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El corazón del guardaespaldas: 35. Un alma vacía

Una hora después, su pecho todavía dolía.

Emilio le propuso que regresaran a roma y desde allí tomaran decisiones prudentes, además, ella tenía un brazo ileso y una costilla lastimada que aún necesitarían asistencia médica durante unas semanas más.

Sin fuerzas para argumentar, aceptó, se limpió las lágrimas y empacó todo lo necesario, lo más personal, el resto su hermano se encargaría de que se lo hiciesen llegar en perfecto estado cuando ya estuviese instalada. De pronto, moviendo las cosas de un lado a otro, una fotografía de ellos dos se resbaló del interior de su bolsito.

Se secó la humedad de las mejillas con el dorso de la mano y la tomó entre sus dedos blandos. En la imagen ella no miraba a la cámara, contrario a eso, tenía la vista clavada en lo que parecía ser su mundo entero: Él.

— Hola, cariño — era su cuñada — ¿necesitas que te ayude con algo?

Ella se encogió de hombros y mostró una sonrisa que con ella no logró mucho. Grecia notó en seguida su inmensa tristeza. Tomó una r
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