Antonella se encontraba consternada. No se esperaba para nada aquel obsequio tan bizarro de parte de Velkan. Además, había regresado relativamente temprano de su expedición y no con lo que a ella realmente le importaba. ¿Es que acaso pretendía desobedecerla? Poco a poco parecía dejar de ser aquel lobo que no cuestionaba nada y que cumplía con lo que ella le decía sin chistar. En definitiva su autonomía había avanzado mucho en comparación de cuando se hallaban en el pueblo y eso sí que estaba fuera de todo plan. La figura de aquella liebre joven que pataleaba por su vida ya sin caso alguno de poder sobrevivir, la había tomado por sorpresa. Antonella frunció el ceño, y recogió las peonías que se le habían caído. Velkan, quien estaba a la expectativa de su respuesta y que meneaba su cola confianzudo, dejó de hacerlo en cuanto se percató de que su pelirroja no estaba nada contenta. «¿No vas a decir nada? –inquirió Velkan, mientras la liebre daba un último chillido antes de perder la vid
La conversación que había tenido con Nadia en verdad la había llenado de paz, de calma entre tanto tormento. Después de una prolongada espera a que la madre de su amiga se hubiese ido, ella había accedido a ayudarle a ocultarse en su casa. No sabía cómo agradecerle por esa gran ayuda más que auxiliarla en su recuperación y en todo lo que estuviera al alcance de sus manos. Ileana se sentía muy comprometida a ser lo más discreta posible para que nadie supiera de su paradero; cambiaría su identidad si así lo requiriera, todo para proteger su vida y la de sus padres, pero antes, al menos quería dejarles una última nota para que no hicieran por buscarla, además de que, dejaría su vehículo en la casa para no ser rastreada de ninguna manera. El plan era regresar a casa, dejar una breve nota donde sus padres pudieran encontrarla, mentir que saldría a pasear sola y regresar en transporte público lo más rápido que pudiera a la casa de Nadia. Esperaba poder lograrlo, ya que la sensación de ser
Las cuatro de la tarde habían llegado a la Iglesia Obscura, en la ciudad de Brasov; los tonos naranjas y azules del cielo, la coloreaban de una manera impresionante mientras los sonidos de la música sacra en violín creaban un ambiente solemne que salía de las cuatro paredes del atrio y llegaba a los alrededores. Aquel virtuoso ejecutante alto, de cabello castaño claro medio largo, que llevaba tocando al menos una hora con los ojos cerrados, se trataba de Raguel, quien a menudo daba extensos conciertos de violín y mucha gente llegaba exclusivamente a escucharlo por lo excepcional de su angelical sonido. Sus dedos se movían con destreza y se deslizaban rápidamente sobre el mástil de ébano y las cuerdas, mientras que su cuerpo se mecía al compás de ese estudio de Johan Sebastian Bach, que sabía de memoria. Lo que quizá nadie sabía, era que él estaba tocando por el hecho de sentirse apesadumbrado y de alguna manera… de luto, porque Sorin les había pedido a todos que se retiraran de la cl
Sorin había aparecido frente a ellos como si se tratara de un espectro. Su semblante irradiaba tensión, enojo y un ápice de angustia. Mientras Jofiel regresaba a su asiento, Gabrielle estiró el cuello para ver si atrás de él venía Ariel, pero aquello solo era una ilusión. El rubio movió la cabeza para bloquearle el panorama y verla a los ojos. –¿Qué se te perdió, Gabrielle? –alegó Sorin, mientras cruzaba los brazos. –Nada, nada –respondió la joven y a regañadientes regresó a sentarse. Sorin caminó enfrente de todos, quienes estaban en un silencio sepulcral, y el único sonido que se percibía en el ambiente era el de los pesados pasos del rubio, que pronto se sentó frente a ellos. Hasta que pronto, el silencio fue interrumpido. –Eh… perdón si interrumpo pero, ¿no vas a decirnos nada acerca de Ariel? –preguntó Raziel con un dejo de inseguridad. –Sí, Sorin –prosiguió Gabrielle–. Al menos merecemos saber si te atreviste a… –La joven no se atrevió ni a pronunciar aquella palabra. –No
El miedo y la melancolía invadían todos sus sentidos. Había estado deambulando por una hora para conseguir un mísero taxi que la llevara hacia la casa de Nadia, pero para su infortunio pasaban ocupados o la ignoraban, como si fuera una mujer invisible se tratara; esa situación ya la estaba exasperando. Encontrar transporte no resultaría ser un problema para ella, si no estuviera huyendo de la sensación de ser perseguida a dondequiera que fuera. Ileana miró a todos lados y cruzó la calle, pronto comenzó a caminar sin un rumbo específico para tratar de ser vista por alguno de los choferes aludidos, pero no había indicio de que alguno pudiera llevarla. «Esto de escapar de casa, no me ha resultado como lo esperé», pensó bastante exhausta de caminar errante. Había decidido colocarse una capa de color crema para no ser reconocida con facilidad. Por debajo de esta, de los hombros de la chica se aferraba su pequeña mochila, en donde había guardado algunos de sus objetos personales y el dine
Había comenzado a llover y aquella bestia frente a ella emanaba maldad e ira mezclada con una serenidad inexplicable para la joven. De sus fauces, que mostraba una hilera de filosos dientes, salía un gruñido espeluznante que hizo temblar de miedo a Ileana. Y justo detrás de la cabeza de la bestia, apareció aquel rostro tan conocido para Ileana. Le sonreía con malicia y la miraba fijamente con esos orbes esmeralda que la hacían temblar de pavor.–Vaya, vaya, vaya –dijo mientras bajaba del feroz lobo que seguía gruñendo hacia ella–. Pero qué casualidades de la vida… –rió divertida, mientras se quitaba la capucha de la capa, para que la viera mejor. Se veía sumamente pálida, casi en el estado que estaba cuando la conoció en aquella casa abandonada–. En verdad es una bonita coincidencia. Al fin nos volvemos a reunir, ¿no es genial?Ileana no respondió y se sentó con rapidez, temiendo por el siguiente movimiento de aquellos dos malignos seres. De Antonella podía esperar lo que fuera. El sem
La noche ya se hacía presente en la ciudad de Sibiu. Connor estaba en su habitación recostado en su cama, leyendo cómics muy tranquilo y de pronto la imagen del bello rostro de Ileana llegó a sus pensamientos, ya que un personaje de la historia se parecía mucho a ella. Su lacio y brillante cabello corto castaño claro. Su piel blanca y espléndida figura; aquellos grandes ojos color miel que le robaban el aliento desde que Velkan la llegó a presentar a la casa. Ojalá él la hubiera conocido primero, pero no fue así. Además, ¿quién demonios podía competir con su hermano mayor?, si era el tipo más bueno que podía existir en el planeta y no podía odiarlo por eso. ¿Le habría ido bien a Ileana en donde quiera que estuviese? ¿La vería de nuevo? Connor sacudió la cabeza ante aquellas dudas sinsentido. «Eres un tonto –se dijo a sí mismo–. ¿Cuándo entenderás que la debes olvidar? Hay tantas mujeres en este mundo, como para seguir enamorado de una estúpida ilusión». De pronto algo extraordinari
La madrugada se sentía helada y Nadia, quien se despertó sobresaltada no podía creerlo. Luego de ver una sombra extraña se dispuso a encender su lámpara de noche y allí, frente a ella estaba pasando algo extraordinario: su amiga Ileana estaba levitando justo arriba del sofá individual en el que antes de irse se había quedado dormida. La chica recordó haber esperado a su amiga Ileana por horas, y aunque ella le había dicho que si no llegaba que no se preocupara, aquella petición le había resultado imposible de cumplir. Hacía un par de horas que había podido conciliar el sueño, pero algo la había despertado y estaba segura que era producto de lo que su amiga estaba realizando. Mientras acontecía esa visión, se frotaba los ojos y se pellizcaba a sí misma para comprobar que eso no era un sueño. Esa situación con su amiga comenzaba a generar un sinfín de dudas que, avanzaba a pasos agigantados para convertirse en más que un simple problema psicológico o emocional. No… eso definitivamente