Tomken se preparaba para dormir. Anya cargaba una carpeta. Se recostó a su lado.—Viendo hoy a Vlad en la cena, casi llegué a pensar que tus ideas de que es un loco homicida podrían ser ciertas. Está cada día peor. Es bueno ocultándolo, pero puedo sentir el desprecio en su voz cuando me habla, ni hablar de su mirada —le dijo él. —Yo siento lo mismo. Tengo mayordomos en el segundo piso, vigilando la habitación de Ingen. Hice que pusieran seguros extras en todas las puertas —dijo ella. —¡Se acabó! No viviremos aterrorizados en nuestra propia casa. Ahora mismo iré a hablar con él para preguntarle qué mierda le pasa. Anya lo sostuvo del brazo, impidiéndole salir. Apelaba a la salud mental de Vlad, que de seguro empeoraría con una confrontación. —Tengo un plan —dijo ella, invitándolo a ver la carpeta. Era un informe muy similar al que Markus le había preparado a Vlad sobre Sam. Con sorpresa, Tomken se enteró de quién era realmente la muchacha. —¡No puedo creerlo! Yo ni siquiera sabía
Vlad lamió su labio con impaciencia. Por mucho que no le gustaran los dulces, el seductor ofrecimiento de Sam de ponerse crema de chocolate encima le había hecho agua la boca. De sólo imaginar en qué parte de su cuerpo se la pondría le hervía la sangre. Qué poderosa era su mente, que con unos cuantos pensamientos sucios volvía de hierro lo que antes era tan blando.Ya casi le parecía estar sintiendo ese placentero dulzor en la punta de la lengua. El noviazgo secreto iba de maravillas, el vínculo con Sam se volvía más y más estrecho y hasta su relación con Ingen mejoraba. Todo parecía un sueño.Un acelerado golpeteo en su puerta lo sobresaltó. Markus se precipitó al interior, con aspecto alterado. —¡Ardelia apareció, amo Vlad! Está muerta —dijo, intentando suavizar lo más posible una noticia de tal gravedad. La dulzura con la que Vlad fantaseaba se amargó al instante. Jamás probó algo peor. *El sueño de Ardelia se interrumpió por unos susurros. La cama vacía la hizo pensar que Caín
La noticia del descubrimiento del cuerpo de Ardelia no le había caído nada bien a Vlad, su palidez era una advertencia. Markus le dio sus píldoras. Estaba listo para llevárselo a la clínica si empeoraba. —¿Qué tienen que ver los Inver en esto? —Yo creo que nada, amo Vlad. Tal vez dejaron el cuerpo allí para involucrarlos. Investigaré si, en ese tiempo, ambas empresas eran rivales en algún negocio. Vlad se aferraba la cabeza. La certeza de la muerte de Ardelia significaba la paz de llagar al fin de una búsqueda que había durado dos años. Sin embargo, venía a reafirmar todos sus temores también y sus aprensiones sobre la seguridad de Sam.—Sam no puede enterarse. Dijiste que no había evidencias de que Ardelia trabajó aquí. Si Sam lo descubre, se asustará y se delatará. —Exacto, amo Vlad. Debe concentrarse en Samantha. Ya es tarde para Ardelia, pero todavía tiene a Sam. Necesita estar bien para poder cuidarla, enfóquese en eso. Vlad inhaló y exhaló profunda y repetidamente, pensando
Esta es la historia de un actor que había olvidado su libreto y al personaje que interpretaba. La primera escena era en el banco de una plaza. A pocos metros estaba el auto en que había llegado hasta allí, sin combustible. No tenía encima identificación ni billetera y sospechaba que el auto ni siquiera era suyo. Que supiera conducir ya le parecía un milagro. La explicación que le daba a su extraña situación era que se había dado tremendo golpe en la cabeza, porque se le partía de dolor. Tan fuerte había sido que le había hecho polvo hasta los recuerdos. No tenía idea de nada, sólo había un solitario sonido en su mente, llena de ecos: un grito. Un grito de mujer. Acostumbrándose al sonido como si se tratara del zumbido de un mosquito, permaneció allí, esperando que la información llegara por arte de magia. Tenía todo el tiempo del mundo, no había nada más que hacer. Luego de algún tiempo, en la escena apareció una pareja de policías. Su papel era inspeccionar el auto del que el act
La obra continuó unos instantes todavía en la playa como escenario y luego se trasladó al hotel donde la anti heroína se hospedaba. Allí se desarrollaría una trama secundaria de romance, puesto que la desvergonzada mujer de ojos verdes, que pedía favores sexuales al aire libre, que merecía una demanda por acoso y que aseguraba conocerlo, le confesó que era su novia.Y no sólo eso, le dijo que en realidad él era un enfermo mental y por eso lo había olvidado todo. No era un prófugo de la justicia ni nada por el estilo, sólo estaba perdido. Perdido, pese a ser un adulto. Durmiendo sobre la arena, trabajando como un esclavo y pasando hambre pese a ser un millonario. Y parecía ser un evento habitual esto de perderse. Ahora estaba allí, mañana podría despertarse en un desierto. La obra adquiría tintes de terror, pero eso ya lo sospechaba con el grito que había en su cabeza. Él prefería haber sido un prófugo de la justicia. Parecía menos tortuoso. Como cualquier persona racional, él pidió e
—¿Cómo estás, hijo? —preguntó Tomken. En cuanto supo de la noticia sobre el descubrimiento del cuerpo de Ardelia, voló hacia donde se hospedaba Caín. —Bien. Ella ya ha estado muerta por dos años para mí, padre —dijo el joven, mirando el arreglo floral que había dejado junto a la ventana.Eran tres rosas azules, rodeadas de pequeñas flores blancas. Un ramo hermoso y elegante. Había llegado temprano en la mañana, sin remitente. No lo necesitaba. —Descubriremos quién lo hizo —prometió Tomken, apoyándole la mano en el hombro. Las rosas azules no lo eran desde siempre. Cuando recién se abrían sus botones, ellas mostraban un pálido tono violeta, tan efímero como hermoso. Luego de unos días se volvían azules de manera definitiva. —Sí —esbozó Caín—. Mi próxima gira me llevará a nuestra ciudad. Será como volver a casa. Para algunas personas, que son fieles creyentes del lenguaje de las flores, las rosas azules representan el amor imposible. Él tenía tres amores imposibles, eso le decían
Elisa sonreía. La empresa estaba vacía y sólo ella seguía allí, preparando todo para la reunión del día siguiente. En ausencia de Vlad, ella estaba a cargo y se esmeraba para que todo funcionara con la perfección que él tanto amaba. Y que ella amaba que él amara.El hombre había tenido un accidente automovilístico. Otro. Estaba bien, eso le había dicho Anya Sarkov. No la dejaron ir a verlo, pero no le importó, estaba acostumbrada a cuidarlo a la distancia, por eso había alejado a la inmunda Antonella de él. No entendía a qué estaba jugando Vlad al haberla aceptado de regreso. Sospechaba que lo hacía para fastidiar a Anya, pues la llevaba a los lugares favoritos de la mujer. Ella lo sabía bien ya que tenía acceso a los registros de sus cuentas bancarias. Y Vlad no sólo había conseguido fastidiar a su madre, sino también a ella. Invitar a Antonella a la cena de empresas Sarkov había sido una terrible afrenta. Elisa estaba preparada para ver a la sirvienta sustituta, habría jurado que l
*Maximov se apartó antes de perder la cabeza. Nadie más estaba en casa y Violeta había llegado hasta su cuarto buscando compañía. Una cosa llevó a la otra y acabaron retozando en la cama. —No puedo hacer esto, Violeta. —Recuperó la camiseta que ella le había sacado. —¿Acaso no te gusto? —¡Sí!... Me gustas mucho, pero deberíamos esperar a que seas mayor. —Ya tengo catorce. —Lo sé y las caricias y los besos están bien. Yo te respeto, Violeta y quiero cuidar de ti. —Yo creo que eres un cobarde. Buscaré a alguien que no lo sea. La niña se ordenó las ropas y salió, dejando a Maximov con la boca abierta. Jamás se había considerado un cobarde y lo atribuyó todo a la inmadurez de la muchacha. Pocos días después la sorprendió besándose con Vlad en la pérgola. —¡Vlad es el valiente al que encontraste! —le reclamó en la bodega de la cocina. —Es más valiente que tú. Ella intentó irse, Maximov se lo impidió. La acorraló en un rincón. —¡¿Te acostaste con él?! —¡No te lo diré, suéltame!