El miedo y la melancolía invadían todos sus sentidos. Había estado deambulando por una hora para conseguir un mísero taxi que la llevara hacia la casa de Nadia, pero para su infortunio pasaban ocupados o la ignoraban, como si fuera una mujer invisible se tratara; esa situación ya la estaba exasperando. Encontrar transporte no resultaría ser un problema para ella, si no estuviera huyendo de la sensación de ser perseguida a dondequiera que fuera. Ileana miró a todos lados y cruzó la calle, pronto comenzó a caminar sin un rumbo específico para tratar de ser vista por alguno de los choferes aludidos, pero no había indicio de que alguno pudiera llevarla. «Esto de escapar de casa, no me ha resultado como lo esperé», pensó bastante exhausta de caminar errante. Había decidido colocarse una capa de color crema para no ser reconocida con facilidad. Por debajo de esta, de los hombros de la chica se aferraba su pequeña mochila, en donde había guardado algunos de sus objetos personales y el dine
Había comenzado a llover y aquella bestia frente a ella emanaba maldad e ira mezclada con una serenidad inexplicable para la joven. De sus fauces, que mostraba una hilera de filosos dientes, salía un gruñido espeluznante que hizo temblar de miedo a Ileana. Y justo detrás de la cabeza de la bestia, apareció aquel rostro tan conocido para Ileana. Le sonreía con malicia y la miraba fijamente con esos orbes esmeralda que la hacían temblar de pavor.–Vaya, vaya, vaya –dijo mientras bajaba del feroz lobo que seguía gruñendo hacia ella–. Pero qué casualidades de la vida… –rió divertida, mientras se quitaba la capucha de la capa, para que la viera mejor. Se veía sumamente pálida, casi en el estado que estaba cuando la conoció en aquella casa abandonada–. En verdad es una bonita coincidencia. Al fin nos volvemos a reunir, ¿no es genial?Ileana no respondió y se sentó con rapidez, temiendo por el siguiente movimiento de aquellos dos malignos seres. De Antonella podía esperar lo que fuera. El sem
La noche ya se hacía presente en la ciudad de Sibiu. Connor estaba en su habitación recostado en su cama, leyendo cómics muy tranquilo y de pronto la imagen del bello rostro de Ileana llegó a sus pensamientos, ya que un personaje de la historia se parecía mucho a ella. Su lacio y brillante cabello corto castaño claro. Su piel blanca y espléndida figura; aquellos grandes ojos color miel que le robaban el aliento desde que Velkan la llegó a presentar a la casa. Ojalá él la hubiera conocido primero, pero no fue así. Además, ¿quién demonios podía competir con su hermano mayor?, si era el tipo más bueno que podía existir en el planeta y no podía odiarlo por eso. ¿Le habría ido bien a Ileana en donde quiera que estuviese? ¿La vería de nuevo? Connor sacudió la cabeza ante aquellas dudas sinsentido. «Eres un tonto –se dijo a sí mismo–. ¿Cuándo entenderás que la debes olvidar? Hay tantas mujeres en este mundo, como para seguir enamorado de una estúpida ilusión». De pronto algo extraordinari
La madrugada se sentía helada y Nadia, quien se despertó sobresaltada no podía creerlo. Luego de ver una sombra extraña se dispuso a encender su lámpara de noche y allí, frente a ella estaba pasando algo extraordinario: su amiga Ileana estaba levitando justo arriba del sofá individual en el que antes de irse se había quedado dormida. La chica recordó haber esperado a su amiga Ileana por horas, y aunque ella le había dicho que si no llegaba que no se preocupara, aquella petición le había resultado imposible de cumplir. Hacía un par de horas que había podido conciliar el sueño, pero algo la había despertado y estaba segura que era producto de lo que su amiga estaba realizando. Mientras acontecía esa visión, se frotaba los ojos y se pellizcaba a sí misma para comprobar que eso no era un sueño. Esa situación con su amiga comenzaba a generar un sinfín de dudas que, avanzaba a pasos agigantados para convertirse en más que un simple problema psicológico o emocional. No… eso definitivamente
La lluvia repiqueteaba los alrededores obscurecidos por la noche de aquella ruidosa ciudad desconocida. Velkan se sentía desesperado, porque el impacto que Antonella se había dado en la cabeza, tras aquella caída absurda por el ataque mágico de Ileana, había sido más grave de lo que había creído. Desde su estómago hasta su pecho sentía que, cada vez le tenía más odio a aquella mujer por las penas que los hacía pasar. En un abrir y cerrar de ojos habían llegado a su casa vacía y lúgubre. No dudó en entrar como si de un espectro se tratara y comenzó a buscar la habitación más oscura, para dejarla acostada en el suelo con mucho cuidado. –Mi amor, despierta –llamó a viva voz a la pelirroja y la intentó reanimar con su garra, pero no parecía volver en sí. «Antonella… », se lamentó Velkan en sus pensamientos, mientras se sentaba al lado de su inconsciente pareja y la observaba allí tan pálida e indefensa, mientras que el sentimiento de impotencia le dolía en el alma. Todo lo que podía re
Ninguno del cuartel de las ex Virtudes quiso separarse la noche anterior desde que abandonaron a Sorin allí, casi frente al viejo radar. Tras salir de aquel lugar indeseable, no voltearon atrás hasta que ya habían caminado algunos tramos.En otra ocasión, Jofiel y Daniel hubieran comenzado a romper el silencio con la excusa de estar muriéndose de hambre y a lo mejor todos se hubieran dado un banquete callejero, en algún restaurante elegante o Daniel se hubiese ofrecido para cocinar algo, ya que, al ser un chef de profesión sabía de ingredientes de calidad y cocinaba como los dioses. Aquello era lo único que Gabrielle le admiraba.No obstante, esa noche ni siquiera tocaron el tema, a pesar de que escucharon gruñir algunas tripas, pero el desánimo podía mucho más que cualquier hambre que los atacara. Si Ariel estuviera con ellos, seguramente los habría invitado a las bebidas y brindarían por alguna excusa barata. Incluso Sorin, quizá estuviera haciéndose el frío como siempre; lo importan
La luz del sol se comenzaba a colar por las rendijas de la puerta principal y por las ventanas, mas aquel cuarto, carente de ellas, permanecía en penumbras y dos individuos yacían acostados, muy juntos el uno del otro mientras el trinar de los pájaros no los dejaban dormitar en paz.Antonella abrió los ojos con dificultad, aún los estragos en su cuerpo se hacían presentes, sin sumar a aquello el severo dolor de cabeza que casi la hacía gritar; era consciente de que debía reposar un poco más. Sabía muy bien que el golpe que se dio al caerse, solo había acelerado lo que ya su cuerpo le estaba pidiendo a gritos: Sangre humana.Con respecto a ese tema en particular, la casa era un severendo desastre: En las paredes de aquella habitación habían salpicaduras carmesíes y ni hablar del piso. Una hilera de huesos y manchas grandes de sangre rodeaban a ambos, como un recuerdo de lo que tuvo qué hacer si quería vivir.Antonella recordó con dificultad cómo el hombre todavía gemía de dolor y en su
La noche anterior había sido un tanto devastadora después de que las Virtudes abandonaran su título frente a sus narices y cortaran la amistad de años con él. Lo cierto y que ellos no querían ver era que, una vez se es una Virtud, nunca se podrá dejar de serlo hasta que muera, ya que, el que de verdad los había elegido no había sido él, sino el mismo radar. Después de haberse enterado que el radar dejó de funcionar por la huelga que todos habían hecho, Sorin recogió las capas y los kits de cazavampiros, los echó al baúl de su auto y emprendió camino hacia su apartamento. «Sin el radar es cuestión de tiempo para que la magia oscura se expanda y si no tengo aliados en esta misión, me corresponde a mí reclutar nuevas Virtudes, para ver si el radar se estabiliza o si no buscaré más soluciones –se decía mientras manejaba–. Por de pronto, necesito descansar bien para generar nuevas ideas. Eso haré…» Frenó, ya que un semáforo en rojo estaba frente a él. En cuestión de segundos, el sentimie