Dahlia, aun procesando lo que acababa de escuchar, se quedó inmóvil en su silla, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba asimilar la noticia. La idea de que su hija Hellen estuviera embarazada, y posiblemente de gemelos, no encontraba un lugar lógico en su mente. ¿Cómo podía ser? No había visto señales, ni escuchado siquiera un rumor sobre un pretendiente en la vida de Hellen, ni en su país de origen ni en Alemania. Era como si de repente se abriera un abismo de preguntas y ninguna respuesta estuviera a la vista.Harvey Drews, sentado en un rincón de la habitación, observaba la escena con una mezcla de desconcierto y preocupación. Aunque su expresión seguía siendo estoica, en sus ojos se reflejaba la incertidumbre. Él también había sido testigo del crecimiento de Hellen y, aunque la respetaba profundamente, no podía evitar preguntarse cómo había ocurrido algo tan inesperado. ¿Quién era el padre? ¿Qué implicaciones tendría esto para la familia? La noticia traía consigo un to
Hellen no podía comprender por qué lo hacía. ¿Por qué se ofrecía a cargar con una responsabilidad tan enorme, una mentira que podría cambiar la vida de ambos? La sorpresa y la confusión se mezclaban con una gratitud inmensa y un alivio que la hizo sentir como si pudiera respirar de nuevo, aunque solo fuera por un momento.Al contemplarlo, se daba cuenta de que, en medio de toda su seriedad y frialdad, Hadriel tenía una nobleza que ella nunca había imaginado. Se sintió pequeña y vulnerable a su lado, pero también extrañamente protegida. No entendía su motivo, pero en ese instante, sintió que no estaba tan sola como había creído. Hadriel había dado un paso adelante para salvarla, y esa decisión lo convirtió, a sus ojos, en alguien más allá de lo terrenal, alguien casi divino que había intervenido en su vida en ese instante de tensión.Hadriel se encontraba en su cuarto personal del hospital, en un momento de aparente calma, cuando su padre, Harvey, comenzó a hablar. El tono melancólico
—No solo eso —continuó, con una contundencia que no dejaba espacio para la duda—. Me haré responsable y les pido su bendición para casarme con Hellen.Hellen sintió como si el mundo a su alrededor se desvaneciera en un torbellino de emociones y pensamientos caóticos. La voz de Hadriel, tan firme y segura, resonaba en su mente, pero esa declaración parecía irreal, como si pertenecieran a otra vida, a otro destino que no era el suyo. ¿Cómo era posible que este hombre, este ser casi divino que había aparecido de repente en su vida, se ofreciera no solo a hacerse responsable de un hijo que no creía suyo, sino también a casarse con ella?Cada palabra de Hadriel golpeaba su mente como un eco ensordecedor. Hellen se sentía abrumada, incapaz de comprender el porqué de su propuesta. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué lo impulsaba a asumir una carga tan inmensa, a unirse a ella en un lazo tan profundo cuando apenas se conocían? Sentía que no lo merecía. Él era hermoso, maravilloso, perfecto en formas que
Dahlia y Harvey, por un instante, quedaron sin palabras, mirándose mutuamente con una mezcla de sorpresa y emoción. Aquel giro inesperado en los acontecimientos superaba cualquier expectativa que ambos pudieran haber tenido. Sin embargo, una sonrisa empezó a dibujarse en sus rostros, una sonrisa cómplice que reflejaba un deseo compartido desde hace tiempo. Aunque nunca habrían forzado a sus hijos a estar juntos, siempre habían visto en Hadriel y Hellen la posibilidad de un futuro en común, un futuro que ahora parecía estar materializándose de manera sorprendentemente rápida.—Si los dos están enamorados, están embarazados y quieren casarse, entonces ninguno de los dos se opone —dijo el señor Harvey de manera entusiasta—. Es posible que, hasta antes de partir de este mundo vea a mis nietos y estoy encantado de tener una nuera como tú, Hellen.Harvey fue el primero en hablar con su tono lleno de entusiasmo y aprobación. La idea de convertirse en abuelo, especialmente en medio de su prop
Al día siguiente, Hadriel invitó a Hellen a su apartamento, para explicarle por qué había dicho que era el padre de su hijo y sobre la propuesta de matrimonio. Le ofreció té y se sentaron en el sofá de la sala de estar.—Me disculpo si ha sido sorpresivo —dijo Hadriel de manera tranquila—. Quería ayudarte en esa situación.—Sí, yo entendí eso —respondió Hellen con timidez. Agachó su cabeza y sus mejillas se sonrojaron. Le apenaba que se hubiera enterado de que estaba embarazada y de que no sabía quién era el padre—. Te lo agradezco.—La verdad es que lo que dije es en serio —dijo Hadriel de forma respetuosa. Sacó el documento y lo puso sobre la mesa—. Mi padre está por morir y ha manifestado su deseo de tener nietos y una nuera. Lo que te voy pedir es un gran favor. —La voz de él se tornó más suave—. Te ofrezco este contrato donde nos casaremos… Yo seré el padre para tus hijos y tú, mi esposa, la que dará a luz a los nietos de nuestros padres.Hellen se sentía atrapada en una oleada d
El tacto de Hadriel era firme y cálido, transmitiendo una mezcla de seguridad y vulnerabilidad. Mientras sostenía las manos de Hellen, una corriente eléctrica recorría su cuerpo, haciéndola consciente de cada punto de contacto. Las manos de Hadriel, fuertes y protectoras, contrastaban con la suavidad de su propia piel, y ese simple gesto hizo que su corazón latiera con más fuerza. Cuando Hadriel pronunció su nombre, Hellen sintió que el mundo se detenía por un instante. Sus ojos turquesas, profundos y brillantes, la miraban con una intensidad que la desarmaba. Eran como dos océanos que podían ver a través de su alma, desnudando sus miedos y deseos más profundos. Esa mirada la hacía sentirse vista, como si no hubiera nada en el mundo más importante para él en ese momento que ella.El cabello oscuro de Hadriel enmarcaba su rostro de manera perfecta, realzando aún más la simetría de sus rasgos. Tenía una belleza etérea, casi divina, que lo hacía parecer inalcanzable, como si fuera un ser
Hellen cada vez que lo miraba, se sentía más pequeña, más indigna de estar a su lado. Sin embargo, esa misma sensación de inferioridad hacía que el gesto de Hadriel se volviera aún más precioso para ella. Él no solo la aceptaba, sino que estaba dispuesto a protegerla, a compartir su vida con ella, a ser el padre de sus hijos. Esa generosidad, ese deseo de cuidarla y protegerla, la conmovía profundamente.El hecho de que Hadriel pudiera verla y, a pesar de todo, querer estar a su lado, hacía que su corazón se abriera más y más hacia él. Poco a poco, estaba cayendo en las redes del amor, un amor que parecía inevitable, como una flor que se abre al sol aunque tema ser quemada. Hellen sabía que se estaba enamorando de Hadriel, y aunque el miedo y la culpa aún la acechaban, la calidez de sus sentimientos hacia él comenzaba a ahogar esas dudas.Ella no podía controlar lo que sentía; era algo más fuerte que su razón, algo que la empujaba hacia Hadriel, a pesar de todas las barreras que había
Los preparativos para la boda comenzaron de inmediato, con un aire de determinación y entusiasmo que envolvía a todos los involucrados. Hadriel, con su influencia y recursos, se encargó de gestionar los permisos necesarios con los directores del hospital. No fue una tarea difícil; los Drews, siendo los principales inversionistas y benefactores del lugar, contaban con el respeto y la gratitud de la administración. Así, el jardín del hospital, un espacio tranquilo y lleno de vida, fue aprobado como el escenario para la ceremonia.Hellen, acompañada de su hermana Hellan y su hermano Howard, quien fue avisado y viajó a Alemania para el evento, luego de que la informaran sobre la gran noticia de que estaba embarazada y de que iba a casarse. Ellos se dedicaron a los detalles más personales. Juntos, diseñaron invitaciones discretas, pero elegantes, destinadas exclusivamente a los pacientes del hospital. La idea era compartir ese momento con aquellos que también estaban enfrentando desafíos,