Comenzando desde cero
Las manos de Antonella temblaban con euforia fúrica. Su magia, su esencia estaba a tan pocos pasos al lado de Ileana y no había podido hacer nada al respecto. Su respiración incrementaba con cada segundo y Velkan estaba frente a ella, intentando explicarle lo que había salido mal en el plan de ir a robar aquellos documentos.

Mientras escuchaba la fatídica historia del fallo de Velkan para obtener su diario y libro oscuro, Antonella se había quitado la capa y caminaba con ansiedad por aquel corredor vacío, oscuro y húmedo. Con su puño apretaba el viejo y desgastado pendiente hecho con el colmillo de Bardou.

—Técnicamente eso fue lo que pasó con ese individuo. No me dejó opción y le tuve que dar su merecido —contó Velkan—. Y lo peor de todo… ya no pude darle muerte, porque me apareció con un artilugio brillante y afilado, que me cegó y disminuyó mis poderes ¿Comprendes?, tuve que salir corriendo del lugar.

Velkan sonaba preocupado e indignado, porque ¿Qué era aquello que detuvo su pod
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