Elian frunció su nariz y pasó su mano por su corto cabello. – ¿"El cobarde"? Ni por 10 millones de libras esterlinas besadas por los labios de la misma reina –Egan empezaba a sentirse irritado por la impaciencia–. Pero él sabe algo, él debe saber quien lo hizo. Así que lo contacté para que se viera conmigo esta noche en una carretera cerrada. Él piensa que nos veremos porque tengo una oferta que hacerle por su casa en Villa Aurora, pero en realidad esa rata me robó unos papeles muy importantes la última vez que hicimos una negociación.
– ¿Y yo qué tengo que ver aquí? –Elian sonrió con sus todos sus dientes amarillentos ante la pregunta de Egan.
– Planeo hacerlo devolverme lo que es mío. Pero después de eso, será todo tuyo: lo dejaré en tus manos para que le saques la verdad sobre el asesino de tu madre –Elian agitó su mano en el aire mientras desviaba su mirada y la perdía en algún punto de la ventana del avión. Lucía nervioso, acomodando continuamente las solapas de la chaqueta de su traje–. No me interesa qué hagas luego con su cuerpo, siendo sincero, él no me sirve para nada más.
Egan sintió una ligera esperanza crecer en su pecho, como si finalmente después de años estuviese cerca de algo bueno. Lástima que, tantos años habían hecho que él no supiese como sentir estas emociones y solamente supiese expresar un sentimiento: la ira y el resentimiento que descargaría contra el hijo de puta que mató a su madre.
Para cuando el avión aterrizó lejos de Sacra Corona, estaba anocheciendo ya. Egan no dijo nada para despedirse de su tío ni siquiera le dirigió una mirada, sino que inmediatamente tomó camino hacia la carretera, preparando su Five-seveN.
Cuando el conductor y los otros dos autos que venían con guardias y otros tipos del personal se detuvieron, Egan miró al frente donde un auto con los faros encendidos les bloqueaban el camino. Aquello era la ubicación que su tío le había confiado, pero hasta que Egan no vio bajarse de su propio auto a Macallan "el cobarde", él ni siquiera abrió la puerta de su auto.
Hasta que ahí estaba, el tipo bajito y regordete, con cara de ratón y pies pequeños que hacía honor a su nombre. Egan se bajó un segundo después y se posicionó frente a su auto con los brazos cruzados.
Macallan fue el primero en romper el silencio a unos metros de distancia de él.
– Tengo entendido que tu tío tiene un mensaje para mí.
Egan no dio una respuesta propiamente, sino que en su lugar sonrió con una mueca completamente carente de emoción y le dio la seña a Argus, quien estaba más cerca de él. La lluvia de balas empezó un segundo después: los francotiradores escondidos en las montañas a los alrededores de aquella noche fresca dispararon una ráfaga de balas contra cada hombre de Macallan. Ninguno tuvo oportunidad para reaccionar, hasta que un círculo de cadáveres rodearon y le bloquearon el paso al cobarde.
Macallan quedó congelado tan solo un fracción de segundo. Tiempo suficiente para que Egan se acercara y lo enfrentara. Egan era al menos treinta centímetros más alto que él, y cuando Macallan lo vio ni siquiera oportunidad para subirse nuevamente en su camioneta tuvo.
– Ese era el mensaje –respondió finalmente Egan–. Ahora, harás exactamente lo que te pida o la siguiente bala irá directamente a tu boca. ¿Nos estamos entendiendo?
Macallan no respondió, sino que subió su mentón y enfrentó con su mirada a Egan. Sin embargo, no logró nada con ello.
– Robaste unos documentos de mi tío, los quiero sobre mi mano en quince segundos. –Dijo Egan extendiendo la palma de su mano hacia arriba y levantando en la otra su arma.
Macallan lució nervioso. – No los cargo conmigo.
– Haz que aparezcan, aún tienes diez segundos –Egan no se inmutó, su mirada fría nunca se despegó de Macallan. Éste, desesperado, en un apuro corrió hacia la maletera de su auto y comenzó a registrar en una gran cantidad de cajas de cartón que tenía allí. Egan lo siguió de cerca, evitando a toda costa pisar o mirar los cuerpos en el suelo. Macallan sacó de entre las cajas unos minutos después un sobre gruesa y lleno de páginas, su frente sudando del esfuerzo. Egan dejó que Argus lo tomara y comenzara a inspeccionar su contenido–. Bien hecho, ¿ves que puedes hacerlo? No dudes nunca de tu capacidad –la voz de Egan no revelaba ni una chispa de motivación en ella, de hecho parecía estar carente de alguna emoción–. Ahora, lo último que quiero que hagas por mí, antes de dejarte ir, es que me digas que sabes sobre la muerte de Alyssa Ferrara.
Macallan arrugó su cara, confundido. – Fue hace décadas, y yo en realidad no sé absolutamente nada de eso.
Egan con brutalidad tiró del regordete cuerpo de Macallan contra su camioneta y con sus manos forzó su mandíbula hasta abrirla por completo. Metió el cañón de su pistola hasta la garganta del hombre y éste comenzó a hacer sonidos gluturales, pero Egan no se detuvo ni siquiera cuando las manos de Macallan lo arañaban y empujaban. Él era como una roca inamovible que buscaba encontrar al asesino de su madre.
Lo único que logró detener a Egan fue la mano Argus en su hombro.
– ¿Estás seguro que es esto? –Preguntó enseñándole todos los papeles que contenía el sobre–. Solamente hay unos documentos de adopción de hace dieciocho años. Dudo que esto sea realmente lo que busca tu tío.
Tras oír esto, Egan apretó más la pistola en la garganta de Macallan antes de soltarlo para dejarle hablar.
– ¡Juro que no sé nada de tu madre! –Gritó con frenesí–. ¡Y eso es lo único que tomé de tu tío! Pensé que eran unos planos de construcción y papeles de propiedad pero me equivoqué.
Egan frunció su boca.
– Sin duda está mintiendo –declaró–. Vacía todo lo que tenga en la camioneta, nos lo llevamos.
– ¡No! ¡Espera, espera! –Las lágrimas empapaban el pálido rostro de Macallan–. Ya sé lo que Elian quiere, ya sé que es.
Egan dio un paso atrás para dejarle buscar nuevamente en las cajas lo que sea que su tío realmente lo había mandado a buscar. Pero no se esperó que cuando Macallan girara de nuevo su cuerpo, lo que realmente tendría en su mano era un revolver que disparó contra Egan en un parpadeo.
Él cayó al suelo, el pitido del disparo había reventado sus oídos. Y lo último que vio sobre sí fue el rostro de su madre, tan hermoso y casi tan joven como la última vez que la vio. Él creía que ya había olvidado cómo era realmente su voz, pero cuando la oyó hablar sintió que su pecho despertaba nuevamente con un latido tras otro y el aleteo de una emoción surgió de allí: amor.
– ¿Señor Caruso, despertó?
¿Por qué era ella tan hermosa?, su acento es también particularmente adorable.
– Soy la doctora Katya, señor. ¿Puede usted oírme?
Katya tenía solo 20 años cuando se graduó como doctora. Era la más joven de su clase en graduarse y con buenas calificaciones. Hizo todo un año de residencia en un hospital local y ganó mucho reconocimiento por lo joven y lista que era. Al menos reconocimiento en Rusia, porque cuando viajó a Italia ocurrió todo lo contrario.Desde muy temprana edad, ella y su mejor amigo, Ivan, habían soñado con recorrer toda Europa juntos. Incluso, puesto que ambos tenían tan buenas calificaciones, decidieron estudiar juntos en la universidad. Habían compartido tanto que hasta habían intentado salir en su momento, pero descubrieron que eran mejores como amigos que como pareja. Por lo que, por las buenas, decidieron seguir siendo compañeros de viaje.Cuando llegaron a Italia, buscaron empleo en un hospital local donde habían oído que llegaban casos particularmente complicados y donde había fama de que estaban los mejores doctores. También se decía que necesitaban personal, por lo que cuando ambos llev
Quince minutos después, el auto las dejó afuera de lo que parecía un local abandonado. A los alrededores habían otros similares, pero que sin duda estaban menos habitados. Otra cosa que también llamaba mucho la atención es que esta era la única casa que tenía guardianes hasta en la puerta.Katya se imaginó que dentro de esas cuatro paredes encontraría quizás un político o un exiliado. Fuese quien fuese, debía ser profesional y discreta.Sylvana motivó a Katya a entrar y ambas se vieron dentro de una pequeña casa que apenas y contaba con una sala poco decorada y una cocina que solamente tenía un viejo refrigerador y una mesa de madera con cuatro sillas. De una de esas sillas, se levantó un hombre de aspecto abatido. Su cabello rojo estaba peinado hacia abajo, como si la lluvia lo hubiese aplastado, tenía enormes ojeras y su ropa estaba desaliñada y llena de sangre seca.Sylvana, quien parecía muy familiar ante el hombre, bufó.– Haz tenido mejores días, Arg.– ¡Cállate! –Gruñó el hombr
Eso no quiere decir que Katya no intentó escapar.– Abre la puerta.Y a ante la orden de Egan, la puerta se abrió y lo primero que Katya vio fue el desolado pasillo ser interrumpido por un hombre muy grande y robusto, que parecía recién salido de la cárcel. Los ojos de él vieron primero a Katya, sin una mezcla de simpatía, y después a Egan, a quien el gran hombre le dedicó un respetuoso saludo con la cabeza.– Me alegra que esté despierto, señor Caruso. –Pronunció.– Yo también, Boris –respondió Egan–. Deja que la doctora Koslov reciba el paquete.Sin por favor ni gracias; aquello en verdad le molestaba a Katya. Pero ella simplemente miró una última vez al tal Boris asustada, para después recibir al larguirucho y delgado repartidor que esperaba pacientemente detrás de él.Era muy joven para estar trabajando, pero Katya se forzó a sonreírle amigablemente.Katya mantuvo su sonrisa mientras recogía la bolsa y se inclinaba para firmar la factura. Miraba de reojo a Boris que la miraba con a
Tras esa última amenaza, Katya no volvió a hablar. Y si aquello a Egan le parecía extraño, no lo demostró. Incluso parecía que estaba menos tenso en silencio. Entre el guardaespaldas de antes, Boris, y Katya lograron llevar a Egan a la sala, pasando por la casa donde había solamente una pequeña habitación con una cama donde Egan podía descansar. Él, no permitiendo que Katya de alejara a más de dos pasos de él, bromeó sobre que podían compartir la cama. Katya solamente respondió que preferiría dormir incluso en la mesa antes que con él. Decidieron dejarlo en un sofá de la sala, donde él inmediatamente comenzó una serie de llamadas en todo tipo de idiomas. Katya no quiso entrometerse en lo absoluto, de hecho, sentada en un sofá frente a Egan, vigilada tanto por él como por Boris, el cansancio comenzó a apoderarse de ella.Katya resistió tanto el sueño como pudo, pero sus ojos se cerraron unos cortos minutos en donde un cabeceo la despertó. Halló entonces a Egan observándola con una de su
Y entonces hubo algo en la mirada de Egan que se ablandó. Él alzó una mano y acaricia con ella la mejilla de Katya. Pese a que ella no hubiese dejado que él la tocará, si eso significaba que se iría con ellas, no se apartó de su tacto. Egan reconoció lo que hizo un momento después y bajó la mano, así también como parto su mirada de Katya.– ¡No pienso abandonar a mis hombres! –Gritó enfurecido.Katya estaba lista para replicar una vez más, pero entonces un balazo terminó de derribar la barrera de guardias de Egan. Sylvana regreso a su posición y comenzó a disparar a diestra y siniestra con su escopeta. Egan también empezó a disparar con su brazo contrario al lado donde había sido la operación. Pero los militares eran cada vez más y, con sus chalecos antibalas y números mayores, la pelea llegó hasta donde estaba Katya.Ella no sabía pelear, sabía cómo defenderse, pero en ese momento de pelea no supo cómo reaccionar. Egan se movió primero y empezó a luchar. Prontamente él y Katya se vie
Katya miró una última vez la puerta que tocaban sin descanso y después se giró hacia Egan. Él estaba inexpresivo como siempre, y sin duda no estaba esperando a nadie. Katya tomó aire y, tras quitarse los guantes y todo el material médico, se dirigió hacia la puerta para abrirle a la persona del otro lado que no paraba de golpearla como un primate.Pero antes de que Katya pudiera siquiera tomar el pomo, la puerta se abrió de golpe. Bueno, más que se abrió, fue tirada por completo de sus pernos y terminó a unos metros dentro de la habitación. Katya logró apartarse a tiempo antes de ser golpeada por la puerta y pisoteada por todos los hombres que entraron después como soldados, vestidos de negros, con una pequeña insignia bordada de una copa de vino con un cuchillo incrustado.Al principio, ella se preocupó porque fuese alguna fuerza hostil que querían llevarse a Egan a la cárcel nuevamente. Pero cuando los vio acercarse a Egan y preguntarle incesantemente "¿señor, está bien?", ahí ella
Katya sintió las lágrimas empezar a salir de sus ojos. Quería hacerse un ovillo y llorar, estaba más que desesperada en ese momento. Quería volver a ver a su madre, a Ivan, a sus amigos de la universidad; quería volver a ver el mundo, salir a un centro comercial. Pero si este mafioso la tomaba como esclava, rehén o lo que fuese, Katya estaba bastante segura que todo eso sería lo menos que vería.– Sylvana, por favor –sollozó, se oía completamente patética, pero su última opción era apelar por la empatía de esa chica–. Yo no quiero esto... ¡Esto no era parte del trato! No pueden hacerme esto.Sylvana volvió a tomarla del brazo cuando sintió que Katya estaba a punto de sucumbir a patadas otra vez.– No me hagas tener que atarte de brazos y piernas –pese a qué Katya no podía verle su rostro, sentía en la voz de Sylvana que era sincera al decir que ella no quería hacerlo–. Y sabes que no puedo liberarte. No solo porque es una orden de Egan, sino porque también
Era imposible para Katya saber cuánto tiempo había pasado cuando se estaba bajo tierra, sin luz solar, sin reloj, sin esperanzas. No durmió, tampoco comió bien a pesar de que su plato lucía significativamente mejor que el de los demás presos. Sylvana había ido a verla quizás dos o tres veces, pero Katya sentía que todo simplemente había dejado de existir. Sylvana insistía en que estaba convenciendo a Egan de soltarla, también alegaba que Argus estaba muy avergonzado por lo sucedido. Katya estaba tan enojada que si en ese preciso instante se encontraba frente a Argus o a Egan, ella sinceramente lo único que haría es golpearlos hasta que sus propias manos colapsaran. Katya tuvo tanto tiempo sin nada qué hacer, que su mente tuvo oportunidad de imaginarse los mil escenarios que podrían haber ocurrido con Ivan en casa, cuando éste había despertado y Katya no estuvo allá. Quizás él se habría alarmado y habría llamado a la policía. Aquello le dio esperanzas a Katy. Si Ivan había llamado a l