Egan tenía apenas seis años cuando descubrió la sangre. Quizás alguna vez vio a alguien cortarse ligeramente con un cuchillo mientras picaba vegetales o alguna herida en su rodilla. Pero nunca nada comparado con aquel día que él cumplió seis años.Pese a que su familia no era mucho de celebrar, su madre horneó ese día un pastel. El padre de Egan estaba como de costumbre encerrado en su oficina, hablando por teléfono y contando enormes fajas de billetes. La madre de Egan estaba ese día acompañándolo, igual que el tío Elian, pero era costumbre verlo rondar la casa, con un vaso de licor y un cigarrillo.En la seguridad de la enorme y confinada sala de su casa, Egan saltó en el sofá y gritó de emoción al ver como su madre entraba con el pastel de seis velas. Ella comenzó a cantar una hermosa melodia que repetía una y otra vez "feliz cumpleaños", y Egan sintió que la emoción le hacía cosquillas en el estómago.La madre de Egan se arrodilló en el suelo al tiempo que él saltaba del sofá y se
Elian frunció su nariz y pasó su mano por su corto cabello. – ¿"El cobarde"? Ni por 10 millones de libras esterlinas besadas por los labios de la misma reina –Egan empezaba a sentirse irritado por la impaciencia–. Pero él sabe algo, él debe saber quien lo hizo. Así que lo contacté para que se viera conmigo esta noche en una carretera cerrada. Él piensa que nos veremos porque tengo una oferta que hacerle por su casa en Villa Aurora, pero en realidad esa rata me robó unos papeles muy importantes la última vez que hicimos una negociación.– ¿Y yo qué tengo que ver aquí? –Elian sonrió con sus todos sus dientes amarillentos ante la pregunta de Egan.– Planeo hacerlo devolverme lo que es mío. Pero después de eso, será todo tuyo: lo dejaré en tus manos para que le saques la verdad sobre el asesino de tu madre –Elian agitó su mano en el aire mientras desviaba su mirada y la perdía en algún punto de la ventana del avión. Lucía nervioso, acomodando continuamente las solapas de la chaqueta de su
Katya tenía solo 20 años cuando se graduó como doctora. Era la más joven de su clase en graduarse y con buenas calificaciones. Hizo todo un año de residencia en un hospital local y ganó mucho reconocimiento por lo joven y lista que era. Al menos reconocimiento en Rusia, porque cuando viajó a Italia ocurrió todo lo contrario.Desde muy temprana edad, ella y su mejor amigo, Ivan, habían soñado con recorrer toda Europa juntos. Incluso, puesto que ambos tenían tan buenas calificaciones, decidieron estudiar juntos en la universidad. Habían compartido tanto que hasta habían intentado salir en su momento, pero descubrieron que eran mejores como amigos que como pareja. Por lo que, por las buenas, decidieron seguir siendo compañeros de viaje.Cuando llegaron a Italia, buscaron empleo en un hospital local donde habían oído que llegaban casos particularmente complicados y donde había fama de que estaban los mejores doctores. También se decía que necesitaban personal, por lo que cuando ambos llev
Quince minutos después, el auto las dejó afuera de lo que parecía un local abandonado. A los alrededores habían otros similares, pero que sin duda estaban menos habitados. Otra cosa que también llamaba mucho la atención es que esta era la única casa que tenía guardianes hasta en la puerta.Katya se imaginó que dentro de esas cuatro paredes encontraría quizás un político o un exiliado. Fuese quien fuese, debía ser profesional y discreta.Sylvana motivó a Katya a entrar y ambas se vieron dentro de una pequeña casa que apenas y contaba con una sala poco decorada y una cocina que solamente tenía un viejo refrigerador y una mesa de madera con cuatro sillas. De una de esas sillas, se levantó un hombre de aspecto abatido. Su cabello rojo estaba peinado hacia abajo, como si la lluvia lo hubiese aplastado, tenía enormes ojeras y su ropa estaba desaliñada y llena de sangre seca.Sylvana, quien parecía muy familiar ante el hombre, bufó.– Haz tenido mejores días, Arg.– ¡Cállate! –Gruñó el hombr
Eso no quiere decir que Katya no intentó escapar.– Abre la puerta.Y a ante la orden de Egan, la puerta se abrió y lo primero que Katya vio fue el desolado pasillo ser interrumpido por un hombre muy grande y robusto, que parecía recién salido de la cárcel. Los ojos de él vieron primero a Katya, sin una mezcla de simpatía, y después a Egan, a quien el gran hombre le dedicó un respetuoso saludo con la cabeza.– Me alegra que esté despierto, señor Caruso. –Pronunció.– Yo también, Boris –respondió Egan–. Deja que la doctora Koslov reciba el paquete.Sin por favor ni gracias; aquello en verdad le molestaba a Katya. Pero ella simplemente miró una última vez al tal Boris asustada, para después recibir al larguirucho y delgado repartidor que esperaba pacientemente detrás de él.Era muy joven para estar trabajando, pero Katya se forzó a sonreírle amigablemente.Katya mantuvo su sonrisa mientras recogía la bolsa y se inclinaba para firmar la factura. Miraba de reojo a Boris que la miraba con a
Tras esa última amenaza, Katya no volvió a hablar. Y si aquello a Egan le parecía extraño, no lo demostró. Incluso parecía que estaba menos tenso en silencio. Entre el guardaespaldas de antes, Boris, y Katya lograron llevar a Egan a la sala, pasando por la casa donde había solamente una pequeña habitación con una cama donde Egan podía descansar. Él, no permitiendo que Katya de alejara a más de dos pasos de él, bromeó sobre que podían compartir la cama. Katya solamente respondió que preferiría dormir incluso en la mesa antes que con él. Decidieron dejarlo en un sofá de la sala, donde él inmediatamente comenzó una serie de llamadas en todo tipo de idiomas. Katya no quiso entrometerse en lo absoluto, de hecho, sentada en un sofá frente a Egan, vigilada tanto por él como por Boris, el cansancio comenzó a apoderarse de ella.Katya resistió tanto el sueño como pudo, pero sus ojos se cerraron unos cortos minutos en donde un cabeceo la despertó. Halló entonces a Egan observándola con una de su
Y entonces hubo algo en la mirada de Egan que se ablandó. Él alzó una mano y acaricia con ella la mejilla de Katya. Pese a que ella no hubiese dejado que él la tocará, si eso significaba que se iría con ellas, no se apartó de su tacto. Egan reconoció lo que hizo un momento después y bajó la mano, así también como parto su mirada de Katya.– ¡No pienso abandonar a mis hombres! –Gritó enfurecido.Katya estaba lista para replicar una vez más, pero entonces un balazo terminó de derribar la barrera de guardias de Egan. Sylvana regreso a su posición y comenzó a disparar a diestra y siniestra con su escopeta. Egan también empezó a disparar con su brazo contrario al lado donde había sido la operación. Pero los militares eran cada vez más y, con sus chalecos antibalas y números mayores, la pelea llegó hasta donde estaba Katya.Ella no sabía pelear, sabía cómo defenderse, pero en ese momento de pelea no supo cómo reaccionar. Egan se movió primero y empezó a luchar. Prontamente él y Katya se vie
Katya miró una última vez la puerta que tocaban sin descanso y después se giró hacia Egan. Él estaba inexpresivo como siempre, y sin duda no estaba esperando a nadie. Katya tomó aire y, tras quitarse los guantes y todo el material médico, se dirigió hacia la puerta para abrirle a la persona del otro lado que no paraba de golpearla como un primate.Pero antes de que Katya pudiera siquiera tomar el pomo, la puerta se abrió de golpe. Bueno, más que se abrió, fue tirada por completo de sus pernos y terminó a unos metros dentro de la habitación. Katya logró apartarse a tiempo antes de ser golpeada por la puerta y pisoteada por todos los hombres que entraron después como soldados, vestidos de negros, con una pequeña insignia bordada de una copa de vino con un cuchillo incrustado.Al principio, ella se preocupó porque fuese alguna fuerza hostil que querían llevarse a Egan a la cárcel nuevamente. Pero cuando los vio acercarse a Egan y preguntarle incesantemente "¿señor, está bien?", ahí ella