Generosidad solicitada
Todos se habían presentado a las instalaciones de la Iglesia obscura, esta vez con mucha puntualidad a pesar de la hora. Debía ser algo demasiado urgente como para despertarlos a medianoche y sin decirles para qué demonios los habían citado. Claro, al ser una orden del jefe, nadie arremedó nada en cuanto entraron y lo vieron sentado en la silla que ocupaba siempre al tener reuniones.

Las virtudes se sentaron como todos unos niños buenos y asueñados, a la espera de lo que el jefe Sorin tuviera que decirles. El rubio, con el ceño fruncido, se levantó. Al parecer tenía algo escondido detrás de una de las cortinas que adornaban esa sala parroquial. Todos miraban con mucha expectativa, ya que había mucho misterio de por medio.

En cuanto Sorin jaló una pita para descubrir lo que estaba oculto en la cortina, los semblantes de todos se transformaron en la representación de haber visto algo horrorizante.

—¡Por Dios! —exclamó Gabrielle, mientras se llevaba las manos al rostro.

Raziel tuvo el
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