Cuando Hellen terminó, se quedó arrodillada junto al retrete, respirando con dificultad. El frío del suelo del baño se le metía en los huesos, y se sentía débil y vulnerable. Se apoyó contra la pared, tratando de recuperar la compostura, pero las lágrimas comenzaron a caer sin control. Era demasiado, todo era demasiado.Al salir, tenía la zurda en su vientre y la diestra en la boca, Hadriel estaba allí, con una expresión de preocupación que rara vez se veía en su rostro serio e inflexible, con ese traje de sastre tan ostentoso que lo hacía ver elegante y majestuoso.Hellen trató de sonreír, pero solo logró emitir un sollozo ahogado.—Lo siento... no quería que me vieras así...Hadriel negó con la cabeza, sus ojos celestes fijos en los de ella.—No tienes que disculparte —dijo él con su voz calmada y reconfortante.Hadriel le ofreció una toalla húmeda para que se limpiara la boca.—¿Ya te encuentras bien? —preguntó Hadriel, notando lo pálida que estaba.—Sí, ya estoy… —dijo Hellen. Sin
Hellan le dedicó una sonrisa tímida antes de seguir su camino. Lo recordada a la perfección.Hadriel, sin darle más importancia, continuó hacia la salida del hospital. Sabía que Hellen necesitaba cuidados, así que decidió ir a una farmacia cercana para comprar algunas cosas que podrían ayudarla a recuperarse después de haber vomitado.En la farmacia, recorrió los pasillos con calma, eligiendo cuidadosamente lo que necesitaba. Agarró una botella de agua mineral, sabiendo que era importante que Hellen se mantuviera hidratada. Luego, agregó una bebida isotónica para reponer los electrolitos perdidos. Pasó por la sección de alimentos blandos y seleccionó unas galletas de soda y una caja de arroz inflado, suaves para el estómago y fáciles de digerir. También tomó un paquete de té de jengibre, que podría ayudar a calmar las náuseas, y una caja de compresas frías para que Hellen pudiera aplicarlas si seguía sintiéndose mal. Antes de dirigirse a la caja, añadió un paquete de toallitas húmedas
Hellan empezó a frecuentar más el hospital, al que antes había ido de forma intermitente. Quiso llamar la atención de él y acercarse. No obstante, se percató de que Hadriel solo miraba y atendía a su hermana, Hellen, mientras que a los demás, salvo a su mamá y a su propio padre, los trataba con indiferencia.Hellen recibió el aviso por parte del doctor que ya tenía los resultados de los exámenes que se había hecho días atrás. Hadriel la acompañó y se quedó de pie, a su espalda, mientras ella se había acomodado en la silla.El médico leyó las hojas de nuevo. Luego, miró a Hellen con una expresión llena cortesía.—Felicitaciones, señora Hellen —dijo el doctor de manera animada. Le ofreció el papel—. Usted no está enferma, sus síntomas son porque está embarazada. Además, se presume que sea gemelar… Felicitaciones.Hellen escuchó la noticia y sintió como si el mundo se detuviera a su alrededor. Las palabras del doctor resonaban en su mente, pero parecía incapaz de procesarlas. ¿Embarazada?
Dahlia, aun procesando lo que acababa de escuchar, se quedó inmóvil en su silla, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba asimilar la noticia. La idea de que su hija Hellen estuviera embarazada, y posiblemente de gemelos, no encontraba un lugar lógico en su mente. ¿Cómo podía ser? No había visto señales, ni escuchado siquiera un rumor sobre un pretendiente en la vida de Hellen, ni en su país de origen ni en Alemania. Era como si de repente se abriera un abismo de preguntas y ninguna respuesta estuviera a la vista.Harvey Drews, sentado en un rincón de la habitación, observaba la escena con una mezcla de desconcierto y preocupación. Aunque su expresión seguía siendo estoica, en sus ojos se reflejaba la incertidumbre. Él también había sido testigo del crecimiento de Hellen y, aunque la respetaba profundamente, no podía evitar preguntarse cómo había ocurrido algo tan inesperado. ¿Quién era el padre? ¿Qué implicaciones tendría esto para la familia? La noticia traía consigo un to
Hellen no podía comprender por qué lo hacía. ¿Por qué se ofrecía a cargar con una responsabilidad tan enorme, una mentira que podría cambiar la vida de ambos? La sorpresa y la confusión se mezclaban con una gratitud inmensa y un alivio que la hizo sentir como si pudiera respirar de nuevo, aunque solo fuera por un momento.Al contemplarlo, se daba cuenta de que, en medio de toda su seriedad y frialdad, Hadriel tenía una nobleza que ella nunca había imaginado. Se sintió pequeña y vulnerable a su lado, pero también extrañamente protegida. No entendía su motivo, pero en ese instante, sintió que no estaba tan sola como había creído. Hadriel había dado un paso adelante para salvarla, y esa decisión lo convirtió, a sus ojos, en alguien más allá de lo terrenal, alguien casi divino que había intervenido en su vida en ese instante de tensión.Hadriel se encontraba en su cuarto personal del hospital, en un momento de aparente calma, cuando su padre, Harvey, comenzó a hablar. El tono melancólico
—No solo eso —continuó, con una contundencia que no dejaba espacio para la duda—. Me haré responsable y les pido su bendición para casarme con Hellen.Hellen sintió como si el mundo a su alrededor se desvaneciera en un torbellino de emociones y pensamientos caóticos. La voz de Hadriel, tan firme y segura, resonaba en su mente, pero esa declaración parecía irreal, como si pertenecieran a otra vida, a otro destino que no era el suyo. ¿Cómo era posible que este hombre, este ser casi divino que había aparecido de repente en su vida, se ofreciera no solo a hacerse responsable de un hijo que no creía suyo, sino también a casarse con ella?Cada palabra de Hadriel golpeaba su mente como un eco ensordecedor. Hellen se sentía abrumada, incapaz de comprender el porqué de su propuesta. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué lo impulsaba a asumir una carga tan inmensa, a unirse a ella en un lazo tan profundo cuando apenas se conocían? Sentía que no lo merecía. Él era hermoso, maravilloso, perfecto en formas que
Dahlia y Harvey, por un instante, quedaron sin palabras, mirándose mutuamente con una mezcla de sorpresa y emoción. Aquel giro inesperado en los acontecimientos superaba cualquier expectativa que ambos pudieran haber tenido. Sin embargo, una sonrisa empezó a dibujarse en sus rostros, una sonrisa cómplice que reflejaba un deseo compartido desde hace tiempo. Aunque nunca habrían forzado a sus hijos a estar juntos, siempre habían visto en Hadriel y Hellen la posibilidad de un futuro en común, un futuro que ahora parecía estar materializándose de manera sorprendentemente rápida.—Si los dos están enamorados, están embarazados y quieren casarse, entonces ninguno de los dos se opone —dijo el señor Harvey de manera entusiasta—. Es posible que, hasta antes de partir de este mundo vea a mis nietos y estoy encantado de tener una nuera como tú, Hellen.Harvey fue el primero en hablar con su tono lleno de entusiasmo y aprobación. La idea de convertirse en abuelo, especialmente en medio de su prop
Al día siguiente, Hadriel invitó a Hellen a su apartamento, para explicarle por qué había dicho que era el padre de su hijo y sobre la propuesta de matrimonio. Le ofreció té y se sentaron en el sofá de la sala de estar.—Me disculpo si ha sido sorpresivo —dijo Hadriel de manera tranquila—. Quería ayudarte en esa situación.—Sí, yo entendí eso —respondió Hellen con timidez. Agachó su cabeza y sus mejillas se sonrojaron. Le apenaba que se hubiera enterado de que estaba embarazada y de que no sabía quién era el padre—. Te lo agradezco.—La verdad es que lo que dije es en serio —dijo Hadriel de forma respetuosa. Sacó el documento y lo puso sobre la mesa—. Mi padre está por morir y ha manifestado su deseo de tener nietos y una nuera. Lo que te voy pedir es un gran favor. —La voz de él se tornó más suave—. Te ofrezco este contrato donde nos casaremos… Yo seré el padre para tus hijos y tú, mi esposa, la que dará a luz a los nietos de nuestros padres.Hellen se sentía atrapada en una oleada d