El yate surcaba sereno el mar azul, trazando una suave estela en sus aguas. Anya II se llamaba porque la primera era la que vivía en el corazón de Tomken. Su amada esposa jamás sabría que hubo otra Anya, más específicamente "Anyita", un magnífico ejemplar que lo había hecho ganar varios millones en las carreras y en cuyo honor había bautizado al yate comprado con parte de dichas ganancias. Su esposa siempre pensaría que se debía a ella, así tenía que ser. Tomken bebió un sorbo más de su whisky y miró a sus hermosos hijos: Vlad y Maximov sentados en la proa e Ingen jugando con su perro junto a ellos. Una suave melodía armonizaba la jornada. Las dulces notas brotaban de una guitarra.—Esto es muy sencillo, no tiene nada de espectacular —decía Vlad que, con sus dedos, hacía ronronear al instrumento. Habían bastado unas cuantas lecciones para que él aprendiera. Caín reprimía las ganas de arrebatarle la guitarra y partírsela en la cabeza. —Una cosa es tocar bien y otra es hacerlo con p
La sonrisa a Sam no se le borraba de la cara, ya hasta le dolían las mejillas. Dos años había pasado sin ver a Vlad, creyendo que todo había quedado atrás, pero con la secreta esperanza de que, algún día, él podría ir por ella. Y ese día por fin había llegado.Y llegaba con Vlad más sexy y encantador que nunca. Y llegaba con los colchones arruinados y las bolas chinas. Y llegaba con su perversidad enloquecedora. Ya no había que darle más vueltas al asunto, era él o ninguno, así de simple. Estuvo claro desde el principio de todos modos. —No sé cómo pude aguantar dos años sin esto... Pude haber muerto de inanición sexual, se me pudieron marchitar los testículos o atrofiar el pene —decía él, sin aliento en la cama. Luego del encuentro en la playa, habían ido al departamento de Sam a ponerse al día. Ella reía a carcajadas. El dramatismo de Vlad era realmente refrescante. —¿No pudiste estar con ninguna otra mujer o no quisiste? —preguntó ella, enarcando una ceja. —No pude, Sam. Lo i
—Ya estoy preparado por si tu padre intenta matarme —dijo Vlad, inhalando y exhalando profundamente. Él y Sam acababan de regresar al país y ya estaban en la casa de la abuela, para su cumpleaños. Sería uno muy diferente para Vlad. Ahora no era un don nadie como la primera vez, ahora tenía un pasado oscuro con el que lidiaría por siempre. —Papá no hará eso, es un hombre pacífico. Además, ya está enterado de lo ocurrido, no tiene nada contra ti. —Entre tu optimismo y mi pesimismo supongo que logramos un equilibrio perfecto —dijo Vlad. Luego de besarse por fin entraron. El primero en saludarlos fue el tío Fredo. El hombre llegó muy sonriente a estrechar la mano de Vlad, como si fueran grandes amigos. —Es increíble que alguien con tan buen ojo como tú haya terminado con una pendenciera como mi sobrina. Te irás a pérdida, Vlad —le dijo el tío, que era todo risas. —Me gustan los desafíos —aseguró Vlad—. Además, tengo dinero suficiente como para darme el lujo de sustentar a Sam y tod
Sentado una vez más a la horrorosa mesa de la familia de Sam, Vlad sonreía. La pandilla de la abuela se había ido y el enojo por el agravio se había diluido. Eran viejas y debían aprovechar el tiempo que les quedaba. Morirían pronto, eso lo llenaba de paz. A la abuela de Sam la perdonaba sólo porque era de la familia y, si ellos continuaban su noviazgo, pasaría a ser su familia. Y también moriría pronto. Eso le daba más paz todavía.En cuanto a Sam, comía a su lado muy tranquila, demasiado como para tener en frente al que casi fue su esposo. Imaginó que debían haber estado juntos mucho tiempo para llegar a tomar la decisión de casarse. Ahora lamentaba no haberla dejado hablarle del infeliz. —Vlad, tengo un negocio excelente que proponerte —dijo Vicente. —Claro, podemos hablarlo luego. Los negocios y la familia no eran una buena combinación, pero Vlad tenía demasiado dinero como para importarle. —Así que tu ídolo se casó, Sam. Debes estar de muerte —comentó Liliana. Por supuesto
"¿Quieres que hagamos nuevos recuerdos juntos?"Esa fue la pregunta con la que comenzaría la nueva vida de Sam y Vlad. Los nuevos recuerdos nunca estaban de más, sobre todo si eran tan deliciosamente perversos como los que ellos hacían.Terminado el cumpleaños de Ingen y sumando al festejo el compromiso, ellos se retiraron a descansar. "Descansar" en realidad, porque se dedicaron a gastar energías en vez de preservarlas. Había toda una colección de juguetes que Vlad debía estrenar con Sam. Las bolas chinas tenían ahora toda una familia compuesta por artilugios diabólicos y los aliados se habían multiplicado. Tendrían que dosificar para que su futuro matrimonio no se volviera monótono. —¿Vamos a vivir aquí? —preguntó Sam. Ella nunca tuvo una casa, un lugar al que llegar y que pudiera llamar "su hogar". Se la pasaba de hotel en hotel, dependiendo del clima o la temporada y siempre le hizo falta donde echar raíces. Vlad, en cambio, luego de cada una de sus fugas, siempre acababa regre
9:30 pm, salón de eventos de uno de los hoteles Reyes-Vidaurre—¡Mucha ropa! —gritó Sam, alzando su jarra de cerveza.En el escenario, Caín se quitó la camiseta y se la lanzó. Poseída por un fervor casi religioso y varios grados de alcohol en la sangre, ella le lanzó la suya y se puso la de su ídolo. El hombre arrancó más gritos cuando deslizó la prenda seductoramente por su cuerpo. Estaba en mejor forma que antes. Enfocado en superar la cicatriz que le marcaba el vientre, había intensificado su rutina de ejercicios. No tenía un cuerpo esculpido por los dioses, él era uno de esos dioses. —Tu esposo está como quiere, Eva —dijo Sam, cogiendo otra cerveza—. Ni siquiera se le nota que fue padre hace poco. Eva rio. Como estaba amamantando no podía embriagarse y tomó un sorbo de su cerveza sin alcohol. Ser la sobria del grupo tenía sus ventajas, era consciente de cada barbaridad que ocurría a su alrededor y en una despedida de solteras ocurrían muchas. Sin mencionar el material para futuro
—Este vestido es demasiado pesado —dijo Sam, mirándose al espejo.Había ido a probarse el vestido de novia. Sólo su madre iba a acompañarla en un principio, pero Anya estaba tan entusiasmada que no pudo decirle que no. Vlad era el segundo hijo que se le casaba, sin embargo, el cruel Maximov la había privado de todos los inolvidables momentos de encargarse de los preparativos y todavía faltaba mucho para el turno de Ingen. Por eso, quería participar en todo cuanto fuera posible. —¡Pero es precioso! —exclamó Anya. Era uno de los modelos que ella había sugerido: fino, elegante, distinguido y recatado. Una oda a los vestidos de novia. —Es muy incómodo —siguió diciendo Sam, levantando el abultado faldón para caminar. —Lo usarás sólo unas horas, Sam querida. —Acabará tropezándose —dijo Majo—. Ya le pasó una vez, para una fiesta de año nuevo cuando era pequeña. —Me tumbé dos dientes —agregó Sam. —¡Qué espanto! Escoge algo cómodo entonces. La trivial tarea que Sam creyó que duraría co
Un día y seis horas, eso había pasado Vlad volviendo a ser soltero y sin tener noticias de Sam. La infame ni siquiera se había molestado en mandarle un mísero mensaje dándole explicaciones o suplicándole perdón, nada. Pese a ello, le sorprendía lo bien que estaba lidiando con el horror de una hermosa relación deshecha, un matrimonio cancelado y todos sus sueños del futuro destruidos. Supuso que, estar enfadado con Sam, menguaba el pesar de no tenerla cerca. Todo estaba bajo control. Si seguía así, ya ni falta le haría.—¡¿Treinta millones?! ¡¿Es lo que crees que vale este proyecto?! ¡¿Acaso en empresas Sarkov defecamos dinero y yo no me había dado cuenta?! —gritaba Vlad. Se oía desde el pasillo y hasta llegar al ascensor. Así había sido desde que llegara. —Está dentro del presupuesto, por eso yo...—¡Tú vas a ser amonestado por tu falta! ¡Y haré que te abran un sumario! No me extrañaría que estuvieras trabajando para la competencia y quisieras boicotearnos. —¡Claro que no, señor Sa