—Recuerda que la exposición es a las seis —dijo Sam, sentándose junto al portátil de Vlad.Los primeros meses de matrimonio habían ido estupendamente, sólo les faltaba compatibilizar sus vidas personales con el nuevo vínculo, pero Sam, que era tan buena dialogando, solía hallar siempre las palabras adecuadas para alcanzar acuerdos. Sus habilidades orales eran destacadas y dejaban a Vlad sin argumentos. —Ya reagendé lo que tenía para la tarde, amor. Ahí estaremos —dijo él, sin perder detalle de su bella esposa, pese a tener decenas de documentos por revisar acumulándose en su bandeja de entrada. —Y que luego iremos a cenar con Félix y su nuevo novio. —Claro que sí, Sam. Tus amigos son mis amigos. Me encantará pasar mi valioso tiempo con ellos —dijo él, con su sonrisita cínica y encantadora. Sam le cogió el rostro entre las manos y lo besó. Él haría todo por su esposa y su boca deliciosa. —¿Quieres un café? Iré por uno para mí. —Siempre y cuando lo prepares tú, Sam, sabes cuánto a
—Si hay alguien a quien detesto es a la gente impuntual —decía Vlad.Quince minutos llevaban esperado a Félix en el restaurante y ni luces de él y su novio. —Relájate, Vlad. Todo el mundo llega tarde alguna vez —decía Sam. —Yo no, nunca. —No todos son tan rigurosos con el tiempo como tú. —Si lo hicieran, el mundo sería un lugar mucho mejor, te lo aseguro. Ya quisiera ver ella ese mundo lleno de Vlads. Ningún cervatillo podría respirar en paz. —Genial —dijo él, mirando su teléfono—. Markus dice que vio a Mika en el estacionamiento. La muchacha se había comportado en el matrimonio, pero porque Evan había estado sobre ella. Además, la numerosa y excéntrica familia de Sam espantaba a cualquiera. Ahora, rodeados de desconocidos, ella sentiría la libertad de hacer un escándalo. Mika entró, los vio y caminó directo hacia su mesa. —¡Vlad, qué sorpresa! —dijo ella, apoyándole una mano en el hombro. Cortésmente Vlad se levantó y la saludó de un beso en la mejilla. Había que ser amable
—Por lo menos la cena está rica —dijo Sam.Tenía su plato lleno de verduras y algo parecido a una hamburguesa, también de verduras. Vlad tenía un humeante y jugoso filete. Olía muy bien y a ella se le hacía agua la boca, pero ya llevaba varias semanas de cero carne, un paso más en su cruzada vegetariana.—Comiendo sólo pasto te pondrás debilucha y necesitas mucha energía para lidiar conmigo. Prueba un bocado de mi filete. Sam cerró los ojos, negándose siquiera a mirar el trozo que Vlad le ofrecía. —Vamos, Sam, abre la boca. Hazlo por mí. Si fuera langosta, te la devorarías. —Esa era la Sam del pasado. Podría comerme una de esas setas que acompañan tu filete. Ensartó una con su tenedor, la untó bien en la salsa que bañaba la carne y la saboreó. Suave, blanda, se deshizo en su boca como chocolate. Tantos sabores y tan intensos. Comparado con eso, lo que había en su plato era pasto. Quiso llorar. No lo hizo y siguió comiendo sus verduritas desabridas. Todo era por un bien mayor: la
—Acabo de ver un pecho de Eva —confesó Vlad, con cierta indignación. El cuerpo femenino era hermoso, pero él no debía ver el de la que era su cuñada. Había códigos éticos, valores morales, muestras mínimas de respeto y decencia que él conocía muy bien aunque a su hermano le importaran un carajo.—No fue a propósito, sólo la miré y ¡zas! Tenía el pecho afuera para alimentar a Caleb. Me siento como un degenerado. —No te preocupes, Vlad. No te sientas culpable. Yo vi a Caín completamente desnudo, tú relájate —dijo Sam, revisando su cámara. Ese no era el punto. Ella no entendía nada y se esmeraba en arruinarle la mañana con información inmunda que él no había pedido. No importaba que ahora fuera su esposa, no importaba cuantas veces follaran, jamás se borraría el hecho de que ella y su hermano habían tenido una relación. Se bebió su café de un trago y fue al mesón a prepararse otro. Él debía estar en su trabajo, pero había decidido acompañar a Sam a una sesión de fotos nada más y nada
En su habitación, Ingen se miraba al espejo. Luego de probar muchas combinaciones, por fin había quedado a gusto con la ropa escogida, al menos lo suficiente para salir a la calle. Su estilo era una mezcla entre juvenil y sobrio difícil de lograr. Últimamente las dudas sobre su apariencia habían regresado. —Mi cabello se ve raro —decía.—El cabello es lo de menos, Ingen. Lo importante es la actitud. Una actitud ganadora trasciende más allá de las apariencias y te asegurará la victoria —dijo Vlad. Ingen sólo quería ir al cine con una chica, no conquistar el mundo. Todavía. —Tal vez está muy ordenado —dijo Sam, sacudiéndoselo—. Así me peino yo. Ambos rieron, igual de despeinados. Sí, así estaba perfecto. ¡Qué sería del mundo sin Sam! —¿Y qué tipo de película verán? —preguntó ella— ¿Una romántica? —No es recomendable ver una película romántica en la primera cita —dijo Vlad—. Podría creer que la estás presionando. —A menos que eso sea lo que ella quiera —agregó Sam—. En mi primera
Ivette se miró al espejo, no muy conforme. La pubertad la había tratado con gentileza, eso le decía su tía. "Un busto enorme es la envidia de cualquier mujer", decía ella. "Te traerá los favores de los hombres". Sí, claro, hasta el momento sólo le había traído dolores de espalda, Ingen ni los miraba. Y desde que habían empezado a crecer, ya ni la abrazaba. Su madre, en cambio, era una mujer elegante, distinguida, que se veía muy bien con cualquier cosa que se pusiera. Para ella, las apariencias eran lo de menos. Una mente brillante, una personalidad atrayente, eso hacía destacar a una persona, pero claro, ella tenía un busto de tamaño normal y no uno XXX.Extrañaba los días de la infancia donde nada de eso importaba y niñas y niños jugaban como iguales. Ella incluso había aprendido a amar los videojuegos porque sabía lo mucho que Ingen los amaba y compartir algo especial con él la hacía feliz. Habían salido campeones del torneo de Extreme Revenge online. Luego miraba su busto enorme
Vlad suspiró y se aferró la cabeza. Los dos años que llevaba de casado con Sam habían sido, por lejos, los más felices de su vida, llenos de prosperidad y dicha. La empresa iba mejor que nunca, su patrimonio se había multiplicado, Sam era una fotógrafa prestigiosa y le llovían las ofertas de trabajo. Era un sueño. Sus vidas eran un sueño y ahora se iban a convertir en pesadilla.Todo estaba desmoronándose y no podía hacer nada para evitarlo. Había fracasado en proteger su matrimonio y su felicidad. Había perdido el poder y el control de todo. —¡Felicidades, Vlad, hermano! Esto hay que celebrarlo —dijo Evan. Semejante noticia merecía que abrieran su vino más caro y exclusivo, herencia de su abuelo. La felicidad que sentía no era reflejo de la expresión de Vlad, que más parecía un condenado a muerte. Debía estar en shock. —No sé qué voy a hacer, Evan. Esto es catastrófico, me va a dar un infarto. Me falta el aire. —¡No seas dramático, Vlad! Toma un trago, eso te ayudará. —Yo no pue
—Esa mujer me está coqueteando. A las pocas semanas de embarazo, Sam había empezado a practicar yoga para embarazadas. Había sido recomendación de su maestra Paloma Blanca y ya llevaba cuatro meses asistiendo. Algunas sesiones eran para ambos padres y Vlad la acompañaba. "Yo puedo pagar para que la maestra venga a casa", había dicho él, "¿Por qué tenemos que estar con otras personas?""Precisamente para eso", había dicho ella. "Será bueno conocer a otros padres primerizos como nosotros".—¡Vlad, por Dios! Ella está con su esposo —le susurró Sam. Había al menos diez parejas en la sala, siguiendo las indicaciones de la maestra. —La matriz es una fuente de vida y energía, capaz de cambiar al mundo —decía ella—. Sentados así como están quiero que las madres apoyen la espalda en el pecho de los padres y respiren al unísono. Primero sincronizarán sus respiraciones, luego sus ritmos cardíacos y se dejarán envolver por la energía de la matriz. —¿Qué hacemos con las manos? —preguntó Vlad.