— ¿Dónde está tu habitación? — le preguntó, pegándola firmemente a él y comenzando a moverse por el corto pasillo. — Derecha — fue lo único que dijo, anclada a sus labios, a ese sabor que mucho extrañaba. Tan pronto estuvieron en el interior de la habitación, empezaron a desvestirse hasta estar seguro de que nada se interpondría sus pieles. Leo se sentó en el borde la cama y la sentó a ella a horcajadas sobre sí, empalándose a él sin tanto preámbulo, pues la necesidad era más grande que cualquier otra cosa en ese momento, el simple resultado de haber estado tanto tiempo separados. Ella emitió un débil quejido al sentir que sus paredes se ensanchaban para recibirlo. Y tan pronto él se dio cuenta de algo importante, la tomó de las caderas y rompió el contacto de sus labios. — No estoy usando protección y tampoco he traído una — gruñó, contenido, no quería salirse de su interior por nada del mundo, aun sabiendo el riesgo que ese implicaba —. Después de ti y yo… Ella lo silencio volvi
Dos semanas después…— Buenos días, rubia — le susurró Leonardo a su novia, quien despertaba justamente.Ella abrió los ojos de a poco y se desperezó con una sonrisa antes de echarse a sus brazos.— Regresaste — murmuró quedamente, todavía somnolienta.— Por supuesto que sí — dijo y besó delicadamente sus labios — te dije que lo haría, además, no me perdería por nada del mundo la presentación que harás hoy.Ella sonrió y se estrujó los ojos, ahora acomodándose en el borde de la cama.— Y yo te dije que no era tan importante, es solo un concurso.— Todo lo que concierte a ti, a tus sueños y anhelos, es importante para mí — musitó con franqueza —. Creo que te lo he dejado claro ya muchas veces, ¿o me equivoco?Negó con los ojos agolpados de electricidad.Y es que desde que la fue a buscar y se instaló ese mismo día en su apartamento, las cosas entre ellos no habían hecho más que mejorar. El pasado, los errores y el dolor que implicó su separación, solo quedaron atrás, dejando como resul
Una mañana, días antes de navidad, mientras ella tomaba una ducha para ir a su última clase, Leo terminó de organizar a través de una llamada algo muy especial. En realidad, llevaba la última semana planeándolo sin que ella lo sospechara, pues era una sorpresa de la que, si era sincero, se sentía increíblemente nervioso, pues no sabía cómo ella iba a reaccionar.— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — le preguntó Stefano, se había quedado sorprendido en la línea durante un par de minutos, pero muy feliz por las decisiones que últimamente había estado tomando su hermano pequeño.— Nunca he estado tan seguro de nada en mi vida, Stef — le dijo con total franqueza —. En serio quiero hacer esto.— Bueno, ya sabes que cuentas con mi apoyo, nos vemos en un par de días entonces.Después de colgar, la vio salir del baño. Estaba enrollada en una toalla y tenía el cabello húmedo. No demoró en acercarse y rodearla de la cintura para robarle el beso número mil de esa mañana, y eso que apenas
Emilio Arcuri, a lo largo de los años, se le había conocido como el mejor partido para las mujeres jóvenes y solteras de la élite. Era alegre, extrovertido y pasional, no se limitaba a los placeres de la vida o a explorar.Era, como las mujeres le decían, él único pez a escoger en el mar. Pero él, empeñado en que había encontrado al amor de su vida en aquella joven e inexperta mesera que derramó café en su chaqueta, se dedicó única y exclusivamente a ella; a amarla y llenarla de todos los excesos que pudiera permitirle el dinero.Una noche, luego de meses de conocerse y entregarse el uno a la otra hasta rayar los límites, decidió dar el siguiente paso. Compró un anillo de compromiso valorado en más de diez mil euros e informó a su familia la decisión tan inesperada que había tomado, aunque fuesen precisamente ellos los primeros en creer que no era una buena idea, sobre todo su madre, Emperatriz Arcuri, quien no había dado el visto bueno desde el principio de la relación.Pero ya estab
Emilio, con el corazón roto, se había hecho a sí mismo un hombre frio y por demás calculador, anclándose a un trabajo que absorbía la mayor parte de sus pensamientos y que ayudaba a esa desesperante necesidad de olvidar.Olvidarse de ella, de lo que le hizo y la forma en la que humilló su hombría y dignidad.Ahora no se aferraba a nada ni a nadie; todas, a excepción de su madre y hermanas menores, eran iguales o similares, buscando fortunas que maquillaran sus vidas de vanidades. No volvería a enamorarse, eso era un hecho, no volvería a pensar en poner un maldito anillo de compromiso en el dedo de ninguna otra ingrata, no señor, esa locura no volvería a cometerla jamás.Ya había perdido una vez y no se arriesgaría a una segunda, no mientras siguiera manteniendo su corazón dentro de una fortaleza.Pero algo dentro de él cambió ese día de noviembre…— Emilio, ¿estás escuchándome? — la voz de Luca, su mejor amigo y doctor de la familia, lo trajo de regreso a la conversación que intentaba
Cuando le informaron que la joven se encontraba en perfecto estado y que había sido trasladada a una de las habitaciones de la clínica, no lo pensó demasiado y fue hasta ella, decidido a encararla. Que no creyese que lo iba a engañar, no señor, él ya estaba curado de eso y no tenía la mínima intención de saberse burlado una vez más. Grecia se tensó contra el respaldo de la camilla cuando lo miró, allí, de píe, bajo el marco de la puerta… observándola como si fuese a comérsela de un solo bocado. Carajo, era tan pequeña y delicada, ¿cómo es que una mujercita así podía ser una trepadora… una cualquiera? La joven seguía observándolo silenciosa, con esos ojos marrones atormentados, asustados incluso. — Hola — musitó bajito, fue la primera en hablar al notar su mutismo. En realidad, se había quedado perplejo, esa mujer era capaz de hipnotizar al mundo entero. Pasó saliva, dando un paso al frente, inseguro de sí mismo, ¿qué le pasaba? ¿Desde cuándo una mujer de su calaña lo desconcertaba
Emilio la escuchó atento, en silencio, mirando como aquella pequeña y rosada boca se movía conforme todas las palabras que inventaba, mientras tanto, ella trataba de explicar todo a detalle y rogaba que fuese suficiente para que ese hombre no tomara represalias contra ella, pues todo lo que estaba diciendo no era más que la verdad.Una verdad que les cambiaba la vida para siempre… a ambos.Al principio, cuando esos hombres y mujer le hicieron aquella descabellada propuesta, su respuesta fue un total y definitivo «no», ¿cómo podría ser ella partícipe de algo tan horrible… e ilegal? Pero bastó una cruel y peligrosa amenaza para que una mujer joven y sin protección como ella aceptara tan macabro plan sin remedio, pues no quería que las personas a su alrededor pagaran las consecuencias, sobre todo Fabio, su hermano, quien de por sí estaba ya metido en serios problemas con el narcotráfico.Se lo dejaron dicho y escrito, había un hombre en la barra al que debía seducir — cosa que se le daba
Emilio llamó en seguida a una enfermera, y aunque la jovencita se negó asegurando que ya se sentía bien, no quiso arriesgarse, pues estaba más pálida que un papel, además, su peso no ayudaba… ¿es que no se alimentaba lo suficiente?Apartó la vista de esa bruja — como ya se había acostumbrado a llamarla en su mente — y se cruzó de brazos esperando a que la revisaran. Le tomaron el pulso, sacaron sangre y le dieron unos analgésicos para dolor de cabeza, pues fue el único síntoma que dijo presentar en ese momento.Una hora más tarde, después de haber compartido miradas silenciosas pero cargadas de muchísima electricidad, la misma enfermera les informó que el doctor Valente los esperaba en su consultorio.Emilio la siguió todo el tiempo de cerca, sin apartar la vista de ese escuálido y pequeño cuerpecito, Dios, ¿cómo podría crecer un hijo dentro de ella? Era tan delgada que de verdad asustaba.Ruborizada, la futura madre entró al consultorio.Luca ya los esperaba con los análisis sobre e