Katya tenía solo 20 años cuando se graduó como doctora. Era la más joven de su clase en graduarse y con buenas calificaciones. Hizo todo un año de residencia en un hospital local y ganó mucho reconocimiento por lo joven y lista que era. Al menos reconocimiento en Rusia, porque cuando viajó a Italia ocurrió todo lo contrario.
Desde muy temprana edad, ella y su mejor amigo, Ivan, habían soñado con recorrer toda Europa juntos. Incluso, puesto que ambos tenían tan buenas calificaciones, decidieron estudiar juntos en la universidad. Habían compartido tanto que hasta habían intentado salir en su momento, pero descubrieron que eran mejores como amigos que como pareja. Por lo que, por las buenas, decidieron seguir siendo compañeros de viaje.
Cuando llegaron a Italia, buscaron empleo en un hospital local donde habían oído que llegaban casos particularmente complicados y donde había fama de que estaban los mejores doctores. También se decía que necesitaban personal, por lo que cuando ambos llevaron sus currículums, no se esperaron que la única que no obtuviera el empleo fuese Katya.
Ella estaba completamente furiosa y devastada por la situación. Ivan lograba animarla de vez en cuando, pero no había nada en el mundo que pudiese sacarla de ese bajón emocional que sintió cuando fue rechazada por el prestigioso hospital. Habló incluso a su madre sobre lo sucedido y ella no pudo decir tampoco nada que la animara.
Katya estaba tan deprimida por el hecho de no obtener el empleo y la forma en que los pocos ahorros que tenía pronto llegarían a su fin y tendría que conformarse con cualquier empleo que consiguiese, que cuando una oportunidad de trabajo llamó a su teléfono ella no lo pudo rechazar.
– Buenas noches, doctora Kozlov.
Katya, que aún salía de la bruma del sueño, quedó helada al oír la voz profunda y ronca al otro lado de la línea. Creyó que sería Ivan llamándola o incluso se esperaba la llamada de su madre, pero cuando la pantalla del celular mostraba las 02:00 y el nombre "privado" en lugar de algún número telefónico, Katya sintió pánico.
– ¿Quién es? –Escuchó su propias voz ahogada.
– Necesito de su servicios profesionales, doctora. Soy Argus Fiore, señorita –se presentó, pero a Katya su nombre no le sonó de ningún lado–. Solamente necesito que sea discreta y le pagaré lo que sea, pero debe ser ya mismo. ¿Acepta?
El corazón de Katya de aceleró.
– Disculpe, yo no hago consultas independientes. Yo...
– Le daré una tarjeta de crédito negra y el dinero para que usted abra su propia clínica –los ojos de Katya se abrieron por completo y su garganta se secó, estaba completamente sorprendida–. ¿Acepta?
Realmente, ¿cómo podría decir que no a aquello?
Katya suspiró. – Bien, pero debe saber que yo...
– Hay un porsche gris esperándola fuera de su apartamento –le interrumpió Argus–. Como le dije, doctora, debe ser discreta. Empaque ropa para varios días. Y apresúrese, es una emergencia.
Y colgó, sin siquiera la oportunidad para retractarse.
Katya tragó en grueso y asomó su mirada por la ventana del pequeño departamento que se había conseguido junto a Ivan...
Oh Dios, Ivan. ¿Cómo iba a decirle? Definitivamente no podía, ¿no dijo Argus que debía ser discreta? Solo Dios sabía quién era ese tal Argus, cómo había conseguido el número de Katya y para qué la quería.
Una emergencia... él la quería para una emergencia. El sentido profesional de Katya de activó y se apresuró a vestirse lo más decente que pudo con lo primero que encontró. Armó también una pequeña bolsa de mano y se apresuró a salir del departamento sin despertar a Ivan.
Pronto le explicaría lo sucedido; pronto ambos tendrían una clínica para los dos. Esto valdría la pena. Pronto ella tendría su propia clínica.
Katya se subió al auto tras comprobar que el conductor no se veía tan sospechoso. De hecho, cuando Katya se fijó bien se dio cuenta que era una mujer. De cabello corto y un rostro duro, pero sonriente hacia Katya, hizo volver a la vida el rugiente motor del auto.
– Soy Sylvana Caruso, por cierto –dijo sonriéndole a través del espejo retrovisor, con los nervios que Katya cargaba apenas fue capaz de devolverle la sonrisa–. No te preocupes, no venimos a secuestrarte ni nada. De hecho, todo esto es tan apresurado porque estamos a contratiempo. Mi primo fue herido y necesito que lo salven.
Katya sintió compasión por Sylvana. No sabía cómo, pero tenía la impresión de Sylvana y ella hubiesen podido llevarse muy bien. En serio quería ayudarla, en especial si recibía la recompensa que había mencionado Argus.
– Herida de bala, pectoral mayor –Katya quiso preguntar cómo había sido herido de bala, pero Argus había dicho discreción y hacerlo era una total falta a la regla–. Reventó la arteria torácica superior.
Katya visualizó en su mente la herida y el desastre que habría hecho. De hecho, lo que la hizo sorprenderse más que, con el tiempo que ya había transcurrido, el hombre ya habría muerto.
Sylvana, adelantándose a sus pensamientos, le aclaró. – Nosotros tenemos nuestro médico en la familia, pero él no se encuentra... disponible. Solamente le hemos encontrado enfermeros, pero ningún doctor o cirujano. Está estable, por ahora. Pero necesita entrar en un quirófano lo antes posible.
– ¿Por qué no lo llevan a un hospital? –Preguntó inocentemente Katya.
– No –respondió Sylvana de forma cortante–. Argus le dijo la condición principal del trabajo, ¿no es así? Discreción.
Katya simplemente asintió y dejó caer su espalda contra el cómodo asiento del auto. Estaba asustada aún, pero no pudo evitar la curiosidad por esta extraña familia.
Ambas habían llegado ya a un aeropuerto no muy grande, donde habían apenas unos aviones y avionetas. Pero cuando Sylvana siguió conduciendo y entró hasta la parte más alejada del aeropuerto, estacionó justo frente a un bonito y muy lujoso jet privado. Katya jadeó de la sorpresa y miró hacia un costado del avión la palabra "Alyssa" en una bonita letra cursiva.
Sylvana motivó a Katya a entrar en el avión si estaba completamente segura del trabajo. Era la última oportunidad de Katya de renunciar, pero ya había llegado hasta allí, ya sabía el pago y la condición del paciente.
Katya entró en el avión sin decir nada, Sylvana la siguió un momento después. El vuelvo no duró demasiado. Apenas estaba amaneciendo cuando el avión aterrizó y otro porsche espera a Sylvana y a Katya en el nuevo aeropuerto. Katya estaba cansada, había perdido la noche de sueño y apenas ahora es que necesitaría cada gramo de energía que tuviese.
Quince minutos después, el auto las dejó afuera de lo que parecía un local abandonado. A los alrededores habían otros similares, pero que sin duda estaban menos habitados. Otra cosa que también llamaba mucho la atención es que esta era la única casa que tenía guardianes hasta en la puerta.Katya se imaginó que dentro de esas cuatro paredes encontraría quizás un político o un exiliado. Fuese quien fuese, debía ser profesional y discreta.Sylvana motivó a Katya a entrar y ambas se vieron dentro de una pequeña casa que apenas y contaba con una sala poco decorada y una cocina que solamente tenía un viejo refrigerador y una mesa de madera con cuatro sillas. De una de esas sillas, se levantó un hombre de aspecto abatido. Su cabello rojo estaba peinado hacia abajo, como si la lluvia lo hubiese aplastado, tenía enormes ojeras y su ropa estaba desaliñada y llena de sangre seca.Sylvana, quien parecía muy familiar ante el hombre, bufó.– Haz tenido mejores días, Arg.– ¡Cállate! –Gruñó el hombr
Eso no quiere decir que Katya no intentó escapar.– Abre la puerta.Y a ante la orden de Egan, la puerta se abrió y lo primero que Katya vio fue el desolado pasillo ser interrumpido por un hombre muy grande y robusto, que parecía recién salido de la cárcel. Los ojos de él vieron primero a Katya, sin una mezcla de simpatía, y después a Egan, a quien el gran hombre le dedicó un respetuoso saludo con la cabeza.– Me alegra que esté despierto, señor Caruso. –Pronunció.– Yo también, Boris –respondió Egan–. Deja que la doctora Koslov reciba el paquete.Sin por favor ni gracias; aquello en verdad le molestaba a Katya. Pero ella simplemente miró una última vez al tal Boris asustada, para después recibir al larguirucho y delgado repartidor que esperaba pacientemente detrás de él.Era muy joven para estar trabajando, pero Katya se forzó a sonreírle amigablemente.Katya mantuvo su sonrisa mientras recogía la bolsa y se inclinaba para firmar la factura. Miraba de reojo a Boris que la miraba con a
Tras esa última amenaza, Katya no volvió a hablar. Y si aquello a Egan le parecía extraño, no lo demostró. Incluso parecía que estaba menos tenso en silencio. Entre el guardaespaldas de antes, Boris, y Katya lograron llevar a Egan a la sala, pasando por la casa donde había solamente una pequeña habitación con una cama donde Egan podía descansar. Él, no permitiendo que Katya de alejara a más de dos pasos de él, bromeó sobre que podían compartir la cama. Katya solamente respondió que preferiría dormir incluso en la mesa antes que con él. Decidieron dejarlo en un sofá de la sala, donde él inmediatamente comenzó una serie de llamadas en todo tipo de idiomas. Katya no quiso entrometerse en lo absoluto, de hecho, sentada en un sofá frente a Egan, vigilada tanto por él como por Boris, el cansancio comenzó a apoderarse de ella.Katya resistió tanto el sueño como pudo, pero sus ojos se cerraron unos cortos minutos en donde un cabeceo la despertó. Halló entonces a Egan observándola con una de su
Y entonces hubo algo en la mirada de Egan que se ablandó. Él alzó una mano y acaricia con ella la mejilla de Katya. Pese a que ella no hubiese dejado que él la tocará, si eso significaba que se iría con ellas, no se apartó de su tacto. Egan reconoció lo que hizo un momento después y bajó la mano, así también como parto su mirada de Katya.– ¡No pienso abandonar a mis hombres! –Gritó enfurecido.Katya estaba lista para replicar una vez más, pero entonces un balazo terminó de derribar la barrera de guardias de Egan. Sylvana regreso a su posición y comenzó a disparar a diestra y siniestra con su escopeta. Egan también empezó a disparar con su brazo contrario al lado donde había sido la operación. Pero los militares eran cada vez más y, con sus chalecos antibalas y números mayores, la pelea llegó hasta donde estaba Katya.Ella no sabía pelear, sabía cómo defenderse, pero en ese momento de pelea no supo cómo reaccionar. Egan se movió primero y empezó a luchar. Prontamente él y Katya se vie
Katya miró una última vez la puerta que tocaban sin descanso y después se giró hacia Egan. Él estaba inexpresivo como siempre, y sin duda no estaba esperando a nadie. Katya tomó aire y, tras quitarse los guantes y todo el material médico, se dirigió hacia la puerta para abrirle a la persona del otro lado que no paraba de golpearla como un primate.Pero antes de que Katya pudiera siquiera tomar el pomo, la puerta se abrió de golpe. Bueno, más que se abrió, fue tirada por completo de sus pernos y terminó a unos metros dentro de la habitación. Katya logró apartarse a tiempo antes de ser golpeada por la puerta y pisoteada por todos los hombres que entraron después como soldados, vestidos de negros, con una pequeña insignia bordada de una copa de vino con un cuchillo incrustado.Al principio, ella se preocupó porque fuese alguna fuerza hostil que querían llevarse a Egan a la cárcel nuevamente. Pero cuando los vio acercarse a Egan y preguntarle incesantemente "¿señor, está bien?", ahí ella
Katya sintió las lágrimas empezar a salir de sus ojos. Quería hacerse un ovillo y llorar, estaba más que desesperada en ese momento. Quería volver a ver a su madre, a Ivan, a sus amigos de la universidad; quería volver a ver el mundo, salir a un centro comercial. Pero si este mafioso la tomaba como esclava, rehén o lo que fuese, Katya estaba bastante segura que todo eso sería lo menos que vería.– Sylvana, por favor –sollozó, se oía completamente patética, pero su última opción era apelar por la empatía de esa chica–. Yo no quiero esto... ¡Esto no era parte del trato! No pueden hacerme esto.Sylvana volvió a tomarla del brazo cuando sintió que Katya estaba a punto de sucumbir a patadas otra vez.– No me hagas tener que atarte de brazos y piernas –pese a qué Katya no podía verle su rostro, sentía en la voz de Sylvana que era sincera al decir que ella no quería hacerlo–. Y sabes que no puedo liberarte. No solo porque es una orden de Egan, sino porque también
Era imposible para Katya saber cuánto tiempo había pasado cuando se estaba bajo tierra, sin luz solar, sin reloj, sin esperanzas. No durmió, tampoco comió bien a pesar de que su plato lucía significativamente mejor que el de los demás presos. Sylvana había ido a verla quizás dos o tres veces, pero Katya sentía que todo simplemente había dejado de existir. Sylvana insistía en que estaba convenciendo a Egan de soltarla, también alegaba que Argus estaba muy avergonzado por lo sucedido. Katya estaba tan enojada que si en ese preciso instante se encontraba frente a Argus o a Egan, ella sinceramente lo único que haría es golpearlos hasta que sus propias manos colapsaran. Katya tuvo tanto tiempo sin nada qué hacer, que su mente tuvo oportunidad de imaginarse los mil escenarios que podrían haber ocurrido con Ivan en casa, cuando éste había despertado y Katya no estuvo allá. Quizás él se habría alarmado y habría llamado a la policía. Aquello le dio esperanzas a Katy. Si Ivan había llamado a l
¿Dónde está tu madre? Katya sintió las lágrimas picar tras sus ojos y su garganta cerrarse como si una soga la ahorcara. No quería llorar; no quería que su madre saliera lastimada o afectada de aquella situación en la que ella se había metido sola. – En Rusia, Siberia –Katya miró a Elián, él por algún motivo lució aliviado al escuchar aquello. Katya también sintió el alivio colarse en su pecho. – Muy bien, ¿ves que no es muy difícil? –Felicitó Elián, como quien quiere domesticar un perro a su conveniencia–. ¿Algún padre, hermanos, hijos amigos cercanos? –Katya negó, no iba a delatar a Ivan–. Eres una chica solitaria. ¿Qué edad tiene, doctora Koslov? Katya tomó aire. – Este año cumplo veintidós. – ¿Cómo llegó aquí? – Un carro me dejó en la puerta, entré con mis propios pies. –Katya se sintió bien al inicio por el chiste, pero cuando Elián lució decepcionado por su muestra infantil de sarcasmo y rebeldía, Katya no supo por qué su orgullo se desinfló también. Elián tomó aire y mer