Capítulo cuarenta y ocho.

Draco se enderezó después de su elegante inclinación, su porte majestuoso y el aura imponente que lo rodeaba aún eran perceptibles incluso en su forma humana. Sus ojos verdes destellaban con intensidad, mientras su túnica, que parecía fluir como si estuviera hecha de escamas vivas, se movía ligeramente con el viento.

Tari avanzó unos pasos hacia él, girándose ligeramente para que Ylva y Ethan lo observaran.

—Permítanme presentarles a Draco —dijo con calma, su voz resonando con el mismo aire sereno que siempre la caracterizaba—. Él es el príncipe del Reino Drakengar.

Draco inclinó ligeramente la cabeza una vez más, con un gesto cortés pero también cargado de autoridad.

—Es un honor conocerlos —dijo, su voz profunda y llena de una calidez que no encajaba del todo con su figura imponente—. Bienvenidos a nuestro reino y a estas tierras que protegemos junto con los elfos.

Ylva miró a Draco, aún impactada por la transformación que había presenciado. Ethan, aunque más acostumbrado a situacio
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