Extenuados y envueltos en batas, Sam y Vlad salieron del baño y fueron a la cama. Sam tocó la almohada que ella usaba, con nostalgia.—No he traído a Elisa aquí, Sam. Mi almohada de la NASA sigue siendo sólo tuya. Yo sí tengo moral, no como otras. Sam se hizo la loca. Arrepentirse de sus pecados no los borraba y tampoco estaba arrepentida, si se había divertido mucho con Caín. Y estaba soltera, no tenía que darle explicaciones a nadie. Su mano dejó la almohada y acarició el pecho de Vlad. Le abrió la bata, buscando la piel donde antes estaba el tatuaje. —¿Por qué te lo borraste? ¿Olvidaste a Violeta como me habías olvidado a mí? ¿O dejaste el lugar libre para poner el nombre de Elisa? Jaque mate. Con Sam no se podía conversar. —Intento pensar en el futuro, Sam. He estado diez años atrapado en el pasado. En eso pensaba ella también. Alcanzó su teléfono y tecleó.—Si vamos a trabajar juntos en descubrir la verdad, tendremos que estar comunicados. Necesitamos nombres en clave —dijo
—¡Te dije que la dejaras a un lado! —le dijo Sam a Caín. Se agachó para intentar recoger los restos de la guitarra favorita de su ídolo, destrozada por el impacto que una simple pregunta había causado en su dueño. —Déjala, yo me haré cargo —dijo él, jalándola del brazo. Ella regresaba de la supuesta salida con la supuesta amiga y empezaba a hacer preguntas de cosas que no tenía por qué saber. —¿A qué estás jugando, Sam? —¿Entonces es verdad? ¿El hijo de Ardelia era tuyo? No pudo ser de tu padre, como Vlad pensaba y tampoco era de Vlad, a él sólo le gustaban los postres que ella le preparaba. Caín sonrió. Era una sonrisa nerviosa, muy cercana a un arranque de ira. Sam confiaba en él, pero sabía que, de equivocarse, éste sería el preciso momento en que él dejaría ver su lado psicópata. Vincent aguardaba en el pasillo, pegado a la puerta, atento a cualquier ruido o grito de Sam. —¿Por qué quieres saberlo? —Porque Ken es mi amigo y esto le ha afectado mucho. La nerviosa sonrisa
Caín estaba a punto de vomitar, eso le habían causado las palabras de Sam en el hospital, relatando con tanto escabroso detalle el espantoso pasar de sus padres, uno prófugo y la otra loca. ¿Cómo iba a saber él que los estaban culpando de la muerte de Ardelia y de otra chica más? Ellos eran conservadores, anticuados y, tal vez, algo ridículos a veces, pero asesinos eso sí que no, si su padre adoraba a Ardelia.¿Quién era entonces ese asesino, aparentemente en serie, que acosaba a su familia? —Caín, si sabes algo debes decirlo —insistía Sam, con sus hermosos ojos brillantes.¿Decir qué? ¿Qué Violeta estaba viva y tenía oscuras inclinaciones hacia el sadismo? El que fuera algo parecido a una dominatrix no la volvía una asesina. Debía ser alguien más, eso deseaba creer con todas sus fuerzas. Sin embargo, ella había hecho una clara amenaza en contra de su fotógrafa. El asunto de los juguetes rotos lo había puesto a pensar y su cabeza estaba hecha un asco igual que su cara amoratada. Con
¿Podía el amor sanar a un corazón roto? Vlad estaba seguro de ello, es lo que Sam había hecho con el suyo. ¿Tendría también el amor la fuerza suficiente para restaurar una mente fracturada? Era lo que más deseaba creer.Lo deseó cuando, una noche, mientras Violeta dormía, registró su departamento con ayuda de Markus. Él sospechaba de ella, Vlad se resistía a creerlo. Violeta era una víctima más de la maldad de sus padres, no la victimaria, no el monstruo que tanto daño había hecho.Encontraron unas tijeras de jardinero y los viejos zapatos de la madre fallecida. Eran recuerdos tétricos. Quiso creer que ella amaba tanto a sus padres que se aferraba a lo único que tenía para recordarlos. Markus le dijo que había asesinos que coleccionaban recuerdos de sus víctimas, así que buscaron en el departamento algún otro recuerdo, sin éxito. Markus también dijo que, tal vez, los guardaba en otro lugar. La madre de Vlad estaba encerrada, su padre prófugo. La evidencia contra él era por evasión de
—No voy a lograrlo, Violeta… —balbuceó Vlad, desangrándose en el piso del silo.—Vlad… ¡Nunca te abandonaré, nunca! —juró Violeta. Al sonido del nuevo disparo le siguió un pitido ensordecedor unos instantes. El silo dio vueltas sobre él mientras el peso del cuerpo de Violeta se desplomaba sobre el suyo. La abrazó con todas las fuerzas que le quedaban. Si él moría primero, sus brazos endurecidos le impedirían acercarse a Sam. —Te mentí, Vlad... Yo arrojé a mi padre al pozo... Me lastimaba... Yo quería ser sólo tuya, él se adelantó... Se llevó la pureza... La belleza de las flores... Tenía vergüenza de que lo supieras... He estado muerta tanto tiempo, sólo contigo me sentía viva... ¿Me buscarás en la oscuridad cuando muera de verdad?—Sí, Violeta, yo te buscaré. Nunca te dejaré sola porque te amo... No importa lo que pase, siempre serás mi hermosa Violeta. La oyó suspirar y, sobre su pecho tembloroso, el corazón de Violeta dejó de latir. —¡Caín, por favor resiste! —rogaba Sam a poco
Vlad estaba sentado en el despacho de su padre. Sobre el escritorio había documentos de la empresa y folletos de universidades.—Debo buscar algo que hacer ahora que me dejaste sin trabajo —le dijo Tomken, con tono jocoso. Su división de las empresas ahora estaba en manos de INVERGROUP, como Vlad había acordado con Ken. —La presidencia es tuya, tú fundaste la empresa, soy yo el que no tiene nada que hacer allí —dijo Vlad, cogiendo uno de los folletos— ¿Te vas a poner a estudiar? —No, son para ti. Estudiaste lo que nosotros queríamos. Es momento de empezar a hacer lo que tú quieres. Ni en sus mejores sueños habría creído Vlad que escucharía a su padre decir algo así. Le parecía sospechoso. Debía ser por la costumbre de creer que todo era una trampa. Sería difícil dejar atrás esos hábitos. —La astronomía me gustaba, pero no sé si quiera hacer eso. Podría comenzar a indagar en el área. —Hazlo. Me haré cargo de las empresas mientras tanto. Tu oficina estará disponible por si decides
—¿Markus no irá? —preguntó Ingen, sentado en el puesto de copiloto. No se había resistido al secuestro. Era pequeño y saldría perdiendo si Vlad usaba la fuerza para someterlo. Cooperaría esperando el momento perfecto para escapar. —No. Ha trabajado mucho y le di unas vacaciones —dijo Vlad, encendiendo el motor. Perfecto, el sádico no quería testigos. Y tampoco necesitaba ayuda, si él era tan chiquito y fácil de matar. Apretó los puños, con impotencia. —Sólo seremos tú, yo y el cielo —agregó Vlad. —¡¿Me vas a matar?! Tal vez Vlad ya se había acostumbrado a tener un hermano muerto y quería llenar el vacío que el resucitado Maximov había dejado. —Por al menos unos días quiero que olvidemos esa palabra, Ingen. No quiero más muerte sino todo lo contrario. Ingen se ajustó el cinturón de seguridad, rogando para que el tiempo pasara rápido. El auto que usaban era un todoterreno, ideal para perderse en medio de la nada. Hasta allá sospechó que iban cuando en la carretera fueron dejando
*Caín bebía a lentos sorbos el desabrido jugo que le daban en el hospital, luego de acabarse lo que parecía un puré de papas. Esperaba salir pronto de allí para comer algo menos deprimente. Decían que la comida podía curar y eso necesitaba él, que estaba a la deriva, como si el piso bajo sus pies se hubiera desvanecido, como si fuera un condenado a muerte, como si ya no le quedara ninguna razón para vivir. A veces, en la oscuridad de la noche, deseaba haber muerto junto a Violeta. Por la tarde tuvo una visita. —Ingen, ¡Qué sorpresa! El niño, con una seria expresión, acomodó una silla junto a la camilla. —Aunque te hayas cambiado el nombre, sigues siendo un Sarkov, sigues siendo un mentiroso —dijo el niño. Caín suspiró. —Aún eres pequeño, no espero que lo entiendas. —Ni quiero entenderlo, es asunto tuyo. Pensé que Vlad era el peor hermano y de pronto apareces tú. —Yo no te he hecho nada malo, Ingen. Apenas y me conoces. —Exacto, para mí no existes, yo hablo de Vlad. Eras su h