad pidió hablar con el niño. "Ingen, tu hermano está al teléfono y quiere hablar contigo", oyó que dijo la mujer. "Debe haberse equivocado, yo no tengo ningún hermano", dijo Ingen. "Los dos están muertos".Vlad suspiró. —Lo lamento, él está ocupado ahora —le dijo ella. —Entiendo, no se preocupe. Cuídelo mucho, por favor. Recuerde que no debe recibir visitas. En cuanto la llamada finalizó, Violeta entró con una carpeta. —Este es el reporte de marketi
—Tal vez estás trabajando mucho —le dijo Vlad a Violeta. Ella últimamente se dormía nada más acababan de cenar. —Siempre he trabajado mucho —dijo ella, rodeando el escritorio del despacho. Se sentó frente a Vlad. —Será bueno que vayas al seminario, así aprovechas de relajarte y descansar. —Tú deberías ir conmigo —dijo Violeta, aflojándole el nudo de la corbata. Le quitó la prenda. Habría deseado pedirle que le atara las manos con ella, pero Vlad no estaba listo para eso aún. Ella era una dulce e inocente mujer ante sus ojos. Por otro lado, si empezaba con eso, tal vez ya no podría parar y acabaría lastimándolo. No quería lastimarlo. En qué difícil situación se hallaba ella, presa de tantos sentimientos enloquecedores. —Violeta, espera —le dijo Vlad cuando ella empezó a desabotonarle la camisa. —Ahora no estoy cansada ni ebria y tu presencia en este lugar es tan intensa, es como estar dentro tuyo. —¡Qué cosas dices, Violeta! —La terapeuta dijo que buscara lugares donde me sin
Extenuados y envueltos en batas, Sam y Vlad salieron del baño y fueron a la cama. Sam tocó la almohada que ella usaba, con nostalgia.—No he traído a Elisa aquí, Sam. Mi almohada de la NASA sigue siendo sólo tuya. Yo sí tengo moral, no como otras. Sam se hizo la loca. Arrepentirse de sus pecados no los borraba y tampoco estaba arrepentida, si se había divertido mucho con Caín. Y estaba soltera, no tenía que darle explicaciones a nadie. Su mano dejó la almohada y acarició el pecho de Vlad. Le abrió la bata, buscando la piel donde antes estaba el tatuaje. —¿Por qué te lo borraste? ¿Olvidaste a Violeta como me habías olvidado a mí? ¿O dejaste el lugar libre para poner el nombre de Elisa? Jaque mate. Con Sam no se podía conversar. —Intento pensar en el futuro, Sam. He estado diez años atrapado en el pasado. En eso pensaba ella también. Alcanzó su teléfono y tecleó.—Si vamos a trabajar juntos en descubrir la verdad, tendremos que estar comunicados. Necesitamos nombres en clave —dijo
—¡Te dije que la dejaras a un lado! —le dijo Sam a Caín. Se agachó para intentar recoger los restos de la guitarra favorita de su ídolo, destrozada por el impacto que una simple pregunta había causado en su dueño. —Déjala, yo me haré cargo —dijo él, jalándola del brazo. Ella regresaba de la supuesta salida con la supuesta amiga y empezaba a hacer preguntas de cosas que no tenía por qué saber. —¿A qué estás jugando, Sam? —¿Entonces es verdad? ¿El hijo de Ardelia era tuyo? No pudo ser de tu padre, como Vlad pensaba y tampoco era de Vlad, a él sólo le gustaban los postres que ella le preparaba. Caín sonrió. Era una sonrisa nerviosa, muy cercana a un arranque de ira. Sam confiaba en él, pero sabía que, de equivocarse, éste sería el preciso momento en que él dejaría ver su lado psicópata. Vincent aguardaba en el pasillo, pegado a la puerta, atento a cualquier ruido o grito de Sam. —¿Por qué quieres saberlo? —Porque Ken es mi amigo y esto le ha afectado mucho. La nerviosa sonrisa
Caín estaba a punto de vomitar, eso le habían causado las palabras de Sam en el hospital, relatando con tanto escabroso detalle el espantoso pasar de sus padres, uno prófugo y la otra loca. ¿Cómo iba a saber él que los estaban culpando de la muerte de Ardelia y de otra chica más? Ellos eran conservadores, anticuados y, tal vez, algo ridículos a veces, pero asesinos eso sí que no, si su padre adoraba a Ardelia.¿Quién era entonces ese asesino, aparentemente en serie, que acosaba a su familia? —Caín, si sabes algo debes decirlo —insistía Sam, con sus hermosos ojos brillantes.¿Decir qué? ¿Qué Violeta estaba viva y tenía oscuras inclinaciones hacia el sadismo? El que fuera algo parecido a una dominatrix no la volvía una asesina. Debía ser alguien más, eso deseaba creer con todas sus fuerzas. Sin embargo, ella había hecho una clara amenaza en contra de su fotógrafa. El asunto de los juguetes rotos lo había puesto a pensar y su cabeza estaba hecha un asco igual que su cara amoratada. Con
¿Podía el amor sanar a un corazón roto? Vlad estaba seguro de ello, es lo que Sam había hecho con el suyo. ¿Tendría también el amor la fuerza suficiente para restaurar una mente fracturada? Era lo que más deseaba creer.Lo deseó cuando, una noche, mientras Violeta dormía, registró su departamento con ayuda de Markus. Él sospechaba de ella, Vlad se resistía a creerlo. Violeta era una víctima más de la maldad de sus padres, no la victimaria, no el monstruo que tanto daño había hecho.Encontraron unas tijeras de jardinero y los viejos zapatos de la madre fallecida. Eran recuerdos tétricos. Quiso creer que ella amaba tanto a sus padres que se aferraba a lo único que tenía para recordarlos. Markus le dijo que había asesinos que coleccionaban recuerdos de sus víctimas, así que buscaron en el departamento algún otro recuerdo, sin éxito. Markus también dijo que, tal vez, los guardaba en otro lugar. La madre de Vlad estaba encerrada, su padre prófugo. La evidencia contra él era por evasión de