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Las manos y rodillas de Katya comenzaron a temblar sin control, incluso creyó que no podría mantenerse por mucho más. Si había algo peor que tener que ocultar el secreto de la mafia de Egan, era tener que pertenecer a ella y casarse con el mismísimo jefe.Aquello simplemente no era cierto, incluso le provocó risa.– Es un chiste, ¿verdad? –Katya caminó por la celda y esperó que Egan negara lo que acababa de decir, pero él no lo hizo–. Egan, eres un mafioso, vil y despreciable. ¿Crees que me casaría contigo, con todo esto que haces? –Katya señaló el calabozo a su alrededor. Egan apretó fuertemente los puños, a poco de perder la paciencia–. Además, ni siquiera te conozco y tampoco deseo conocerte. Te salvé la vida como un acto egoísta en busca de un mejor futuro para mi carrera. Y gracias a eso, terminé aquí. Pero si salir de aquí significa casarme contigo, prefiero quedarme aquí un poco más.Egan giró los ojos. Él se mantuvo en silencio un largo rato, como si estuviese meditando. Katya
Cuando Katya logró subirse al asiento trasero, Egan estaba ya entrando al copiloto. Le ofreció una manta y una botella con agua, y Katya sintió desconfianza de aquel gesto.Eso hizo rodar los ojos a Egan. – Toma el agua de una puta vez, no quiero ser descortés al obligarte a tomarla y tampoco quiero que te desmayes.Katya finalmente la tomó y su garganta casi gimió de placer al sentir el refrescante líquido bajar por su garganta.El camino duró apenas unos pocos minutos, que perfectamente lo hubiesen podido recorrer a pie, aunque así hubiese sido una pesadilla al ser cuesta arriba. Cuando las rejas plateadas se abrieron, Katya contuvo un jadeo. La casa de Egan era incluso más hermosa de cerca: con la puerta de madera oscura, las paredes de cristal pero que no permitían que nada de lo que ocurría por dentro se viera desde afuera, unas gruesas vigas de piedra blancas, un techo altísimo que delataba al menos unos tres pisos. El interior era igual de bellísimo, con algunos sofás, una chime
¿Cómo qué "supuesta familia"? ¡¿Él ya sabía?!Aquello aterró a Katya, pero se esforzó por permanecer con el rostro tan frío como Egan. Necesitaba, y rápido, averiguar que tanto sabía Egan sobre ella. Katya recordaba que él le había dicho que la había investigado, probablemente ya sabía mucho sobre ella, pero realmente a Katya le hubiese gustado en ese momento poder leerle la mente a Egan para saber qué sabía ya.Katya fingió confusión.– Yo de verdad necesito llamar a mi mamá, Egan –replicó ella, no haría un berrinche ni un drama, tampoco planeaba rogarle, pero necesitaba conseguir alguna forma inteligente de sacarlo de allí–. No llamaré a la policía, estoy consciente que mis problemas serían tan graves como los tuyos si algo así sucediera –Egan levantó una ceja, finalmente orgulloso de notar que ya Katya sabía perfectamente las consecuencias de traicionarlo–. Solamente serán unos minutos.Egan asintió.– Si solo serán unos minutos, no debería irme entonces. Debemos hablar cuando term
Egan dispuso para Katya su avión para llegar más rápido hasta Roma, donde estaba la residencia donde ella había vivido junto a Ivan por unas semanas y donde también estaba el hospital desde el que Ivan la esperaba. Katya iba preparándose mentalmente para el trabajo que tenía por delante, pero el cansancio de todos aquellos días comenzó a pasarle factura en su mente y cuerpo. Egan, la llamada de Argus, el viaje con Sylvana, salvar a Egan, el ataque de las fuerzas armadas, Egan, los sicarios llevándosela a la fuerza, el calabozo, Elian, el contrato de matrimonio, y otra vez Egan. Siempre era Egan Caruso.Katya creyó que podría descansar un poco en el viaje antes de llegar al hospital, pero cuando Egan se sentó frente a ella y dejó caer en la mesa una carpeta con algunas páginas, Katya tuvo que morderse la lengua para no llorar.Era el contrato de matrimonio, y Egan estuvo leyéndoselo durante la hora y media de viaje.– El contrato de matrimonio no tiene fecha de expiración, se romperá s
Katya se quedó tan sorprendida por la reacción de Egan que no pudo moverse ni hablar hasta que escuchó un chillido de dolor salir de los labios de Ivan. Aquella escena era completamente imposible de creer, innecesariamente inmadura de parte de Egan.– Egan, ¡detente! –Con una rapidez, que incluso se sorprendió a sí misma, Katya se lanzó al frente y atrapó la mano de Egan que sostenía la pistola. Forcejearon durante unos segundos, pero al final gracias a la herida de Egan que aún sanaba, Katya logró separar el arma de la cabeza de Ivan lo más que pudo en caso de que se escapara una bala. Katya quedó nariz con nariz frente a un Egan molesto y, sin duda, celoso; lo cual era peor que un Egan frío e, incluso, despiadado–. Estás montando una escena en un hospital público. Te recuerdo que no tienes buena fama, al menos no como para arriesgarte a llamar la atención de esta forma.Egan respiraba como un toro al que se le alzaba una bandera roja. Parecía que lo que había dicho Katya por un mome
Al salir del quirófano, Katya estaba exhausta. Entre salvarle la vida a un paciente, lidiar con Egan y las miradas de las enfermeras, gracias al espectáculo de Egan y el hecho de que ella había sido la rechazada para el trabajo, la habían agotado a niveles estelares. Todo ello teniendo en cuenta que los últimos días, desde que había decidido atender a Egan, no había descansado nada ni había comido demasiado bien.Y estaba Egan, pensó Katya cuando volvía a entrar al pasillo donde lo había dejado, siempre estaría él de ahora en más. En especial si ella quería su clínica y él tuviese el dinero para financiarla.Katya buscó por todo el pasillo a Egan o a sus hombres, los cuales serían imposibles de esconderse o perderse entre las personas. Pero ella no los encontró, ni rastros de ellos. Todo parecía al día que los militares los atacaron...¿Y si habían vuelto? Las alarmas se dispararon de inmediato. Si la fuerza armada había vuelto y ellos habían tenido que irse dejándola atrás, era verda
Las paredes blancas, un ventanal cubierto con una cortina gris y un olor a incienso de vainilla y productos de limpieza. Había calidez, no había dolor, tenía sueño. Mucho sueño. Egan volvió a cerrar sus ojos, sumiéndose en la negrura del sueño una vez más. Escuchaba una dulce voz, tarareando una suave melodía que no conocía. Sentía algunas delicadas caricias recorrerle los brazos, un aire frío soplarle el rostro. Sentía las gotas bajar desde su cabello hasta su mandíbula y cuello, la humedad en su frente que pegaba su cabello a su rostro.Estaba durmiendo, eso lo sabía Egan. Y cuando la pesadilla perenne de sus recuerdos se materializó frente a él, quiso llorar, quiso gritar, quiso patalear como un niño al que se le es arrebatado el tesoro más grande que su frágil cuerpo puede poseer: su madre.Usualmente él era un hombre frío, calmado, pero cuando aquella pesadilla lo atormentaba noche tras noche, él sentía que volvía a ser el niño que vio a su madre morir frente a sus ojos, cuyo pad
Egan asintió, evitando al máximo demostrar cualquier asombro en su rostro.– Bien hecho –Katya escondió una sonrisa de orgullo–. Parece que se te da bien la autoridad.Katya se encogió de hombros.– Las cirugías e intervenciones en el hospital me dieron experiencia; ser la doctora de cabecera es algo muy similar: dar órdenes, dirigir, tomar decisiones importantes en lapsos cortos de tiempo. Solamente que en ese caso tienes la vida de un paciente en tus manos, y en el tuyo, tu heridas, propiedades, dinero –Katya se inclinó en la camilla, susurrando para que los hombres de Egan, que los cuidaban desde el otro lado de la puerta, no escucharan–. ¿Sabes que tuve el dominio de entregarte a las autoridades y destruirte con mis manos por casi 10 horas? –A Egan escuchar aquello no le agradó en lo absoluto–. Y aún así no lo hice. No significa en lo absoluto que tenga lealtad hacia ti, o que sienta que te debo algo y tenga la necesidad de pagarte. Estamos a mano.Egan sintió tanta ira en su inter