Si aceptas...
Cuando Katya logró subirse al asiento trasero, Egan estaba ya entrando al copiloto. Le ofreció una manta y una botella con agua, y Katya sintió desconfianza de aquel gesto.

Eso hizo rodar los ojos a Egan. – Toma el agua de una puta vez, no quiero ser descortés al obligarte a tomarla y tampoco quiero que te desmayes.

Katya finalmente la tomó y su garganta casi gimió de placer al sentir el refrescante líquido bajar por su garganta.

El camino duró apenas unos pocos minutos, que perfectamente lo hubiesen podido recorrer a pie, aunque así hubiese sido una pesadilla al ser cuesta arriba. Cuando las rejas plateadas se abrieron, Katya contuvo un jadeo. La casa de Egan era incluso más hermosa de cerca: con la puerta de madera oscura, las paredes de cristal pero que no permitían que nada de lo que ocurría por dentro se viera desde afuera, unas gruesas vigas de piedra blancas, un techo altísimo que delataba al menos unos tres pisos. El interior era igual de bellísimo, con algunos sofás, una chime
Rebe Siro

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