Luego de cada viaje de negocios, Vlad trabajaba desde casa y sólo media jornada. Recibió a Elisa en su despacho. —Necesito revisar el reporte de su asistente temporal para actualizar los archivos —le dijo ella.Vlad le entregó el documento que Sam había redactado. Elisa lo leyó mientras él revisaba unos correos. Era un texto sumamente detallado, escrito, sin dudas, por una profesional. Definitivamente era para preocuparse. Usualmente lidiaba con rivales que querían quitarle a Vlad, no su trabajo. No dejaba de parecerle interesante. —¿Quieres beber algo? —le preguntó Vlad. Él sacó una botella de agua mineral de un minibar. —Un latte descafeinado, si es posible. Vlad tecleó en su teléfono y, algunos minutos después, llegó la sirvienta. Era una mujer bastante alta, el traje le quedaba pequeño. Necesitaba uno unas dos tallas mayor, pero claramente ella no lo diría, así podía enseñar sus curvas y las firmes piernas que tenía, con muslos bien torneados. Debía correr bastante. Su cabe
La excitante sesión en la sala de masajes con Sam terminó y ambos salieron. Qué talentosa se había vuelto ella desde que la conociera, había crecido, había madurado y también algo más, pero no encontraba la palabra adecuada para describirlo. Y la encontraba más hermosa cada vez que la miraba. Tal vez esas velas que ella usaba tuvieran alguna esencia hipnótica porque así se sentía, en las nubes. Su adorada madre se encargó de bajarlo a tierra de golpe.—Vlad, querido, te buscaba precisamente para hablar de Samantha. Mañana tengo la recepción con la gente de INVERGROUP y quería que me la prestaras.Prestarla, como si fuera una cosa, algo que podía usarse, reemplazarse y, eventualmente, descartarse. Su despreciable progenitora ni siquiera disimulaba su frialdad y malicia.Tal vez lo hacía a propósito, para probarlo. Sí, eso debía ser, así averiguaría qué tan importante era la muchacha para él.—Bien. Haz con ella lo que quieras —dijo Vlad.Siguió caminando por el pasillo, sin atreverse
Bajo el inclemente sol de mediodía, Vlad se hizo una visera con la mano. La pequeña bola surcó el cielo sobre el campo de golf como un meteoro y se clavó dentro del hoyo.—¡Wow, no lo puedo creer! ¡Hiciste hoyo en uno en un par 4! ¡Eso es increíble, Vlad! ¡Eres un animal! —exclamó Evan.Par 4 significaba que, en promedio, un profesional debía dar cuatro golpes a la bola para embocarla, de acuerdo a la distancia entre el sitio de partida y el hoyo. Y a Vlad le había bastado con uno.—¿No has pensado en dedicarte a esto de manera profesional? Eres mejor que muchos de los que compiten actualmente. Y ganarías mucho dinero.—Ya gano mucho dinero.—Pero también trabajas bastante.—Me gusta mi trabajo —respondió Vlad, como un autómata, con un cerebro tal que podía calcular la fuerza exacta a aplicar al palo para que una bola minúscula cruzara los cuatrocientos cincuenta metros que los separaban del hoyo, teniendo en cuenta la dirección y fuerza del viento.Era un hombre extraordinario, como
Elisa se miró una vez más al espejo, convencida de que se veía hermosa y perfecta. Ya estaba lista para asistir al evento con su jefe.—Pasaremos por alguien más —le dijo él cuando iban en el auto.No creyó posible que se tratara de Mika. La muchachita era demasiado vulgar como para mezclarla con el trabajo. La sustituta de turno menos. Acumuló ira e ideas de carácter psicopático durante todo el camino hasta que una mujer subió al auto. Era Emilia, una nerd del departamento de informática, abiertamente lesbiana. Le gustaban las lesbianas, le daban una incomparable paz mental, aunque la mujer cogiera del brazo a Vlad para ingresar al evento. Sabía que lo hacía porque era malísima andando en tacones y estaba usando unos bastante altos.Una increíble sorpresa se llevó al encontrarse con la sustituta en la entrada, cargando una cámara. Llevaba un vestido hermoso, demasiado para una simple sirvienta. Alta, distinguida, hasta elegante se veía, como si siempre hubiera sido una mujer de alcur
El oscuro sentir que se había apoderado de la inestable mente de Vlad Sarkov lo confundía. Era una mezcla de furia y frustración, con tintes de odio y una pizca de deseos homicidas. Y como si eso no fuera poco para un simple mortal, también estaba caliente. Y planificar el castigo para su desobediente sirvienta por haberse ido con otro hombre no hacía otra cosa que calentarlo más todavía.*—Y el primer lugar de la feria de ciencias de este año es para: ¡Ken Inver! Los presentes aplaudieron al emocionado ganador, un auditorio entero.—No lo puedo creer —dijo Evan—, estaba seguro de que ganaríamos nosotros. —Nuestro sistema de desalinización de agua podría salvar al mundo de la sequía algún día —dijo Vlad, mirando el diploma del segundo lugar—. Pero qué importa el agua si puedes tener un puto robot que te masajee los pies. Inver es patético. Ken Inver, de doce años, tomó la palabra. —Quiero agradecer a los maestros y maestras por confiar en mi talento y decirles a mis compañeros que
*Vlad iba entrando a su habitación cuando notó la presencia de una intrusa. Armada de un colorido plumero, Violeta sacudía sus libros. Sonriendo maliciosamente, Vlad caminó a hurtadillas y la aferró de la cintura. Ella gritó de la impresión. —¿Quién te dio permiso para robarte mi polvo? Ladrona —le susurró al oído. El plan de ignorarla no era perfecto. Vlad tenía recaídas y aprovechaba esos breves momentos para aplacar sus incipientes deseos por ella. Así, sujeta como la tenía, podía sentir el calor de su cuerpo y su embriagador aroma. —¡Suélteme, por favor! —pidió Violeta, con angustiosa voz. Vlad la soltó, no sin antes quedarse con una parte de ella. En su mano agitaba victorioso el delantalito blanco. Ella lo miró con los ojos llorosos. —¡Usted es el único ladrón! —Si te robas mi polvo, yo me robo tu delantal. Sé que viniste para eso, Violeta ¿A quién crees que engañas con esa miradita inocente? Ella salió corriendo, con el corazón acelerado. Cruzó el largo pasillo hasta e
Tomken se preparaba para dormir. Anya cargaba una carpeta. Se recostó a su lado.—Viendo hoy a Vlad en la cena, casi llegué a pensar que tus ideas de que es un loco homicida podrían ser ciertas. Está cada día peor. Es bueno ocultándolo, pero puedo sentir el desprecio en su voz cuando me habla, ni hablar de su mirada —le dijo él. —Yo siento lo mismo. Tengo mayordomos en el segundo piso, vigilando la habitación de Ingen. Hice que pusieran seguros extras en todas las puertas —dijo ella. —¡Se acabó! No viviremos aterrorizados en nuestra propia casa. Ahora mismo iré a hablar con él para preguntarle qué mierda le pasa. Anya lo sostuvo del brazo, impidiéndole salir. Apelaba a la salud mental de Vlad, que de seguro empeoraría con una confrontación. —Tengo un plan —dijo ella, invitándolo a ver la carpeta. Era un informe muy similar al que Markus le había preparado a Vlad sobre Sam. Con sorpresa, Tomken se enteró de quién era realmente la muchacha. —¡No puedo creerlo! Yo ni siquiera sabía
Vlad lamió su labio con impaciencia. Por mucho que no le gustaran los dulces, el seductor ofrecimiento de Sam de ponerse crema de chocolate encima le había hecho agua la boca. De sólo imaginar en qué parte de su cuerpo se la pondría le hervía la sangre. Qué poderosa era su mente, que con unos cuantos pensamientos sucios volvía de hierro lo que antes era tan blando.Ya casi le parecía estar sintiendo ese placentero dulzor en la punta de la lengua. El noviazgo secreto iba de maravillas, el vínculo con Sam se volvía más y más estrecho y hasta su relación con Ingen mejoraba. Todo parecía un sueño.Un acelerado golpeteo en su puerta lo sobresaltó. Markus se precipitó al interior, con aspecto alterado. —¡Ardelia apareció, amo Vlad! Está muerta —dijo, intentando suavizar lo más posible una noticia de tal gravedad. La dulzura con la que Vlad fantaseaba se amargó al instante. Jamás probó algo peor. *El sueño de Ardelia se interrumpió por unos susurros. La cama vacía la hizo pensar que Caín