—¿Markus no irá? —preguntó Ingen, sentado en el puesto de copiloto. No se había resistido al secuestro. Era pequeño y saldría perdiendo si Vlad usaba la fuerza para someterlo. Cooperaría esperando el momento perfecto para escapar. —No. Ha trabajado mucho y le di unas vacaciones —dijo Vlad, encendiendo el motor. Perfecto, el sádico no quería testigos. Y tampoco necesitaba ayuda, si él era tan chiquito y fácil de matar. Apretó los puños, con impotencia. —Sólo seremos tú, yo y el cielo —agregó Vlad. —¡¿Me vas a matar?! Tal vez Vlad ya se había acostumbrado a tener un hermano muerto y quería llenar el vacío que el resucitado Maximov había dejado. —Por al menos unos días quiero que olvidemos esa palabra, Ingen. No quiero más muerte sino todo lo contrario. Ingen se ajustó el cinturón de seguridad, rogando para que el tiempo pasara rápido. El auto que usaban era un todoterreno, ideal para perderse en medio de la nada. Hasta allá sospechó que iban cuando en la carretera fueron dejando
*Caín bebía a lentos sorbos el desabrido jugo que le daban en el hospital, luego de acabarse lo que parecía un puré de papas. Esperaba salir pronto de allí para comer algo menos deprimente. Decían que la comida podía curar y eso necesitaba él, que estaba a la deriva, como si el piso bajo sus pies se hubiera desvanecido, como si fuera un condenado a muerte, como si ya no le quedara ninguna razón para vivir. A veces, en la oscuridad de la noche, deseaba haber muerto junto a Violeta. Por la tarde tuvo una visita. —Ingen, ¡Qué sorpresa! El niño, con una seria expresión, acomodó una silla junto a la camilla. —Aunque te hayas cambiado el nombre, sigues siendo un Sarkov, sigues siendo un mentiroso —dijo el niño. Caín suspiró. —Aún eres pequeño, no espero que lo entiendas. —Ni quiero entenderlo, es asunto tuyo. Pensé que Vlad era el peor hermano y de pronto apareces tú. —Yo no te he hecho nada malo, Ingen. Apenas y me conoces. —Exacto, para mí no existes, yo hablo de Vlad. Eras su h
—Todavía no puedo creer que hayas aceptado venir —dijo Evan, mientras conducía el auto hacia el lugar de la fiesta. —Mi terapeuta insistió —dijo Vlad—. Estaré lo que aguante. Si la música está muy fuerte, me largo. Si hay mucha gente, me largo. Si me aburro, me largo.Él se tomaba su terapia muy en serio. Hace poco habían iniciado sesiones grupales. Todos los Sarkovs estaban allí, había sido idea de Eva. En eso la muchacha se parecía a Sam. Tenía ese afán de arreglar lo que estaba roto a cualquier costo. Y Maximov estaba tan roto como él, pero de un modo diferente, más patético. Vlad amaba a Violeta, pero comprendía que ella no había estado bien, y el amor que le tenía se había ido con ella. Luego, cuando creyó que ya no podría amar a nadie más, apareció Rose, el amor de su vida. Antonella también fue el amor de su vida y luego lo fue Sam. ¿Habrían sido vidas diferentes? Considerando su pasado de amnesia, eso era muy probable. Llevaba varios días pensando si podría encontrar a alguie
El yate surcaba sereno el mar azul, trazando una suave estela en sus aguas. Anya II se llamaba porque la primera era la que vivía en el corazón de Tomken. Su amada esposa jamás sabría que hubo otra Anya, más específicamente "Anyita", un magnífico ejemplar que lo había hecho ganar varios millones en las carreras y en cuyo honor había bautizado al yate comprado con parte de dichas ganancias. Su esposa siempre pensaría que se debía a ella, así tenía que ser. Tomken bebió un sorbo más de su whisky y miró a sus hermosos hijos: Vlad y Maximov sentados en la proa e Ingen jugando con su perro junto a ellos. Una suave melodía armonizaba la jornada. Las dulces notas brotaban de una guitarra.—Esto es muy sencillo, no tiene nada de espectacular —decía Vlad que, con sus dedos, hacía ronronear al instrumento. Habían bastado unas cuantas lecciones para que él aprendiera. Caín reprimía las ganas de arrebatarle la guitarra y partírsela en la cabeza. —Una cosa es tocar bien y otra es hacerlo con p
La sonrisa a Sam no se le borraba de la cara, ya hasta le dolían las mejillas. Dos años había pasado sin ver a Vlad, creyendo que todo había quedado atrás, pero con la secreta esperanza de que, algún día, él podría ir por ella. Y ese día por fin había llegado.Y llegaba con Vlad más sexy y encantador que nunca. Y llegaba con los colchones arruinados y las bolas chinas. Y llegaba con su perversidad enloquecedora. Ya no había que darle más vueltas al asunto, era él o ninguno, así de simple. Estuvo claro desde el principio de todos modos. —No sé cómo pude aguantar dos años sin esto... Pude haber muerto de inanición sexual, se me pudieron marchitar los testículos o atrofiar el pene —decía él, sin aliento en la cama. Luego del encuentro en la playa, habían ido al departamento de Sam a ponerse al día. Ella reía a carcajadas. El dramatismo de Vlad era realmente refrescante. —¿No pudiste estar con ninguna otra mujer o no quisiste? —preguntó ella, enarcando una ceja. —No pude, Sam. Lo i
—Ya estoy preparado por si tu padre intenta matarme —dijo Vlad, inhalando y exhalando profundamente. Él y Sam acababan de regresar al país y ya estaban en la casa de la abuela, para su cumpleaños. Sería uno muy diferente para Vlad. Ahora no era un don nadie como la primera vez, ahora tenía un pasado oscuro con el que lidiaría por siempre. —Papá no hará eso, es un hombre pacífico. Además, ya está enterado de lo ocurrido, no tiene nada contra ti. —Entre tu optimismo y mi pesimismo supongo que logramos un equilibrio perfecto —dijo Vlad. Luego de besarse por fin entraron. El primero en saludarlos fue el tío Fredo. El hombre llegó muy sonriente a estrechar la mano de Vlad, como si fueran grandes amigos. —Es increíble que alguien con tan buen ojo como tú haya terminado con una pendenciera como mi sobrina. Te irás a pérdida, Vlad —le dijo el tío, que era todo risas. —Me gustan los desafíos —aseguró Vlad—. Además, tengo dinero suficiente como para darme el lujo de sustentar a Sam y tod
Sentado una vez más a la horrorosa mesa de la familia de Sam, Vlad sonreía. La pandilla de la abuela se había ido y el enojo por el agravio se había diluido. Eran viejas y debían aprovechar el tiempo que les quedaba. Morirían pronto, eso lo llenaba de paz. A la abuela de Sam la perdonaba sólo porque era de la familia y, si ellos continuaban su noviazgo, pasaría a ser su familia. Y también moriría pronto. Eso le daba más paz todavía.En cuanto a Sam, comía a su lado muy tranquila, demasiado como para tener en frente al que casi fue su esposo. Imaginó que debían haber estado juntos mucho tiempo para llegar a tomar la decisión de casarse. Ahora lamentaba no haberla dejado hablarle del infeliz. —Vlad, tengo un negocio excelente que proponerte —dijo Vicente. —Claro, podemos hablarlo luego. Los negocios y la familia no eran una buena combinación, pero Vlad tenía demasiado dinero como para importarle. —Así que tu ídolo se casó, Sam. Debes estar de muerte —comentó Liliana. Por supuesto
"¿Quieres que hagamos nuevos recuerdos juntos?"Esa fue la pregunta con la que comenzaría la nueva vida de Sam y Vlad. Los nuevos recuerdos nunca estaban de más, sobre todo si eran tan deliciosamente perversos como los que ellos hacían.Terminado el cumpleaños de Ingen y sumando al festejo el compromiso, ellos se retiraron a descansar. "Descansar" en realidad, porque se dedicaron a gastar energías en vez de preservarlas. Había toda una colección de juguetes que Vlad debía estrenar con Sam. Las bolas chinas tenían ahora toda una familia compuesta por artilugios diabólicos y los aliados se habían multiplicado. Tendrían que dosificar para que su futuro matrimonio no se volviera monótono. —¿Vamos a vivir aquí? —preguntó Sam. Ella nunca tuvo una casa, un lugar al que llegar y que pudiera llamar "su hogar". Se la pasaba de hotel en hotel, dependiendo del clima o la temporada y siempre le hizo falta donde echar raíces. Vlad, en cambio, luego de cada una de sus fugas, siempre acababa regre