Esa noche, su maldito olor se había quedado impregnado en cada rincón como si todo se hubiese confabulado para hacerle perder el juicio. Destrozó, sin miramientos, cualquier cosa que haya quedado allí de ella. Ese desgraciado champú con aroma a frambuesas. Esas benditas sábanas blancas en las que tiernamente se envolvía cada noche y despertaba cada mañana. Las arrancó del colchón, arrugó y tiró por las escaleras con el resto de las pocas pertenencias que había dejado. Para cuando entró la media noche, no se reconocía ya a sí mismo, así que golpeó el espejo en donde su propio reflejo le devolvía la mirada y se dejó caer en el sofá con los nudillos rotos, y cuando no fue suficiente, tomó del minibar un par de botellas de bourbon y bebió hasta que su recuerdo se le borrara de la puta mente… lo que jamás consiguió. La mañana siguiente despertó con un dolor de cabeza que jamás había sentido; se había quedado incómodamente dormido en aquel sofá, sujetando, sin saber muy bien en que mome
Se veía tan diferente al hombre de aquellas últimas semanas que incluso su propia secretaria pudo notarlo.— Puedes irte a casa, Olivia — le dijo, sin mirarla, ella otra vez se había quedado allí hasta casi pasadas las nueve, pendiente de cualquier cosa.La muchacha asintió sin remedio y apagó la última luz encendida del edificio antes de despedirse con un “buenas noches” que él apenas y respondió audiblemente.Emilio recargó la cabeza contra el respaldo de la silla y suspiró. Su vida, desde la última vez que la vio, se fue desmoronando de a poco. Había pasado una semana y tres días desde entonces; lo sabía muy bien.En varias oportunidades había querido y llamar y preguntar por ella, saber cómo estaba, si comía sus alimentos o si necesitaba algo de lo que él mismo se encargaría de hacerle llegar, pero antes de antes de alguien pudiese ser capaz de contestar, colgaba; era lo mejor, pues él no estaba listo para confesar algo que ella deseaba escuchar, así que debía dejarla en paz y no
En la mansión Arcuri lo estaban preparando todo para las fechas como cada año, las bebidas, el decorado y los regalos debajo del árbol. Hacía años que Emilio no participaba en la dinámica, así que a las mujeres de la casa les alegró tener a esa muchacha allí para ese año.Fabio llegó con un par de regalos para todos, los dejó debajo del árbol y se quedó a cenar mientras que la casa era un caos de lado a lado. La familia Valente ya había confirmado su asistencia para el día siguiente, así que no faltaba nada más, excepto el angelito que decidieron poner en la corona del pino que incluía a la pequeña Arcuri como nueva miembro de la familia.Los honores se lo dejaron a la joven primeriza, pero, el árbol era tan grande que tuvo que necesitar un poco de ayuda.Fabio la tomó de las caderas con mucho respeto y no sin antes preguntarle. La muchacha asintió tímidamente y se alzó lo más que pudo mientras él la ayudaba y todos reían en compañía y le indicaban cual era el lado perfecto.Emilio hi
— No puedo creer que le hayas golpeado de ese modo — dijo ella, cruzada de brazos, ahora estaban en la habitación que solía ser de él, y a donde la había arrastrado para así poder hablar con ella.Emilio se tensó y volteó los ojos.— Yo soy quien no puede creer que todavía lo defiendas — dijo, un poco molesto.Grecia, que llevaba todo el rato de espaldas a él y con la mirada perdida en ese enorme jardín, negó con la cabeza y al fin se giró.— Estás sangrando… — musitó, preocupada, entró rápido al cuarto de baño y buscó cualquier cosa con la que pudiera limpiarlo, cuando regresó, él todavía estaba allí de pie, observándola moverse de un lado a otro — siéntate.Sin rechistar, obedeció.La muchacha se colocó en medio de sus piernas y con una delicadeza muy propia de ella, comenzó a curarle la herida que se abría desde el arco de su ceja hasta el inicio de la sien.El italiano colocó las manos en sus caderas y la miró desde su perspectiva, absorto en ese bendito aroma a frambuesas que cad
— Señoras y señores, bienvenidos a nuestro baile de beneficencia anual — escuchó a su madre decir, detrás del micrófono, luciendo pulcra y elegante como solía ser —. Caballeros, los números de cuenta coinciden con la etiqueta de las jóvenes en sus vestidos… ¡el precio más alto abre el primer baile!— Un baile con la sexy embarazada de rojo — escuchó a un hombre susurrar, dando un paso al frente y tecleando su móvil.Emilio se irguió, maldición.La única embarazada sexy de rojo que estaba allí era ella y, por nada del mundo, iba a permitir que un jodido imbécil bailara con ella, muchísimo menos que la tocara, eso sí que no, primero, debía pasar por encima de él.Sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta, la miró por un par de segundos y tecleó unos jugosos ceros antes de enviar el dinero a la cuenta correspondiente. Un par de minutos después, el hombre miró extrañado la pantalla, una luz roja indicaba que la joven seleccionada ya no estaba disponible; había sido ganada por alguien más.
La vio entre un grupo de personas en las que intentaba hacerse un pequeño camino y cruzó el jardín.Con el pulso disparado y el corazón a punto de perforarle el pecho como un jodido desquiciado, empujó varios cuerpos y la siguió con la mirada.— ¡Grecia! — gritó, pero ella no se detuvo, al menos no hasta que escuchó esas palabras y el alma se le cayó a los pies — ¡Te amo!Por un segundo, se quedó lívida, allí, parada, de espaldas a él, sintiendo que de pronto las rodillas le comenzaban a fallar. Entre abrió la boca para tomar una bocanada de aliento y se llevó la mano intuitivamente al vientre.No, estaba alucinando, el encuentro que acababan de tener hace minutos la estaba haciendo escuchar cosas que…— Grecia, te amo… — volvió a escuchar, y se giró lentamente.Ese hombre estaba allí, ese del que estaba irremediablemente enamorada; abriéndole, así, sin más, su corazón. Él la observaba con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón, nervioso, asustado, deseando que no fu
— Lo que dijiste hace rato… ¿es cierto? — musitó ella contra su boca, llevaban alrededor de veinte minutos besándose y ninguno de los dos parecía incómodo en lo absoluto — ¿Tú… tú me amas?Emilio ladeó una sonrisa y tomó su rostro entre sus manos, pegando su frente a la suya mirándola directo a los ojos. Esa hadita encantada era su vida entera… ¿cómo había podido ser tan imbécil y hacerla sentir insegura? No se lo perdonaba, debía enmendar ese error tan pronto como fuese posible.— Brujita, te amo, es mi única verdad y te prometo que haré todo y más para recuperarte, para… recuperarlas — le prometió, abierto, sincero, ya no quería ocultar lo que sentía. Lo gritaría a los cuatro vientos si eso era lo que ella le pedía.— Nunca… nunca me perdiste — logró decir con esa vocecita maravillosa que lo sosegaba de manera indescriptible —. Siempre guardé una esperanza.Él pasó saliva y negó con la cabeza, tomó sus manos para besarle los nudillos y luego las acomodó delicadamente en su regazo.
El amanecer los sorprendió entre sonrisas dulces y miradas cargadas de deseo.— No fue un sueño — musitó ella, somnolienta.Emilio sonrió y capturó su cadera, pegándola a él para así poder darle ese delicioso beso de buenos días en los labios; no se cansaba de probarla, ella era dulce a toda hora.— No, brujita, no lo fue, aquí estoy… aquí estamos — le dijo, hechizado con su angelical belleza — ¿tienes hambre?— Muchísima— Bien, tomaremos una ducha juntos y entonces saldremos a comer lo que quieras, ¿te parece? — la muchacha asintió más que entusiasmada, verdaderamente feliz.Tomaron esa ducha entre caricias fugaces, gemidos y suspiros; no hicieron nada, y aunque en serio se deseaban con locura, él prefirió no correr el riesgo de lastimarla y salieron de allí más que encendidos.— ¿Emilio…? — su vocecita dulce hizo que se girara.— ¿Qué pasa, brujita? — le preguntó, acercándose y aprovechando para darle un pequeño pico que ella recibió con las mejillas de color cereza.— Yo ya no ten