Para dar con ella, tuvo que ser sincero sobre sus sentimientos y hacer una promesa: no volver a romper su corazón ni hacerla llorar. Era una amenaza qué, después de apostar por ese inesperado amor, Emilio se la hizo saber. En un principio no corrió con demasiada suerte, sabía que podía llegar primero a Grecia y a ella a su marido; él no veía por otros ojos que no fuesen los de ella, por lo que cuando obtuvo una dirección como respuesta, se sintió realmente agradecido. Cuando se enteró por Grecia que ella había ido a buscarlo el mismo día que dejó el apartamento para irse a casa de sus padres, se sintió miserable, ahora más que nunca debía recuperar su amor, su perdón. Ella estaba en Berna, así que tomó el móvil de camino al aeropuerto y comenzó a checar todos los vuelos que había para ese día. Miró el reloj en su muñeca y suspiró frustrado, el más temprano salía hasta dentro de siete horas y eso era demasiado tiempo. Él de verdad necesitaba estar con ella y suplicar que por favor
Ella se quedó perpleja por demasiado tiempo, pues todavía creía que todo aquello podría estar tratándose de una alucinación, de un espejismo, de su mente traicionándola.Él dio un paso al frente para corroborarle que no era así, al contrario, y entonces sus pulmones se vaciaron. Dios, negó, asombrada.— ¿Qué estás haciendo aquí? — consiguió preguntar, confundida, con cientos de emociones arremolinándose en lo más profundo de su corazón, evocando, cómo una película en reproducción rápida, todos los momentos compartidos, y en los que fue muy feliz.— Sé que fui un cobarde, lo acepto, pero por favor, rubia, permite que enmiende mi error — le pidió él, completamente sincero. Ella aún parecía recelosa, así que con cautela se acercó y levantó su barbilla — Hablemos, ¿sí?— Yo… yo no entiendo — musitó — ¿tú viniste hasta aquí por… mi?El muchacho esbozó una sonrisa, no daba crédito a tanta ternura.— Por supuesto que he venido hasta aquí por ti — le dijo — Ara, te amo, nunca he dejado de hac
— ¿Dónde está tu habitación? — le preguntó, pegándola firmemente a él y comenzando a moverse por el corto pasillo. — Derecha — fue lo único que dijo, anclada a sus labios, a ese sabor que mucho extrañaba. Tan pronto estuvieron en el interior de la habitación, empezaron a desvestirse hasta estar seguro de que nada se interpondría sus pieles. Leo se sentó en el borde la cama y la sentó a ella a horcajadas sobre sí, empalándose a él sin tanto preámbulo, pues la necesidad era más grande que cualquier otra cosa en ese momento, el simple resultado de haber estado tanto tiempo separados. Ella emitió un débil quejido al sentir que sus paredes se ensanchaban para recibirlo. Y tan pronto él se dio cuenta de algo importante, la tomó de las caderas y rompió el contacto de sus labios. — No estoy usando protección y tampoco he traído una — gruñó, contenido, no quería salirse de su interior por nada del mundo, aun sabiendo el riesgo que ese implicaba —. Después de ti y yo… Ella lo silencio volvi
Dos semanas después…— Buenos días, rubia — le susurró Leonardo a su novia, quien despertaba justamente.Ella abrió los ojos de a poco y se desperezó con una sonrisa antes de echarse a sus brazos.— Regresaste — murmuró quedamente, todavía somnolienta.— Por supuesto que sí — dijo y besó delicadamente sus labios — te dije que lo haría, además, no me perdería por nada del mundo la presentación que harás hoy.Ella sonrió y se estrujó los ojos, ahora acomodándose en el borde de la cama.— Y yo te dije que no era tan importante, es solo un concurso.— Todo lo que concierte a ti, a tus sueños y anhelos, es importante para mí — musitó con franqueza —. Creo que te lo he dejado claro ya muchas veces, ¿o me equivoco?Negó con los ojos agolpados de electricidad.Y es que desde que la fue a buscar y se instaló ese mismo día en su apartamento, las cosas entre ellos no habían hecho más que mejorar. El pasado, los errores y el dolor que implicó su separación, solo quedaron atrás, dejando como resul
Una mañana, días antes de navidad, mientras ella tomaba una ducha para ir a su última clase, Leo terminó de organizar a través de una llamada algo muy especial. En realidad, llevaba la última semana planeándolo sin que ella lo sospechara, pues era una sorpresa de la que, si era sincero, se sentía increíblemente nervioso, pues no sabía cómo ella iba a reaccionar.— ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? — le preguntó Stefano, se había quedado sorprendido en la línea durante un par de minutos, pero muy feliz por las decisiones que últimamente había estado tomando su hermano pequeño.— Nunca he estado tan seguro de nada en mi vida, Stef — le dijo con total franqueza —. En serio quiero hacer esto.— Bueno, ya sabes que cuentas con mi apoyo, nos vemos en un par de días entonces.Después de colgar, la vio salir del baño. Estaba enrollada en una toalla y tenía el cabello húmedo. No demoró en acercarse y rodearla de la cintura para robarle el beso número mil de esa mañana, y eso que apenas
Emilio Arcuri, a lo largo de los años, se le había conocido como el mejor partido para las mujeres jóvenes y solteras de la élite. Era alegre, extrovertido y pasional, no se limitaba a los placeres de la vida o a explorar.Era, como las mujeres le decían, él único pez a escoger en el mar. Pero él, empeñado en que había encontrado al amor de su vida en aquella joven e inexperta mesera que derramó café en su chaqueta, se dedicó única y exclusivamente a ella; a amarla y llenarla de todos los excesos que pudiera permitirle el dinero.Una noche, luego de meses de conocerse y entregarse el uno a la otra hasta rayar los límites, decidió dar el siguiente paso. Compró un anillo de compromiso valorado en más de diez mil euros e informó a su familia la decisión tan inesperada que había tomado, aunque fuesen precisamente ellos los primeros en creer que no era una buena idea, sobre todo su madre, Emperatriz Arcuri, quien no había dado el visto bueno desde el principio de la relación.Pero ya estab
Emilio, con el corazón roto, se había hecho a sí mismo un hombre frio y por demás calculador, anclándose a un trabajo que absorbía la mayor parte de sus pensamientos y que ayudaba a esa desesperante necesidad de olvidar.Olvidarse de ella, de lo que le hizo y la forma en la que humilló su hombría y dignidad.Ahora no se aferraba a nada ni a nadie; todas, a excepción de su madre y hermanas menores, eran iguales o similares, buscando fortunas que maquillaran sus vidas de vanidades. No volvería a enamorarse, eso era un hecho, no volvería a pensar en poner un maldito anillo de compromiso en el dedo de ninguna otra ingrata, no señor, esa locura no volvería a cometerla jamás.Ya había perdido una vez y no se arriesgaría a una segunda, no mientras siguiera manteniendo su corazón dentro de una fortaleza.Pero algo dentro de él cambió ese día de noviembre…— Emilio, ¿estás escuchándome? — la voz de Luca, su mejor amigo y doctor de la familia, lo trajo de regreso a la conversación que intentaba
Cuando le informaron que la joven se encontraba en perfecto estado y que había sido trasladada a una de las habitaciones de la clínica, no lo pensó demasiado y fue hasta ella, decidido a encararla. Que no creyese que lo iba a engañar, no señor, él ya estaba curado de eso y no tenía la mínima intención de saberse burlado una vez más. Grecia se tensó contra el respaldo de la camilla cuando lo miró, allí, de píe, bajo el marco de la puerta… observándola como si fuese a comérsela de un solo bocado. Carajo, era tan pequeña y delicada, ¿cómo es que una mujercita así podía ser una trepadora… una cualquiera? La joven seguía observándolo silenciosa, con esos ojos marrones atormentados, asustados incluso. — Hola — musitó bajito, fue la primera en hablar al notar su mutismo. En realidad, se había quedado perplejo, esa mujer era capaz de hipnotizar al mundo entero. Pasó saliva, dando un paso al frente, inseguro de sí mismo, ¿qué le pasaba? ¿Desde cuándo una mujer de su calaña lo desconcertaba