XXVI Despedida

*Vlad iba entrando a su habitación cuando notó la presencia de una intrusa. Armada de un colorido plumero, Violeta sacudía sus libros.

Sonriendo maliciosamente, Vlad caminó a hurtadillas y la aferró de la cintura. Ella gritó de la impresión.

—¿Quién te dio permiso para robarte mi polvo? Ladrona —le susurró al oído.

El plan de ignorarla no era perfecto. Vlad tenía recaídas y aprovechaba esos breves momentos para aplacar sus incipientes deseos por ella. Así, sujeta como la tenía, podía sentir el calor de su cuerpo y su embriagador aroma.

—¡Suélteme, por favor! —pidió Violeta, con angustiosa voz.

Vlad la soltó, no sin antes quedarse con una parte de ella. En su mano agitaba victorioso el delantalito blanco.

Ella lo miró con los ojos llorosos.

—¡Usted es el único ladrón!

—Si te robas mi polvo, yo me robo tu delantal. Sé que viniste para eso, Violeta ¿A quién crees que engañas con esa miradita inocente?

Ella salió corriendo, con el corazón acelerado. Cruzó el largo pasillo hasta e
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